miércoles, 11 de agosto de 2010

El pasado como espectáculo y como negocio

Rebelión

Por Luis Hernández Navarro

La celebración del bicentenario de la Independencia y de los 100 años de la Revolución serán una mezcla de espectáculo de medio tiempo de una final de partido de fútbol americano y un show. Por supuesto, representarán, también, un magnífico negocio para algunos. Tan sólo el Fideicomiso del Bicentenario contaba en abril pasado con 2 mil 671 millones 600 mil pesos.
Para organizar las fiestas, el gobierno mexicano contrató, sin licitación alguna, al australiano Ric Birch, director de Spectak Productions y maestro de ceremonias de cinco olimpiadas, que llegó a México, por invitación de Fernando Landeros, presidente de Fundación Teletón. Según explicó el encargado del gobierno federal para los festejos, José Manuel Villalpando, las olimpiadas de Barcelona y las de China las organizó él. Estamos ante un artista mundial (experto) en el tema. Villalpando desea mostrar al mundo que somos capaces de crear cosas verdaderamente fantásticas.

Se trata pues de waltdisneylizar la historia contratando a un organizador de ceremonias de oropel. Tal como se quiere hacer con las zonas arqueológicas del país y el patrimonio histórico, quiere convertirse la celebración del pasado en un espectáculo televisivo, en diversión deslumbrante para apantallar al respetable, en circo con pretensiones de inmortalidad en el que se lanza incienso a héroes convertidos en personajes de cómic. Los festejos oficiales muestran la conversión de la historia en un show multimedia. En el guión gubernamental al uso, si la historia no puede rescribirse a gusto de la derecha porque una de sus versiones está firmemente implantada en el imaginario popular, entonces, lo que toca para apropiársela es b analizarla , vaciarla de contenido, transformarla en espectáculo para el Canal de las Estrellas.

Así, no resulta sorprendente que entre las actividades a se encuentren un partido de exhibición de la National Basketball Association en Chihuahua, o una regata internacional desde Río de Janeiro, Brasil, hasta el puerto de Veracruz. Hay, además, entre otras lindezas por el estilo, un Torneo del Bicentenario, un Balón Bicentenario, un banco (Banamex) que se denomina del Bicentenario.

El espíritu de este proyecto quedó en claro el pasado 10 de febrero, cuando se dio a conocer el programa oficial de las actividades conmemorativas de los festejos, no en el Castillo de Chapultepec o en el Monumento a la Revolución, sino en el Centro Banamex, una sala privada en la que se efectúan indistintamente exposiciones de autos o conferencias académicas.

Previamente al arribo de Calderón al evento fueron proyectados en pantallas gigantes los videopromocionales del gobierno federal, en los que aparecen personalidades del espectáculo como Alejandra Guzmán y Adal Ramones con sombrero jarocho o Huarachín y Huarachón, destacando su orgullo de ser mexicanos. Cuestionado acerca del tono frívolo del evento y de la presencia abrumadora de personalidades de la farándula en las conmemoraciones oficiales, Villalpando se incomodó y dijo: “son mexicanos también, ¿no? Es una fiesta para todos los mexicanos, todos los mexicanos caben, todos, hasta los de los medios públicos”.


La disputa por la historia en curso no es sólo una operación para desamortizar los bienes culturales que se mantienen bajo tutela estatal y ofrecerlos en bandeja de plata a la industria del turismo y la recreación. Tampoco es, solamente, una batalla para reivindicar al santoral conservador excluido del calendario cívico. Es, todo eso, pero, además, una operación para quitarle a la historia su fuerza constituyente.

Más allá de su pretensión de mantener a su partido en el poder a toda costa y hacer negocios, el gobierno panista no tiene un proyecto de futuro y le incomoda un pasado que apela a una tradición revolucionaria. Los movimientos de Independencia y la Revolución Mexicana fueron revoluciones populares contra órdenes conservadores como el que hoy despacha en Los Pinos. No es posible olvidar que cuando Felipe Calderón era presidente del Partido Acción Nacional (PAN) dio el grito en el Ángel de la Independencia exclamando: ¡Viva Agustín de Iturbide!

Tan incómodo resulta este asunto para los panistas que el diputado Ignacio Téllez tuvo que copiar a Mario Moreno, Cantinflas, para fijar una posición: “La razón por la que pedí la palabra –dijo en la Cámara– es porque es una buena oportunidad de que los partidos que llevan la Revolución, hagamos esa Revolución, ¡pero de ideas! (…) que nos dejemos de tanto protagonismo y no sigamos más bien enredándonos en la bandera del bicentenario y del centenario tanto de la Revolución como de la Independencia, sino más bien nos preocupemos por los problemas más graves que tiene nuestro país”.

