Reporteo de campo: José Peraza | Radio Progreso
Texto: Iolany Pérez | Radio Progreso
El Corpus es un pueblo minero en Choluteca, zona sur de Honduras. Su historia está marcada por tragedias como la ocurrida el 2014, cuando 11 mineros murieron soterrados durante la extracción de oro. La actividad minera se remonta a la época colonial, varios siglos después las comunidades más que riquezas lo que enfrentan es contaminación de sus fuentes de agua y aumento de la violencia.
El Estado ha sido el principal ausente. Esta realidad se extiende a otras comunidades del país. En la actualidad Honduras cuenta con 217 proyectos mineros en explotación, 183 en exploración y 292 concesiones mineras.
El sonido estridente de dos piedras moliendo broza se escucha en el pueblo todo el día. Las máquinas arrasan con el oro de una zona que alguna vez fue verde y frondosa, idónea para la siembra de café, según dicen sus habitantes.
Es el pueblo minero de El Corpus, en el sur de Honduras. Una zona ubicada en el llamado Corredor Seco que inicia en el sur de México y atraviesa gran parte de Centroamérica, hasta el noreste de Costa Rica.
El Corpus es una zona agujereada. Túneles y maquinarias son parte del paisaje cotidiano. Y para sus habitantes, el oro y la plata que se extrae no compensa la falta de agua, uno de los mayores problemas que aqueja a las comunidades.
Germán Chirino del Movimiento Ambientalista Social del Sur por la Vida (MASSVIDA) califica la situación como compleja y difícil. “El Corpus es un municipio con mucha carencia de agua y la poca que hay se utiliza para la extracción del oro”.
Chirino asegura que las fuentes de agua no son aptas para el consumo humano ya que son aguas agrias que salen con químicos, como resultado de malas prácticas en la extracción de minerales.
Los habitantes se quejan de que el gobierno local no hace nada frente a la contaminación y que existe un respaldo a las empresas mineras, pues en un pueblo que vive en la pobreza todo se justifica en nombre de los empleos y el pago de impuestos, a pesar de que estos sean “raquíticos”, según dice uno de los pobladores que por temor pidió la reserva de su nombre.
Rubén Pérez, regidor municipal —figura electa por voto directo en los municipios hondureños para representar a las comunidades— asegura que ha denunciado la contaminación de la principal fuente de agua, el río Calderas que está a punto de desaparecer, según dice, como resultado de la actividad minera. “Mucha gente no quiere que hablemos de estos temas porque con la minería se benefician muchas personas, es la única oportunidad de ganar algunos dineros para poder sobrevivir y asistir a sus familias”.
Oro y plata, pero principalmente oro, se extrae de forma industrial y artesanal en este pequeño pueblo. En la explotación industrial destacan las empresas Clavo Rico, Cerros del Sur, Águila Dorada y Minas del Sur
A nivel artesanal existen más de 200 rastras —máquinas en forma de molinos que muelen piedra para extraer el oro— que operan por medio del trabajo que realizan los güiriseros —personas que se adentran en los pozos, unos hoyos angostos y profundos, en busca de metales preciados, sobre todo oro—. “El Corpus es uno de los municipios del país con más oro”, dice Germán Chirinos de MASSVIDA.
Paradójicamente, ese metal, que se viene extrayendo desde hace muchos años, no está generando bienestar. Según el Índice de Desarrollo Municipal, El Corpus es un municipio categoría C: definido por la pobreza y falta de acceso a servicios básicos.
Un pueblo construido sobre oro
La minería se practica en El Corpus desde 1585, durante la época colonial, cuando la mina Clavo Rico, una de las más antiguas, comenzó a ser explotada por los españoles. En la actualidad Clavo Rico sigue operando.
Desde hace varios años, junto a la Minera Cerros del Sur, vendieron la mayoría de sus acciones a la empresa estadounidense Razor Resources Inc., cuyas oficinas están en Manhattan Beach, California.
