domingo, 8 de noviembre de 2009
Estados Unidos negoció la solución del problema hondureño a espaldas de Zelaya y del pueblo
Por Percy Francisco Alvarado Godoy - Rebelión
Al evaluar el desenlace actual de los acontecimientos en Honduras, en que Estados Unidos logró capitalizar la solución a la crisis de manera tal que el principal perjudicado será el pueblo hondureño por un lado y, por otro, salen impunes totalmente los viejos resortes del golpismo, no me queda más remedio que recordar aquella frase expresada por Ernesto Guevara de la Serna en un discurso pronunciado en 1964, cuando expresó: “No se puede confiar en el imperialismo, pero ni un tantito así. Nada”.
La verdad es que en el rejuego político desatado en busca de una solución diplomática a un hecho repudiado mundialmente: el golpe anticonstitucional del 28 de junio de 2009 contra Manuel Zelaya Rosales, las naciones latinoamericanas se dejaron meter en la trampa urdida por la ultraderecha tácitamente dominante en Estados Unidos, dejándole a la siempre veleidosa OEA, al genuflexo presidente de Costa Rica y a otros factores de dudoso compromiso con la restitución del orden democrático como los miembros demócratas y republicanos del Senado de EE UU, así como al propio Departamento de Estado norteamericano, el papel de facilitadores y coordinadores de los arreglos posibles.
Mientras el pueblo ha combatido en las calles por la restitución democrática y un ingenuo Zelaya se enredaba en reclamos de ayuda a la diplomacia pervertida de la OEA y a la doble cara de los Estados Unidos, las trampas fraguadas entre los golpistas y sus benefactores se estaban entretejiendo a espaldas de la opinión pública internacional.
¿De qué sirvieron, me pregunto, si realmente fueron sinceras, las tibias condenas de la Casa Blanca contra Micheletti, que incluyeron solo vagas medidas para complacer a todos como la negación de visas a los usurpadores del poder, mientras el Departamento de Estado y otras agencias norteamericanas apoyaban a los militares golpistas? Nunca Estados Unidos se opuso con energía a la violación de la constitucionalidad en Honduras. Nunca los emisarios de la Casa Blanca presionaron con todos los medios de que dispone la gran potencia para que se restituyera a Zelaya.
¿De qué sirvieron las declaraciones ambiguas y las visitas de los representantes del Partido Demócrata a Honduras a favor de la restitución de Zelaya, si éstas se realizaron casi en los mismos momentos en que miembros del Partido Republicano como Jim DeMint, Ileana Ross Lehtinen y los hermanos Mario y Lincoln Díaz Balart, santificaban al golpismo y brindaban su apoyo en forma descarada al usurpador Micheletti? La verdad es que tanto Obama como los demócratas tuvieron claro que los republicanos tenían la sartén por el mango y les chantajearían dentro del Congreso, tanto para desbloquear el nombramiento de Arturo Valenzuela como Sub Secretario para Asuntos del Hemisferio Occidental como para flexibilizar sus posiciones con respecto a las reformas que ha querido llevar a cabo el presidente con respecto a los asuntos domésticos y sobre la guerra en Afganistán e Irak, a cambio de santificar el continuismo golpista.
La verdad de Perogrullo es que si Estados Unidos hubiera querido sacar de su redil a Micheletti y comparsa, y hacer volver a los militares a sus cuarteles, podría haberlo logrado si ese hubiera sido su verdadero y legítimo deseo.
El golpe de estado contra Zelaya no fue solo, en realidad, la acción aislada de expulsarlo del palacio de gobierno. Fue una clara advertencia a las naciones latinoamericanas de que la Doctrina de la Seguridad Nacional todavía está vigente. Fue, sin lugar a dudas, un ataque contra el ALBA golpeando su eslabón más débil.
Lo peligroso de este proceso en Honduras es que resulta, en la práctica, una modelación para evaluar la capacidad de respuesta de los países de América Latina, de la Unión Europea que por cierto solo se quedó en un ruborizado estupor ante el golpe de estado y en tibias declaraciones de repudio, y de las frágiles organizaciones internacionales como la ONU y la OEA, en el escenario actual.
