miércoles, 26 de mayo de 2010
A 200 años, ni Revolución, ni Bicentenario ni Celebraciones La urgencia es construir otro modelo social distinto
Tlaxcala
Por Rubén Kotler
Nada que celebrar. Nada que vivar. Ni la patria que nos excluye, ni la nación artificialmente construida sobre los huesos de las víctimas en procesos de exterminio. El Bicentenario que desde el oficialismo y desde cierta oposición hoy se celebra en Argentina, no es más que la recuperación de un proyecto de exclusión, proyecto de un pequeño y reducido número de “patriotas” a quienes la patria, o mejor dicho el pueblo, que en este suelo habitó y habita, poco les importa. No les importó en mayo de 1810, cuando de puertas adentro del Cabildo sólo se apuraron a negociar el reparto de una tierra que quedaba librada a su suerte, y no les importa hoy, en este mayo de 2010, cuando en nombre de aquella supuesta Revolución, el territorio se sigue rifando al mejor postor. La exclusión de importantes sectores sociales de entonces continúa y se perpetúa en una orgía de despilfarro. Mientras quienes se morían de hambre entonces, hoy, 25 de mayo de 2010, se siguen muriendo de hambre en un territorio capaz de alimentar a 10 veces su propia población. Quienes hoy celebran el Bicentenario son los herederos de quienes impusieron un modelo de país basado en el genocidio, la persecución, el hambre, el desempleo, las desigualdades, entre otras calamidades. Hoy como entonces se sigue pagando la deuda externa, mientras se sigue postergando por los siglos de los siglos la deuda interna por la que los pueblos originarios siguen muriendo, los pobres siguen muriendo, los desfavorecidos del sistema siguen muriendo, los indigentes siguen muriendo, los “nadies”, aquellos nadies que tampoco en 1810 tuvieron acceso al Cabildo, hoy tan celebrado, ilustrado y homenajeado.
Hace exactamente un año expresaba que el bicentenario no era mi proyecto sino el de una burguesía que moldeó el país a su imagen y semejanza. A diferencia de 1810, lo que si podemos afirmar es que hoy grandes sectores sociales se agolpan ante los poderes establecidos y exigen que el “Cabildo Abierto” sea inclusivo a todos los habitantes del suelo, hoy denominado Argentina. Desde hace muchos años, aunque hoy más dispersas que en los 70, distintas expresiones del campo popular piden a gritos la construcción de otro modelo social, la construcción de otras relaciones sociales, de otro modo de producción distinto al capitalista, modelo que comenzó a moldearse justamente ese 25 de mayo de 1810, cuando algunos “patriotas”, lejos de “hacer patria”, buscaban la mejor forma de incluirse en ese mundo capitalista que comenzaba a rodar.
Recordemos que ese mundo capitalista naciente y que hoy sufrimos en ciclos de interminables crisis a lo largo y ancho del planeta, tuvo sus orígenes en procesos que van desde la Revolución Industrial en Inglaterra, la Revolución Francesa en suelo galo y la Independencia estadounidense con su posterior Constitución y unas declaraciones de derecho bastante cuestionables, sobre todo el de la propiedad que cercó las tierras y animó a las elites locales a establecer fronteras hoy minadas de muros infranqueables por el ciudadano de a pie. Decía, entonces, que los patriotas del Cabildo abierto de mayo de 1810 nunca buscaron la construcción de un Estado inclusivo. Quizás quien más se acercó a un ideal semejante haya sido Mariano Moreno, asesinado algunos meses después de instaurada la Primera Junta de gobierno de la que era parte, justamente por sus propuestas que, para la época, sí se presentaban como revolucionarias. Hoy el ideal de mayo se acerca más al autoritarismo de Cornelio Saavedra, primer presidente “patrio”, que al modelo morenista descrito en el Plan Revolucionario de Operaciones.