Según recoge el informe ‘Territorios en Riesgo’, una investigación de Oxfam en coordinación con varias organizaciones no gubernamentales, Honduras cuenta con 217 proyectos mineros en explotación, 183 en exploración y 292 concesiones mineras en solicitud. A la fecha, en el municipio de El Corpus hay cinco concesiones mineras en explotación y dos en exploración, que en conjunto suman 3100 hectáreas de tierra.
El oro es tanto que, además de las empresas instaladas, también opera la minería artesanal, que no está necesariamente en manos de las comunidades y sus habitantes, sino controlada por la Asociación de Mineros Artesanales, una organización integrada por reconocidos terratenientes, amigos y familiares de políticos que emigraron de departamentos como Olancho, El Paraíso y Francisco Morazán para extraer oro, según contó a Radio Progreso Ana Zepeda, hija de una de las personas que integran la asociación.
Leónidas Zepeda, padre de Ana, es dueño de más de 40 manzanas de tierra y molinos artesanales que cada 24 horas logran sacar unos 35 gramos de oro, mismos que venden a las empresas Cerros del Sur o Clavo Rico. Cada gramo tiene un costo de 600 lempiras (aproximadamente 25 dólares).
Sin embargo, los pobladores aseguran que la municipalidad ha emitido permisos para esta extracción pero no hay una supervisión y seguimiento de cómo lo hacen. Intentamos tener una entrevista con el alcalde Luis Andrés Rueda pero no obtuvimos respuesta.
Ana Zepeda cuenta que su familia emigró a El Corpus hace varias décadas porque les dijeron que ahí podían mejorar sus condiciones de vida. Asegura que su tío, Geovanny Zepeda, es quien más oro saca. En cada molida extrae entre 300 y 500 gramos, porque cuenta con “tecnología de primera”. Sin embargo, los que integran la asociación de mineros artesanales y los dueños de las grandes empresas no viven en El Corpus, se van, al igual que los dineros que obtienen de la minería.
Quien sí reside en el municipio es Concepción Pérez y centenares de familias que viven en extrema pobreza. Sentado en el parque central de El Corpus, donde imperan los monumentos que hacen alusión a la minería, lo encontramos vendiendo frutas. Pérez es un hombre de 64 años que al saber que éramos periodistas dijo: “la minería es una enfermedad que está matando al pueblo. Si uno no muere soterrado buscando oro, se muere enfermo por tanto químico que usan”. Inmediatamente mostró sus manos y brazos enfermos, supuestamente por el mercurio que se usa para separar el oro de otros elementos.
Pérez estaba emocionado por contar su historia porque, según dice, a El Corpus no llegan los medios de comunicación para retratar la realidad de la población. Salvo que ocurra una tragedia como la del 2014, cuando 11 mineros murieron al quedar soterrados en una mina artesanal en la comunidad San Juan Arriba. Sus cuerpos jamás fueron recuperados y la justicia tampoco llegó para los familiares de los mineros.
Después de la tragedia, el Instituto Hondureño de Geología y Minas (INHGEOMIN), elaboró un informe donde expuso la necesidad de cerrar urgentemente toda actividad minera en San Juan Arriba. Sin embargo, a pesar de esas recomendaciones técnicas, las autoridades municipales, encabezadas por el alcalde Luis Andrés Rueda, solo emitieron una ordenanza de cerrar las actividades mineras por un mes y dejando la posibilidad de que las “rastras” continuaran trabajando unos días más.
Desde la tragedia ya han pasado seis años. La actividad minera no se detuvo, el alcalde, quien lleva su segundo período municipal, ha asegurado que cerrarla es atentar contra la única fuente de ingreso que tienen las familias en el sector. Así, bajo el aval del alcalde y el desinterés del Estado, la extracción de oro continúa como si nada hubiera pasado.
La histórica explotación minera en Honduras ha sido tan grande que ahora el oro ya no se encuentra en pedazos sino en partículas. Toca moler las piedras hasta deshacerlas. El cianuro funciona como imán que recoge estos microfragmentos de oro y las hace un solo cuerpo sólido. El resto del material es desechado en los patios o cañadas de la comunidad, sin control ni medidas de seguridad por parte de las autoridades, según dicen los habitantes del pueblo.
