jueves, 16 de junio de 2011
Grupo Socialista-Morazanista: Posición con respecto al escenario electoral del F.N.R.P.
Vos el Soberano
El retorno de Mel -desde su exilio de dos años-parece cambiar el complejo escenario de la lucha política en el país. Pero a pesar de la gran relevancia que la presencia del Coor-dinador General del Frente implica - pues él unifica y moviliza de manera impresionante a las masas populares- muchas condiciones, en esencia, permanecen igual.
Un golpe de Estado militar fue perpetrado en 2009 en Honduras y todo golpe de Estado rompe la institucionalidad de la nación que lo sufre. Otra estructura de poder, ilegítima y violenta, derrocó y reemplazó al Gobierno de Zelaya, electo por el pueblo; esa estructura de poder golpista instauró como su representante a la dictadura michelettista, que impuso a fuerza de fusiles las elecciones de Noviembre de ese año, sin supervisión internacional y sin convocar a una Asamblea Constituyente para restablecer el Estado de derecho. Debido al rechazo del pueblo al golpe de Estado y a la brutal represión ejercida por la dictadura, el número de personas que acudieron a semejantes elecciones fue bajo, y no representa la voluntad soberana de la mayoría de la población. Así, la dictadura porfirista reemplazó a la dictadura michelettista como representante de la estructura de poder golpista ensamblada el 28 de Junio de 2009. Y desde entonces, nada ha cambiado en lo que a esa estructura golpista y a la ilegitimidad de su régimen se refiere.
Después del golpe, ¿se restituyó al Gobierno legítimamente electo por el pueblo?-No.
¿La estructura de poder que se adueñó del Estado por la vía de la fuerza ha sido desmontada y el control nacional ha sido restituido a quienes lo detentaban con cierto grado de legitimidad antes del 28 de Junio?-No.
¿Han sido enjuiciados y castigados los responsables físicos e intelectuales de asaltar y derrocar al legítimo Gobierno de la nación y masacrar a la población que protestaba?-No. Al contrario, gobiernan el país.
¿Se ha restablecido el orden constitucional mediante una Asamblea Constituyente, desde su ruptura en 2009? –No.
¿En esencia –no en la forma- ¿qué ha cambiado en materia del poder político desde Junio de 2009 a la fecha, junio de 2011? –Nada. El Gobierno depuesto, depuesto se quedó, las caras de la dictadura cambiaron, pero el grupo de poder que se adueñó del Estado sigue siendo el amo y señor de toda la nación.
El FNRP y otros sectores democráticos del pueblo hondureño no podían asistir a las gro-tescas elecciones de 2009, no podían fingir que nada había sucedido ni ser cómplices del golpe y de su blanqueo electoral. Y como en el fondo, nada ha cambiado en la situación política del país, tampoco pueden ir ahora a elecciones generales fingiendo amnesia y que no hubo un golpe de Estado.
Nuestro pueblo lleva dos años resistiendo a la dictadura. Ha sufrido la represión y el exterminio, y es de esperarse un recrudecimiento de la represión –que ya empieza a sentirse- como consecuencia del fortalecimiento diplomático, económico y militar del régimen golpista con su reingreso a la OEA. El pueblo en resistencia se ha visto limitado por la falta de organización, de formación política y de cultura de lucha, por los errores de la conducción y su falta de audacia revolucionaria, la ausencia de un apoyo físico –no sólo diplomático- de parte del sector democrático internacional, las enormes desventajas de recursos con respecto al adversario, etc. Una serie de condiciones hostiles han estancado el avance de la lucha por conquistar una verdadera democracia. No hemos podido revertir el golpe de Estado, eso es cierto. La estructura de poder golpista se afianzó. Ellos supe-raron las condiciones tambaleantes que enfrentaron durante 2009 y han pasado a una etapa de consolidación y estabilización de su poder; han dado cátedra de cómo legalizar los golpes de Estado en el siglo XXI, a tal grado de ser legitimados voluntariosamente por las mismas víctimas; el golpismo ya respira con cierta tranquilidad, ya no corren el riesgo de ser derrocados, y, con algunas dificultades menores, tienen el control de la nación entera.
