Por Leonardo Boff *
Hay en la cultura mundial hoy en día mucha desesperanza y perplejidad generalizadas. No sabemos hacia donde estamos yendo. Es un vuelo ciego rumbo a lo desconocido. Lo que más duele es la falta de alternativa al modelo vigente que busca una gran acumulación con vistas al consumo acelerado, a costa de la depredación de la naturaleza y de generar clamorosas injusticias sociales a nivel mundial.
Con las «externalidades» surgidas (calentamiento global, escasez de recursos, desequilibrio global del sistema-Tierra) la sensación predominante es que el mundo no puede continuar así como está. Tenemos que cambiar. Por eso, por todas partes, surgen nuevas visiones y, especialmente, prácticas que nos devuelven cierta esperanza de que otro mundo es posible y necesario. La nueva centralidad gira en torno al cuidado de la vida, de la salvaguarda de la humanidad y de la protección del planeta Tierra. Lo que va a nacer será una biocivilización o una Tierra de la Buena Esperanza (Ignacy Sachs).
Y he aquí que en nuestro país encontramos una miniatura del deseo colectivo, una pequeña anticipación de aquello que deberá ser dominante en la humanidad: el proyecto «Cultivando Agua Buena» de la Itaipú Binacional en Foz do Iguaçú, en el Estado de Paraná.
Allí, mediante un acuerdo entre Brasil y Paraguay, se ha construido la mayor central hidroeléctrica del mundo con un reservorio de 176 kilómetros de largo, donde hay almacenados 19 mil millones de metros cúbicos de agua, utilizados por 20 turbinas que generan 14 mil megavatios.
¿Cuál fue la idea de sus directores Jorge Samek y Nelton Friedrich desde los inicios de su administración en 2003? Que el agua no se destinara sólo a producir energía eléctrica, sino también a generar todo tipo de energía necesaria a los seres que dependen vitalmente de ella, especialmente los seres humanos.
Entonces se modeló el proyecto «Cultivando Agua Buena», que involucra a los 29 municipios de alrededor de la zona, en los cuales viven cerca de un millón de personas, a través de la crianza de aves y cerdos, una iniciativa de las mayores del país. Se trata de un proyecto altamente complejo que abarca prácticamente todas las dimensiones de la realidad, dando como resultado una verdadera revolución cultural, ya que este es el propósito de los miles de personas que llevan a cabo el proyecto. Esto es exactamente lo que necesitamos: un nuevo ensayo civilizatorio, probado en miniatura, que sea viable dentro de las condiciones alteradas de la Tierra en proceso de calentamiento y de agotamiento de sus recursos. El lema lo dice todo: «un nuevo modo de ser para la sostenibilidad».
Siempre he afirmado que la sostenibilidad fue secuestrada por el proyecto del capital, vaciándola para impedir que significase un paradigma alternativo a él, que es intrínsecamente insostenible. Liberada de este cautiverio, ella adquiere el valor central de un nuevo arreglo civilizatorio que establece una relación equilibrada entre ser humano-naturaleza-desarrollo-solidaridad generacional. En Itaipú se ha conseguido instaurar esta relación feliz. Comenzaron correctamente con la sensibilización de las comunidades. Es decir, empezaron con la ampliación de las conciencias, convocando nombres notables del pensamiento ecológico, como F. Capra, Enrique Leff (Pnuma latinoamericano), Marcos Sorrentino, Carlos y Paulo Nobre entre otros. Yo mismo acompaño el proyecto desde su inicio. Definieron el espacio no por los límites arbitrarios de los municipios sino según los límites naturales de las cuencas hidrográficas. Implicaron a todas las comunidades, creando comités gestores de cada cuenca, legalizados por las alcaldías. Sabiamente se dieron cuenta de que la educación ambiental representa el motor del cambio de ser, de sentir, de producir y de consumir. ¿No es esto la inauguración de una revolución cultural? Formaron algunas centenas de instructores ambientales, llegando así a miles de personas. Está surgiendo una nueva generación que busca un modo sostenible de vivir.
En el próximo artículo quiero detallar el amplio campo de actividades que van desde el aprovechamiento de los deshechos sólidos para generar energía, hasta la innovación tecnológica con el automóvil eléctrico, la investigación sobre el hidrógeno, la creación del Centro de Saberes y Cuidados Ambientales y la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA).
Quien acompaña este proyecto sale con esta certeza: la humanidad es rescatable, tiene tiene arreglo; como decía Fernando Pessoa, es posible crear un mundo que todavía no ha sido ensayado.
* Teólogo, filósofo e escritor
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