martes, 24 de noviembre de 2009
Elecciones en Honduras o la vía para legitimar un golpe de estado
Nueva Tribuna
La perversa estrategia de Micheletti ha derivado en una terrible paradoja: unos comicios se convierten en la herramienta de legitimidad de un golpe de estado. La OEA no enviará observadores electorales a las elecciones del próximo domingo, sin embargo la opinión de la comunidad internacional sobre la validez de las votaciones está más divida que nunca.
A tan sólo cinco días de las elecciones de Honduras, el país continúa fragmentado. La eterna pregunta sobre la legalidad de estos comicios resuena en las cámaras diplomáticas de la comunidad internacional, que con descarada timidez prefieren no hablar claro.
Y es que para muchos celebrar y legitimar la votación del próximo 29 de
noviembre es quitarse un problema de encima que hasta ahora no se ha
sabido resolver. Sin embargo, por paradójico que parezca ir a las urnas
este domingo también significa amparar una dictadura, y justificar un golpe
de estado. Así se sentaría un nuevo referente en América Latina y daría vía
libre a muchos oligarcas latinoamericanos que desearían hacer lo mismo en
sus respectivos países.
Entre el silencio internacional, y el exceso de palabrerío del dictador
Roberto Micheletti, la campaña electoral se ha llevado a cabo con una muy
relativa normalidad (cierre de medios, manifestaciones...) y este martes se
ha dado por concluida. El golpista mantiene su `estrategia democrática´ y ha
asegurado que entre el 25 de noviembre y el 2 de diciembre se retirará de
la presidencia de facto con el fin de no interferir en el sufragio. Parecería
casi se le tuviera que dar las gracias.
La perversa estrategia de Micheletti ha derivado en una terrible paradoja: unos comicios se convierten en la herramienta de legitimidad de un golpe de estado. La OEA no enviará observadores electorales a las elecciones del próximo domingo, sin embargo la opinión de la comunidad internacional sobre la validez de las votaciones está más divida que nunca.
A tan sólo cinco días de las elecciones de Honduras, el país continúa fragmentado. La eterna pregunta sobre la legalidad de estos comicios resuena en las cámaras diplomáticas de la comunidad internacional, que con descarada timidez prefieren no hablar claro.
Y es que para muchos celebrar y legitimar la votación del próximo 29 de
noviembre es quitarse un problema de encima que hasta ahora no se ha
sabido resolver. Sin embargo, por paradójico que parezca ir a las urnas
este domingo también significa amparar una dictadura, y justificar un golpe
de estado. Así se sentaría un nuevo referente en América Latina y daría vía
libre a muchos oligarcas latinoamericanos que desearían hacer lo mismo en
sus respectivos países.
Entre el silencio internacional, y el exceso de palabrerío del dictador
Roberto Micheletti, la campaña electoral se ha llevado a cabo con una muy
relativa normalidad (cierre de medios, manifestaciones...) y este martes se
ha dado por concluida. El golpista mantiene su `estrategia democrática´ y ha
asegurado que entre el 25 de noviembre y el 2 de diciembre se retirará de
la presidencia de facto con el fin de no interferir en el sufragio. Parecería
casi se le tuviera que dar las gracias.
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