Los peligros que entraña la impunidad de los golpistas en Honduras para las naciones de América Latina, son todavía invaluables e inimaginables. Significa, en esencia, el retorno a los viejos tiempos del garrote, a las abominables prácticas de la impunidad hegemónica y a forzar la desaceleración de los procesos revolucionarios en el continente.
No cabe duda de que los principales protagonistas para evitar que se viole impunemente la constitucionalidad en Honduras son, en primer lugar, el pueblo hondureño y, en segundo lugar, el accionar internacional de las naciones latinoamericanas, pues hoy ha sido Honduras y mañana podrá ser alguna de ellas como lo anuncian los actuales planes desestabilizadores contra los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Paraguay, Bolivia, Chile, Argentina, Nicaragua y El Salvador. El mundo tampoco puede hacerse cómplice con su silencio.
LAS TRAMPAS DE ESTADOS UNIDOS CONTRA LA CONSTITUCIONALIDAD EN HONDURAS.
● La primera de ellas es crear un estado de opinión desfavorable a Zelaya, declarándose "decepcionado" por la interrupción del proceso de diálogo y la necesidad de formar Gobierno de Unidad y Reconciliación Nacional en Honduras, para dar cumplimiento a lo pactado en el Acuerdo San José-Tegucigalpa, según declaró el portavoz del Departamento de Estado, Ian Kelly, el día 6 de noviembre.
La negativa de Micheletti de restituir a Zelaya en la presidencia y su interés de mantenerse al mando del Gobierno de Unidad y Reconciliación, bajo la bendición del Congreso, se ha constituido en una abusiva posición de fuerza, sabiéndose apoyado por Estados Unidos. La no aceptación del continuismo de Micheletti ha servido para que se tienda sobre Zelaya la culpa sobre el estancamiento de los acuerdos.
El senador republicano Jim DeMint dio un espaldarazo a las pretensiones continuistas de Micheletti al declarar que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, le prometió aceptar el resultado de las elecciones hondureñas del 29 de noviembre sea o no Zelaya restituido en la presidencia.
Hoy por hoy, todo parece indicar que Zelaya ha sido excluido definitivamente del sillón presidencial gracias a las maniobras dilatorias de Micheletti, en alianza con el Congreso, la Fiscalía General y el Tribunal Supremo hondureños, y la sórdida complicidad norteamericana.
● La confirmación de Arturo Valenzuela por parte del Senado de Estados Unidos como Subsecretario de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, a la que se oponían varios legisladores republicanos encabezados por Jim DeMint, parece haber sido el precio de un acuerdo negociado entre el ala republicana del Congreso y la administración del presidente Obama.
Las tácticas de Estados Unidos están encaminadas de inculpar a Zelaya y avalar los comicios inconstitucionales venideros, desconociendo de hecho la posibilidad de que sea restituido a la presidencia. Con Micheletti a cargo del Gobierno de Unidad y Reconciliación, Mel ha sido puesto a un lado por confiar en quienes no debía hacerlo. Al respecto, expresó el portavoz del Departamento de Estado para América Latina, Charles Luoma-Overstreet: "Nuestro compromiso de apoyar las elecciones hondureñas es producto de este acuerdo".
Mel Zelaya y el pueblo hondureño no pueden ser los únicos perdedores en este asunto. La administración de Barack Obama, enredada hasta los tuétanos en la guerra genocida en Irak y Afganistán, comprometida a sacar al país de la acuciante crisis económica que padece y presionada a cumplimentar las reformas sociales que prometió al país, no ha evaluado el costo político que significó ceder ante la ultraderecha republicana con respecto a la solución hondureña.
La violación de la institucionalidad en Honduras y la actuación de Estados Unidos al bendecirla, lavándose las manos como Poncio Pilatos bajo el falso argumento de que la decisión final corresponde a los hondureños, deteriorarán sin lugar a dudas su imagen en América Latina.
No cabe la menor duda que Arturo Valenzuela será su carta de triunfo en el acercamiento hacia América Latina, dado el hecho que este diplomático y académico de origen chileno es un amplio conocedor de las características del continente. Un breve repaso a su currículo lo demuestra: Con un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia, en Nueva York, ha sido un especialista en cuestiones latinoamericanas, tales como la consolidación de la democracia, sistemas electorales, partidos políticos, las relaciones militares-civiles y los lazos entre EE.UU. y América Latina. Es un experto en la política chilena, mexicana y sobre asuntos relacionados con América del Sur, así como asesor para las reformas políticas, electorales y constitucionales en Bolivia, Chile, Brasil, Ecuador y Colombia.