¿Serán esos, motivos válidos para claudicar, fingir amnesia histórica y acomodarnos ante un poder ilegítimo que parece que jamás podremos derrotar? El equipo de Gobierno derrocado y la Resistencia popular iniciamos exigiendo el desmontaje de la dictadura, la restitución del Gobierno legítimo, el castigo para la cúpula golpista y la convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente; luego, ante la falta de capacidad física para derrocar a la dictadura, las exigencias fueron bajando, a tal punto que podríamos terminar “normalizando” la vida política nacional como si nada hubiera pasado.
¿Si no podemos con el enemigo, nos unimos a él, colaboramos con él y sacamos algún beneficio, ya que después de todo, “peor sería no conseguir nada”?
De ninguna manera. El FNRP es la vanguardia política y el referente moral de todo un pueblo que lucha por su libertad y por refundar la Patria. No puede renunciar a los principios por conveniencias inmediatas, olvidarlo todo e irse a las elecciones tradi-cionales como si nada hubiera pasado, como si la legalidad no hubiera sido rota, como si las actuales instituciones del Estado fueran totalmente limpias y legítimas. Eso sería un acto de hipocresía, de acomodamiento cobarde y de traición a la sangre sagrada de nuestro pueblo.
Con el ambiguo Acuerdo de Cartagena, la oligarquía golpista y su representante legal, el Porfiriato, aparentan abrir una estrecha vía de apertura democrática al pueblo. Lo más probable es que sea sólo una mascarada para esconder cuan cerrados e imposibles están los caminos hacia la democracia en Honduras y evitar así la insurrección popular, pero nuestro pueblo debe agotar hasta la más mínima posibilidad de cambio democrático para recuperar la libertad, el control de su tierra y de su destino.
Si el FNRP va a asumir la lucha electoral, proponemos:
1.- Que esa decisión - y cualquier otra cuestión trascendental con respecto al destino del Frente y de la nación entera-, sea sometida al análisis y al debate en el seno del Frente y de los sectores democráticos del país; y que la decisión final sea tomada en la Asamblea Nacional del FNRP siguiendo procedimientos totalmente democráticos. (Nótese que la Asamblea Nacional de Febrero determinó por mayoría no ir a elecciones si no se cumplen antes determinadas condiciones).
2.- Que en ese posible escenario, la institución política que represente al pueblo en resistencia en toda lucha electoral debe ser el FNRP o su brazo político propio. El Frente sería en lo fundamental un Partido de la clase trabajadora, los demás partidos no lo son. La participación electoral bajo la personería de otros partidos pondría el poder ganado por las inmensas masas resistentes en manos ajenas a la Resistencia; la coalición de partidos generaría choques internos, pues cada grupo trataría de sumar para su partido antes que para el Frente, y además, de esa forma estaríamos salvando de la extinción al agonizante partidismo tradicional. El Frente unifica, los partidos dividen: todo el pueblo en resistencia y demás sectores políticos democráticos votarían por el FNRP, pero no todos votarían por otro partido, aunque esté representando a la Resistencia.
3.- Que si la Asamblea se decide por la incursión del FNRP en la arena electoral como un partido político, esta participación deberá, por dignidad y por principios, ser orientada únicamente a ganar el plebiscito previo y a elegir los delegados del FNRP a la Asamblea Popular Constituyente, en donde el Partido del pueblo debe alcanzar mayoría de escaños para garantizar la redacción e implementación de una Constitución verdaderamente pro-gresista.
Un Gobierno del FNRP surgido de unas elecciones bajo la actual institucionalidad golpista sería el segundo régimen oportunista continuador del golpe de Estado; ¿en esencia, cuál sería su diferencia con respecto al Porfiriato? Ninguna.
Jamás el FNRP debe sumarse al golpismo en las elecciones generales, como si no hubiera ocurrido un golpe de Estado, sin que el orden y la legitimidad institucionales hayan sido restaurados en una Asamblea Constituyente.
Entonces, bajo un nuevo marco legal, legítimo, progresista, justo y equitativo, el Partido del pueblo podrá participar en las elecciones generales con miras a convertirse en el Gobierno Popular que nuestra Patria necesita para transformar su destino.
