Por Roberto Herrera
Todo conocimiento humano acerca del mundo material que nos rodea y de la actividad somatosensórica y psíquica de nuestro interior, presupone la suministración previa de un mínimo necesario de información, la que por su parte tiene que ser controlable, dosificable y variable.
Según el famoso estudioso de las ciencias de la comunicación humana, Paul Watzlawick, no es posible no comunicar. Comunicar es transmitir una información cualquiera. Una parte de la información recibida puede ser contradictoria, gran parte de ella pueda ser falsa y la mayor parte de ella, puede ser en el mejor de los casos, un tanto dudosa. En este laberinto informativo en que nos desenvolvemos, resulta más que evidente la importancia de los conocimientos que se tengan de la naturaleza humana, de las cosas y de la vida, y además de una gran porción de sentido común, para diferenciar el trigo de la paja. De lo contrario, la probabilidad de ser tragados por el vórtice mediático, es tanto mayor como escasos sean los medios informativos con que contemos.
¿Por qué será que le prestamos mayor atención a las nuevas malas que a las nuevas buenas? ¿Será acaso la lucha freudiana entre Eros y Thanatos? Cualquiera que fuese la explicación, doctoral o arrabalera, los magnates de la prensa, hábiles y sin escrúpulos, aprovechan muy bien este fenómeno socio-psicológico y hacen de las catástrofes, naturales y humanas, un producto de mercado.
La existencia de medios alternativos de comunicación que luchen contra el poder hegemónico de los grandes consorcios informativos, sin fines de lucro y comercialización de la información, es por lo tanto importantísima y necesaria. En la Rusia zarista de principios del siglo XIX, el periódico Iskra (La Chispa), fundado por Lenin desempeñó este papel. Huelga decir, que el Iskra, como instrumento de lucha del partido de los obreros socialdemócratas rusos, estaba en función del programa de lucha de los revolucionarios rusos y por lo tanto describía la “realidad rusa” desde la perspectiva del partido comunista. En este sentido el Iskra era un periódico parcial, combativo, polémico, político-económico y también agitador, y propagandístico. Esto no es una crítica, sino una constatación de un hecho histórico y de una necesidad imprescindible en la lucha ideológica.
En la sociedad capitalista resulta -casi-imposible la circulación de periódicos alternativos en papel, sin fines comerciales y orientados a entregar a la población una información verídica, neutral y objetiva de la sociedad y del mundo entero. Me refiero aquí, a periódicos de gran tiraje y con cubrimiento nacional. Muchos han sido los intentos y al final de cuentas, las leyes del Capital se imponen. O se lanza al mercado un producto competitivo o la insolvencia está a la vuelta de la esquina.
La revolución cibernética e internet ofrecen un teatro de operaciones favorable para la transmisión de información alternativa, que no está sujeta, al menos por ahora, a la censura ni a las leyes de mercado, aunque en el espacio cibernético aún rigen las leyes del imperio. Por otra parte, el cribado de la información se hace más complicado, en tanto que el número de fuentes informativas crece cada día de manera exponencial. La probabilidad de sumergirse en un pantano de” información basura” es, por lo tanto extremadamente grande.
En este sentido, portales como, Rebelión y Aporrea, asumen una función, vital y estratégica, suministrando datos y análisis complementarios, contrapuestos o novedosos, que pueden o no estar en conformidad con el stablishment capitalista o con las sociedades socialistas o en revolución, y basándose siempre en el principio de la crítica y la autocritica constructiva.
El hecho de no estar ligado a ningún partido político ni gobierno alguno ni mucho menos perseguir fines mercantilistas es lo que caracteriza, según mi opinión, al verdadero medio informativo alternativo.
El juicio crítico lo aporta, en todo caso, el lector avezado e interesado en la información no mediatizada y hará con ella lo que más le parezca conveniente. Existen sólo dos opciones: utilizarla como medio de desarrollo de la cultura individual o tirarla al basurero.
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