Su currículo se complementa con su labor docente como profesor sobre política gubernamental norteamericana y director del Centro para Estudios Latinoamericanos en la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown.
Su labor como diplomático alcanzó su cenit durante las dos administraciones de Bill Clinton, siendo de Subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos en el primer mandato de Clinton (1993-1997) y Asistente Especial para Asuntos de de Seguridad Nacional y Director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional en el segundo mandato clintoniano, entre 1997 y el año 2000.
La labor de Valenzuela, dirigida a ganar el terreno perdido por Estados Unidos en América Latina será, sin lugar a dudas, sumamente escabrosa, si de lograr mayor cooperación entre ésta y Estados Unidos se refiere.
LA PALABRA DE LA RESISTENCIA.
Si el Frente Nacional contra el golpe de Estado de Honduras ha encabezado la movilización contra los golpistas durante estas largas jornadas de lucha, convocando marchas de repudio ante cada maniobra de Micheletti, a él se han sumado diversos grupos inicialmente vinculados a la asonada, como es el caso de varios de los candidatos independientes y del Partido Unificación Democrática, de los sectores del Liberal e Innovación y Unidad Social Demócrata opuestos al golpe, quienes ya anunciaron su retiro de las elecciones amañadas de fines de mes.
El Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe tiene claro que su papel actual es movilizar a cada hondureño para sabotear el amañado proceso eleccionario venidero, si Zelaya no es restituido en su cargo.
En este sentido, millares de opositores al golpe pidiendo la restitución de Zelaya ante el Congreso hondureño, el pasado seis de noviembre.
Mientras tanto, diversos hechos como el secuestro de Alfredo Jalil, padre del Vice Jefe del Ministerio de Defensa hondureño, el asesinato de Enzo Micheletti, sobrino del usurpador presidencial, y el asesinato del Coronel Concepción Jiménez, gerente de INDUMIL, hacen pensar que varios sectores de la resistencia pueden estar apostando por enfrentar a la represión con la violencia revolucionaria.
Está claro para todos que el futuro de Honduras está en juego y, con él, el futuro de América toda.
Al evaluar el desenlace actual de los acontecimientos en Honduras, en que Estados Unidos logró capitalizar la solución a la crisis de manera tal que el principal perjudicado será el pueblo hondureño por un lado y, por otro, salen impunes totalmente los viejos resortes del golpismo, no me queda más remedio que recordar aquella frase expresada por Ernesto Guevara de la Serna en un discurso pronunciado en 1964, cuando expresó: “No se puede confiar en el imperialismo, pero ni un tantito así. Nada”.
La verdad es que en el rejuego político desatado en busca de una solución diplomática a un hecho repudiado mundialmente: el golpe anticonstitucional del 28 de junio de 2009 contra Manuel Zelaya Rosales, las naciones latinoamericanas se dejaron meter en la trampa urdida por la ultraderecha tácitamente dominante en Estados Unidos, dejándole a la siempre veleidosa OEA, al genuflexo presidente de Costa Rica y a otros factores de dudoso compromiso con la restitución del orden democrático como los miembros demócratas y republicanos del Senado de EE UU, así como al propio Departamento de Estado norteamericano, el papel de facilitadores y coordinadores de los arreglos posibles.
Mientras el pueblo ha combatido en las calles por la restitución democrática y un ingenuo Zelaya se enredaba en reclamos de ayuda a la diplomacia pervertida de la OEA y a la doble cara de los Estados Unidos, las trampas fraguadas entre los golpistas y sus benefactores se estaban entretejiendo a espaldas de la opinión pública internacional.
¿De qué sirvieron, me pregunto, si realmente fueron sinceras, las tibias condenas de la Casa Blanca contra Micheletti, que incluyeron solo vagas medidas para complacer a todos como la negación de visas a los usurpadores del poder, mientras el Departamento de Estado y otras agencias norteamericanas apoyaban a los militares golpistas? Nunca Estados Unidos se opuso con energía a la violación de la constitucionalidad en Honduras. Nunca los emisarios de la Casa Blanca presionaron con todos los medios de que dispone la gran potencia para que se restituyera a Zelaya.
