viernes, 21 de mayo de 2010

Nicaragua: La traición de los intelectuales

Jorge Capelán


[Revista Correo #8-2010] Se puede afirmar que lo más granado de la una vez denominada ”intelectualidad revolucionaria” nicaragüense le ha dado la espalda a su pueblo, al que le deben muchas distinciones, premios y críticas elogiosas sin las cuales sus carreras no serían lo que son hoy en día. ¿Se puede hablar de traición? Claro que sí. Pero estemos claros que sólo los hombres libres, los revolucionarios, traicionan, el hombre burgués no.
El homo económicus del capitalismo no puede traicionar. Su esencia motivacional, lo que le mueve, es la búsqueda incesante del beneficio personal, la acumulación de recursos que en algún momento se pueda traducir en capital: Los títulos, las prebendas, la fama, los minutos de exposición mediática y, claro ésa, el metálico contante y sonante.
El pensar en los demás, el correr riesgos por lo que se piensa es justo, el sacrificarse por un ideal, el dar sin recibir dinero a cambio son gastos superfluos, cosas que no pertenecen a la esfera del hombre burgués por más que los ideólogos del capital a cada rato anden invocando motivos superiores para su afán de ganancia y conquista.
En la sociedad capitalista, los intelectuales no se diferencian de los zapateros, albañiles, abogados, tortilleras o cualquier otro grupo profesional. Venderse, hacerse comprar y consumir, esa es la ley de hierro del mercado. El que vaya en contra de ella será tarde o temprano tildado de tonto, soñador o peligroso revolucionario – y deberá asumir las consecuencias.
Escribía Marx en sus manuscritos económico-filosóficos1:
”La producción produce al hombre no sólo como mercancía, mercancía humana, hombre determinado como mercancía; lo produce, de acuerdo con esta determinación, como un ser deshumanizado tanto física como espiritualmente. Inmoralidad, deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas. Su producto es la mercancía con conciencia y actividad propias..., la mercancía humana.”
¿Qué nos está diciendo el joven Marx, cuya línea de pensamiento, al contrario de lo que afirman los posmodernos ”renovadores”, siguió viva y se desarrolló en toda la obra del maestro alemán? Que dentro del sistema capitalista nos transformamos en mercancías igual a las que producimos: libras de arroz, poemas, repuestos de automóvil o lo que sea. Sólo que somos unas mercancías especiales, ”con conciencia y actividad propias” en un sistema hecho para producir ”inmoralidad, deformación, embrutecimiento de trabajadores y capitalistas”.
En vez de cambiar pan por pan, amor por amor, sudor por sudor, ideas por ideas, medimos lo que creemos que somos por un ”equivalente general”, una ”gelatina de trabajo abstracto” que es el valor de cambio. Ese ”valor que se valoriza a sí mismo” es un fetiche de apariencia ”natural” pero de sustancia social, y por lo tanto, posible de abolir.
Lo que hagamos en nuestras vidas en contra de la ley del valor, lo haremos en contradicción con los mandatos del capitalismo. Lo que hagamos con el fin de llegar a ser seres humanos completos, lo haremos, en última instancia, como revolucionarios. Por eso es que, si decimos que personajes como Sergio Ramírez, y muchos otros han ”traicionado” es también porque reconocemos que en algún momento de sus vidas albergaron, o dijeron albergar, la ambición de superar los marcos estrechos de la ética burguesa junto con otros seres humanos.
Así que los aludidos en este texto no tienen por qué sentirse ultrajados por los conceptos que verteremos a continuación, en todo caso se deberían sentir tomados en serio por lo que un día dijeron pensar o hicieron.
No nos mueve, aclaramos, el interés de ajustar cuentas: ¿para qué, si aquí seguimos ”haciéndole güevo” a esta revolución, contentos como perros con dos colas? Escribimos estas líneas para entender qué fue lo que pasó, para entender lo que está pasando y por qué. Señores y señoras ”renovadores”, ”probos”, dueños de toda moral y pureza:
No se den tanta importancia, porque estas líneas no son para ustedes, son para nosotros.