El despilfarro del Bicentenario en el espejo de la marcha de los pueblos
Los desmedidos festejos de un país que no tiene nada que celebrar contrastan con la marcha que, desde todos los rincones del territorio, realizan los pueblos originarios para exigir que sean incluidos en el proyecto nacional. Es que hay que repetirlo una y otra vez: el Bicentenario no es una celebración que incluya a todos los habitantes del Estado argentino. El nacionalismo expresado en las miles de banderas celestes y blancas y en los stands prolijamente colocados a lo largo de la Avenida 9 de Julio, en Buenos Aires, contrastan con las banderas multicolor que representan a los pueblos originarios y que se hicieron presentes el viernes 21 de mayo en la Plaza del Cabildo. Una vez más se exigió que el Cabildo Abierto fuera para todos y todas. No basta con las declamaciones de la presidenta para que un país de la noche a la mañana termine con 200 años de oprobio, silencio, genocidios y dictaduras, exclusión, desnutrición, desempleo… No basta con congregar a la clase media a la Plaza de Mayo a los fines de evocar un Cabildo, que repetimos, es excluyente por naturaleza.
Alguien dijo alguna vez que La Plaza (de Mayo) es del pueblo. Y el pueblo pide a gritos, desde hace 200 años ser incluido en la discusión sobre el proyecto de país que se quiere construir. Mientras la administración Kirchner, último eslabón de una larga cadena del Estado burgués, sigue pagando la deuda externa, 200 años después, la única deuda que debe pagar este Estado, que es la deuda interna, no sólo no ha sido pagada, sino que sigue siendo relegada para un futuro indefinido.
Darío Aranda, en el diario Página 12, puso negro sobre blanco el reclamo de los pueblos originarios: “…el reclamo, unívoco y contundente, fue el mismo de los últimos dos siglos: tierra, rechazo a las empresas que los desalojan, respeto a su cultura ancestral y justicia frente a los atropellos del pasado y el presente”. Y un canto que al unísono sonó en todo el territorio: “La tierra, robada, será recuperada”, con sus ecos repetidos en cada rincón donde habita una comunidad aborigen, grito que desde el noroeste argentino suena con más fuerza cada vez que se recuerda al último asesinado por el afán de dominio y conquista. Es que el asesinato a sangre fría del Cacique Javier Chocobar, justamente un 12 de octubre (de 2009), seguirá siendo la bandera que hoy, 200 años después de 1810, resuene en los oídos de la dirigencia política que sigue mirando al otro, al originario, al aborigen, con el mismo desprecio con que lo miraban muchos de los “héroes patrios” del Cabildo Abierto.
Las penas siempre fueron de nosotros, los recursos fueron (y son) ajenos
El cantor y compositor Atahualpa Yupanki componía hace muchos años “El Arriero” y como conectando pasado, presente y futuro, expresaba mejor que nadie lo que significaba la construcción de este Estado surgido del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Simple, sencillo y contundente Yupanki lo afirmó con justeza: “Las penas y las vaquitas, se van por la misma senda, las penas y las vaquitas, se van por la misma senda, “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”. Y la tierra, y el petróleo, y los recursos naturales, y los alimentos, y... las penas, desde hace 200 años y más, siguen siendo de nosotros, del pueblo llano, de los pobres, de los aborígenes, de los desocupados, de los niños que se mueren por desnutrición, de los ancianos que con una magra jubilación no sólo no llegan a fin de mes sino que ven como el Estado es ineficiente en materia de salud y servicios, donde la educación ha sido desmantelada, donde todo se vende y se rifa al mejor postor, incluidos los sueños de los “nadies”. 200 años y seguimos penando por las vaquitas que se van al extranjero. Y esto, hay que repetirlo a viva voz una vez más, esto, no es motivo de celebración alguna. Una nación o un Estado no pueden construirse sobre los cimientos de tales injusticias. Pero seamos claros en que ese es el Estado que comenzaron a moldear el 25 de mayo de 1810 y que hoy celebra la burguesía argentina volcada en las calles con un espasmo nacionalista que no se condice con la realidad.
