viernes, 7 de mayo de 2010

Chile y los mercaderes de la política

El Clarín
Por Hugo Murialdo



Ante la precariedad de ideas del debate político en la que estamos envueltos los ciudadanos chilenos, donde la discusión más se asemeja a programas de la más pobre farándula, en que lo más importante es el mercado reflejado en la audiencia, especialmente televisiva, recordé una entrevista a Joan Garcés, publicada en la revista chilena Los Tiempos N°17, de mayo de 1993, titulada “Allende no fue un mercader de la política”.

El asesor del ex presidente Allende pasa revista a varios tópicos referidos al gobierno de la Unidad Popular, especialmente al accionar político y moral del presidente mártir. Habla incluso del proyecto de Constitución Política que Allende iba a someter al debate y al voto de los chilenos. “La convocatoria a plebiscito estaba fijada para el martes 11 de septiembre de 1973. La víspera, el 10, lo comunicó al Gabinete y se previno a la radio y televisión que estuvieran preparadas para entrar en cadena nacional”.

Sin embargo, no es sobre el proyecto de Constitución de Allende, que posiblemente sea tema de otro artículo, al que me quiero referir en esta oportunidad, sino a la ética política del ex mandatario. Al referirse a la cooptación burocrática de cuadros procedentes de la antigua izquierda por la institucionalidad creada por la dictadura, Garcés plantea que “es el medio deliberadamente concebido para quebrar los referentes históricos y nacionales del liderazgo del país” y agrega: “cuando un responsable acepta vender su alma, su lealtad queda, en el mejor de los casos, compartida –con su pueblo y con quien le paga”.

Ante la pregunta de si en Chile los socialistas deberían haberse negado a integrar un gobierno de coalición, Joan Garcés responde: “¿Habría que refrescar la memoria? En 1964 la administración Kennedy-Johnson compró a líderes socialistas y democratacristianos de Italia para que aceptaran sentarse juntos en el Gobierno (testimonio de William Colby, director de la CIA, en Honorable men). En octubre del mismo año, el recién elegido Presidente por mayoría absoluta, Eduardo Frei –su campaña fue financiada por los mismos servicios de EEUU.- ofreció al senador Allende que le diera tres o cuatro nombres de socialistas de su confianza para nombrarlos ministros, en su primer Gabinete, al tiempo que se interesaba por su situación económica personal….Salvador Allende era hombre de principios, leal a sus compromisos. No un mercader de la política (el subrayado es nuestro). Durante todo el mandato de Frei no aceptó ni tan siquiera poner los pies en La Moneda, ni en sus funciones de Presidente del Senado. Sólo entró en ella seis años después, casi día por día, como Presidente electo, horas después del atentado contra el Comandante en Jefe del Ejército –General Schneider- para exigir enérgicamente a Frei que cumpliera su deber de Presidente y desmontara el golpe de Estado en desarrollo (teledirigido también desde Washington, como está documentado desde 1972)”.

Al traer a colación la integridad moral del ex Presidente Allende, y compararla con los líderes políticos de la “izquierda” actual, causa una terrible decepción, especialmente si la falta de ética política se da en hijos de esos grandes líderes de la época. Hijos biológicos, que no herederos de sus principios por los cuales entregaron sus propias vidas. Causa todavía más dolor, al ver que la traición a los principios de sus progenitores se ha plasmado en sus hijas mujeres. ¿Qué pensaría ese gran hombre, leal como pocos al presidente Allende, que fue José Tohá, torturado y asesinado por la dictadura, al ver el triste espectáculo protagonizado por su hija Carolina codiciando un puesto de dirigente en un “partido político” que ni siquiera tiene declaración de principios y en el que sería de muy mal gusto mencionar la palabra socialismo?