Lo que esos intelectuales hicieron en el pasado por amor a esta revolución ya no les pertenece. La ”Nicaragua, Nicaragüita”, ”La consigna”, ”La hora Cero” y tantos otros símbolos de lucha y resistencia le pertenecen a este pueblo revolucionario. A ellos lo que único que les queda son unos papeles que dicen ”copyright”. Da pesar, porque es verdaderamente triste ver cómo algunos seres humanos cercenan voluntariamente lo mejor de su persona a cambio de unas pocas monedas, prebendas o adulaciones de los patrones de las ideas.
La larga noche neoliberal
El neoliberalismo hizo un daño terrible en el terreno de las ideas, y no sólo a los intelectuales. Por ejemplo, hoy en día, por todos lados se habla de "sensibilizar" a la gente; para abatizar, para que no boten la basura en cualquier lado, para que manden a sus hijos a la escuela, etcétera. No, lo que se busca es precisamente lo contrario a sensibilizar. Lo que se busca es hacer conciencia, es decir, concientizar.
Se "sensibiliza" a alguien apelando solamente a los sentimientos por los sentimientos mismos. Esa es la manera de funcionar de la publicidad. La concientización funciona al revés: moviliza los sentimientos a partir de una toma de conciencia crítica de la realidad.
Otro ejemplo: todavía se habla mucho de "consumidores" y "usuarios" cuando en realidad, desde una perspectiva de restitución de los derechos, se debería hablar de sujetos y actores, de ciudadanos y de pueblo, de clase trabajadora, de mujeres, de campesinos, de miskitos, de mayagnas, etcétera.
La ola restauradora y contrarrevolucionaria del neoliberalismo, aunque afectó a toda la sociedad, no logró, sin embargo, sus dos principales objetivos: la destrucción del FSLN y la reinstauración del protectorado somocista. Una causa fundamental de este fracaso es que el Frente Sandinista jamás renegó de su compromiso histórico con la liberación nacional y el socialismo, no renegó de su historia y, algo muy importante en un contexto latinoamericano, nunca renegó de su solidaridad con la revolución cubana.
Los sectores del sandinismo que, por el contrario, se fueron alejando de las definiciones fundamentales del movimiento y perdieron la lucha ideológica y política dentro del Frente terminaron, como sabemos, en los brazos de la oligarquía y de la sociedad civil prefabricada por los Estados Unidos y la Unión Europea.
¿Sombas, nada más?
Si empezamos este texto citando al joven Marx de los Grundrisse no fue por casualidad, sino porque esa frase empieza nombrando algo a lo que el neoliberalismo y todas las ideologías ”post” afines al mismo (el postmodernismo, el postestructuralismo, el postmarxismo, etcétera) le huyen como a la peste: la producción y el trabajo, el ensuciarse las manos tocando los objetos de este mundo, en fin, la praxis. ”¡Todo son símbolos!” dicen, y también dicen ”la revolución de los 80s fue una ilusión”.
Cuando la Revolución Popular Sandinista triunfó el 19 de julio de 1979, reivindicando las ideas de Sandino, Fonseca y el Ché, de la Revolución Cubana y de la Teología de la Liberación, hacía ya buen rato que en las universidades europeas se estaba vaciando de contenido revolucionario al marxismo,2 entre otra cosas, a raíz de la derrota del Mayo Francés, del golpe contra la Unidad Popular en Chile, del asesinato del Ché en Bolivia y de otra serie de derrotas de la izquierda mundial.