MoviStar auspicia la “Independencia” argentina
Pero vayamos un poco más allá y pongamos un ejemplo claro de todo esto que se afirma. Recientemente tuve la oportunidad de ver un “documental”, si puede llamársele así a una producción de la televisora privada argentina en el cual, un autoproclamado historiador, como Felipe Pigna, intentaba explicar, de manera muy simplista y con un discurso entre facilista, elemental e infantil, el proceso de Independencia de Argentina.
El título de la saga es incluso hasta oprobioso con la historia reciente de nuestro país: Algo habrán hecho, frase que nos recuerda a la vil justificación de la última dictadura para hacer desaparecer a 30.000 militantes sociales. Como decía, el pretendido documental narra de manera lineal una historia con escaso conflicto interno, sin debate alguno sobre la construcción del Estado, una gesta revolucionaria digna del mejor guión de Spielberg.
El hecho en sí es que este trabajo, liviano y fácil de digerir para la clase media argentina, está auspiciado por MOVISTAR, empresa española corresponsable del desguace del Estado argentino desde los 90 hasta la fecha. ¿Cómo la historia argentina puede estar patrocinada por una empresa que responde a los intereses de empresarios privados de un país extranjero?
Convengamos entonces que Felipe Pigna, como lo fue Félix Luna en vida, es el “historiador” elegido por el establishment para narrar la historia oficial y aquietar a las masas con un tranquilizador relato en armonía. A estas alturas rebautizar a nuestro insigne historiador como “rapiña” no parece desmedido ni fuera de contexto. Para quienes nos dedicamos al estudio de la historia con una mirada cientificista es imposible adscribirse a las tesis livianamente elaboradas para conformar a determinado público.
Mucho menos dejamos que nuestras investigaciones sean financiadas o auspiciadas por empresas de capitales privados involucrados en el proceso de nuestras pesquisas. Esto raya con lo absurdo y plantea criterios muy serios de índole moral y ética. Pensemos por un instante en una investigación en la que se pone en cuestión la minería a cielo abierto y la contaminación de ésta en el medio ambiente financiada por Barrik Gold, o pensemos en una investigación sobre la contaminación que produce el petróleo financiada por PB o Repsol YPF. ¿Qué tipo de historia puede narrarnos la historia financiada por empresas como MoviStar, Repsol YPF o Coca Cola? Para el historiador “rapiña” ser auspiciado por una empresa de rapiña parece normal, tan normal como la narración de la propia historia argentina en la que se vuelve a colocar sobre el bronce a quienes contribuyeron a formar este Estado de exclusión hace 200 años. El fin de la historia que pondría muy contento a Francis Fukuyama y a muchos ideólogos del llamado neoliberalismo. ¿Cómo cuestionar la historia del capitalismo argentino cuando una de las empresas que más se vieron favorecidas con la explotación capitalista en este territorio pone sus dineros y contribuye así en la construcción del discurso narrativo? La ecuación es simple y el resultado ya lo conocemos: “Algo habrán hecho”.
El relato del otro mayo argentino
Hace un año y en el mismo artículo en el cual cuestionaba el Bicentenario destacaba el otro mayo argentino, el mayo del 69, que tuvo en las luchas callejeras del ciclo de AZOS el punto culminante de lucha y rebelión de toda una generación setentista que puso en duda la construcción del país basado en las relaciones sociales capitalistas de producción y reproducción. Desde el Cordobazo, pasando por el Rosariazo, los distintos Tucumanazos o el Mendozazo, entre otros movimientos de protesta, la generación de los 70 de verdad quiso hacerle frente al país que hoy celebra con bombos y platillos el Bicentenario. Las narraciones setentistas nos hablan de un país inclusivo, donde al Cabildo Abierto debían ser todos invitados para discutir y debatir en serio qué modelo de construcción social había que establecer en suelo argentino. Mejor aún, trasladaron el debate del Cabildo a la calle, llevaron la discusión a los centros de estudiantes, a los comedores universitarios y a las fábricas obreras, donde se discutían las leyes universitarias o las leyes laborales en verdaderas “tertulias” políticas, como las vividas en míticos cafés en las grandes urbes argentinas. Hicieron patria de verdad todas las tendencias del socialismo y el anarquismo que en verdaderas asambleas abiertas discutían qué país y qué modelo social querían. Pero también actuaban, militaban en un sentido amplio del término, pasando de la discusión a la acción, enfrentando a la dictadura de entonces y respondiendo a un espíritu de época que desde el Mayo Francés, la Revolución Cubana y el triunfo de Allende en Chile, contagiaba y cundía como ejemplo.
