jueves, 12 de agosto de 2010
Los maestros no son una clase privilegiada
Vos El Soberano
Por Oscar Amaya Armijo
A los oligarcas y sus mandaderos se les ha metido en el entrecejo que los maestros son clase privilegiada.
Esa es una falacia que no la sostiene ningún argumento, ni así se desgañiten los “teóricos” tarifados del golpismo.
No es necesario acudir a las frías cifras de la estadística para asegurar que los maestros son pobrísimos. Allí, en las apolilladas oficinas del Ministerio de Educación, yacen los malísimos salarios que devengan, los que no ajustan para asimilar los gastos a que son sometidos los mentores.
Los maestros - hay que puntualizarlo-, son un sector pobrísimo que el neoliberalismo y la globalización convirtió en miserables. No obstante, la tarifada pacotilla del cerco mediático sostiene, con tono irónico, que son una clase con muchos privilegios.
Hay maestros que ganan menos que los albañiles del barrio popular y con el agravante que los míseros salarios los tienen que compartir con la pobreza secular de los alumnos. Nadie desconoce que muchos gastos de la escuela como cuadernos, lápices, meriendas, salen de la raquítica bolsa de los maestros.
Un maestro para que tenga un salario digno tiene que esperar varios quinquenios y para ganarse la calificación académica debe pasar el resto de la vida estudiando. Ni aún obteniendo el doctorado, si es que le ajusta el dinero para invertirlo en ello, consigue una relativa estabilidad económica.
Y qué paradoja: el maestro se la pasa ahorrando en el instituto de previsión para vivir una vejez digna; sin embargo, esta pretensión justa se trunca cuando los gobiernos oligárquicos, en un acto de vergonzosa corruptela, se apropian de estos fondos o no pagan lo que les corresponde aportar como patronos, de acuerdo con lo convenido en la ley.
Para que un maestro logre condiciones cercanas a la normalidad tiene que endeudarse por años, comprar los objetos que descarta el consumismo de los centros metropolitanos de poder; allí se les ve empujando automóviles de segunda o viviendo en casas extremadamente pequeñas o comparando menajes de poca monta en los centros de venta de la misma oligarquía.
Es una burla la que esgrimen los medios tarifados del cerco mediático cuando afirman que los maestros son clase privilegiada. En realidad, en Honduras, sólo existe un grupo de privilegio: las diez familias oligárquicas que han tomado por asalto los recursos del país y que ahora pretenden robarle el dinero al magisterio.
Los maestros son un sector amplio de la pequeña burguesía urbana y rural que para poder sobrevivir vende la única propiedad que tienen: su cuerpo y fuerza de trabajo intelectual, la que han adquirido con mucho sacrificio. Forman parte del capital ampliado del que hablaba Marx. Los maestros, pues, no son dueños de medios fundamentales de producción como para considerarlos clase privilegiada.
Son tan mezquinos los oligarcas que creen que en Honduras se puede vivir con los salarios de miseria que pagan, y cuando hay un sector, como los maestros, que con una enorme capacidad de convocatoria, se enfrentan a esos propósitos aviesos de las clases dominantes, entonces los satanizan, acusándolos de subversivos, zelayistas, y pagados por un chavismo venezolano que solo existe en las mentes calenturientas y cavernícolas de la pacotilla de tarifados del cerco mediático.
La oligarquía ultramontana de este país no ha comprendido ni comprenderá jamás, que la reproducción y conservación del sistema social y el modo de vida burgués que usufructúan hasta el hartazgo ofensivo, solo es posible con los conocimientos de esos maestros mal pagados, vilipendiados y reprimidos por los órganos represivos del Estado.
Por Oscar Amaya Armijo
A los oligarcas y sus mandaderos se les ha metido en el entrecejo que los maestros son clase privilegiada.
Esa es una falacia que no la sostiene ningún argumento, ni así se desgañiten los “teóricos” tarifados del golpismo.
No es necesario acudir a las frías cifras de la estadística para asegurar que los maestros son pobrísimos. Allí, en las apolilladas oficinas del Ministerio de Educación, yacen los malísimos salarios que devengan, los que no ajustan para asimilar los gastos a que son sometidos los mentores.
Los maestros - hay que puntualizarlo-, son un sector pobrísimo que el neoliberalismo y la globalización convirtió en miserables. No obstante, la tarifada pacotilla del cerco mediático sostiene, con tono irónico, que son una clase con muchos privilegios.
Hay maestros que ganan menos que los albañiles del barrio popular y con el agravante que los míseros salarios los tienen que compartir con la pobreza secular de los alumnos. Nadie desconoce que muchos gastos de la escuela como cuadernos, lápices, meriendas, salen de la raquítica bolsa de los maestros.
Un maestro para que tenga un salario digno tiene que esperar varios quinquenios y para ganarse la calificación académica debe pasar el resto de la vida estudiando. Ni aún obteniendo el doctorado, si es que le ajusta el dinero para invertirlo en ello, consigue una relativa estabilidad económica.
Y qué paradoja: el maestro se la pasa ahorrando en el instituto de previsión para vivir una vejez digna; sin embargo, esta pretensión justa se trunca cuando los gobiernos oligárquicos, en un acto de vergonzosa corruptela, se apropian de estos fondos o no pagan lo que les corresponde aportar como patronos, de acuerdo con lo convenido en la ley.
Para que un maestro logre condiciones cercanas a la normalidad tiene que endeudarse por años, comprar los objetos que descarta el consumismo de los centros metropolitanos de poder; allí se les ve empujando automóviles de segunda o viviendo en casas extremadamente pequeñas o comparando menajes de poca monta en los centros de venta de la misma oligarquía.
Es una burla la que esgrimen los medios tarifados del cerco mediático cuando afirman que los maestros son clase privilegiada. En realidad, en Honduras, sólo existe un grupo de privilegio: las diez familias oligárquicas que han tomado por asalto los recursos del país y que ahora pretenden robarle el dinero al magisterio.
Los maestros son un sector amplio de la pequeña burguesía urbana y rural que para poder sobrevivir vende la única propiedad que tienen: su cuerpo y fuerza de trabajo intelectual, la que han adquirido con mucho sacrificio. Forman parte del capital ampliado del que hablaba Marx. Los maestros, pues, no son dueños de medios fundamentales de producción como para considerarlos clase privilegiada.
Son tan mezquinos los oligarcas que creen que en Honduras se puede vivir con los salarios de miseria que pagan, y cuando hay un sector, como los maestros, que con una enorme capacidad de convocatoria, se enfrentan a esos propósitos aviesos de las clases dominantes, entonces los satanizan, acusándolos de subversivos, zelayistas, y pagados por un chavismo venezolano que solo existe en las mentes calenturientas y cavernícolas de la pacotilla de tarifados del cerco mediático.
La oligarquía ultramontana de este país no ha comprendido ni comprenderá jamás, que la reproducción y conservación del sistema social y el modo de vida burgués que usufructúan hasta el hartazgo ofensivo, solo es posible con los conocimientos de esos maestros mal pagados, vilipendiados y reprimidos por los órganos represivos del Estado.
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