¿De qué sirvieron las declaraciones ambiguas y las visitas de los representantes del Partido Demócrata a Honduras a favor de la restitución de Zelaya, si éstas se realizaron casi en los mismos momentos en que miembros del Partido Republicano como Jim DeMint, Ileana Ross Lehtinen y los hermanos Mario y Lincoln Díaz Balart, santificaban al golpismo y brindaban su apoyo en forma descarada al usurpador Micheletti? La verdad es que tanto Obama como los demócratas tuvieron claro que los republicanos tenían la sartén por el mango y les chantajearían dentro del Congreso, tanto para desbloquear el nombramiento de Arturo Valenzuela como Sub Secretario para Asuntos del Hemisferio Occidental como para flexibilizar sus posiciones con respecto a las reformas que ha querido llevar a cabo el presidente con respecto a los asuntos domésticos y sobre la guerra en Afganistán e Irak, a cambio de santificar el continuismo golpista.
La verdad de Perogrullo es que si Estados Unidos hubiera querido sacar de su redil a Micheletti y comparsa, y hacer volver a los militares a sus cuarteles, podría haberlo logrado si ese hubiera sido su verdadero y legítimo deseo.
El golpe de estado contra Zelaya no fue solo, en realidad, la acción aislada de expulsarlo del palacio de gobierno. Fue una clara advertencia a las naciones latinoamericanas de que la Doctrina de la Seguridad Nacional todavía está vigente. Fue, sin lugar a dudas, un ataque contra el ALBA golpeando su eslabón más débil.
Lo peligroso de este proceso en Honduras es que resulta, en la práctica, una modelación para evaluar la capacidad de respuesta de los países de América Latina, de la Unión Europea que por cierto solo se quedó en un ruborizado estupor ante el golpe de estado y en tibias declaraciones de repudio, y de las frágiles organizaciones internacionales como la ONU y la OEA, en el escenario actual.
Los peligros que entraña la impunidad de los golpistas en Honduras para las naciones de América Latina, son todavía invaluables e inimaginables. Significa, en esencia, el retorno a los viejos tiempos del garrote, a las abominables prácticas de la impunidad hegemónica y a forzar la desaceleración de los procesos revolucionarios en el continente.
No cabe duda de que los principales protagonistas para evitar que se viole impunemente la constitucionalidad en Honduras son, en primer lugar, el pueblo hondureño y, en segundo lugar, el accionar internacional de las naciones latinoamericanas, pues hoy ha sido Honduras y mañana podrá ser alguna de ellas como lo anuncian los actuales planes desestabilizadores contra los gobiernos de Venezuela, Ecuador, Paraguay, Bolivia, Chile, Argentina, Nicaragua y El Salvador. El mundo tampoco puede hacerse cómplice con su silencio.
LAS TRAMPAS DE ESTADOS UNIDOS CONTRA LA CONSTITUCIONALIDAD EN HONDURAS.
● La primera de ellas es crear un estado de opinión desfavorable a Zelaya, declarándose "decepcionado" por la interrupción del proceso de diálogo y la necesidad de formar Gobierno de Unidad y Reconciliación Nacional en Honduras, para dar cumplimiento a lo pactado en el Acuerdo San José-Tegucigalpa, según declaró el portavoz del Departamento de Estado, Ian Kelly, el día 6 de noviembre.
La negativa de Micheletti de restituir a Zelaya en la presidencia y su interés de mantenerse al mando del Gobierno de Unidad y Reconciliación, bajo la bendición del Congreso, se ha constituido en una abusiva posición de fuerza, sabiéndose apoyado por Estados Unidos. La no aceptación del continuismo de Micheletti ha servido para que se tienda sobre Zelaya la culpa sobre el estancamiento de los acuerdos.
El senador republicano Jim DeMint dio un espaldarazo a las pretensiones continuistas de Micheletti al declarar que la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, le prometió aceptar el resultado de las elecciones hondureñas del 29 de noviembre sea o no Zelaya restituido en la presidencia.
Hoy por hoy, todo parece indicar que Zelaya ha sido excluido definitivamente del sillón presidencial gracias a las maniobras dilatorias de Micheletti, en alianza con el Congreso, la Fiscalía General y el Tribunal Supremo hondureños, y la sórdida complicidad norteamericana.
