Hoy, cuando el golpe de estado nos ha hecho adquirir una conciencia colectiva alrededor de la importancia de sentar las bases para construir una sociedad en la que haya verdadera democracia, justicia y equidad, es importante que hurguemos en nuestra memoria histórica las fuentes que nos provean los argumentos en los cuales atrincherarnos ideológicamente.
Hoy, cuando el sometimiento de quienes detentan los ´poderes públicos a los designios de la política norteamericana es más ignominioso y las condiciones de pobreza de nuestro pueblo se vuelven más extremas, se hace necesario rescatar la esencia del pensamiento del gran estadista que fue Francisco Morazán.
Las expresiones líricas, si bien contribuyen a exaltarlo y a cultivar el respeto hacia él, no son suficientes en el conocimiento de su dimensión real.
De él se ha destacado su virtud de gran estratega militar en su lucha contra las fuerzas conservadoras que se resistían a ser despojados de los privilegios heredados del régimen colonial español y más tarde en contubernio con el colonialismo inglés.
No han faltado algunos detractores de su figura excelsa deformando actuaciones del paladín o descontextualizando hechos y decisiones.
También hay quienes tergiversan el avanzado pensamiento del culto autodidacta para tomarlo como bandera en supuesta identidad con las ideas de aquél precursor de un modelo de sociedad basado en el desarrollo humano, la independencia y la justicia.
Poco se deja escuchar sin embargo, de la esencia misma del pensamiento morazánico que trascendió el tiempo oscurantista que predominó en una Centro América, donde la separación política de España no se tradujo en el rompimiento con la ignorancia y el pensamiento mágico. Esto a pesar del oleaje de ideas avanzadas que bañó a nuestras costas y el que se sumergieron los mejores hijos de la Patria Grande, entre ellos Francisco Morazán.
¿Cuál es el contexto amplio en el que Morazán opta por una corriente de pensamiento que lo ubica en un tiempo en el que la sociedad centroamericana aun no se inscribe?
Los albores del siglo XIX coincide con la consolidación de la burguesía en Europa, cuya ideología inicial, enfilada al derrocamiento del sistema absolutista y feudal, se había venido construyendo desde varias décadas antes que se produjeran las revoluciones triunfantes del último cuarto del siglo XVIII.
Fue el pensamiento de los ilustrados, que se erigieron en defensores del predominio de la razón y que se propusieron rescatarla del enclaustramiento en que la sumía el dogma medieval. Sus ataques fueron arrolladores contra la superstición y el oscurantismo, así como contra los privilegios de los opresores feudales. No dejaron tregua en su crítica a la iglesia, a la monarquía feudal y a todas las instituciones en que ésta se sustentaba.
Para ellos la servidumbre del pensamiento a unas relaciones de producción feudales constituía un obstáculo al desarrollo de las nuevas relaciones basadas en la explotación capitalista y por lo tanto debía imponerse el pensamiento que iluminara el sendero por donde debía transitar la edificación de la nueva sociedad burguesa.
Es así que Voltaire aboga por una religión racionalista y limitada influencia de la iglesia, cuya promoción de la creencia en Dios no fuera más allá de lo necesario para frenar a los pueblos que osaren rebelarse contra el reino de la burguesía.
Es el pensamiento que se yergue decidido a anteponer la ciencia a la superstición, la justicia de los tribunales a la Santa Inquisición, el progreso de la producción industrial capitalista al atraso de la propiedad feudal y eclesial y el libre uso de la razón a los anquilosados dogmas de la iglesia.
Hablamos de un pensamiento revolucionario que sustentó las revoluciones que recorrieron Europa en el último cuarto del siglo XVIII y marcó en un meridiano histórico a los hombres y mujeres más avanzados durante varias décadas tanto en Europa como en las colonias de este lado del Atlántico.
Fue éste el pensamiento que abrazó Francisco Morazán, quien no asistió a la Universidad San Carlos de Borromeo en Guatemala donde se formaron Dionisio de Herrera y José Cecilio del Valle y ni siquiera recibió enseñanza escolarizada en forma sistemática, pero dedicó todo el tiempo que pudo a cultivarse estudiando por su cuenta a los más connotados representantes de la ilustración.