Ni qué hablar de Isabel Allende, haciéndose parte de las diatribas contra el régimen cubano, cuyo líder Fidel Castro sentía una gran admiración por su padre, pues aunque no compartía el método, jamás dejó de alabar la consecuencia revolucionaria de Salvador Allende. Por lo demás, esta admiración era mutua. Al morir el presidente, defendiendo sus principios, Fidel Castro pronunció un emotivo discurso en el que reiteraba esa admiración: “la muerte del Presidente Allende es el más alto ejemplo de heroísmo del cual se tenga memoria”. Pero eso no es todo, la senadora Isabel Allende, ha hecho alianzas con lo peor del Partido Socialista para acceder a la dirección del mismo. ¿De qué principios socialistas estamos hablando?

He dejado para el final el tercer ejemplo de deslealtad: Michelle Bachelet Jeria, ex Presidenta de la República. Hija del general Alberto Bachelet, leal al Presidente Allende, torturado y muerto en prisión, olvidó (si algún día los tuvo) todo principio socialista para gobernar para la derecha. ¿Es necesario recordar que su gobierno fue tal vez el más represor de los gobiernos de la Concertación?: los pingüinos, los mapuche (con tres asesinados por la espalda), etc. En el famoso cónclave de la auto alabanza de la Concertación, la señora Bachelet se dio el lujo de plantear lo siguiente: “El país sin duda necesita de nuestra voz para la reconstrucción, la voz de quienes tenemos una concepción humanista (sic) de la política, una concepción participativa, una concepción de lo público y sin conflicto de intereses”…y más adelante, “es muy distinto hacer este proceso entre cuatro paredes o de forma participativa”. Pregunta: ¿de la misma forma participativa, señora Bachelet, en que “participaron” los pescadores en la ley que privatiza el mar? Usted, ahora, dice que es allendista, sin embargo, durante su gobierno no actuó como tal. Esto, por la sencilla razón que no basta con decirlo, pues usted no encarna ninguno de los principios por los que luchó hasta dar su vida el doctor Allende.

Sin embargo, estas deslealtades y actuaciones mercantiles de la política, no se dan sólo en los hijos o hijas de grandes líderes. El ex Presidente Ricardo Lagos ha reiterado hasta la majadería, que “estamos orgullosos de lo que hemos hecho”. Sí, de la misma forma que estaba orgulloso, hasta el día de su muerte, Augusto Pinochet. Obvio, si Lagos fue más allá en establecer las políticas neoliberales, que el propio dictador. Orgulloso se siente también, el senador (gracias al sistema binominal) Fulvio Rossi, debido a que bajo su presidencia, el Partido Socialista, por primera vez, condena al régimen cubano por la muerte de un delincuente en huelga de hambre. También debe sentirse extremadamente orgulloso de no haber condenado al gobierno de su camarada Bachelet por el asesinato, por la espalda, a manos de carabineros, de un ciudadano, no delincuente, mapuche, y además, autorizar el más burdo montaje televisivo para inculpar a la víctima.

Por otra parte, la directiva del Colegio de Periodistas de Chile, ha enviado una carta al Presidente de la República, lamentando los despidos de periodistas que ejercían labores profesionales en los ministerios y otras reparticiones públicas. Es curiosa que esta preocupación, se haga manifiesta ahora, pues cuando gobernaba la Concertación, se discriminó en forma bastante reiterativa, a periodistas que no se habían “renovado”, prefiriendo, en muchos casos, a profesionales que sólo adularan las políticas públicas de los líderes de la coalición gobernante. ¿Por qué no se criticó a los gobiernos que sistemáticamente fueron cerrando los medios, especialmente escritos? ¿Por qué no se ha dicho nada contra el gobierno de Lagos que no quiso indemnizar a los legítimos dueños de Clarín? ¿Qué ha dicho el Colegio sobre la demanda de la revista Punto Final en contra del Estado (especialmente del gobierno de Bachelet), por la discriminación en el avisaje publicitario del gobierno? Basta de hipocresías. 

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