Concepción Pérez asegura que nunca ha recibido atención médica porque en la comunidad de San Juan Arriba, donde habita, no hay centro de salud y no cuenta con dinero para asistir a un médico privado. Él cree que su enfermedad es un hongo que le va comiendo la piel, y que la padecen todas las personas que se ven obligadas a buscar migajas de oro en los botaderos de los molinos artesanales o en la cañada que atraviesa la comunidad. El problema es que tampoco hay estudios en la zona que puedan confirmar las afirmaciones de Pérez, aunque muchos en El Corpus coinciden con él.
Las mismas enfermedades en la piel referidas por Concepción Pérez las padecían pobladores de la zona del Valle de Siria, centro de Honduras, donde la empresa minera Entre Mares S.A. (Goldcop) operó por más de ocho años bajo la modalidad de explotación a cielo abierto el proyecto San Martín. La diferencia es que en esta región sí se han realizado investigaciones al respecto.
“Se realizaron varios estudios y confirmamos que la actividad minera ha provocado graves problemas dermatológicos y de la vista, partos prematuros, malformaciones congénitas y abortos. También se detectaron niveles altísimos de metales pesados en la sangre de las personas. Lo más preocupante es que este tipo de contaminación permanecerá en el ambiente por más de 100 años”, alerta el doctor Juan Almendarez, director del Centro de Prevención, Tratamiento y Rehabilitación de Victimas de la Tortura (CPTRT).
La investigación “Contaminación de agua en el área de explotación minera del proyecto San Martín y repercusiones sobre la salud humana”, realizada por Flaviano Bianchini en 2006, reveló que todos los valores de plomo y arsénico en la sangre de las personas analizadas resultaron superiores a los valores considerados peligrosos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A pesar de estos antecedentes, en municipios como El Corpus la gente debe seguir arriesgando su salud para ganar un poco de dinero. Un obrero minero gana entre 250 y 300 lempiras (entre 10 y 13 dólares) al día, ya sea por extracción, acarreo o molienda de la broza, pero debido al alto costo de vida en la zona, las personas se ven obligadas a buscar migajas de oro en los botaderos de los molinos. “Haciendo esto se logran ganar entre 100 y 200 lempiras adicionales (entre 4 y 9 dólares) que apalean un poco la crisis económica”, contó Concepción Pérez mientras sobaba sus manos enfermas.
Ni la iglesia se salva
La actividad minera ya está en pleno centro de El Corpus y según sus habitantes, la empresa Cerros del Sur está adquiriendo terrenos en el casco urbano del municipio para la explotación a cielo abierto. Para obtener su versión llegamos hasta el municipio, pero fue imposible tener acceso a los representantes de la mina. La misma suerte tuvimos con los mensajes enviados a correos y sus redes sociales.
“Ahora en el pueblo, en el mero centro, se está dando toda la explotación minera, aquí arriba de la Iglesia hay toda una excavación, y eso a la larga va ser lamentable, una destrucción total”, dice el sacerdote Vicente Rueda, párroco de El Corpus.
El religioso cuenta que prácticamente al lado de la parroquia Nuestra Señora de la Purificación hay una enorme excavación y, en lugares donde antes había casas antiguas, ya no hay nada. Incluso desapareció un comedor infantil que estaba cerca.
La parroquia está sentada sobre una gran reserva de oro, está socavada en sus cimientos y la atraviesa un túnel de una vieja mina que también cruza todo el municipio. Ya no se celebran misas por temor a que en cualquier momento la iglesia se venga abajo.
Donald Hernández, experto en temas ambientales y coordinador del Centro Hondureño de Promoción para el Desarrollo Comunitario, CEHPRODEC, considera que el municipio de El Corpus es una bomba de tiempo por dos razones: la excavación ha llevado a que el pueblo pueda desaparecer en cualquier momento ya que su territorio está “agujereado” y, por otro lado, el municipio está ubicado en una montaña y su casco urbano está en una pendiente, lo cual, para él, implica un riesgo muy alto.