● La confirmación de Arturo Valenzuela por parte del Senado de Estados Unidos como Subsecretario de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, a la que se oponían varios legisladores republicanos encabezados por Jim DeMint, parece haber sido el precio de un acuerdo negociado entre el ala republicana del Congreso y la administración del presidente Obama.
Las tácticas de Estados Unidos están encaminadas de inculpar a Zelaya y avalar los comicios inconstitucionales venideros, desconociendo de hecho la posibilidad de que sea restituido a la presidencia. Con Micheletti a cargo del Gobierno de Unidad y Reconciliación, Mel ha sido puesto a un lado por confiar en quienes no debía hacerlo. Al respecto, expresó el portavoz del Departamento de Estado para América Latina, Charles Luoma-Overstreet: "Nuestro compromiso de apoyar las elecciones hondureñas es producto de este acuerdo".
Mel Zelaya y el pueblo hondureño no pueden ser los únicos perdedores en este asunto. La administración de Barack Obama, enredada hasta los tuétanos en la guerra genocida en Irak y Afganistán, comprometida a sacar al país de la acuciante crisis económica que padece y presionada a cumplimentar las reformas sociales que prometió al país, no ha evaluado el costo político que significó ceder ante la ultraderecha republicana con respecto a la solución hondureña.
La violación de la institucionalidad en Honduras y la actuación de Estados Unidos al bendecirla, lavándose las manos como Poncio Pilatos bajo el falso argumento de que la decisión final corresponde a los hondureños, deteriorarán sin lugar a dudas su imagen en América Latina.
No cabe la menor duda que Arturo Valenzuela será su carta de triunfo en el acercamiento hacia América Latina, dado el hecho que este diplomático y académico de origen chileno es un amplio conocedor de las características del continente. Un breve repaso a su currículo lo demuestra: Con un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Columbia, en Nueva York, ha sido un especialista en cuestiones latinoamericanas, tales como la consolidación de la democracia, sistemas electorales, partidos políticos, las relaciones militares-civiles y los lazos entre EE.UU. y América Latina. Es un experto en la política chilena, mexicana y sobre asuntos relacionados con América del Sur, así como asesor para las reformas políticas, electorales y constitucionales en Bolivia, Chile, Brasil, Ecuador y Colombia.
Su currículo se complementa con su labor docente como profesor sobre política gubernamental norteamericana y director del Centro para Estudios Latinoamericanos en la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown.
Su labor como diplomático alcanzó su cenit durante las dos administraciones de Bill Clinton, siendo de Subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos en el primer mandato de Clinton (1993-1997) y Asistente Especial para Asuntos de de Seguridad Nacional y Director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional en el segundo mandato clintoniano, entre 1997 y el año 2000.
La labor de Valenzuela, dirigida a ganar el terreno perdido por Estados Unidos en América Latina será, sin lugar a dudas, sumamente escabrosa, si de lograr mayor cooperación entre ésta y Estados Unidos se refiere.
LA PALABRA DE LA RESISTENCIA.
Si el Frente Nacional contra el golpe de Estado de Honduras ha encabezado la movilización contra los golpistas durante estas largas jornadas de lucha, convocando marchas de repudio ante cada maniobra de Micheletti, a él se han sumado diversos grupos inicialmente vinculados a la asonada, como es el caso de varios de los candidatos independientes y del Partido Unificación Democrática, de los sectores del Liberal e Innovación y Unidad Social Demócrata opuestos al golpe, quienes ya anunciaron su retiro de las elecciones amañadas de fines de mes.
El Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe tiene claro que su papel actual es movilizar a cada hondureño para sabotear el amañado proceso eleccionario venidero, si Zelaya no es restituido en su cargo.
En este sentido, millares de opositores al golpe pidiendo la restitución de Zelaya ante el Congreso hondureño, el pasado seis de noviembre.
Mientras tanto, diversos hechos como el secuestro de Alfredo Jalil, padre del Vice Jefe del Ministerio de Defensa hondureño, el asesinato de Enzo Micheletti, sobrino del usurpador presidencial, y el asesinato del Coronel Concepción Jiménez, gerente de INDUMIL, hacen pensar que varios sectores de la resistencia pueden estar apostando por enfrentar a la represión con la violencia revolucionaria.
Está claro para todos que el futuro de Honduras está en juego y, con él, el futuro de América toda.
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