sábado, 21 de noviembre de 2009

EDITORIAL Diario Tiempo


Diario Tiempo

Es curioso el anuncio de Micheletti de ausentarse por unos días de la casa de gobierno –tentativamente del 25 de noviembre al 2 de diciembre—para dar, según dice, una oportunidad “de que la atención de todos los hondureños y hondureñas esté concentrada en el proceso electoral y no en la crisis política”.

De cumplirse este aviso, dizque para “abrir un espacio de reflexión para que los hondureños y hondureñas ponderen la importancia del sufragio y la responsabilidad que conlleva elegir a nuestro próximo gobierno”, cuanto queda es la impresión de que la propaganda golpista trata de pintarnos un cuadro de Micheletti en el Monte de los Olivos.

Que Micheletti se ausente por una semana del taburete en que ha convertido la silla presidencial no quiere decir que se desprenda de la rienda dictatorial. La templará si imagina cualquier amenaza “a la paz de la nación y la tranquilidad del pueblo hondureño… (y) reasumiré inmediatamente mis funciones y dictaré con vigor y con firmeza las medidas que sean para garantizar el orden”. Dicho esto en imitación caricaturesca del estilo mussoliniano.


Si hacemos somera revista de las cabriolas, fintas, argucias, simulaciones, burlas, informalidades y perjurio de la mala fe exhibida a lo largo de los “diálogos” de San José-Guaymuras, es francamente imposible dar crédito a la supuesta sana intención de esta singular pausa en la dictadura.

La percepción en la generalidad de los hondureños es que esto huele a azufre, y ni siquiera tiene la eficacia del engañabobos. Esto es así puesto que, en primer lugar, no tiene sentido lógico disociar el proceso electoral de la crisis política, por la sencilla razón de que dicho proceso, tal como se pretende realizar, es en sí factor profundizador de la crisis.

También porque lo que nuestros campesinos llaman “la táctica del cusuco”, o sea meterse en la madriguera para burlar a su perseguidor y salir por otro agujero disfrazado, no da resultado cuando ya se conoce la malicia del armadillo. Pero eso sí, con este nuevo planteamiento Micheletti por sí mismo da a entender que su presencia ilegal en el gobierno de Honduras es, precisamente, el meollo de la crisis política.

La cuestión es, sin embargo, que con esta agachada Micheletti nada constructivo ofrece en favor de las elecciones generales del 29 de noviembre, puesto que se mantienen los vicios de origen, procedentes, naturalmente, del rompimiento del orden constitucional e institucional y que se conservan por efecto del régimen de facto. En consecuencia, la crisis política envuelve al proceso electoral.

Otra cosa sería si, como lo exige la casi totalidad de “los hondureños y hondureñas” y la comunidad internacional, Micheletti se retirara efectivamente del nicho de la dictadura, imbuido del espíritu del Acuerdo Tegucigalpa-San José de restauración constitucional y de la urgente necesidad de que Honduras retorne a ser un Estado de derecho, y que lo hiciera ahora, antes de las elecciones generales, para que éstas no lleven la marca de la ilegitimidad y el tóxico de lo espurio.

Pero está visto que esa “responsabilidad que conlleva elegir a nuestro próximo gobierno” no está en la mente golpista ni podría penetrar particularmente en Micheletti, cuya mentalidad no da para una auténtica reflexión democrática.

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