Por Ricardo Salgado
Después de dos años Honduras es readmitida en la OEA, mientras en el país circulan argumentos y conceptos que tienden a distorsionar lo que ha sucedido el día de hoy. Los actores fundamentales de todo el proceso son varios, pero sobresalen los países de América Latina, el gobierno norteamericano, los golpistas, el ex presidente José Manuel Zelaya y, por supuesto el pueblo hondureño en resistencia.
Por alguna razón que ahora se ve distante y borrosa, llegamos a creer que la comunidad internacional estaría en capacidad de hacer justicia contra los responsables del Golpe de Estado, y los autores intelectuales de los crímenes de lesa humanidad, que aún continúan impunes, y a los que habrá que sumar los que están por cometerse. Existen algunas cosas que aceptamos como hechos dados, y que siempre debemos tomar en cuenta: a) Siempre los golpes de Estado en América Latina fueron ejecutados con el conocimiento, el consentimiento y la complicidad del gobierno norteamericano; el golpe de Estado en Honduras, en junio de 2009 no fue la excepción. b) Los gobiernos latinoamericanos nunca pudieron revertir un Golpe de estado, y la experiencia de la suspensión de Honduras en julio de 2009 es el primer antecedente de aplicación de la Carta Democrática de la OEA, que se dio por unanimidad y reflejo más la preocupación de los países miembros que su capacidad de revertir el cuartelazo apoyado por Washington. C) La única fuerza punitiva con que cuenta el mundo está en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, cuyas acciones militares, siempre lideradas por Estados Unidos, solo han servido para avasallar naciones en todo el planeta, con la mayor indefensión que la humanidad haya conocido. Nunca este organismo sirvió para frenar una acción contra un gobierno o Estado Democrático.
En agosto, septiembre y octubre de 2009 se escucharon muchas voces que clamaban por la intervención militar contra el golpismo en el apogeo de su brutalidad. En ese momento escribimos dos trabajos oponiéndonos a esa posibilidad, pues consideramos que la violación de nuestro derecho de autodeterminación nos podía someter a una larga ocupación militar extranjera, y que la misma solo beneficiaría aún más a los criminales golpistas. La votación de hoy en la OEA reflejo esa misma preocupación, cuando en cada discurso, se escuchaba el clamor por el respeto a los derechos humanos y a la auto determinación de los pueblos.
El excepcional caso de una Honduras aislada se debe fundamentalmente a la lucha del pueblo, la solidaridad de los países del continente (Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, etc.), así como la participación de Manuel Zelaya en un largo proceso que lo llevo por diversas formas de violación a sus derechos ciudadanos. La comunidad latinoamericana llegó al punto máximo de sus capacidades, mucho antes de que nosotros nos lo imagináramos. Después el escenario se mantuvo, pero no podía avanzar; la comunidad de países no puede defender la democracia de sus enemigos, por ahora esa es una verdad categórica.
Muchos gobiernos respondieron a la voluntad del Departamento de Estado gringo casi de inmediato, reconociendo incluso el remedo de elecciones del noviembre de 2009, como un acto de restitución democrática, sin importar lo que sucedía al interior del país. En este punto lo más sensato para nosotros es detenernos a reflexionar sobre un aspecto básico que debemos aceptar sobre la posibilidad de hacer justicia; solo transformando el país, y tomando el poder político de la nación estaremos en posición de garantizar la justicia y la reparación que necesitan las víctimas de este trágico evento anti democrático.
Hemos podido constatar a lo largo de 23 meses que el golpe tiene raíces profundas en la defensa del modelo neoliberal, que nos asfixia pero compensa generosamente a sus apologistas; tuvimos enfrente una y otra vez la muerte como símbolo del sistema, o nos matan a tiros, o con gases o, simplemente, de hambre. Revertir esto requiere ya no solo de una propuesta político – ideológica, sino de una alternativa completa de vida, ante las fuerzas incontroladas que imponen a sangre y fuego toda esta injusticia, y la desigualdad que nos mantiene tan lejos de vivir, aunque sea un poco.
La justicia es una tarea que tenemos pendiente, y solo será posible si somos capaces de construir una Honduras nueva, no desde la subjetividad de nuestros anhelos, sino desde la práctica revolucionaria constante, firme, consciente e indeclinable. Ninguna lucha es tan difícil como para no ganarla, pero ninguna es tan fácil como para ganarla sin pelear, de aquí que es nuestra obligación patria encontrar las avenidas del entendimiento, que nos lleve a estructurar lo que haga falta para tomar el poder; es incluso necesario entender muy bien lo que significa este concepto, pues tiene mucho que ver con las cosas que ahora nos agobian.
En la actualidad, los grupos que promueven la destrucción de la nacionalidad por medio de una profundización radical e irreversible del neoliberalismo en su fase más destructiva, controlan de hecho el poder, y mantienen su hegemonía en el país mediante un ejercicio férreo de la superestructura opresora, destinada a defender sus intereses. Ellos no se van a detener para tener alguna consideración, al contrario, siempre debemos esperar de ellos lo peor; en consecuencia, nuestros mártires y la sangre derramada por ellos sigue con nosotros y avanzamos para que su caída no haya sido en vano, con la mira puesta en el futuro. Hay muchas cosas que debemos ver más allá de lo que nos gusta ver, sobre todo, las acciones audaces de nuestros adversarios que no se han detenido en la ejecución de sus planes, o los planes del imperio.
Muchos dirán que el orden de los factores no altera el producto, en estas circunstancias es más complicado pensar que podamos completar una tarea de refundación sin el poder político de la nación. Sin embargo, hay otros asuntos que deben atraer nuestra atención, por ejemplo ¿qué sucedería, como es muy factible, si Lobo Sosa llama a una Asamblea Nacional Constituyente? ¿Cuál es nuestra disposición de pararnos de frente a este adversario que no nos supera en número, pero dispone de todos los recursos que proporciona la derecha nacional e internacional? Cuando vemos el Acuerdo de Cartagena, y la readmisión de hoy ante la OEA del régimen, deberíamos preocuparnos más de lo que nosotros podemos a hacer, que de aquellas cosas que equivocadamente pensamos que harían por nosotros.
Hemos resistido, nuestro pueblo ha sido modelo de dignidad y temple, ahora nos toca caminar hacia el frente, no hay mucho más.
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