El pasado como negocio
Tarde y mal, la organización de los festejos ha estado marcada por todo tipo de equívocos. Comenzó cuando el 19 de junio de 2006, Vicente Fox invitó a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como coordinador general de la Comisión Organizadora de la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución. Sin embargo, el 16 de noviembre del mismo año Cárdenas renunció por las controversias que generó en su partido haber aceptado la invitación de Fox. En su lugar fue designado (no de manera oficial) Fernando Landeros. Fue severamente cuestionado por ser presidente de la Fundación Teletón y porque su nombramiento suponía que Televisa se había adueñado de los festejos. En abril de 2007 fue seleccionado Sergio Vela, ex presidente del Conaculta, pero en septiembre siguiente, el presidente Calderón designó a Rafael Tovar y de Teresa. Tres meses después, José Manuel Villalpando tomó el papel de Tovar y de Teresa. Apenas hace un par de semanas se anunció que los festejos están a cargo de la Secretaría de Educación Pública.

La organización de la celebración ha sido buen negocio para algunos. El pasado está de moda y, como en toda moda, unos ganan más que otros. Se le venera de la misma manera en que se reverencia el dinero. Por todas partes florecen tiendas de anticuarios, traficantes de antigüedades y reproducciones de objetos viejos. Se lustra lo antiguo y se envejece lo nuevo, y al hacerlo se realiza pingüe negocio.
La pasión y la nostalgia por mercancías históricas florecen junto a las fortunas de quienes las adquieren y venden.

En la misma forma en la que el gobierno de Vicente Fox mochó el águila y la serpiente del escudo nacional, quiso hacer de los emblemas religiosos símbolo distintivo de su gobierno y del mercado una escuela de virtud para la administración pública, el calderonismo se propone ahora avanzar en el uso mercantil del pasado, en convertir el festejo de la historia el terreno para hacer negocios en el reino del capitalismo de los cuates.

En las celebraciones hay abundantes recursos en juego, ejercidos con opacidad. Para distribuirlos se han creado fideicomisos. Hay que tener presente que los fideicomisos manejados por el gobierno federal se han convertido en mecanismos perversos que facilitan la corrupción y los desvíos de recursos, ya que operan en la opacidad y con total discrecionalidad. Son una figura contable que sirve para que la administración federal tenga a la mano recursos de una caja chica que escapa a los controles plenos de la fiscalización.

Quizás por eso el Fideicomiso del Bicentenario contrató al Sistema de Agencias Turísticas del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Turissste), para que realizara el acto del 15 de septiembre y se encargara del diseño, instalación y mantenimiento de los 35 relojes bicentenario que se colocarían en todas las entidades federativas (uno por estado, tres para el Distrito Federal y dos para Guanajuato). En lugar de ello, la agencia de participación estatal subrogó los trabajos a la empresa Make Pro, subsidiaria de Corporación Interamericana de Entretenimiento, que preside Alejandro Soberón Kuri. Soberón Kuri es uno de los principales accionistas del Grupo TV Crea, compañía dedicada a la organización de espectáculos y actividades artísticas vinculada a Televisa. La Auditoría Superior de la Federación encontró múltiples irregularidades en ésta y otras operaciones, tales como contratos arreglados, adjudicaciones directas, subrogación a terceros y facturas irregulares.

Los usos y abusos del bicentenario
Entre los múltiples usos políticos que se le dan a la historia se encuentra el de legitimar las políticas de los gobiernos en turno. Los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución son una muestra de ello. La administración de Felipe Calderón ha tratado de convertirlos en herramienta para avalar su iniciativa de “unidad nacional”, su abandono de la defensa de la soberanía nacional y su combate al narcotráfico.

De manera reiterada durante todo el sexenio, el Jefe del Ejecutivo ha invocado el mantra de la unidad nacional, para enfrentar el fantasma de un país profundamente dividido y agraviado. A pesar de que los festejos han estado marcados por la dispersión, la polémica y la ausencia de una convocatoria que unifique y coordine esfuerzos, el Bicentenario ha sido utilizado por el Presidente para insistir en sus llamados unitarios.

“Yo quiero invitarlos -dijo- a que este año del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución, las mexicanas y los mexicanos de todos los grupos, partidos, regiones, religiones, distintas maneras de pensar y de sentir acerca y por nuestro México, seamos capaces de unirnos en el ideal de país, de unirnos en torno a estas conmemoraciones y que estén, estas fechas tan significativas, por encima de nuestras legítimas discrepancias y diferencias”.