Aunque en el tiempo de la vida pública de Morazán, Europa renegaba de las ideas que habían iluminado los cambios drásticos que la tenían al frente de la historia, Morazán formaba parte de lo más avanzado de América junto a Bolívar, Sucre y tantos otros que procuraban construir un destino luminoso para nuestros pueblos inspirados en la obra teórica de la ilustración.
En efecto, en Europa el triunfo político de la burguesía se vio consolidado con el avance de la revolución industrial que produjo significativos cambios en las relaciones de producción caracterizadas por un proceso acelerado de mecanización y consecuentemente una mayor explotación de los obreros, llevando incluso la ruina a los artesanos y obreros rurales.
Para el primer cuarto del siglo XIX las contradicciones entre la clase obrera y la burguesía tenían ya una importancia significativa. La burguesía ya no tenía preocupación por algún intento de restablecimiento del antiguo régimen feudal. Lo que le preocupaba era el grado de conciencia y organización que se iba advirtiendo en los trabajadores.
En ese momento conceptos fundamentales de la ilustración son eliminados del léxico político burgués y se llega hasta considerar una forma de alianza con lo que quedaba de la sociedad feudal. El régimen democrático centrado en la valoración del ser humano que argumentó Rousseau, así como la crítica al absolutismo y la prevalencia de las instituciones políticas de la obra de Montesquieu, fueron sustituidos por el principio de la utilidad personal y la sacrosanta libertad de empresa, la cual debía entenderse como la libertad de explotación ilimitada al obrero, sometido como era a extenuantes jornadas de trabajo en condiciones infrahumanas.
El pensamiento que se construye para armar ideológicamente la nueva actitud de la burguesía ya no tiene como propósito consolidarse frente a la nobleza y los señores feudales, sino enfrentarse al movimiento obrero, el que, aunque no había sistematizado una ideología, si luchaba por una sobrevivencia digna. Ese fue el liberalismo. Fue la doctrina que enarboló la no intervención del Estado en los asuntos económicos y sustituyó la concepción de libertad como expresión del pueblo a través del poder constituido, por la independencia del individuo frente al Estado.
No fue esta corriente en la que se ubicaron Morazán y los más grandes próceres de la América española y lusitana. Morazán nunca fue liberal porque serlo equivalía a ser conservador. Quienes maliciosamente lo vinculan con ese pensamiento se apoyan en el hecho que cuando él actúa en la vida política de Centro América es el tiempo en que el liberalismo campeaba en Europa negando los postulados más relevantes de la ilustración.
Ocurrió en el caso de Centro América, que Fray Antonio de Liendo y Goicoechea, uno de los principales impulsores de la Sociedad Económica de Guatemala fundada el 17 de mayo de1795 y Profesor de filosofía por 30 años, estimuló en toda una generación de estudiantes de la Universidad de San Carlos el conocimiento del pensamiento de la ilustración que les inspiró a repensar la sociedad decadente de las postrimerías de la colonia y a buscar en la realidad centroamericana el proyecto que debía construirse en los albores de la vida republicana.
Morazán no llegó a la Universidad pero eso no fue obstáculo para que se adentrara en el cautivante mundo de los libros y acertara a responder a la cita de la historia optando por inscribirse en la filosofía del iluminismo que lo encausó en la senda revolucionaria que iniciaron los más aventajados discípulos de Goicoechea.
Prueba fehaciente de su identificación con el pensamiento que guió a la Europa revolucionaria de fines del siglo XVII la encontramos en sus numerosos escritos, en sus acciones de clara marca republicana y en el proyecto político que concibió para hacer de Centro América una nación libre, desarrollada y culta.
