miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Elecciones? ¿Bajo qué condiciones?

por Marlon Ochoa

El próximo 29 de Noviembre, nuestro país celebrará unas elecciones históricas, no por su carácter democrático inexistente, sino por el matiz ideológico y político que representa el hecho de asistir a la votación. Elecciones que posiblemente marcarán por mucho tiempo el imaginario colectivo del hondureño. Elecciones en las que para algunos se refleja la solución a una crisis que tiene raíces eminentemente socio-políticas. Pero para otros caracterizadas por su amplio contenido de ilegalidad, nulidad, e invalidez internacional. Ahora nos vemos enfrentados a un gobierno interino y a una unión “cívica democrática” alienados a los poderes económicos del país, y que, conjuntamente tienen depositados todos los huevos en la canastita del proceso electoral.

La invalidez básica de nuestro proceso eleccionario, radica en la ilegalidad dentro de la “base promotora política” de nuestra elección; El Tribunal Supremo Electoral. La Constitución de la República establece en el artículo 52, que no pueden ser magistrados del TSE “los que estén nominados para ocupar u ostenten cargos de elección popular, asimismo los que estén desempeñando cargos directivos en los partidos políticos legalmente inscritos”. Violando esta primicia legal, el congreso juramento el 15 de Mayo del presente año, al nacionalista David Matamoros, diputado por Francisco Morazán y al liberal Enrique Ortez (Hijo del desafortunado ex-canciller de Facto) regidor de la A.M.D.C., y quien también tiene un cargo administrativo en el central ejecutivo del partido liberal. Ambos obtuvieron un “permiso” de sus cargos para operar en el tribunal, violando el tiempo prudencial de renuncia (si es que alguna vez existió) para ostentar el cargo de magistrado.


En cuanto al momento preciso de la votación se presentan 2 fenómenos que influyen en la nulidad democrática del proceso electoral. Uno ha sido constante y el otro es nuevo. El constante es la nulidad del voto en blanco; este se expresa mediante la poca presencia de los partidos minoritarios en las urnas y esto a su vez deviene en un poco cuidado de la expresión de inconformidad democrática que representa el voto en blanco, siendo este usualmente repartido dentro del bipartidismo. El otro es nuevo, y es la invalidez del voto nulo, voto que usualmente expresa la inconformidad con los candidatos mediante consignas directamente escritas en las papeletas, la nueva tendencia que quiere imponer el tribunal es que mediante metrificación y medición de la consiga escrita dentro del espacio correspondiente a cada candidato se tomen en cuenta los votos. Mediante la eliminación de estos 2 espacios de protesta popular ante la ausencia de candidatos que verdaderamente los representen, al pueblo la única opción que le queda es la abstención. Abstencionismo que seguramente esta vez van a querer opacar, pero que aun más con la retirada de Carlos H. Reyes de las elecciones, se va a ver terriblemente inflado.

El campo del abstencionismo, es la única vía de protesta que ha dejado el gastado proceso eleccionario, para una nueva generación popular política. Este ha sido sólo un corto análisis de las opciones y proyecciones democráticas a nivel microsocial básico, en las urnas y en la conformación del TSE. Cabría en este mismo sentido analizar e investigar exhaustivamente las tendencias macrodemocráticas, como son las manipulaciones electrónicas de resultados, y la introducción de personas muertas al censo electoral, acciones constantes que conducen al fraude electoral característico de las dictaduras latinoamericanas y mundiales.

Marlon Ochoa

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