Hablamos de la libre Autodeterminación de los pueblos, y precisamente, esa decisión fue rota por un grupo de golpistas que, con la fuerza de las armas, callaron la voz de la mayoría de hondureñas y hondureños que eligieron a Zelaya para que les gobernara.
No es cuestión de defender a un presidente o una ideología, se trata de defender un sistema, un modo de convivencia adoptado por todas y todos.
Vivir en democracia supone aceptar determinadas reglas por todos los sectores. Y la primera es respetar las decisiones del soberano. No podemos seguir viviendo con el eterno temor de que, en realidad, los que nos gobiernan son los que tiene el poder del dinero y de las armas.
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