Por supuesto, el llamado a la unidad en abstracto del mandatario no ha sido respetado ni por él ni por sus colaboradores. No en balde José Manuel Villalpando fue designado titular de la Comisión Nacional de los Festejos por el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana. Abogado por la Escuela Libre de Derecho, durante años colaborador de Enrique Krauze y divulgador de historia en programas radiofónicos, Villalpando ha encabezado algunas de las más importantes cruzadas mediáticas para reescribir el pasado desde una visión conservadora, reivindicar traidores y darle lustre al gobierno panista. Lo ha hecho, amparado en la idea de que a la historia “no se le puede comprar, ni coptar, ni callar, ni borrar”.

En 2006, en plena contienda electoral, el historiador se puso los guantes de box para disputarle a Andrés Manuel López Obrador la herencia de Benito Juárez. En entrevista con el periódico Cronica, afirmó: “Hoy en día lo utiliza un candidato a la Presidencia de la República con fines totalmente partidistas; lo hace falseando lo que era Juárez en realidad. Y vende mucho: como nuestro pueblo no sabe o sabe poquitas cosas de don Benito… Pero la sorpresa es mayúscula, porque Juárez no es de izquierda, es de derecha”.

Según él, mirar al ex presidente desde el siglo XXI implica que “pensar y recordar a Juárez porque fue indito y después llegó a ser presidente de la República, defendió la soberanía nacional, mató a Maximilano y se aventó su apotegma, eso está muy bonito, pero no tiene ningún sentido más que nostálgico; en cambio lo más interesante es darse cuenta que el pensamiento de don Benito apenas hoy –de unos años para acá— se está cumpliendo. Vivimos un México muy moderno, inspirado mucho mucho en sus ideas, esto gracias a tres presidentes: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Han sido 18 años de puro juarismo puesto en práctica, cosa que antes nunca sucedió”.

Cuestionado tanto por la academia como por los historiadores heterodoxos, Villalpando ha mantenido al frente de la Comisión su vocación rijosa e instrumentalizadora de la historia. Apenas el pasado 14 de abril, presentó en 70 ciudades una videoconferencia titulada La insurrección de Hidalgo, en la que recurrió a la guerra iniciada por el Padre de la Patria para comprender los asesinatos de nuestros días. Según el historiador, Hidalgo “promovió el matar gente a diestra y siniestra”, lo que explica las más de 22 mil muertes sufridas en el país desde el 2006 a la fecha como producto de la guerra contra el narcotráfico.

La Revolución ha quedado en un segundo plano en los festejos. El centro de las celebraciones se ha concentrado en la Guerra de Independencia. De acuerdo con el historiador Pedro Salmerón ello se debe a que a los panistas no les gusta la Revolución, y a que “este gobierno no sabe historia, ni siquiera la historia de su partido”. La Revolución es un gran movimiento de masas y al PAN no le gustan las masas. Según él, “Villalpando, odia a los revolucionarios. Es alguien que ha llegado a decir, por ejemplo, que el zapatismo se hizo para que los campesinos estuvieran peor”.

Vestido de verde olivo
Actor central del proyecto político de Felipe Calderón, el Ejército ha jugado un papel clave en las celebraciones. De entrada, una parte muy importante de los cuantiosos recursos destinados al Bicentenario se canalizaron a través del Fideicomiso de los Festejos Patrios, dependiente del Banco Nacional del Ejército, Fuerza Aérea y Armada (Banjército). A buen entendedor, pocas palabras.

En un momento en el que el Ejército ha sido fuertemente cuestionado por su papel en el combate al crimen organizado y las violaciones a los derechos humanos, se le dedicó un pabellón en la Expo Guanajuato Bicentenario , el recinto monumental de mil millones de pesos , construido frente al Cristo Rey del Cubilete. En su inauguración el jefe del Ejecutivo hizo una mención especial a esta sala “ a través del cual se presentan las gestas del ejército mexicano: un ejército popular, un ejército del pueblo (...) Ese es el ejército que hoy sigue luchando por salvaguardar la soberanía, la libertad y la seguridad de los mexicanos”.

Curiosamente, en el el desfile conmemorativo del Bicentenario del inicio de la guerra de Independencia participará un contingente de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Ese ejército invadió México entre 1846 y 1848, y se anexó mas de la mitad de nuestro territorio; en 1914 envió 44 barcos de guerra a atacar el puerto de Veracruz, sin que mediara declaración de guerra; y en 1916-1917 entró al país persiguiendo a Francisco Villa.

Cuestionado por el manejo de unos festejos efímeros y superficiales, Villalpando respondió: “la crítica no me afecta, la envidia es algo muy mexicano”. Sin tener nada que celebrar, el uso gubernamental del Bicentenario se ha convertido en un verdadero abuso. Debe ser pura envidia. Así somos los mexicanos.

¿Qué le dejará a los mexicanos esta waltdisneyzación de nuestra historia? Según Villalpando: “Un libro de historia y una bandera que repartirá la Secretaría de la Defensa Nacional (…) y que podrás tener para siempre en tu casa”. No, pues sí.

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