Una generación que se jugó la vida por un ideal de justicia y reparto equitativo de las riquezas, una generación muy distinta a la de los “padres fundadores de la patria”. A esa generación, el autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional establecido tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la liquidó, instituyendo un plan sistemático basado en el terror y la desaparición de personas. Seamos claros una vez más y digamos las cosas sin eufemismos: los militares argentinos denominaron Proceso de Reorganización Nacional a su proyecto que buscaba volver a las raíces de la historia argentina y esas raíces, duela o angustie a la mayoría, se hunden también en las puertas del Cabildo Abierto de mayo de 1810, “Proceso” que hoy celebra la burguesía argentina con el Bicentenario.
Mayo, Bicentenario y después o la construcción de otro Estado
Como si fuera poco, el camino de la celebración burguesa del Bicentenario recién se abre en este 25 de mayo de 1810 y promete continuar durante seis largos años hasta la “Gran Celebración” del Bicentenario de la Independencia. En Tucumán ya se anuncian los actos centrales de esta celebración con bombos y platillos toda vez que fue en el “jardín de la República” donde se selló la tan proclamada Independencia argentina el 9 de julio de 1816. Una vez más deberemos advertir de que esa celebración tampoco será nuestra. Si el modelo social, económico, político y cultural vigente no cambia en los próximos años, el panorama será idéntico al que vivimos hoy, y deberemos entonces cuestionar no sólo el propio relato histórico de los “rapiñas”, sino también volver a cuestionar sobre todo el modelo que se celebra. Hay que afirmar con voz alta y firme que hoy la provincia más pequeña del país y la más densamente poblada sigue hundida en cordones de marginalidad, con un sistema de salud colapsado y en crisis, con una educación que no sólo no llega a todos sino que pone en cuestión la formación básica de las nuevas generaciones, con un sistema previsional que deja morir a sus mayores, con un sistema asistencial que practica el asistencialismo electoral en tiempos de campaña repartiendo las migajas de la torta sin plantearse una verdadera redistribución de las riquezas. Y para más INRI, el pasado reciente seguirá sin revisión ni condena de los represores de la última dictadura militar, quienes hasta el 9 de julio de 2016 seguramente se irán muriendo sin escuchar una sentencia que les reconozca como los genocidas que son.
El oprobioso listado de las desigualdades que genera este modelo que se festeja es interminable, pero para muestra bastan un par de botones. Mayo abrió el camino en 1810 para la construcción de un modelo de país excluyente. Mayo del 69 abría el camino para la discusión de otra construcción de país incluyente. Entre la adopción de los ideales de un mayo o de otro tendremos que volver a debatir qué país tenemos y qué país queremos, de lo contrario volveremos a vivir otra centuria como la que acaba y las sociedades futuras, lejos de vivir en un Estado social justo y equitativo para todos sus ciudadanos, volverá a llorar, mientras los herederos de la actual burguesía se sientan una vez más en el festín, esta vez del tricentenario. De las luchas que seamos capaces ganar los sectores populares depende escribir de otra manera nuestra futura independencia, inclusiva, invitando a todos los sectores populares a ingresar a un Cabildo VERDADERAMENTE Abierto. De lo contrario la fiesta seguirá siendo de unos pocos. Yo, en lo personal, no la celebro. La mayoría de la población que hoy habita el suelo argentino sospecho que tampoco.