Así lo tenemos el 27 de marzo de 1829 demandando la separación del gobierno federal a quienes aun encarnaban el viejo régimen colonial, Mariano Beltranena y el Marqués de Aycinena, de manera de afianzar las estructuras del Estado moderno poniéndose él al frente de semejante obra llevando las ideas revolucionarias que antes habían desarrollado Robespierre, Marat, Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Holbach, Helvecio, Diderot y otros y que sirvieron a la burguesía en su triunfo sobre el absolutismo feudal.
También lo encontramos dejando testimonio de su propósito de forjar un estado democrático según la concepción de los iluministas y no procurar el poder para instaurar una dictadura de corte absolutista cuando en 1838 rechaza a los aristócratas de Guatemala el ofrecimiento de hacerse del poder cesando a las autoridades que fungían en el gobierno.
La identificación de su pensamiento no deja lugar a dudas en el documento que explica las razones de la expulsión del arzobispo Casus y los regulares que conspiraban contra el gobierno. En ese documento expresa: “Cuando la filosofía había roto las cadenas con que fue uncida la Europa muchos siglos al carro de la ignorancia y de la superstición religiosa, los americanos daban las gracias a sus opresores, porque les compraban su libertad a cambio de mortajas usadas y de sandalias rotas. Pero una pequeña ráfaga de aquella luz penetró el mar de Colón y vino a sacarlos de las tinieblas en que se hallaban sepultados; y desde entonces pudieron conocer a sus opresores y descubrir al otro lado del océano la mano del tirano, que había fijado sus tristes destinos, y el primer eslabón de la cadena que arrastraron por más de tres siglos atado al trono de los Borbones y sostenido por los Regulares que venían de España en lugar de soldados, y por los desnaturalizados que entre nosotros, haciendo con ellos causa común, se iniciaban en los misterios del engaño”.
Esta muestra de su pensamiento es toda una declaración de sus ideas avanzadas pero es también una sentencia en proyección histórica para calificar la actuación política de hombres y mujeres posteriores a su tiempo. Por ejemplo ese pensamiento acusa hoy a quienes se postran frente a los opresores actuales que desde la Casa Blanca y el Departamento de Estado dictan las pautas de gobierno “a cambio de mortajas usadas y sandalias rotas”, sean estos azules o colorados, porque son tristes desnaturalizados que practican los misterios del engaño con una prédica política sin visión ni contenido, sólo con el interés de detentar el poder para beneficiar a un reducido número de individuos pertenecientes al grupo económico de la corriente favorecida con el resultado electoral. Luego las migajas que caen de la mesa sirven para consolar a los activistas que andan de concentración en concentración. Ese pensamiento morazánico señala enérgicamente a los que dieron el golpe de estado el 28 de junio de 2009 y que en la continuación de su proyecto llevan a cabo una sistemática persecución a quienes luchamos por una nueva sociedad.
Aquel histórico documento, que no significó su renuncia al deísmo y los principios cristianos que siempre abrazó, es fuente importante para conocer su pensamiento amplio sobre aspectos diversos de la realidad centroamericana de su tiempo. En él critica la injusticia social y los actos de corrupción, destaca lo grosero de la opulencia en contraste con la miseria, resalta la importancia de la justicia y la equidad y reclama la necesidad que la ciencia y el pensamiento se abran y expandan.
Como puede fácilmente establecerse, esas reflexiones hechas por Morazán en 1828 son fielmente válidas para hacer un análisis de la situación que Honduras vive en el presente. Por ejemplo la injusticia social se expresa en dos millones de personas desempleadas o subempleadas, un salario mínimo que ya no cubre los productos fundamentales de la canasta básica, un 80% de la población, es decir más de cinco millones y medio que vive en la pobreza. Lo anterior contrasta con un crecimiento en la concentración de la riqueza en unos pocos grupos económicos entre los que se destaca el capital transnacional.
