jueves, 16 de junio de 2011

Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara: Venga a navegar entre recuerdos


Cuba Debate

Por Víctor Joaquín Ortega

Pinar del Río. 22 de enero de 1896. Después de imponerse en Guane, los mambises se dirigen hacia su último objetivo en esta provincia. 3 p.m. La vanguardia, encabezada por el general Juan Bruno Zayas. El abanderado es otro habanero, el teniente Francisco Figueroa. A las cuatro:

“…el repique de las campanas, anunciaba al Ejército Libertador el término de la gloriosa campaña de Invasión, con la entrada triunfal en Mantua, último baluarte español del lejano Occidente… aún venían en la columna invasora hombres de la Sierra Maestra; de Bayamo, de Santiago de Cuba, de Manzanillo, de Holguín, de Mayarí, de Guantánamo y de Baracoa … Solo Maceo… podía abrir el camino de la victoria …” José Miró Argenter.

Desde Baraguá, con el mismo espíritu intransigente de aquella protesta contra los zanjoneros, 27 combates en 90 días, 424 leguas recorridas, 22 pueblos de importancia, ocupados, 82 000 balas y 2 120 fusiles arrancados de manos del enemigo. Frente a 124 batallones de infantería, 40 escuadrones de caballería, 16 baterías de artillería de campaña, 183 571 soldados, más de 60 000 voluntarios y guerrilleros, 6 701 jefes y oficiales más 8 cruceros, 6 cañoneras torpederas,34 cañoneras de primera, 6 lanchas, 2 pontones, 2 remolcadores y un transporte de patrulla en las costas. Agregue lo que expresa José Luciano Franco:

“Y el apoyo moral y material de los gobiernos de las grandes potencias, singularmente el presidido por Cleveland, de los Estados Unidos de América”.

Como señala Emilio Roig de Leuchsenring,”… los inversionistas yanquis en Cuba…mostraron su hostilidad a la revolución, por sentirse perjudicados en sus intereses y demandaban la intervención de su país.” No exagera Clarence King cuando califica La Invasión para la Revista Militar de Bruselas como el plan militar más audaz de la centuria.

Volvamos a Mantua, 22 de enero de 1896. Maceo convence a los que han huido para que regresen pues no habrá represalias. Entonces, banquete en honor del héroe. Ofrecen una copa de champán al Titán de Bronce para el brindis. Lo agradece mas no la acepta porque” No bebo clase alguna de vinos ni de licores”. Le brindan un tabaco. Nueva respuesta: “Lamento no poder complacerlo: no fumo”.

Caerá peleando por la libertad el 7 de diciembre de ese año en San Pedro. No hay hipérbole en el canto de Navarro Luna: “¡Ya ni la misma muerte podrá vencerlo! ¡Nada/podrá vencer al General Antonio!” Como dirá el periodista hispano Marcelino Domingo: “Maceo fue una espada para Cuba cuando Cuba necesitó un soldado; fue una voluntad disciplinada a las leyes de Cuba cuando Cuba necesitó un ciudadano…”
Che, de los trebejos al gol
Memorial Capablanca de 1963. Hotel Habana Libre. Dos aprendices de periodistas reportan el torneo para el Mella: Omar Oliú, después preferirá la Medicina, y yo. Más decidido, al topar con el Che, le pide una entrevista. Accede. Sus opiniones van más allá de la justa sin soslayarla, recalca la importancia del juego ciencia para el desarrollo del individuo, asegura que el ajedrez logrará un notable avance en Cuba… Al finalizar, mi amigo le agradece y pregunta dónde puede enviarle el escrito para que lo revise. “No, yo no voy a revisarlo; usted tiene un director que es el que debe hacerlo. Trate de no equivocarse; si ocurre, se tomarán medidas…”

Varios días más tarde, con varios ejemplares de la más reciente edición del semanario, regresamos al escenario de la lid. Tres dimos al Che quien lo agradece; aunque, cuando nos marchamos: “Muchachos, vengan acá.” Junto a él. Nos devuelve par de ejemplares. “Con uno basta. Estos dos lo leerán otros compañeros. Y hay que ahorrar”.

Estadio universitario Juan Abrantes. Último partido de fútbol de la visita del Dínamo de Kiev al país. En las gradas, Che Guevara. El primer tiempo acoge el mismo panorama de los otros tres encuentros amistosos: dominio del conjunto ucraniano aunque la selección nacional muestra cierto desarrollo y lucha con dignidad. Va a iniciarse el segundo periodo. De pronto, el Che salta al terreno y, a todo correr, estrecha la diestra de cada uno de los atletas antes de volver a su sitio en las tribunas.

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