Por Rubén Kotler
Nada que celebrar. Nada que vivar. Ni la patria que nos excluye, ni la nación artificialmente construida sobre los huesos de las víctimas en procesos de exterminio. El Bicentenario que desde el oficialismo y desde cierta oposición hoy se celebra en Argentina, no es más que la recuperación de un proyecto de exclusión, proyecto de un pequeño y reducido número de “patriotas” a quienes la patria, o mejor dicho el pueblo, que en este suelo habitó y habita, poco les importa. No les importó en mayo de 1810, cuando de puertas adentro del Cabildo sólo se apuraron a negociar el reparto de una tierra que quedaba librada a su suerte, y no les importa hoy, en este mayo de 2010, cuando en nombre de aquella supuesta Revolución, el territorio se sigue rifando al mejor postor. La exclusión de importantes sectores sociales de entonces continúa y se perpetúa en una orgía de despilfarro. Mientras quienes se morían de hambre entonces, hoy, 25 de mayo de 2010, se siguen muriendo de hambre en un territorio capaz de alimentar a 10 veces su propia población. Quienes hoy celebran el Bicentenario son los herederos de quienes impusieron un modelo de país basado en el genocidio, la persecución, el hambre, el desempleo, las desigualdades, entre otras calamidades. Hoy como entonces se sigue pagando la deuda externa, mientras se sigue postergando por los siglos de los siglos la deuda interna por la que los pueblos originarios siguen muriendo, los pobres siguen muriendo, los desfavorecidos del sistema siguen muriendo, los indigentes siguen muriendo, los “nadies”, aquellos nadies que tampoco en 1810 tuvieron acceso al Cabildo, hoy tan celebrado, ilustrado y homenajeado.
Hace exactamente un año expresaba que el bicentenario no era mi proyecto sino el de una burguesía que moldeó el país a su imagen y semejanza. A diferencia de 1810, lo que si podemos afirmar es que hoy grandes sectores sociales se agolpan ante los poderes establecidos y exigen que el “Cabildo Abierto” sea inclusivo a todos los habitantes del suelo, hoy denominado Argentina. Desde hace muchos años, aunque hoy más dispersas que en los 70, distintas expresiones del campo popular piden a gritos la construcción de otro modelo social, la construcción de otras relaciones sociales, de otro modo de producción distinto al capitalista, modelo que comenzó a moldearse justamente ese 25 de mayo de 1810, cuando algunos “patriotas”, lejos de “hacer patria”, buscaban la mejor forma de incluirse en ese mundo capitalista que comenzaba a rodar.
Recordemos que ese mundo capitalista naciente y que hoy sufrimos en ciclos de interminables crisis a lo largo y ancho del planeta, tuvo sus orígenes en procesos que van desde la Revolución Industrial en Inglaterra, la Revolución Francesa en suelo galo y la Independencia estadounidense con su posterior Constitución y unas declaraciones de derecho bastante cuestionables, sobre todo el de la propiedad que cercó las tierras y animó a las elites locales a establecer fronteras hoy minadas de muros infranqueables por el ciudadano de a pie. Decía, entonces, que los patriotas del Cabildo abierto de mayo de 1810 nunca buscaron la construcción de un Estado inclusivo. Quizás quien más se acercó a un ideal semejante haya sido Mariano Moreno, asesinado algunos meses después de instaurada la Primera Junta de gobierno de la que era parte, justamente por sus propuestas que, para la época, sí se presentaban como revolucionarias. Hoy el ideal de mayo se acerca más al autoritarismo de Cornelio Saavedra, primer presidente “patrio”, que al modelo morenista descrito en el Plan Revolucionario de Operaciones.
