Víctor Manuel Ramos
Se ha derrumbado el régimen dictatorial de Egipto. Después de 30 años en el poder, Mubarak ha cedido a las exigencias del pueblo egipcio, desbordado en las calles y en las plazas, exigiendo su renuncia. Fueron 30 años de terror en contra del pueblo, de Estado de excepción, de brutalidad militar y de traición a los anhelos del pueblo árabe.
Todo ha llegado a su final, porque no hay mal que dure 100 años, ni pueblo que lo resista. Tan buen principio del final que a Mubarak se le han cancelado sus multimillonarias cuentas en la banca suiza. Bueno, yo corrijo y diré que es se trata del final del principio. No olvidemos que ha sido el ejército, el mismo que sostuvo al tirano, el que se ha hecho con el poder, eso si, con promesas de cambio y de conducir al país a un sistema de auténtica democracia.
Aunque hasta ahora los militares no han hablado con la suficiente claridad acerca de lo que se proponen desde el poder, no cabe la menor duda de que ya no podrán ir a donde ellos quieran, en contra de la voluntad del pueblo egipcio, sobre todo de su juventud que ha dicho basta y quiere ser la constructora de un mundo mejor en base a libertad y participación.
Aunque vacilante a lo largo del proceso, el Presidente Obama ha urgido a los militares egipcios a que expongan con claridad los pasos que piensan seguir para conducir a una auténtica democracia al pueblo egipcio, después de esa valentía demostrada durante estos dieciocho días de la firme determinación de ver al faraón redivivo fuera del palacio presidencial.
La euforia y la alegría sin límites han estallado por todo Egipto y el mundo después de que el vicepresidente, también repudiado por el pueblo, anunciara que Mubarak se iba y que depositaba el poder en los militares.
La ola iniciada en Túnez, con el derrocamiento de otro tirano, invade ahora a la gran mayoría de los países árabes, gobernados por regímenes autocráticos, inmersos en un mar de corrupción y en total olvido a los grandes intereses y las más urgentes necesidades de los pueblos.
El pueblo egipcio inicia ahora una marcha victoriosa hacia su liberación plena.
Saben perfectamente en que rumbo marchar y será necesario que siga demostrando su coraje y su determinación para impedir que los militares y los intereses externos a las grandes aspiraciones de los egipcios se interpongan para burlar la revolución.
El pueblo de Honduras, inmerso en una lucha por lograr reencausar al país por una nueva ruta que permita a la nación convertirse en la que decida su propio destino, se encuentra en franca lucha por echar por los suelos la seudodemocracia implantada hace mas de dos décadas, seudodemocacia que ha incrementado la miseria de las mayorías y la opulencia de la oligarquía gobernante apoyada en un ejército corrupto y enemigo del pueblo. Por eso el clamor que se escucha por todos los rincones de Catrachilandia es el llamado al fin de este sistema injusto y desigual seguido de la refundación del país, para que todos sus habitantes gocen de libertad y de la protección de un nuevo Estado diseñado para ser el reflejo de la voluntad soberana del pueblo.
Entonces, cuando las banderas y las plazas del país se desborden con el júbilo de la victoria, el pueblo arrasará con los militares, porque ya no necesitará de que tutelen sus decisiones, ni de uniformados, pagados con su sudor, que le repriman.
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