Esta concentración de la riqueza la estimula el régimen mediante disposiciones que castigan al pueblo y favorece a los más ricos. Mientras se reducen las obligaciones fiscales del sector empresarial, se promulgan leyes como la de Inversión Público-Privada que permite a los empresarios un mayor enriquecimiento a expensas de la explotación de los recursos naturales y la utilización de las fianzas del estado, pero se omite la emisión del decreto que ajuste el salario mínimo a quienes sólo poseen su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Datos abundan para referirnos a la corrupción que vacía las ya exiguas arcas del Estado, igualmente para desnudar el contraste entre opulencia y miseria y la inclinación de los órganos operadores de justicia a favor del que tiene influencia.
Morazán pensó construir las bases de un futuro promisorio, pero los conservadores y faltos de patriotismo no tienen interés en las enseñanzas de su ejemplo y sus escritos. No obstante, sus ideas cada día cobran vigencia en un pueblo que ya no retrocederá hasta que se instale la Asamblea Nacional Constituyente; y no como la quieran los explotadores, sino como la exige el soberano: incluyente, democrática, ampliamente participativa.
Sin duda la mejor expresión de la madurez política e ideológica de Morazán la encontramos en las tareas que se proponía alcanzar como gobernante de Centro América. Se trataba de ideas que sí expresaban la visión de sociedad desarrollada e independiente que se proponía construir, con un contenido avanzado, que habría sido establecer los cimientos de un sistema económico que privilegiaría el aprovechamiento de los recursos existentes e introduciría nuevos rubros siempre que no significara entrega de la soberanía. Ese programa mínimo lo podemos resumir en cinco grandes líneas:
Destruir las estrucuturas aristocrático-feudales
Desde la defensa de Comayagua hasta la ofrenda de su vida cuando se la arrebataron sus asesinos el 15 de septiembre de 1842, Morazán mantuvo una firme lucha contra el andamiaje que sostenía los privilegios que la aristocracia había heredado de los 300 años de dominio colonial.
Esa convicción la dejó plasmada en el Manifiesto de David fechado el 16 de julio de 1841 del cual citamos: “Ni el oro del Guayape, ni las perlas del Golfo de Nicoya, volverán a adornar la corona del Marqués de Aycinena; ni el pueblo centroamericano verá más esta señal oprobiosa de su antigua esclavitud; pero si alguna vez brillase en su frente este símbolo de la aristocracia, será el blanco de los tiros del soldado republicano”.
Enfrentar y derrotar el colonialismo inglés
Si merecían atención las intrigas de los aristócratas que esperaban una oportunidad para reinstaurarse en el poder, no menos importante era la atención que reclamaban los planes de Inglaterra que aspiraba a sustituir a España en el dominio y explotación de Centro América y para lo cual llegó a contar con la complicidad de los sectores que las fuerzas más avanzadas de la Federación habían desplazado. Al respecto Morazán llegó a expresar: “La independencia que se halla amenazada por el enemigo común, recibirá nuevas garantías y seguridades”.
Siendo presidente de Centro América Morazán denunció la ocupación de Belice y parte de la Costa Atlántica que Inglaterra hacía valiéndose de la inexistente nación misquita desde donde preparaba su plataforma de agresión para ocupar toda Centro América. Pero ahí estuvo Morazán para rechazar mientras pudo tal pretensión.
Sobre tal cuestión el 16 de febrero de 1842 pronunció en La Unión, El Salvador un contundente Manifiesto contra el colonialismo británico en el que advertía el peligro de la ocupación de las capitales de los Estados centroamericanos.
Esa confabulación de ingleses, el clero servil y la aristocracia criolla, sumado a una burguesía que se mostró en extremo débil, dispersa y sin conciencia clara, fue el obstáculo que persiguió a Morazán impidiéndole cristalizar el proyecto de sociedad avanzada que se había propuesto.
Sentar las bases para transformar la realidad de Centroamérica, apostando por un desarrollo independiente
Morazán fue juramentado como presidente de Centro América el 16 de septiembre de 1830 y no recibió un Estado que transitara por el sendero de la prosperidad. No era solamente que el atraso heredado de la colonia se hiciera sentir en una economía de subsistencia. Era además que los primeros años separados de la Corona española no habían sido empleados siquiera por el gobierno federal para sentar las bases que rompiendo con las estructuras de servidumbre, iniciara un proceso de desarrollo económico que a futuro afirmara la independencia frente al exterior.