El despilfarro del Bicentenario en el espejo de la marcha de los pueblos
Los desmedidos festejos de un país que no tiene nada que celebrar contrastan con la marcha que, desde todos los rincones del territorio, realizan los pueblos originarios para exigir que sean incluidos en el proyecto nacional. Es que hay que repetirlo una y otra vez: el Bicentenario no es una celebración que incluya a todos los habitantes del Estado argentino. El nacionalismo expresado en las miles de banderas celestes y blancas y en los stands prolijamente colocados a lo largo de la Avenida 9 de Julio, en Buenos Aires, contrastan con las banderas multicolor que representan a los pueblos originarios y que se hicieron presentes el viernes 21 de mayo en la Plaza del Cabildo. Una vez más se exigió que el Cabildo Abierto fuera para todos y todas. No basta con las declamaciones de la presidenta para que un país de la noche a la mañana termine con 200 años de oprobio, silencio, genocidios y dictaduras, exclusión, desnutrición, desempleo… No basta con congregar a la clase media a la Plaza de Mayo a los fines de evocar un Cabildo, que repetimos, es excluyente por naturaleza.
Alguien dijo alguna vez que La Plaza (de Mayo) es del pueblo. Y el pueblo pide a gritos, desde hace 200 años ser incluido en la discusión sobre el proyecto de país que se quiere construir. Mientras la administración Kirchner, último eslabón de una larga cadena del Estado burgués, sigue pagando la deuda externa, 200 años después, la única deuda que debe pagar este Estado, que es la deuda interna, no sólo no ha sido pagada, sino que sigue siendo relegada para un futuro indefinido.
Darío Aranda, en el diario Página 12, puso negro sobre blanco el reclamo de los pueblos originarios: “…el reclamo, unívoco y contundente, fue el mismo de los últimos dos siglos: tierra, rechazo a las empresas que los desalojan, respeto a su cultura ancestral y justicia frente a los atropellos del pasado y el presente”. Y un canto que al unísono sonó en todo el territorio: “La tierra, robada, será recuperada”, con sus ecos repetidos en cada rincón donde habita una comunidad aborigen, grito que desde el noroeste argentino suena con más fuerza cada vez que se recuerda al último asesinado por el afán de dominio y conquista. Es que el asesinato a sangre fría del Cacique Javier Chocobar, justamente un 12 de octubre (de 2009), seguirá siendo la bandera que hoy, 200 años después de 1810, resuene en los oídos de la dirigencia política que sigue mirando al otro, al originario, al aborigen, con el mismo desprecio con que lo miraban muchos de los “héroes patrios” del Cabildo Abierto.
Las penas siempre fueron de nosotros, los recursos fueron (y son) ajenos
El cantor y compositor Atahualpa Yupanki componía hace muchos años “El Arriero” y como conectando pasado, presente y futuro, expresaba mejor que nadie lo que significaba la construcción de este Estado surgido del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Simple, sencillo y contundente Yupanki lo afirmó con justeza: “Las penas y las vaquitas, se van por la misma senda, las penas y las vaquitas, se van por la misma senda, “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”. Y la tierra, y el petróleo, y los recursos naturales, y los alimentos, y... las penas, desde hace 200 años y más, siguen siendo de nosotros, del pueblo llano, de los pobres, de los aborígenes, de los desocupados, de los niños que se mueren por desnutrición, de los ancianos que con una magra jubilación no sólo no llegan a fin de mes sino que ven como el Estado es ineficiente en materia de salud y servicios, donde la educación ha sido desmantelada, donde todo se vende y se rifa al mejor postor, incluidos los sueños de los “nadies”. 200 años y seguimos penando por las vaquitas que se van al extranjero. Y esto, hay que repetirlo a viva voz una vez más, esto, no es motivo de celebración alguna. Una nación o un Estado no pueden construirse sobre los cimientos de tales injusticias. Pero seamos claros en que ese es el Estado que comenzaron a moldear el 25 de mayo de 1810 y que hoy celebra la burguesía argentina volcada en las calles con un espasmo nacionalista que no se condice con la realidad.