Ya no estaba bien hablar de un sujeto para el cambio social ya que esto se consideraba ”totalitario”. Lenin, el gran continuador del marxismo en la era del imperialismo, fue dejado de lado por ”anticuado”, ”voluntarista” y ”autoritario” junto con el Ché y muchos otros revolucionarios. Del énfasis en la acción transformadora se pasó a absolutizar el lenguaje, y de la lucha política por la transformación de la sociedad se pasó a las ”políticas de la identidad” de grupos aislados de los sectores oprimidos, como las mujeres, los gays y los pueblos originarios como algo opuesto a las tendencias ”totalizadoras” del socialismo.3
A Nicaragua esta ola postmoderna llegó con retraso de unos diez años y cobró cuerpo con la derrota electoral de 1990 y la crisis que ésta produjo entre los revolucionarios. Trataremos de ilustrar este proceso de involución ideológica y política disfrazado de renovación tomando como ejemplo a uno de los casos más emblemáticos, el del escritor Sergio Ramírez Mercado:
En una entrevista concedida a Carlos Powell en 20034 con el paradójico título ”El deber de contar es un deber serio”, Ramírez, a propósito de su novela ”Sombras nada más”, explica:
”Todo es fabricado. Todo se hace atando cabos. Aparenta ser una novela testimonial porque inserta testimonios que también son ficticios, y luego se da noticia detallada de estos testimonios, de dónde han sido tomados, en qué circunstancias fueron conseguidos, para terminar de convencer al lector. Yo creo que en la medida en que el lector queda convencido de que lo que le estoy contando es real, yo estoy desempeñando mi papel. Mi papel es buscar cómo engañar al lector.”
Desgraciadamente, los trucos dramáticos de Sergio Ramírez no tienen nada de literario y sí mucho de político. Tirando la piedra y escondiendo la mano, técnica favorita del El Nuevo Diario, el autor dice: ”Yo me cuido de dar opiniones en mis novelas, sino, le quitaría ese papel a mis personajes.” Eso no le impide equiparar bajo la etiqueta de ”atrocidades” una masacre de niños perpetrada por la Guardia Nacional y el ajusticiamiento de un esbirro somocista a manos de los guerrilleros, o dejar a uno de sus personajes femeninos decir del fundador del Frente Sandinista Carlos Fonseca Amador que ”Una vez nada más lo vi y me aburrió con su fanática letanía”.
Ramírez, cuya técnica literaria previamente él mismo definió como un intento de engañar al lector, en la entrevista critica el machismo presente en las filas del sandinismo. Por supuesto, su mirada selectiva le impide ver que al lado de ese machismo existían innumerables pruebas de lo contrario. En una harto rancia operación ideológica, utilizada en todas las épocas por la reacción para denostar a los movimientos revolucionarios, absolutiza un aspecto, y focaliza su crítica sobre una figura, en este caso la del comandante Carlos, cuando es más que conocido su papel como el dirigente más intransigente con las desigualdades de género dentro de la guerrilla sandinista.5
Si para el posmoderno ”todo son símbolos” y la realidad un atributo derivado, hay que agregar que esos símbolos deberán en algún momento, terminar necesariamente por traducirse en símbolos pecuniarios. Para la postmodernidad ex-sandinista, a menudo el proceso de transformación de las palabras en oro recorre un largo camino que va desde la acumulación de capital-prestigio a costa de la revolución a su revalorización por medio de claudicaciones iniciales, a su reconocimiento en el seno de la familia de hijos pródigos del complejo multinacional cultural-propagandístico.
Es sabido que Ramírez, luego de la derrota electoral de 1990 lideró el grupo de parlamentarios y otros ex-funcionarios del gobierno sandinista de los 80s que demandó un aggiornamento6 del movimiento que renunciara a la lucha por el socialismo y la liberación nacional al tomar distancia de los discursos antiimperialistas y clasistas.7 Luego, este Movimiento Renovador Sandinista dirigido por Ramírez no tuvo ningún problema para aliarse con los sectores más reaccionarios de la oligarquía con el fin de impedir que el FSLN pudiese levantar cabeza: ”Nunca más,” parecían haber jurado.
En 1998 la casa editorial Alfaguara le concede su primer premio de novela a Ramírez por la obra ”Margarita, está linda la mar” que le reportó al autor la jugosa suma de 167.336 dólares o unos 25 millones de pesetas de la época8. Por esa misma obra recibió, en enero de 2000, el premio de Casa de las Américas. En ese entonces, la institución cubana fue calificada por Ramírez como ”todo un universo cultural para la América Latina”9 En esa oportunidad, Ramírez dijo de la Revolución Sandinista:
”Estábamos empeñados en derrocar a una dictadura obscena, y lo conseguimos. En esa revolución, una tarea hermosa y fundamental en mi vida -y siempre he dicho, no sin nostalgia, que no la cambiaría por nada- entré como escritor, apartando mi oficio porque eran tiempos de llamado a filas. Otros, entregaron más que yo, aún la vida.”
