jueves, 12 de noviembre de 2009
Lo importante es la solidaridad de UNASUR, ALBA, GRUPO RIO, ONU y OEA
Editorial Diario Tiempo
El incumplimiento del Acuerdo San José/Tegucigalpa por parte del gobierno de facto ha llevado al fracaso los diferentes esfuerzos diplomáticos orientados a darle una salida ordenada y pacífica a la crisis política, que va en camino de instalarse por largo tiempo.
Como lo ha expresado el secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, después de reunirse ayer el Consejo Permanente de la OEA para examinar la situación hondureña, es muy improbable la posibilidad de darle pase a las elecciones del próximo 29 de noviembre dentro del orden constitucional y el estado de derecho.
Ha sido tan sistemática y persistente la insolencia de la “parte” golpista en sus maniobras para retardar y enredar las diferentes etapas del “diálogo”, con la intención de perpetuar el régimen de facto, que terminó por desenmascarar su falta de buena fe.
En nuestro país, dicho sea de paso, nunca habíamos visto tanta bajeza en las argumentaciones, interpretaciones y manipulaciones de la palabra empeñada, como si en vez de personajes notables por su calidad humana, moral y profesional, la representación del gobierno de facto viniera del inframundo político, donde no existe decoro ni vergüenza.
Esta circunstancia y lo avanzado del proceso político --que ya toca las puertas de las elecciones generales-- hace difícil cualquier reconsideración sobre las decisiones tomadas objetivamente, en base a lo ocurrido. La dinámica de los hechos apunta hacia otra dirección, de consecuencias insospechadas algunas de ellas, que tienden a la formación de una profunda conciencia colectiva de cambio, con independencia de cuanto ocurra en el juego electoral.
Por lo pronto y sin mayores expectativas, el pueblo hondureño observa la presencia del Departamento de Estado de los Estados Unidos en Tegucigalpa, aparentemente con el deseo de darle un alegre toque final al conflicto, que en realidad es una tragedia desde cualquier punto que se la mire. Ese “happy end” sería, por supuesto, la “inmediata” restauración del orden constitucional, a como estaba antes del 28 de junio.
Como quiera que sea, la ciudadanía ya tomó su decisión respecto a las elecciones del 29 de noviembre, que probablemente se realizarán a como haya lugar y en situación de facto. La actitud de los votantes no cambiará sustancialmente en los 13 días que restan de campaña electoral, y, antes bien, reafirmará su determinación como elector. Es lo que le queda como respuesta al golpe de Estado militar, a la corrupción del sistema y al régimen dictatorial.
La solidaridad responsable de la comunidad internacional –de la OEA, ONU, Grupo de Río, UNASUR, ALBA, Países no-Alineados, etcétera—con Honduras y su pueblo, al no ceder un ápice en su condena al golpe de Estado militar y su exigencia de restitución del orden constitucional e institucional, abona esa creación de conciencia política profunda, de compromiso democrático, que es, en última instancia, un reclamo de autodeterminación.
Y eso es lo importante.
El incumplimiento del Acuerdo San José/Tegucigalpa por parte del gobierno de facto ha llevado al fracaso los diferentes esfuerzos diplomáticos orientados a darle una salida ordenada y pacífica a la crisis política, que va en camino de instalarse por largo tiempo.
Como lo ha expresado el secretario general de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza, después de reunirse ayer el Consejo Permanente de la OEA para examinar la situación hondureña, es muy improbable la posibilidad de darle pase a las elecciones del próximo 29 de noviembre dentro del orden constitucional y el estado de derecho.
Ha sido tan sistemática y persistente la insolencia de la “parte” golpista en sus maniobras para retardar y enredar las diferentes etapas del “diálogo”, con la intención de perpetuar el régimen de facto, que terminó por desenmascarar su falta de buena fe.
En nuestro país, dicho sea de paso, nunca habíamos visto tanta bajeza en las argumentaciones, interpretaciones y manipulaciones de la palabra empeñada, como si en vez de personajes notables por su calidad humana, moral y profesional, la representación del gobierno de facto viniera del inframundo político, donde no existe decoro ni vergüenza.
Esta circunstancia y lo avanzado del proceso político --que ya toca las puertas de las elecciones generales-- hace difícil cualquier reconsideración sobre las decisiones tomadas objetivamente, en base a lo ocurrido. La dinámica de los hechos apunta hacia otra dirección, de consecuencias insospechadas algunas de ellas, que tienden a la formación de una profunda conciencia colectiva de cambio, con independencia de cuanto ocurra en el juego electoral.
Por lo pronto y sin mayores expectativas, el pueblo hondureño observa la presencia del Departamento de Estado de los Estados Unidos en Tegucigalpa, aparentemente con el deseo de darle un alegre toque final al conflicto, que en realidad es una tragedia desde cualquier punto que se la mire. Ese “happy end” sería, por supuesto, la “inmediata” restauración del orden constitucional, a como estaba antes del 28 de junio.
Como quiera que sea, la ciudadanía ya tomó su decisión respecto a las elecciones del 29 de noviembre, que probablemente se realizarán a como haya lugar y en situación de facto. La actitud de los votantes no cambiará sustancialmente en los 13 días que restan de campaña electoral, y, antes bien, reafirmará su determinación como elector. Es lo que le queda como respuesta al golpe de Estado militar, a la corrupción del sistema y al régimen dictatorial.
La solidaridad responsable de la comunidad internacional –de la OEA, ONU, Grupo de Río, UNASUR, ALBA, Países no-Alineados, etcétera—con Honduras y su pueblo, al no ceder un ápice en su condena al golpe de Estado militar y su exigencia de restitución del orden constitucional e institucional, abona esa creación de conciencia política profunda, de compromiso democrático, que es, en última instancia, un reclamo de autodeterminación.
Y eso es lo importante.
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