El retorno de Mel -desde su exilio de dos años-parece cambiar el complejo escenario de la lucha política en el país. Pero a pesar de la gran relevancia que la presencia del Coor-dinador General del Frente implica - pues él unifica y moviliza de manera impresionante a las masas populares- muchas condiciones, en esencia, permanecen igual.
Un golpe de Estado militar fue perpetrado en 2009 en Honduras y todo golpe de Estado rompe la institucionalidad de la nación que lo sufre. Otra estructura de poder, ilegítima y violenta, derrocó y reemplazó al Gobierno de Zelaya, electo por el pueblo; esa estructura de poder golpista instauró como su representante a la dictadura michelettista, que impuso a fuerza de fusiles las elecciones de Noviembre de ese año, sin supervisión internacional y sin convocar a una Asamblea Constituyente para restablecer el Estado de derecho. Debido al rechazo del pueblo al golpe de Estado y a la brutal represión ejercida por la dictadura, el número de personas que acudieron a semejantes elecciones fue bajo, y no representa la voluntad soberana de la mayoría de la población. Así, la dictadura porfirista reemplazó a la dictadura michelettista como representante de la estructura de poder golpista ensamblada el 28 de Junio de 2009. Y desde entonces, nada ha cambiado en lo que a esa estructura golpista y a la ilegitimidad de su régimen se refiere.
Después del golpe, ¿se restituyó al Gobierno legítimamente electo por el pueblo?-No.
¿La estructura de poder que se adueñó del Estado por la vía de la fuerza ha sido desmontada y el control nacional ha sido restituido a quienes lo detentaban con cierto grado de legitimidad antes del 28 de Junio?-No.
¿Han sido enjuiciados y castigados los responsables físicos e intelectuales de asaltar y derrocar al legítimo Gobierno de la nación y masacrar a la población que protestaba?-No. Al contrario, gobiernan el país.
¿Se ha restablecido el orden constitucional mediante una Asamblea Constituyente, desde su ruptura en 2009? –No.
¿En esencia –no en la forma- ¿qué ha cambiado en materia del poder político desde Junio de 2009 a la fecha, junio de 2011? –Nada. El Gobierno depuesto, depuesto se quedó, las caras de la dictadura cambiaron, pero el grupo de poder que se adueñó del Estado sigue siendo el amo y señor de toda la nación.
El FNRP y otros sectores democráticos del pueblo hondureño no podían asistir a las gro-tescas elecciones de 2009, no podían fingir que nada había sucedido ni ser cómplices del golpe y de su blanqueo electoral. Y como en el fondo, nada ha cambiado en la situación política del país, tampoco pueden ir ahora a elecciones generales fingiendo amnesia y que no hubo un golpe de Estado.
Nuestro pueblo lleva dos años resistiendo a la dictadura. Ha sufrido la represión y el exterminio, y es de esperarse un recrudecimiento de la represión –que ya empieza a sentirse- como consecuencia del fortalecimiento diplomático, económico y militar del régimen golpista con su reingreso a la OEA. El pueblo en resistencia se ha visto limitado por la falta de organización, de formación política y de cultura de lucha, por los errores de la conducción y su falta de audacia revolucionaria, la ausencia de un apoyo físico –no sólo diplomático- de parte del sector democrático internacional, las enormes desventajas de recursos con respecto al adversario, etc. Una serie de condiciones hostiles han estancado el avance de la lucha por conquistar una verdadera democracia. No hemos podido revertir el golpe de Estado, eso es cierto. La estructura de poder golpista se afianzó. Ellos supe-raron las condiciones tambaleantes que enfrentaron durante 2009 y han pasado a una etapa de consolidación y estabilización de su poder; han dado cátedra de cómo legalizar los golpes de Estado en el siglo XXI, a tal grado de ser legitimados voluntariosamente por las mismas víctimas; el golpismo ya respira con cierta tranquilidad, ya no corren el riesgo de ser derrocados, y, con algunas dificultades menores, tienen el control de la nación entera.