MoviStar auspicia la “Independencia” argentina
Pero vayamos un poco más allá y pongamos un ejemplo claro de todo esto que se afirma. Recientemente tuve la oportunidad de ver un “documental”, si puede llamársele así a una producción de la televisora privada argentina en el cual, un autoproclamado historiador, como Felipe Pigna, intentaba explicar, de manera muy simplista y con un discurso entre facilista, elemental e infantil, el proceso de Independencia de Argentina.
El título de la saga es incluso hasta oprobioso con la historia reciente de nuestro país: Algo habrán hecho, frase que nos recuerda a la vil justificación de la última dictadura para hacer desaparecer a 30.000 militantes sociales. Como decía, el pretendido documental narra de manera lineal una historia con escaso conflicto interno, sin debate alguno sobre la construcción del Estado, una gesta revolucionaria digna del mejor guión de Spielberg.
El hecho en sí es que este trabajo, liviano y fácil de digerir para la clase media argentina, está auspiciado por MOVISTAR, empresa española corresponsable del desguace del Estado argentino desde los 90 hasta la fecha. ¿Cómo la historia argentina puede estar patrocinada por una empresa que responde a los intereses de empresarios privados de un país extranjero?
Convengamos entonces que Felipe Pigna, como lo fue Félix Luna en vida, es el “historiador” elegido por el establishment para narrar la historia oficial y aquietar a las masas con un tranquilizador relato en armonía. A estas alturas rebautizar a nuestro insigne historiador como “rapiña” no parece desmedido ni fuera de contexto. Para quienes nos dedicamos al estudio de la historia con una mirada cientificista es imposible adscribirse a las tesis livianamente elaboradas para conformar a determinado público.
Mucho menos dejamos que nuestras investigaciones sean financiadas o auspiciadas por empresas de capitales privados involucrados en el proceso de nuestras pesquisas. Esto raya con lo absurdo y plantea criterios muy serios de índole moral y ética. Pensemos por un instante en una investigación en la que se pone en cuestión la minería a cielo abierto y la contaminación de ésta en el medio ambiente financiada por Barrik Gold, o pensemos en una investigación sobre la contaminación que produce el petróleo financiada por PB o Repsol YPF. ¿Qué tipo de historia puede narrarnos la historia financiada por empresas como MoviStar, Repsol YPF o Coca Cola? Para el historiador “rapiña” ser auspiciado por una empresa de rapiña parece normal, tan normal como la narración de la propia historia argentina en la que se vuelve a colocar sobre el bronce a quienes contribuyeron a formar este Estado de exclusión hace 200 años. El fin de la historia que pondría muy contento a Francis Fukuyama y a muchos ideólogos del llamado neoliberalismo. ¿Cómo cuestionar la historia del capitalismo argentino cuando una de las empresas que más se vieron favorecidas con la explotación capitalista en este territorio pone sus dineros y contribuye así en la construcción del discurso narrativo? La ecuación es simple y el resultado ya lo conocemos: “Algo habrán hecho”.
El relato del otro mayo argentino
Hace un año y en el mismo artículo en el cual cuestionaba el Bicentenario destacaba el otro mayo argentino, el mayo del 69, que tuvo en las luchas callejeras del ciclo de AZOS el punto culminante de lucha y rebelión de toda una generación setentista que puso en duda la construcción del país basado en las relaciones sociales capitalistas de producción y reproducción. Desde el Cordobazo, pasando por el Rosariazo, los distintos Tucumanazos o el Mendozazo, entre otros movimientos de protesta, la generación de los 70 de verdad quiso hacerle frente al país que hoy celebra con bombos y platillos el Bicentenario. Las narraciones setentistas nos hablan de un país inclusivo, donde al Cabildo Abierto debían ser todos invitados para discutir y debatir en serio qué modelo de construcción social había que establecer en suelo argentino. Mejor aún, trasladaron el debate del Cabildo a la calle, llevaron la discusión a los centros de estudiantes, a los comedores universitarios y a las fábricas obreras, donde se discutían las leyes universitarias o las leyes laborales en verdaderas “tertulias” políticas, como las vividas en míticos cafés en las grandes urbes argentinas. Hicieron patria de verdad todas las tendencias del socialismo y el anarquismo que en verdaderas asambleas abiertas discutían qué país y qué modelo social querían. Pero también actuaban, militaban en un sentido amplio del término, pasando de la discusión a la acción, enfrentando a la dictadura de entonces y respondiendo a un espíritu de época que desde el Mayo Francés, la Revolución Cubana y el triunfo de Allende en Chile, contagiaba y cundía como ejemplo.
