miércoles, 23 de febrero de 2011
Una puntualización al texto de Pascual Serrano sobre los medios de comunicación y Túnez
Por José María García Goday
Rebelión publicó un artículo de Pascual Serrano en la sección Africa, titulado “¿Pero había una dictadura en Túnez?”, en el que denuncia que los medios de comunicación dominantes españoles y europeos nunca habían señalado el carácter dictatorial y corrupto del derrocado gobierno tunecino de Ben Alí, al mismo tiempo que reservan el calificativo de dictatorial a gobiernos de izquierda como los de Cuba, Venezuela o Bielorrusia. Estoy de acuerdo con su análisis y con los datos que aporta para argumentar el apoyo que recibió Ben Alí de los gobiernos y medios de desinformación (realmente es así como se deberían denominar esos medios de comunicación) españoles y europeos. Sin embargo, una vez que era evidente el triunfo de la insurrección popular tunecina y el dictador huyó a Arabia Saudí, la tendencia informativa cambió. Esos mismos medios ahora califican a Ben Alí como “dictador”, “tirano”, “corrupto”, etc. y descubren que en Túnez había presos políticos y la policía torturaba a los detenidos. Así, en el diario El País (“el panfleto global en español”, sería el subtítulo adecuado a este periódico), las crónicas de Ignacio Cembrero y Juan Miguel Muñoz sobre Túnez en estos últimos días están repletas de esos calificativos.
Pienso que esta pauta informativa quiere transmitir de manera simple la idea de que “el pueblo siempre gana” y que los “dictadores son derrocados”. Hay que recordar por ejemplo como se incrementaron las denuncias de los crímenes del “apartheid” cuando cayó el régimen racista sudafricano o como cambió el tratamiento informativo de Indonesia cuando el dictador Suharto fue destituido. Aunque la acusación de “dictatorial”, “totalitario”, “despótico” se reserva preferentemente para gobiernos que no se subordinan a los intereses económicos de las potencias occidentales, si es derribado un régimen ciertamente “dictatorial”, “totalitario” y “despótico”, entonces los mismos medios que durante años silenciaban la actuación de esos gobiernos porque apoyaban las políticas de la Unión Europea o de Estados Unidos, se apuntan a denunciarlos, aunque, eso sí, permanecerán “vigilantes” para que esos países que se “han liberado de una dictadura, no caigan en otra”, tratando de impedir que se formen gobiernos verdaderamente populares no alineados con las potencias occidentales.
Rebelión publicó un artículo de Pascual Serrano en la sección Africa, titulado “¿Pero había una dictadura en Túnez?”, en el que denuncia que los medios de comunicación dominantes españoles y europeos nunca habían señalado el carácter dictatorial y corrupto del derrocado gobierno tunecino de Ben Alí, al mismo tiempo que reservan el calificativo de dictatorial a gobiernos de izquierda como los de Cuba, Venezuela o Bielorrusia. Estoy de acuerdo con su análisis y con los datos que aporta para argumentar el apoyo que recibió Ben Alí de los gobiernos y medios de desinformación (realmente es así como se deberían denominar esos medios de comunicación) españoles y europeos. Sin embargo, una vez que era evidente el triunfo de la insurrección popular tunecina y el dictador huyó a Arabia Saudí, la tendencia informativa cambió. Esos mismos medios ahora califican a Ben Alí como “dictador”, “tirano”, “corrupto”, etc. y descubren que en Túnez había presos políticos y la policía torturaba a los detenidos. Así, en el diario El País (“el panfleto global en español”, sería el subtítulo adecuado a este periódico), las crónicas de Ignacio Cembrero y Juan Miguel Muñoz sobre Túnez en estos últimos días están repletas de esos calificativos.
Pienso que esta pauta informativa quiere transmitir de manera simple la idea de que “el pueblo siempre gana” y que los “dictadores son derrocados”. Hay que recordar por ejemplo como se incrementaron las denuncias de los crímenes del “apartheid” cuando cayó el régimen racista sudafricano o como cambió el tratamiento informativo de Indonesia cuando el dictador Suharto fue destituido. Aunque la acusación de “dictatorial”, “totalitario”, “despótico” se reserva preferentemente para gobiernos que no se subordinan a los intereses económicos de las potencias occidentales, si es derribado un régimen ciertamente “dictatorial”, “totalitario” y “despótico”, entonces los mismos medios que durante años silenciaban la actuación de esos gobiernos porque apoyaban las políticas de la Unión Europea o de Estados Unidos, se apuntan a denunciarlos, aunque, eso sí, permanecerán “vigilantes” para que esos países que se “han liberado de una dictadura, no caigan en otra”, tratando de impedir que se formen gobiernos verdaderamente populares no alineados con las potencias occidentales.
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