¿Serán esos, motivos válidos para claudicar, fingir amnesia histórica y acomodarnos ante un poder ilegítimo que parece que jamás podremos derrotar? El equipo de Gobierno derrocado y la Resistencia popular iniciamos exigiendo el desmontaje de la dictadura, la restitución del Gobierno legítimo, el castigo para la cúpula golpista y la convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente; luego, ante la falta de capacidad física para derrocar a la dictadura, las exigencias fueron bajando, a tal punto que podríamos terminar “normalizando” la vida política nacional como si nada hubiera pasado.
¿Si no podemos con el enemigo, nos unimos a él, colaboramos con él y sacamos algún beneficio, ya que después de todo, “peor sería no conseguir nada”?
De ninguna manera. El FNRP es la vanguardia política y el referente moral de todo un pueblo que lucha por su libertad y por refundar la Patria. No puede renunciar a los principios por conveniencias inmediatas, olvidarlo todo e irse a las elecciones tradi-cionales como si nada hubiera pasado, como si la legalidad no hubiera sido rota, como si las actuales instituciones del Estado fueran totalmente limpias y legítimas. Eso sería un acto de hipocresía, de acomodamiento cobarde y de traición a la sangre sagrada de nuestro pueblo.
Con el ambiguo Acuerdo de Cartagena, la oligarquía golpista y su representante legal, el Porfiriato, aparentan abrir una estrecha vía de apertura democrática al pueblo. Lo más probable es que sea sólo una mascarada para esconder cuan cerrados e imposibles están los caminos hacia la democracia en Honduras y evitar así la insurrección popular, pero nuestro pueblo debe agotar hasta la más mínima posibilidad de cambio democrático para recuperar la libertad, el control de su tierra y de su destino.
Si el FNRP va a asumir la lucha electoral, proponemos:
1.- Que esa decisión - y cualquier otra cuestión trascendental con respecto al destino del Frente y de la nación entera-, sea sometida al análisis y al debate en el seno del Frente y de los sectores democráticos del país; y que la decisión final sea tomada en la Asamblea Nacional del FNRP siguiendo procedimientos totalmente democráticos. (Nótese que la Asamblea Nacional de Febrero determinó por mayoría no ir a elecciones si no se cumplen antes determinadas condiciones).
2.- Que en ese posible escenario, la institución política que represente al pueblo en resistencia en toda lucha electoral debe ser el FNRP o su brazo político propio. El Frente sería en lo fundamental un Partido de la clase trabajadora, los demás partidos no lo son. La participación electoral bajo la personería de otros partidos pondría el poder ganado por las inmensas masas resistentes en manos ajenas a la Resistencia; la coalición de partidos generaría choques internos, pues cada grupo trataría de sumar para su partido antes que para el Frente, y además, de esa forma estaríamos salvando de la extinción al agonizante partidismo tradicional. El Frente unifica, los partidos dividen: todo el pueblo en resistencia y demás sectores políticos democráticos votarían por el FNRP, pero no todos votarían por otro partido, aunque esté representando a la Resistencia.
3.- Que si la Asamblea se decide por la incursión del FNRP en la arena electoral como un partido político, esta participación deberá, por dignidad y por principios, ser orientada únicamente a ganar el plebiscito previo y a elegir los delegados del FNRP a la Asamblea Popular Constituyente, en donde el Partido del pueblo debe alcanzar mayoría de escaños para garantizar la redacción e implementación de una Constitución verdaderamente pro-gresista.
Un Gobierno del FNRP surgido de unas elecciones bajo la actual institucionalidad golpista sería el segundo régimen oportunista continuador del golpe de Estado; ¿en esencia, cuál sería su diferencia con respecto al Porfiriato? Ninguna.
Jamás el FNRP debe sumarse al golpismo en las elecciones generales, como si no hubiera ocurrido un golpe de Estado, sin que el orden y la legitimidad institucionales hayan sido restaurados en una Asamblea Constituyente.
Entonces, bajo un nuevo marco legal, legítimo, progresista, justo y equitativo, el Partido del pueblo podrá participar en las elecciones generales con miras a convertirse en el Gobierno Popular que nuestra Patria necesita para transformar su destino.
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