lunes, 16 de noviembre de 2009

HONDURAS: UN CARDENAL SIN HONOR, SIN CAUSA, SIN PERDON



Vos El Soberano

El título "Honoris Causa", significa, en Castellano: Honor a su Causa. Las instituciones que siguen las huellas y los hechos de hombres dignos, se distinguen -por su sagacidad- al distinguir, con una condecoración, a aquellos seres excepcionales que se hayan mantenido fieles a una causa honrosa, venerable, admirada, justa, porque ella gratifica al género humano.

Intentar otorgarle tal distinción a Rodríguez Maradiaga, cardenal (golpe, moretón, señal, roncha, lesión, hematoma, contusión) de Honduras, es un nauseabundo contrasentido. Eso se pretendió. Pasaron por alto -inconcebiblemente- que Rodríguez Maradiaga es un hombre vil. Resulta inicuo para el Instituto Católico de París haberlo llamado para recibir honor a quien no sabe lo el término significa.

No se olvide: Rodríguez es sólo un hombre; desnudo y feo y malo, debajo de aquella costosísima sotana; enjoyado en extremo, calzado de raso, y con servidores -como esclavos- besándole unas manos que han deshonrado el óleo del amor y de la caridad con el que fuera ungido para servir al pueblo.




Rodríguez es, como un homólogo suyo -Cipriani, de Perú- un evidente anticristiano. No dijo ni pío (aunque se tenga por tal) cuando mataron a más de 20 compatriotas hondureños; cuando los golpistas continúan persiguiendo niños, mujeres y hombres, porque no tienen miedo, por que no se rinden, porque la Heroica Resistencia de Honduras no se rinde; no se rendirá jamás.

Rodríguez, cómplice, miró de soslayo cuando encarcelaron a sacerdotes guatemaltecos y hondureños que verdaderamente aman a su pueblo, que se han entregado a la causa de la Teología de la Liberación, que trabajan -porque no son parásitos que medran en los templos- que miran -cara a cara- entre la miseria, el verdadero rostro del Cristo carpintero, del Cristo pescador, del Cristo pueblo.

Alguien que no tiene honor, y cuya causa ha sido ponerse del lado de Micheletti, y de los homicidas de los hermanos de su propia sangre, de su misma patria, nunca mereció ser llamado a París.

El gobierno francés, al prohibir la entrada de Rodríguez a su territorio, ha actuado de acuerdo a los añejos y hermosísimos principios que construyeron una república honorable: Libertad, Igualdad , Fraternidad. El ensotanado aquel no encaja en esos conceptos.

De ahora en adelante, el único llamado para Rodríguez Madariaga será su propio infierno, donde las llamas habrán de consumir su cuerpo y su malhadado recuerdo, por los siglos de los siglos. Amén.

Igor Calvo.

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