Probablemente, al momento de redactar esas frases ya Ramírez se encontraba escribiendo su próxima obra, una puñalada por la espalda a ”esos otros” que habían entregado la vida por la revolución. Fue así que Ramírez escribió su arrepentimiento total de la Revolución Sandinista con el título ”Adiós muchachos” publicada al año siguiente y que le valió el reconocimiento del New York Times como ”una de las más distinguidas figuras de la literatura hispanoamericana”10 - un universo que comprende nombres como los de Borges, Carpentier, Cortázar, Rulfo, Vargas Llosa, García Márquez, y decenas de grandes autores. La literatura latinoamericana es una mesa con muchos comensales y, seamos honestos, es una tarea delicada ver a quién sacar de ella para poner a... Sergio Ramírez.
Cómo, según el autor, todo no es sino ”sombras, nada más”, como su tarea de escritor no consiste sino en ofrecer al lector una mentira creíble, como ya le dijo ”adiós” a ”los muchachos”, a partir de los primeros años del nuevo siglo, el escritor ex-sandinista se ve cada vez menos obligado a mantener la más mínima apariencia de izquierdista.
Su propuesta política, de socialdemocracia pasa a ser una de ”democracia contra dictadura”, su sujeto social pasa, de ser el pueblo, a convertirse en la ”sociedad civil” y su propuesta cultural, pasa, del humanismo a la defensa de los peores productos pseudoculturales del neoliberalismo.
Así es como, para la fecha en que Rebelión.org publicaba su entrevista con el autor, en abril de 2003, éste firmaba un pronunciamiento condenando el encarcelamiento de 75 mercenarios financiados por la SINA en La Habana. Unos años y varias crónicas en los grandes diarios de la derecha latinoamericana más tarde, ya Ramírez no tendría el más mínimo empacho de verter todo su odio contra Cuba, Venezuela y la izquierda:
En agosto de 2006 le explica a los lectores de El Nuevo Diario11 que ”la revolución cubana es un experimento fallido” y un año más tarde,12 desde Argentina, agrega que Hugo Chávez, Fidel Castro y Daniel Ortega son ”caudillos posmodernos”.
La lógica de su desarrollo (en realidad, involución) intelectual, lo lleva a oponerse a la no-renovación de la licencia del canal venezolano RCTV en mayo de 2007.13 No es casualidad que Ramírez hubiese salido en defensa de este canal que, además de golpista, era un foco de anticultura dirigido contra el pueblo venezolano. Como buen intelectual "post", Ramírez ya no cree en un sujeto del cambio social sino en una sociedad civil de ONGs diseñadas por encargo.

Tal y como lo han hecho gran cantidad de artistas e intelectuales ex-izquierdistas en los últimos 30 años, en la práctica Ramírez ha dedicado todos sus esfuerzos a destruir activamente a dicho sujeto.
El reconocimiento a semejante desarrollo político a la ultraderecha vendría, por ejemplo, el 12 de enero de 2009,14 cuando el ”demócrata” anticubano Raúl Rivero15 en Cubanet, la web de la Fundación Nacional Cubano-Americana,16 elogiaba el último libelo de Ramírez17 en el que acusaba a Chávez y a Daniel Ortega de ser dictadores que andan en avión mientras sus pueblos se mueren de hambre. Ya antes, el anticomunista Rivero había salido defendiendo a Ernesto Cardenal y a Ramírez de la supuesta persecución de la que serían objeto por parte del ”Orteguismo”.18
El 21 de noviembre de 2009 se enfrentaron en Managua dos sociedades civiles. Una de ellas movilizó a unos 7.000 simpatizantes, la otra, a 370.000. Una de ellas protestaba contra la ”dictadura sandinista”, la otra celebraba una victoria aplastante en las elecciones municipales del año anterior. En una de ellas, Arnoldo Alemán y Eduardo Montealegre, responsables del robo de unos 900 millones de dólares del pueblo nicaragüense a lo largo de los años, marchaban al lado de los Cardenales, de los Chamorros, y toda una parafernalia de políticos ex-sandinistas convertidos en neoderechistas.