Una generación que se jugó la vida por un ideal de justicia y reparto equitativo de las riquezas, una generación muy distinta a la de los “padres fundadores de la patria”. A esa generación, el autoproclamado Proceso de Reorganización Nacional establecido tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la liquidó, instituyendo un plan sistemático basado en el terror y la desaparición de personas. Seamos claros una vez más y digamos las cosas sin eufemismos: los militares argentinos denominaron Proceso de Reorganización Nacional a su proyecto que buscaba volver a las raíces de la historia argentina y esas raíces, duela o angustie a la mayoría, se hunden también en las puertas del Cabildo Abierto de mayo de 1810, “Proceso” que hoy celebra la burguesía argentina con el Bicentenario.
Mayo, Bicentenario y después o la construcción de otro Estado
Como si fuera poco, el camino de la celebración burguesa del Bicentenario recién se abre en este 25 de mayo de 1810 y promete continuar durante seis largos años hasta la “Gran Celebración” del Bicentenario de la Independencia. En Tucumán ya se anuncian los actos centrales de esta celebración con bombos y platillos toda vez que fue en el “jardín de la República” donde se selló la tan proclamada Independencia argentina el 9 de julio de 1816. Una vez más deberemos advertir de que esa celebración tampoco será nuestra. Si el modelo social, económico, político y cultural vigente no cambia en los próximos años, el panorama será idéntico al que vivimos hoy, y deberemos entonces cuestionar no sólo el propio relato histórico de los “rapiñas”, sino también volver a cuestionar sobre todo el modelo que se celebra. Hay que afirmar con voz alta y firme que hoy la provincia más pequeña del país y la más densamente poblada sigue hundida en cordones de marginalidad, con un sistema de salud colapsado y en crisis, con una educación que no sólo no llega a todos sino que pone en cuestión la formación básica de las nuevas generaciones, con un sistema previsional que deja morir a sus mayores, con un sistema asistencial que practica el asistencialismo electoral en tiempos de campaña repartiendo las migajas de la torta sin plantearse una verdadera redistribución de las riquezas. Y para más INRI, el pasado reciente seguirá sin revisión ni condena de los represores de la última dictadura militar, quienes hasta el 9 de julio de 2016 seguramente se irán muriendo sin escuchar una sentencia que les reconozca como los genocidas que son.
El oprobioso listado de las desigualdades que genera este modelo que se festeja es interminable, pero para muestra bastan un par de botones. Mayo abrió el camino en 1810 para la construcción de un modelo de país excluyente. Mayo del 69 abría el camino para la discusión de otra construcción de país incluyente. Entre la adopción de los ideales de un mayo o de otro tendremos que volver a debatir qué país tenemos y qué país queremos, de lo contrario volveremos a vivir otra centuria como la que acaba y las sociedades futuras, lejos de vivir en un Estado social justo y equitativo para todos sus ciudadanos, volverá a llorar, mientras los herederos de la actual burguesía se sientan una vez más en el festín, esta vez del tricentenario. De las luchas que seamos capaces ganar los sectores populares depende escribir de otra manera nuestra futura independencia, inclusiva, invitando a todos los sectores populares a ingresar a un Cabildo VERDADERAMENTE Abierto. De lo contrario la fiesta seguirá siendo de unos pocos. Yo, en lo personal, no la celebro. La mayoría de la población que hoy habita el suelo argentino sospecho que tampoco.
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