Morazán acometió esa empresa a pesar que las acciones contrarrevolucionarias le ocupaban atención y tiempo importante.
En el acto de toma de posesión expreso: “Las relaciones exteriores se conservarán o aumentarán en razón de su utilidad, procurando siempre que el orden interior, y los del sistema hacia su perfecta consolidación, faciliten las que deben tener por resultado el reconocimiento de la independencia, el aumento del comercio, de la riqueza y de la población. Con este interesante fin, nuestras leyes llaman al hombre ilustrado e industrioso, sin examinar su origen ni su religión; el centroamericano lo recibe con sus brazos abiertos y el gobierno lo protege”.
“Los diversos obstáculos que se han opuesto hasta ahora a las miras benéficas de los que han intentado dar a la industria la protección que merece es tiempo ya de removerlos; nada omitiré que se halle en mis facultades para mejorar este ramo interesante y para darle impulso al mismo tiempo que a todo lo que sea de interés general”.
Como se sabrá uno de los sueños más acariciados de Morazán en esta línea fue el proyecto del canal interoceánico a través de Nicaragua, que si bien no cristalizó, si nos evidencia la visión que tenía en cuanto a los aspectos económicos.
Impulsar la Educación Pública
En la misma toma de posesión como Presidente de Centro América expresa con sobrada claridad la comprensión que de la educación tiene y especialmente de la educación pública, sobre ella expresó: “La instrucción pública que proporciona las luces, destruye los errores y prepara el triunfo de la razón y de la libertad, nada omitiré para que se propague bajo los principios que la ley establezca. Por desgracia, hasta ahora, mucha parte de la juventud se ve entregada en manos de la ignorancia y de la superstición”.
Y efectivamente dedicó la atención merecida en consonancia con el propósito de propagar las letras por todos los confines de Centro América, fue así que instituyó la difusión del método lancasteriano por el que Valle había abogado y que tan buenos resultados había dado ya en la Patria de Bolívar.
Ese ejemplo de Morazán nos convoca hoy cuando existe un anteproyecto de Ley General de Educación que vendría a limitar el derecho a la educación pública a niños y jóvenes, al tiempo que favorecería la privatización de este servicio tan fundamental para el pueblo.
Nuevamente Morazán vuelve “a batallar desde la muerte” como ha dicho el poeta Julio Escoto, para encarar a los falsos e hipócritas que utilizan las necesidades del pueblo para conquistar los votos que les permitan detentar el gobierno, pero que no piensan en serio darle respuestas a los problemas que afligen a los pobres. Nuevamente está altivo con su espada para enfrentar a los golpistas que pretender acabar con las conquistas que el pueblo ha alcanzado durante largos años de dura lucha.
Fortalecer el Estado Centroamericano
Como sólido ilustrado dedicó sus conocimientos sobre la teoría del Estado y del Derecho a sentar las bases jurídicas de un Estado centroamericano moderno, en el que las personas conociesen y disfrutasen la libertad, que el gobierno fuese la expresión de la voluntad popular, las autoridades se sometiesen al régimen de las leyes, la justicia sentenciase sin discriminar la posición social del enjuiciado y la actuación de los gobernantes tuviese como el más elevado propósito responder a la confianza del pueblo desarrollando la obra de gobernar con dedicación y transparencia.
Ese esmero de Morazán por colocar el Estado centroamericano a la altura del modelo que la ilustración estableció fue lanzado por la borda cuando la reacción conservadora se hizo con el poder colocando a Carrera al frente del gobierno.
El mismo Morazán fustigó a esos reaccionarios por la destrucción de los avances que se habían logrado y lo hizo en los términos siguientes: “Vosotros apoyados en el fanatismo religioso, destruisteis en el Estado de Guatemala las obras que los demócratas consagraron a la libertad, en tanto que los bárbaros las hollaron con su inmunda planta”.