Así como lo han denunciado sus habitantes, Hernández cree que las mineras, tanto industriales como artesanales, están contaminando las aguas de los ríos cercanos a El Corpus, afectación que podría llegar incluso hasta el golfo de Fonseca. “Todo esto lo saben las autoridades y no han hecho absolutamente nada. Han pasado décadas y no existe ni desarrollo ni cambio en la forma de desarrollar la actividad”, dice Hernández.
Ante los señalamientos de contaminación ambiental, particularmente en las fuentes hídricas del municipio, buscamos tanto al alcalde Luis Ruedas como a Agapito Rodríguez, director de INHGEOMIN, pero ninguno accedió a dar declaraciones.
“La problemática en el sur [de Honduras] por el tema minero, y especialmente en el municipio de El Corpus, es bastante compleja, es una situación grave lo que está pasando, y nos preocupa porque la población está en peligro, la contaminación está por todo el municipio, las familias y su entorno peligran. Atender esta realidad se convierte en una necesidad urgente, estamos hablando de la salud de la ciudadanía y nuestro ambiente”, dice Germán Chirinos del Movimiento Ambientalista del Sur por la Vida (MASSVIDA).
La violencia acecha
Al grave problema de falta de agua y contaminación de las fuentes hídricas en El Corpus se suma la inseguridad, como resultado de los conflictos ambientales que se dan en la zona. Mineros agrediendo a pobladores y organizaciones que rechazan la actividad o mineros enfrentados por pedazos de tierra para escarbar. Como si esto fuera poco, también está la venta y consumo de droga que, según sus habitantes, ha crecido en los últimos años.
Los güiriseros, para obtener el oro de las profundidades de la tierra, en muchos de los casos lo hacen bajo los efectos de las drogas, principalmente cocaína. “Allí se ha proliferado bastante la venta de droga […] las personas que deben irse a muchos metros de profundidad, no lo hacen en sus cinco sentidos porque les da miedo exponerse a todo eso, allí no hay ninguna medida de seguridad, todo es a pura fe de Dios que no pase nada”, cuenta Sabas Portillo, director de la Pastoral Social de la Iglesia Católica, Cáritas.
El sacerdote Rueda también insiste en este problema. “Muchas personas se quedan sin trabajo pero también se quedan con el vicio. Y al no tener trabajo y ser consumidores de drogas, entonces delinquen, roban. Es todo un círculo vicioso que nos está dejando un incremento en los hechos de violencia”.
Los robos van en aumento e incluso los feligreses ya no participan en las celebraciones de la Iglesia por temor a ser asaltados. “La violencia más cruel, como los asesinatos, se da por las disputas del oro”, dice Rueda quien, además, condena el silencio de las autoridades municipales y policiales.
Rubén Pérez Gómez, regidor municipal de El Corpus, afirma que es lamentable y penoso que en un municipio que ha sido muy tranquilo, donde antes se podía hasta dormir fuera de la casa en una hamaca y no pasaba nada, hoy no haya tranquilidad por los pleitos que genera la disputa por el control de oro.
“Se han conformado grupos que han intimidado a la población y efectivamente se dan asesinatos. Hay unos grupos organizados que ponen terror en las comunidades”, dice el regidor, pero no se atreve a dar muchos detalles por temor.
En nuestro recorrido por el municipio intentamos dialogar con el alcalde y demás regidores municipales sobre todas las denuncias de los habitantes de El Corpus pero no obtuvimos respuesta a pesar de la insistencia.
Hasta el momento no hay respuestas ni soluciones a la vista para este municipio incrustado en una montaña de donde se extrae oro en cantidades industriales. Ese metal ha sido el causante de grandes tragedias que van desde mineros soterrados, contaminación de sus fuentes de agua y aumento de la violencia. Una triste realidad donde el Estado ha sido el principal ausente y donde toda una población pareciera estar condenada a quedar bajo tierra.
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