viernes, 27 de agosto de 2010

Honduras Roja

Vos el Soberano


Por Diana Espinal Meza. (*)

El color rojo implica peligro por antonomasia. Desde el 28 de junio de 2009, día en que se dio la ruptura del orden constitucional a través de un golpe de estado militar, mi país cambio su color verde “esperanza, derecho y dignidad”, por el rojo “sangre”.

Desde, que las primeras metrallas soltaron sus escupitajos “de balas, al rojo vivo” aquel  domingo a las cinco de la madrugada, en la residencia del Presidente Manuel Zelaya Rosales… el color rojo se ha impuesto de una manera exultante y agresiva por parte de los golpistas. Día a día, se ve la sangre como un tatuaje adherido al pavimento, huele a sangre, llueve sangre, caen las hojas de los árboles y la clorofila es sangre.

Rojo también es sinónimo de: sonrisas sin dientes, pies sin zapatos, niños y niñas en la calle, miradas de perro hambriento, cazuelas sin granos, agua con orines, pan duro con nada, uñas negras con tierra y lombriz disecada, ropas en calidad de ala de mosca, despensa del antojo y polilla, chiflidos en la panza, mano que pide en las calles, entierro, lagrima roja, mirada roja, voz roja… hombre y mujeres que se devoran. Sol congelado, Luna convertida en brasa, he visto la sangre levantarse y dar vuelta a la página como bisagra sin oxido.

Para los golpistas, el ambicionado rojo, incluye la apropiación y asalto de los recursos naturales y humanos: petróleo, agua, minerales, tierra, la energía eléctrica, educación, salud, gozo, paz, cordura, igualdad, paciencia, benignidad, mansedumbre, templanza, este rojo-rojo sabe a suplicio, a tortura, trae desconsuelo, congoja, mal, pesar y daño. De este lado de carroña el rojo está en los ojos, son como quien ve llover, fusiles de pesado calibre… y los pueblos indígenas y afro hondureños, los sectores campesinos, los adultos mayores, niños y niñas, madres soltera, el pueblo trabajador del día a día… ¡al carajo!

El reloj cuelga de las fauces de los perros, el martirio tiene nombre de geometría, la sal está sobre los huesos, patria perdida en el túnel de la herida, hija de los vapores rojos, alumbramiento… aborto, explosión de pólvora… la mataron…

Hoy vamos a la procesión de las firmas, por la jubilación de avispas y por las nupcias de la justicia, por la turba callejera en las pantorrillas. Así como los arenales de la luna, somos miles, los que deseamos que el verde sitiado vuelva a su postura de joya.

“Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.”

(Octavio Paz)

(*) Lic. En Literatura. UPNFM. (Honduras)
Master en Cultura e Investigación Literaria. UACJ. (México)

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