martes, 18 de mayo de 2010

Primates y bananas: Las vergüenzas de nuestra historia

Tribuna

La caida…
Para los historiadores, el general Oswaldo López Arellano cayó por su propio peso cuando el influyente diario estadounidense “Wall Street Journal” denunció que el jefe de Estado, junto con su ministro de Economía para en ese entonces, Abraham Benatton Ramos, se encontraban implicados en el soborno bananero estimado en 2.5 millones de dólares por parte de la United Brands.


El general Oswaldo López Arellano, resbala en un recorrido que hacía en un barrio capitalino: Su caída política y militar se dio en 1975 a raíz del escándalo del “Bananagate”.


Este caso pasó a llamarse tanto en los medios nacionales como internacionales como el “Bananagate” y consistió en que el gobierno de Honduras a través del ministro de Economía, bajó el impuesto de importación a la transnacional bananera a cambio de un pago en dólares.

Días antes, el general había perdido su base de sustentación, pues un movimiento de tenientes coroneles lo dejó únicamente con el cargo de Jefe de Estado, quitándole la jefatura de las Fuerzas Armadas y dejando en ésta al entonces coronel Juan Alberto Melgar, quien al final de cuentas, cuando el escándalo bananero, asumió el cargo de Estado.

El ministro de Economía, por su parte, fue sometido a juicio ante el Juzgado de Letras Primero de lo Criminal. El juicio se prolongó y salió en libertad debido a un indulto concedido sin que hubiera sido acreditada la existencia del delito y su participación en el mismo.

Según los periódicos de la época, un ambiente de tranquilidad reinaba en Tegucigalpa después de conocerse la destitución del general Oswaldo López Arellano. La comisión que investigó el caso conocido como “Bananagate” emitió una declaración pública indicando la negativa del ex jefe de Estado para entregar una carta poder que facilitaba la investigación de sus cuentas bancarias en el exterior.

Horas después, las Fuerzas Armadas anunciaron en cadena de radio la destitución del general López Arellano y reafirmaron el respaldo a la comisión investigadora y el plan nacional de desarrollo de sus sucesores militares y la reestructuración de la administración pública. No hubo movimientos de tropas.

Los miembros del gabinete del ex jefe de Estado interpusieron sus renuncias a fin de dejar en entera libertad al nuevo ejecutivo de la nación, la selección de sus propios ministros. El único ratificado del régimen “oswaldista” fue el ministro de Salud, Enrique Aguilar Paz.

LA LEYENDA
Nadie hubiese pensado que aquel niño de tez trigueña y ojos despabilados, que jugaba en el parque de Danlí, iba a dominar al país por más de 25 años. Parte de su primaria la pasaría en primaria hasta que finalmente sus padres se radicaron en Tegucigalpa.
Mientras el mundo se preparaba la II Guerra Mundial y el general Tiburcio Carías comenzaba su segundo periodo dictatorial, otro “dictadorcito” potencial ingresaba a las filas del Ejército Nacional: Era el joven Oswaldo, quien luego de cursar el bachillerato ingresó como soldado en el Cuerpo de Ametralladoras, el 15 de febrero de 1939, ascendiendo luego a cabo y a sargento segundo.

La suerte estaba echada para el joven militar cuando ganó una beca para estudiar aviación en la Escuela de Vuelo de Tucson, Arizona, Estados Unidos de América, en enero de 1942, incorporándose luego a la Fuerza Aérea Hondureña donde inició como piloto regular, ayudante del Comandante y otras funciones ejecutivas.

El vértigo de los ascensos no se hicieron esperar: el 26 de agosto de 1947 fue ascendido a teniente de aviación y el 22 de febrero de 1949, año en que terminaba el “caríato”, le impusieron las insignias de capitán.

En pleno apogeo del gobierno de facto de Julio Lozano, López Arellano fue ascendido a mayor, el 31 de diciembre de 1954 y el 23 de junio de 1956 a teniente de aviación, consagrando su carrera el 27 de su carrera el 27 de febrero de 1958, cuando fue ascendido a coronel de aviación. Para ese entonces, su nombre ya era parte de la historia política del país al integrar como ministro de Defensa el gobierno del triunvirato militar que acabó con las aspiraciones de Lozano Díaz, el 21 de diciembre de 1956.

Como ironía a su carrera enlodada por los golpes de estado y el “bananagate”, fue parte de ese triunvirato- encabezado por el general Roque J. Rodríguez, el coronel Héctor Caraccioli, y el mayor e ingeniero, Roberto Gálvez Barnes- que entregó el poder a los civiles, a quienes se les quitaría seis años después.

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