martes, 22 de febrero de 2011
La cuerda
Vos el Soberano
Por Julio Escoto
Es útil una cuerda en el maletero de la vida: sostiene, amarra, hace nudos -incluso tercos como el gordiano-- facilita el suicidio o, como en el caso del movimiento de resistencia ahora, permite transitar la floja y salir robusto o dividido al otro extremo de la confrontación. Pues por los vientos que vienen de las frondas, el próximo 26 de febrero -sábado histórico en que por primera vez en un siglo se autoconvocan a asamblea las fuerzas modernas y ojalá democráticas del país- parece va a estar movido.
Su gran objetivo es refundar al país, metáfora esta dentro de la que caben todas las tendencias, del realismo a la utopía. Cerebros serenos consideran imprescindible que al cambio propuesto lo acompañe el capital honrado, sin cuyo aporte se hunde el país, mientras que otras cabecitas atrasadas prosiguen soñando con el socialismo "real" y sus dogmas de dictadura del proletariado y eliminación del dinero y la propiedad privada, eventos ya irreales en el mundo presente, y a quienes cuesta diferenciar entre el discurso científico de Marx y la discutible experiencia soviética extinguida en 1989.
Unos aspiran a revertir la infame cauda de vicios y corrupciones en que han caído los partidos políticos tradicionales e inaugurar una nueva vía hondureña capaz de retrotraer el bestial deterioro en que se encuentran la dignidad humana y la soberanía, vueltos objetos de mercado; otros registran el orbe en búsqueda de modelos ideales: Europa, China, países nórdicos, repetir el socialismo del siglo XXI (al cual sobra dinero y escasea teorización) o bien seguir las vivencias de naciones más experimentadas (plataformas de consenso como en Alemania; frentes amplios como en Uruguay; coaliciones como en México). La discusión es viva e interminable pues responde a un proceso en marcha, aún no definido y sobre el que se explayan, lógicamente, los ejercicios dialécticos de cada tesis bien o mal sustentada.
En lo que parece no haber polémica, empero, es en que el presente sistema de liberalismo decimonónico capitalista y pre-industrial -pues ni siquiera tuvimos la fase de industrialización- y para colmo ahora neoliberal, es excluyente, está desfasado y ha colapsado, ya que tras 90 años de práctica general, y 30 de este último, lo único que continúa produciendo es pobreza. Todas sus recetas fracasaron y contribuyeron más bien a arrebatar al hondureño su patrimonio (que es decir su nación) para entregarlo a intereses eminentemente apátridas y mercantiles. Su futuro previsible es de nunca jamás y es objetivamente obvio que necesitamos edificar una nueva república construida sobre justicia y dignidad.
El mayor riesgo es que el sábado los políticos profesionales dominen la asamblea, particularmente liberales: grupo este ideológicamente perdido y al que urge reestructurarse orgánicamente tras sus vergonzosas conductas de la década de 1980 y en 2009, cuando traicionó los más básicos principios de la agenda ética. Los liberales en resistencia son lo primero más que lo segundo y ni se duda que arribarán dispuestos a forjar compromisos y alianzas con sus enemigos con tal de lograr el poder, plataforma diametralmente opuesta al espíritu autonomista alentado por el FNRP.
Pues en las circunstancias actuales de Honduras, cuando los índices de sus estadísticas apuntan hacia abajo y se nos considera una de las más corruptas patrias del orbe, los cambios no consienten negociaciones ni mediatización so pena de perder para siempre a la nave extraviada o barco que hace aguas, y desde cuya cubierta los partidos políticos jamás exhibieron ser buenos conductores.
¿Cambio o continuidad?... Interesante desafío que afrontamos: se preserva la rebeldía pura de la sociedad en agravio tras el golpe de Estado o se la ensucia y condiciona. Se cede a la tentación de la sirena electoral y se vulgariza al proyecto o se configura una apelación hondureñista tan sólida que nadie resista su llamado… Vamos a ver, dios dirá… Cáscaras: los hombres dirán.
