martes, 7 de junio de 2011

La mirada del poeta y el ojo clínico

Vos el Soberano 

“Los pobres son muchos



y por eso



es imposible olvidarlos”.


Roberto Sosa


Por Juan Almendares

Conocí al Poeta Roberto Sosa como visitante frecuente del Archivo Nacional de Honduras; cuyo Director en esa época fue el generoso documentalista Julio Rodríguez

Ambos teníamos interés en la Historia de Honduras. Él, en documentar cuidadosamente ciertos acontecimientos históricos en defensa de la cultura, cuyo material le servía para editar la Revista PRESENTE, y el suscrito en conocer la persecución desatada contra mujeres y hombres acusados de ser curanderos, o brujas. (Con los años tuve que abandonar el Archivo porque varios agentes de del Aparato de Seguridad creían que nuestra investigación era subversiva). Mis conversaciones con el poeta constituyeron el inició de una larga amistad y la interacción fue para mí una transfusión espiritual pedagógica.

En mi vida siempre me he considerado el ser más sencillo, ordinario y simple; partidario de la “Docta Ignorancia” y al saber que ‘solo sé que no nada sé’ he podido aprender de cada ser humano, sin importar la clase social ni el nivel educativo ni tampoco de que sean amigos , amigas, adversarios y detractores. Nunca le manifesté al poeta mi pasión por la literatura y la poesía; la razón es que he encontrado en ellas un profundo vínculo con la vida, la ciencia, la política, la medicina y la defensa de los derechos humanos.

He utilizado varios formas de comunicación literaria; más como vehículo que como creación estética. No obstante mis críticos me han sugerido o manifestado en forma contundente que me dedique a la ciencia o la medicina y que no me atreva a incursionar en el campo literario. Sin embargo, en ese respecto debo reconocer que me mantengo terco y perseverante, puesto que la poesía en verso me permite una relevante manera de comunicación con mis semejantes.

En cierta ocasión le pregunté al poeta Sosa como hacía para escribir sus poemas y sonriente me dijo: “hay que tener disciplina, trabajar intensamente, leer las grandes obras; conocer cada palabra, el origen , la familia, la forma de articularse en el poema y sobre todo la música y la magia que encierran”. En ese momento observé su mirada transformada y en su rostro el goce estético del poeta.

Sin embargo aquella mirada a veces tenia la inocencia de un niño, o la alegría de los sueños y en otros momentos se tornaba aguda, escrutadora y desafiante ante la injusticia en que vive el mundo de los pobres... Me enseñó que La Palabra es el fuerza espiritual de los pueblos cuando los sujetos históricos y sociales se apropian de ellas.

Amigo inseparable de los libros; me compartió su biblioteca. Verdadero santuario que había construido con gran sacrificio conjuntamente con Lidia, su esposa.
Roberto Sosa, nació en Yoro; tierra de los tolupanes, donde vale más la cabeza del ganado que la cabeza de un indígena. Sensibilizaron su espíritu y el desarrollo de la conciencia estética el ambiente de pobreza y la injusticia social de las bananeras, reflejada en la novela Prisión Verde, de otro yoreño Ramón Amaya Amador. Su conciencia de defensor de los derechos humanos se manifestó en la obra poética Secreto Militar y posteriormente en el repudio al Golpe militar del 28 de junio del 2009. Fue defensor de la unidad histórica de los pueblos de América Latina y amó entrañablemente a Cuba, "La Isla de los versos sencillos de José Martí”

El contacto con Sosa me hizo recordar que las lecturas de novelas: La Montaña Mágica, La Ciudadela influyeron en mi decisión por estudiar medicina. Cuando cursaba la carrera y al ejercer la profesión aprendí a despojarme del espíritu egoísta y competitivo, y mi interés se centró en el amor y compasión por los enfermos. No obstante que se requiere conocimiento científico y experiencia; el amor y la solidaria humana acrecentaron mi “ojo clínico”, la intuición, la chiripa o serendipia en la precisión diagnóstica y terapéutica... Ese proceso de amar al otro -o la otra- tanto en lo individual como en lo colectivo es lo que he llamado HUMANOFILIA, o hacer de la medicina o de la práctica social un poema de amor a la humanidad.

Cando la mirada del poeta, el pintor o el ojo clínico se libera de la enajenación del sistema capitalista donde el arte o la medicina no es mercancía, la capacidad perceptiva se vuelve total (sentido T) y descubrimos la unidad de la esencia y el fenómeno; del arte y la ciencia; la sabiduría y la praxis social lo cual conduce a crear la conciencia histórica, estética, científica y ética.

Dos entrañables amigos del poeta Sosa y también cercanos amigos míos: el escritor Eduardo Bähr, y el pintor Ezequiel Padilla constituimos un pequeño oasis espiritual en el desierto espinoso de la violencia estructural de Honduras. En el curso de los años he sido un fiel discípulo y amigo de tres grandes talentos y almas generosas hondureñas del siglo XX y XXI.

Las miradas del poeta, del escritor, del ojo clínico y el pintor me invitaron a reflexionar: Primero sobre la relación de la medicina con el desarrollo de la conciencia tanto en el plano de la unidad inseparable de la salud y enfermedad individual y colectiva con las realidades: social, ambiental e histórica de explotación por el colonialismo, neocolonialismo y la mundialización del capital (plano ontológico). Segundo: Comprender el saber y la sabiduría de los pueblos articulada al conocimiento, ciencia y tecnología (plano gnoseológico). Tercero: el vínculo del arte y la conciencia estética con la medicina como una de las formas de la imaginación, actividad creadora y la relación de la salud con: la cultura, la danza, el teatro, la música, las artes plásticas y literarias...

Cuarto: la reflexión crítica, validez histórica, científica y artística mediante la praxis (estrategia y teoría de la práctica) como criterio de la verdad.(plano epistemológico).

Quinto: el método no como un conjunto reglas a seguir sino como el proceso creativo, imaginativo, teórico, práctico, que nos permite descubrir nuevas realidades, construir el conocimiento, desarrollar lo estético y teórico, develar la verdad y plantear o replantear reflexiones, acciones y las transformaciones de la desigualdad social y la injusticia climática.

Y Sexto: lo moral y ético que se fundamenta y se articula a la liberación y dignidad histórica de nuestro pueblo.

Fui uno de los médicos tratantes de Roberto Sosa. Sin embargo cada entrevista era pedagógica. Cada sesión era una conversación agradable y una verdadera esgrima entre la mirada del poeta y el ojo clínico.

La última vez conversé con el poeta y observé que en aquella mirada había el asomo constante de rebeldía y en su rostro sonriente e irónico descollaba la dignidad de un hombre que nació en la pobreza, defendió con su poesía a los condenados de la tierra, vivió y murió con recursos limitados, con la dignidad y orgullos de los que jamás han sido serviles a la acumulación originaria del capital.

No pude concurrir a la entrega de su cuerpo al seno de la Madre Tierra; pero sé que el espíritu de Roberto Sosa sabrá comprender que estaba cumpliendo una de sus misiones: contribuir a la defensa de los condenados de la tierra: las familias campesinas pobres del Aguán.

Un abrazo fraterno, desde la materia hasta la energía, esté donde esté mi inolvidable amigo.

Tegucigalpa, junio de 2011.

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