Una propuesta nada original
¿Qué andamiaje intelectual se esconde tras esta práctica de bandazos políticos adornados de bellas frases?
Una poetisa de gran talento como Gioconda Belli, que en sus días de revolucionaria sandinista supo recibir el premio Casa de las Américas 1978 por su libro Línea de Fuego, aún en 2005 escribía pronunciamientos a favor de Cuba motivándolos "Me sumo a los intelectuales que protestan contra una nueva condena a Cuba, orquestada desde Washington".19

Tres años y medio más tarde, mientras las torres gemelas del sistema financiero mundial se sacudían en sus cimientos y recién electo Barak Obama, Belli proclamaba en un artículo la mañida tesis del ”fracaso de los sistemas”.20
En ese artículo, la poetisa escribía ”Tan trágicos son los explotados mineros cubiertos de lodo de las Minas de Loma Panda en Brasil, como los balseros cubanos, arriesgando sus vidas sobre endebles barquitos en los que esperan alcanzar la supuesta prosperidad en Estados Unidos” como si Belli ignorase el hecho de que son los Estados Unidos (la potencia capitalista) los que han sometido a los ciudadanos de la isla socialista a la cínica y cruel Ley de Ajuste Cubano que premia la emigración ilegal, o a un brutal bloqueo económico y a 50 años de agresiones ininterrumpidas.
El artículo de Gioconda Belli es una declaración programática de esta izquierda renovada (en realidad, neoderecha) de pasado sandinista y sociedad civil creada por encargo. Firmemente posicionada en los discursos postmodernos del fin de las ideologías y los grandes sistemas, la autora nos plantea la tesis (nada original, por cierto) de que no debemos seguir anclados en las ideas pasadas de moda de la lucha de clases, y nos llama a dedicarnos a ”buscar la felicidad”.

Todos los que no pensamos como ella somos, naturalmente, dogmáticos totalitarios que le queremos imponer nuestras doctrinas.
Fiel al fetichismo burgués que toma por cosas lo que son procesos históricos y sociales, Belli nos viene con el (viejo y gastado) planteamiento de que ”tanto el capitalismo como el socialismo, han fracasado en su intento de conducirnos a la tierra prometida de igualdad, fraternidad y libertad .” Como si el capitalismo y el socialismo fuesen dos proyectitos de ONG salidos de la pluma de un Adam Smith o de un Carlos Marx, y como si la lucha por la construcción del socialismo no fuese una consecuencia de las contradicciones del propio capitalismo.
En una frase que no tiene desperdicio, la autora escribe: “Mientras el capitalismo endiosó el dinero y cosificó al hombre, el socialismo endiosó al partido y sacrificó a los individuos en el altar de su peculiar concepto de pueblo.”

Admitiendo que el capitalismo transforma al hombre en una cosa (o sea, lo cosifica), Belli no tiene por su parte ningún problema en cosificar el socialismo, es decir, el movimiento histórico de las grandes masas oprimidas por liberarse de la opresión capitalista.
Según el cliché liberal usado por la autora, el socialismo habría sacrificado al hombre a costa del partido ”y de su peculiar concepto de pueblo”.
Movimientos tan dispares como la Revolución Cultural china, la Revolución de Octubre, la Unidad Popular de Allende, el ataque al Moncada o las insurrecciones contra la dictadura somocista son englobadas en un sólo molde explicativo: el del pobrecito ”individuo” oprimido por el terrible Leviatán del Estado y el Partido, es decir, la misma caricatura del socialismo que, desde hace décadas, los editoriales de la Pren-CIA S.A. repiten cada semana.