“La profesión de los derechos del pueblo, la ley de la libertad de imprenta, la que suprimió las comunidades religiosas, la que creara la Academia de Ciencias en que se enseñaban los principales ramos del saber humano, repuesta por vosotros con la antigua Universidad de San Carlos, la del habeas corpus, los códigos Livinsgton, adoptados con el mayor éxito, y tantas otras, fueron al momento derogadas por vosotros, y el vacío que dejaran estos instrumentos del patriotismo llenasteis con nombres odiosos, que recordarán al pueblo su antigua esclavitud y sus tiranos”.
El esfuerzo iluminado de Morazán sucumbió ante la embestida de la reacción conservadora. Fue como la suerte de la Europa liberal de principios del siglo XIX negando gran parte de la obra de los ilustrados del siglo XVIII. En Europa la burguesía liberal llegó a considerar un entendimiento con la nobleza feudal para contener el avance de la clase obrera. En Centro América la aristocracia se fundía con el colonialismo inglés para impedir que el pensamiento iluminista del morazanismo cobrara fuerza.
La persecución a sus seguidores después de su asesinato en 1842 fue tenaz. Cabañas enfrentó con decisión la embestida de los conservadores y del Cónsul británico Federico Chatfield, pero la correlación de fuerzas ya le era francamente desventajosa. Muchos a lo largo de Centro América corrieron la suerte que de los Cano nos cuenta Ramón Amaya Amador.
Como la contundencia de los argumentos defendidos por los morazanistas no encontraba contendor capaz de resistirles, el único ardid posible era recurrir al señalamiento de la Santa Inquisición acusándolos de herejía y hechicería.
Sin embargo todo eso no fue suficiente para apagar la llama del pensamiento de Morazán.
Y cuando al principio me referí a la necesidad de rescatar la esencia de su pensamiento es porque los índices de pobreza que destruyen la dignidad humana, la superstición política que oculta la sumisión de los gobernantes a los intereses transnacionales, la corrupción que deslegitima la función del servidor público y el enclaustramiento de la sociedad hondureña por las escasas oportunidades de las personas para realizarse cultural y materialmente, demandan la conjunción del esfuerzo de quienes pensamos en llegar a tener un país en el que venzamos esas barreras que nos colocan en un indigno lugar en el concierto de las naciones. De nuevo Morazán nos llama ahora a combatir a los golpistas y a luchar por una Honduras en la que la riqueza generada por el esfuerzo del hombre y la mujer del campo, de la maquila y de la tienda, sirva para que todas las personas vivan dignamente como seres humanos.
Morazán, inspirado en la filosofía del iluminismo, se proponía vencer a la aristocracia conservadora y reaccionaria y transformar la superestructura jurídica del Estado y las condiciones socioeconómicas.
El momento histórico actual demanda enfrentar a esos grupos económicos que han acrecentado su fortuna a fuerza de condonaciones, exoneraciones fiscales, evasión al erario y sobreexplotación de los trabajadores; a esa casta de políticos que han degenerado tan humana ciencia en sirviente de los acaudalados y de los gobernantes de Estados Unidos. Con este tipo de personas Honduras no alcanzará mejores estadios sino que prolongará la triste situación que castiga a nuestro pueblo. La esencia del pensamiento de Morazán los señala y reclama la acción de quienes estemos dispuestos a levantar el legado que dictara el 15 de septiembre de 1842.
Esta convocatoria nos llama a amplios sectores: Empresarios dedicados a desarrollar sus negocios honestamente y con sentido humano, profesionales entregados al ejercicio de su saber en beneficio de la colectividad, políticos preocupados en servir al país y no lucrarse de su función, obreros y campesinos creadores de la riqueza y la juventud ávida de conocimiento.
Por todo lo aquí expresado, Francisco Morazán no es sólo el héroe de nuestra historia, es el referente que cobra vigencia cada vez que pensamos en cambiar nuestra situación, especialmente ahora que debemos revertir un golpe de estado.
Plaza Libertad,
El Progreso,
Yoro,
3 de octubre de 2010
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