martes, 22 de febrero de 2011
El año que viviremos peligrosamente
Por Michael T. Klare
Introducción del editor de TomDispatch
Era un muchacho pobre de 26 años que trataba de sobrevivir y de pagar por la educación de sus hermanas. Enfrentaba cara a cara casi todos los días y de manera humillante la profunda corrupción del régimen tunecino, en forma de sobornos que no se podía permitir sólo para mantener su pequeño puesto y el poder de una burocracia de impedírselo a su antojo. Frustrado, para protestar, se empapó en gasolina y se inmoló por el fuego (aunque la muerte tuvo lugar días más tarde).
Su nombre era Mohamed Bouazizi; provenía de la ciudad de Sidi Bouzid, de la cual jamás habéis oído hablar; y la suya es una historia terrible. Ahora se le conoce en todo Oriente Medio como el hombre que inició la revolución tunecina e indudablemente formará parte de la historia, junto con Thich Quang Duc, el monje budista que se sentó tranquilamente en una calle de Saigón en junio de 1963, e inició una tormenta de fuego política al inmolarse para protestar contra un gobierno sudvietnamita respaldado por EE.UU.; y Jan Palach, el estudiante checo que hizo lo mismo en la Plaza Wenceslao de Praga en enero de 1969 como reacción ante la invasión soviética de su país. En los tres casos, otros siguieron sus dolorosos ejemplos. En los tres casos la cosa terminó mal, tarde o temprano, para los que estaban en el poder.
En todo el Oriente Medio actual, aumentan las inmolaciones y nerviosos autócratas respaldados por EE.UU. escuchan el estruendo que viene desde abajo, como el de los manifestantes que se dice que corean: “¡Somos los próximos, somos los próximos, Ben Alí, dile a Mubarak que es el próximo!”
Tras los eventos de Túnez, como en los recientes disturbios en Argelia, Jordania y otros sitios, está el creciente coste de cosas indispensables para la gente. En Argelia, los jóvenes manifestantes que incendiaban edificios también coreaban: “¡Traednos azúcar!”. Como señala Michael Klare, colaborador regular de TomDispatch y autor reciente de Rising Powers, Shrinking Planet, hemos entrado en la era de las revueltas por los recursos, y no hay vuelta atrás. Tom
Introducción del editor de TomDispatch
Era un muchacho pobre de 26 años que trataba de sobrevivir y de pagar por la educación de sus hermanas. Enfrentaba cara a cara casi todos los días y de manera humillante la profunda corrupción del régimen tunecino, en forma de sobornos que no se podía permitir sólo para mantener su pequeño puesto y el poder de una burocracia de impedírselo a su antojo. Frustrado, para protestar, se empapó en gasolina y se inmoló por el fuego (aunque la muerte tuvo lugar días más tarde).
Su nombre era Mohamed Bouazizi; provenía de la ciudad de Sidi Bouzid, de la cual jamás habéis oído hablar; y la suya es una historia terrible. Ahora se le conoce en todo Oriente Medio como el hombre que inició la revolución tunecina e indudablemente formará parte de la historia, junto con Thich Quang Duc, el monje budista que se sentó tranquilamente en una calle de Saigón en junio de 1963, e inició una tormenta de fuego política al inmolarse para protestar contra un gobierno sudvietnamita respaldado por EE.UU.; y Jan Palach, el estudiante checo que hizo lo mismo en la Plaza Wenceslao de Praga en enero de 1969 como reacción ante la invasión soviética de su país. En los tres casos, otros siguieron sus dolorosos ejemplos. En los tres casos la cosa terminó mal, tarde o temprano, para los que estaban en el poder.
En todo el Oriente Medio actual, aumentan las inmolaciones y nerviosos autócratas respaldados por EE.UU. escuchan el estruendo que viene desde abajo, como el de los manifestantes que se dice que corean: “¡Somos los próximos, somos los próximos, Ben Alí, dile a Mubarak que es el próximo!”
Tras los eventos de Túnez, como en los recientes disturbios en Argelia, Jordania y otros sitios, está el creciente coste de cosas indispensables para la gente. En Argelia, los jóvenes manifestantes que incendiaban edificios también coreaban: “¡Traednos azúcar!”. Como señala Michael Klare, colaborador regular de TomDispatch y autor reciente de Rising Powers, Shrinking Planet, hemos entrado en la era de las revueltas por los recursos, y no hay vuelta atrás. Tom
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