Parece que a Belli, que participó activamente en la lucha contra la dictadura somocista y en la revolución sandinista durante la década de los 80s, se le olvidaron las duras condiciones bajo las que hubo que tratar de construir el socialismo, así como los miles de muertos necesarios, tanto para derrocar a la dictadura como para defender el nuevo poder revolucionario. Ahora resulta que todo eso no fue más que un error, un proyectito fracasado que se puede echar al cesto de la basura. Ahora resulta que todos esos muertos no fueron obra de las balas del imperialismo, es decir, del sistema capitalista, sino del afán totalitario de los revolucionarios.
De ahí en más no es difícil para la autora dar rienda suelta a todas las falsificaciones más vulgares del pensamiento de Marx, Lenin, Gramsci y demás revolucionarios de este movimiento supuestamente fracasado y concluir, faltaba más, con la tesis uribiana del ”imperialismo de Chávez”.
De ahí en más no es difícil para la autora dar rienda suelta al postmoderno libre juego del lenguaje y llamar ”pre-socialista” al rescate de los bancos hecho por Obama, ”imperialismo” a cualquier tipo de relaciones internacionales y ofender la capacidad intelectual del lector con formulaciones como ”si el imperialismo es la fase superior del capitalismo y éste está en crisis, la crisis es una crisis del imperialismo” (y no del capitalismo).
En un revelador lapsus de sinceridad, Belli escribe: ”Parece que sufrimos una crisis de imaginación y en países como el nuestro ésta sea quizás la más grave,” una afirmación más que pertinente en lo que respecta a un ”sandinismo renovado” devenido en furgón de cola de la oligarquía histórica de Nicaragua.
Para Belli, como para todos los demás ”renovadores”, el capitalismo tiene un lado ”malo” (Bush y sus guerras, etcétera) y un lado ”bueno” (el mercado y la supuesta libertad del individuo, los Demócratas estadounidenses, etcétera).
Ellos, como todos los revisionistas desde Bernstein hasta nuestros días, proponen conservar el lado bueno y eliminar el malo. Con respecto al socialismo, proponen eliminar de éste a todos los elementos y movimientos que levantan la perspectiva de la lucha y el tema del poder. No les gusta el ”peculiar concepto de pueblo” marxista que hace referencia a la alianza entre las clases oprimidas y prefieren ser parte de una ”sociedad civil” supuestamente pura, ética y transparente.
Ese tipo de maromas ideológicas tiene más de 100 años de repetirse en diversas coyunturas de crisis interimperialistas, siempre ejecutadas por personas y grupos que se autodenominan tolerantes, pacíficos, no-dogmáticos y éticos, y que siempre, infaliblemente, terminan apoyando las causas mas reaccionarias, desde los ”socialistas” que a principios de siglo votaron por sus burguesías a favor de una guerra mundial que causó millones de muertos, hasta los que hoy apoyan todas las ”guarimbas” financiadas por los Estados Unidos en cada uno de los países del ALBA.
”¿Por qué aferrarnos a definiciones sistémicas, como si sólo dentro de uno de estos sistemas estuviese nuestra salvación?” pregunta Belli retóricamente y responde: ”Yo propongo un nuevo sistema: el felicísimo…. el que persiga la felicidad. Los reto a definirlo.” Este original sistema no lo es tanto: Tiene trescientos años de existencia y se llama capitalismo.
”La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad,” (en inglés ”life, liberty and the pursuit of happiness”) es una de las frases más famosas de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos de 1776 y sus orígenes se remontan a las ideas del filósofo liberal John Locke a inicios de siglo XVIII en Inglaterra. Locke, considerado en círculos liberales como ”el filósofo de la libertad”, según explica Eduardo Galeano,21 ”era accionista de la Royal África Company, que compraba y vendía esclavos” y cuyos barcos negreros tenían nombres como ”Voltaire, Rousseau, Jesús, Esperanza, Igualdad, Amistad”.