Por Julio Escoto
Es útil una cuerda en el maletero de la vida: sostiene, amarra, hace nudos -incluso tercos como el gordiano-- facilita el suicidio o, como en el caso del movimiento de resistencia ahora, permite transitar la floja y salir robusto o dividido al otro extremo de la confrontación. Pues por los vientos que vienen de las frondas, el próximo 26 de febrero -sábado histórico en que por primera vez en un siglo se autoconvocan a asamblea las fuerzas modernas y ojalá democráticas del país- parece va a estar movido.
Su gran objetivo es refundar al país, metáfora esta dentro de la que caben todas las tendencias, del realismo a la utopía. Cerebros serenos consideran imprescindible que al cambio propuesto lo acompañe el capital honrado, sin cuyo aporte se hunde el país, mientras que otras cabecitas atrasadas prosiguen soñando con el socialismo "real" y sus dogmas de dictadura del proletariado y eliminación del dinero y la propiedad privada, eventos ya irreales en el mundo presente, y a quienes cuesta diferenciar entre el discurso científico de Marx y la discutible experiencia soviética extinguida en 1989.
Unos aspiran a revertir la infame cauda de vicios y corrupciones en que han caído los partidos políticos tradicionales e inaugurar una nueva vía hondureña capaz de retrotraer el bestial deterioro en que se encuentran la dignidad humana y la soberanía, vueltos objetos de mercado; otros registran el orbe en búsqueda de modelos ideales: Europa, China, países nórdicos, repetir el socialismo del siglo XXI (al cual sobra dinero y escasea teorización) o bien seguir las vivencias de naciones más experimentadas (plataformas de consenso como en Alemania; frentes amplios como en Uruguay; coaliciones como en México). La discusión es viva e interminable pues responde a un proceso en marcha, aún no definido y sobre el que se explayan, lógicamente, los ejercicios dialécticos de cada tesis bien o mal sustentada.
En lo que parece no haber polémica, empero, es en que el presente sistema de liberalismo decimonónico capitalista y pre-industrial -pues ni siquiera tuvimos la fase de industrialización- y para colmo ahora neoliberal, es excluyente, está desfasado y ha colapsado, ya que tras 90 años de práctica general, y 30 de este último, lo único que continúa produciendo es pobreza. Todas sus recetas fracasaron y contribuyeron más bien a arrebatar al hondureño su patrimonio (que es decir su nación) para entregarlo a intereses eminentemente apátridas y mercantiles. Su futuro previsible es de nunca jamás y es objetivamente obvio que necesitamos edificar una nueva república construida sobre justicia y dignidad.
El mayor riesgo es que el sábado los políticos profesionales dominen la asamblea, particularmente liberales: grupo este ideológicamente perdido y al que urge reestructurarse orgánicamente tras sus vergonzosas conductas de la década de 1980 y en 2009, cuando traicionó los más básicos principios de la agenda ética. Los liberales en resistencia son lo primero más que lo segundo y ni se duda que arribarán dispuestos a forjar compromisos y alianzas con sus enemigos con tal de lograr el poder, plataforma diametralmente opuesta al espíritu autonomista alentado por el FNRP.
Pues en las circunstancias actuales de Honduras, cuando los índices de sus estadísticas apuntan hacia abajo y se nos considera una de las más corruptas patrias del orbe, los cambios no consienten negociaciones ni mediatización so pena de perder para siempre a la nave extraviada o barco que hace aguas, y desde cuya cubierta los partidos políticos jamás exhibieron ser buenos conductores.
¿Cambio o continuidad?... Interesante desafío que afrontamos: se preserva la rebeldía pura de la sociedad en agravio tras el golpe de Estado o se la ensucia y condiciona. Se cede a la tentación de la sirena electoral y se vulgariza al proyecto o se configura una apelación hondureñista tan sólida que nadie resista su llamado… Vamos a ver, dios dirá… Cáscaras: los hombres dirán.
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