En su época, los representantes más prominentes de la ideología liberal que proclamaban la igualdad de todos los seres humanos, se opusieron férreamente a todos los intentos de liberación de los pueblos oprimidos llamándolos bárbaros y proclives a las dictaduras. La mayoría de ellos no creía que la libertad, la fraternidad y la igualdad deberían extenderse a todo el género humano. En nombre de la libertad, invadieron, ocuparon y asesinaron millones de hombres, mujeres y niños.
A la muerte de Marx y Engels, un nuevo movimiento cobró fuerza al interior de la Segunda Internacional, el revisionismo22. Nacido en el período entre la primera gran crisis global del capitalismo (1873-1896)23 y la antesala de la Primera Guerra Mundial, este movimiento propugnaba que las predicciones del marxismo habían resultado erróneas, que los obreros ya estaban viviendo mejor, y que de entonces en adelante se podría construir el socialismo con reformas y con la colaboración de la burguesía.
Los revisionistas despreciaban la dialéctica, aborrecían todo llamado a la lucha de clases, negaban la existencia del imperialismo y apoyaban el colonialismo. Como sus colegas ”renovadores” de hoy en día, se autoproclamaban demócratas y tolerantes. Bajo la influencia de esta escuela reformista, casi todos los parlamentarios de la Segunda Internacional votaron a favor de créditos de guerra a sus respectivas burguesías que precipitaron a Europa a una masacre que dejó un saldo de ocho millones de muertos y seis millones de inválidos.
Si las izquierdas reformistas de los países imperiales, en sus variantes revisionistas, eurocomunistas o postmodernas, tienden a hacerle el juego a las políticas de sus propias burguesías, en los países del tercer mundo éstas tienden a ser absorbidas por los planes de conquista imperiales y por las élites colaboracionistas criollas. Mientras que en unos países se suman a los organismos para-estatales de ”ayuda humanitaria”, en los países del tercer mundo tienden a formar ONGs ”tóxicas” financiadas con fondos de los países imperialistas destinados a la desestabilización y la guerra.
De Izquierda renovada a Derecha reciclada
Los intelectuales ”renovadores” no constituyen renovación alguna. En el caso de nuestros ex-sandinistas, como en el de otros ex-izquierdistas latinoamericanos como Teodoro Petkoff en Venezuela, se puede afirmar que constituyen una neoderecha funcional a los planes más retrógrados del imperialismo.

Es difícil ver a estos intelectuales, a diferencia de un Tony Negri (el de la tesis del ”Imperio sin imperialismo”) o de un John Holloway (el de la tesis de que ”no hay que tomar el poder”), como izquierdistas confundidos.
En la Nicaragua actual es imposible no darse cuenta de que al hablar de la ”dictadura de Ortega” se está apoyando la agenda de las embajadas de la OTAN. Al atacar las supuestas ”medidas populistas” del gobierno, es imposible no darse cuenta de que se está atacando al único gobierno que se ha tomado en serio los problemas del país desde 1990.

Al cobrar los cheques de las ONGs, es imposible ignorar cuál es la mano que los firma. Al participar en las actividades de la sociedad civil ad-hoc, es imposible ignorar la ausencia de pueblo.
¿Traicionan estos intelectuales? Claro que sí.
Se traicionan a sí mismos, pero eso es lo de menos. Traicionan a su propio pueblo y sus esfuerzos por lograr una vida digna. Traicionan a los que ofrendaron sus vidas en la lucha contra la muy real y perversa dictadura somocista, y en la defensa de la muy real y profunda Revolución Popular Sandinista.
Pero también traicionan los anhelos de liberación de millones de latinoamericanos que ven en el ALBA la materialización de 500 años de lucha y resistencia. Traicionan todo esto al boicotear la solidaridad internacional con Nicaragua, y traicionan la buena fe de miles de personas progresistas y de izquierda que a lo largo y ancho del mundo todavía confían en sus viejas credenciales revolucionarias.
En la era del ”poder inteligente” en la que un presidente negro en la Casa Blanca carga con el pesado fardo del Hombre Blanco y declara la guerra al mundo en aras de la Civilización Occidental y sus múltiples crisis, en el Tercer Mundo no faltan los portadores contemporáneos de la Maldición de Malinche, dispuestos a ayudarle.

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