jueves, 5 de julio de 2012

Crónicas de Santa Bárbara




Por Armando García

Seis de la mañana, calor con potencialidad de pelachanchos. Bajan del estadio, hacia la línea, muchos sampedrícolas, han trasnochado en la Feria Juniana.

Nosotros, viajeros de la resistencia, estamos listos. Antes, de poner pie en polvorosa: un pocillo de café retinto, con una semita engordaperros, en el parque, frente a la catedral.
Seis y quince. Encaramados en un Mazda, doble cabina vamos seis resistentes (o de la insistencia, como dicen los chafas), con brújula pintando viaje, despupusados hacia Santa Bárbara.

Agarramos la Tercera avenida. Adelante van seis carros con banderas de Libre. Al llegar a la veinte calle, el cacharro nuestro es el número 17. La gente va que no cabe en su alegría. Todo mundo grita, flamea trapos.

En una gasolinera, antes del peaje nos refaccionamos: agua, churrios, galletas, chucherías. Aquí, en la tienda de conveniencia, hay un chingo de gente, lucen: gorras, sombreros, vinchas de ¡Viva Mel! Y de ¡Urge Xiomara!: con una gaviota en lugar de la eme.

Cuando pasamos el peaje es una caravana del carajo: centenares de carros, adelante, y un pijín, detrás, todos embanderados. ¡Pitan! ¡Pitan! Eterno sonido de claxon.

Después, de los mil huracos de esa carretera que dijo Miguel Actor (de Televicerdo) reparar, pasamos por La Ceibita, Pueblo Nuevo. De aquí, en adelante, ningún carro transitaba hacia San Perro Suda; todos van en el mismo sentido: hacia la tierra de los pateplumas, a lanzar a Xiomara, la de Mel, la del pueblo hondureño.

Primer timbrazo: vamos por la Unión, dijo el celular de Mito Galerano, allá nos vemos hijos del maiz. Otro, ¡haló!: por dónde vienen, dijo Marta y Omar González, acá les tenemos una burra de carne con frijoles, hablen cuando estén en la calle de los de acá. Pasan unos minutos: “A qué horas van a llegar, carajos, a dar fe de este hecho histórico”, gritó el blackberry de Jorge Miralda, “cuando lleguen, búsquenme atrás del escenario, okay…”

Por la orilla de la carretera, los campesinos: niños, mujeres y hombres flameaban, con alegría y en señal de saludo, banderas de Libre.

Desde La Unión aminora la marcha: cachimbo de automotores. Pasamos la tierra de los trinitecos: gritos y vivas. Llegamos al puente de la ciudad de los brujos de Ilamatepeque. Y desde Gualala, condado de los tiligüas panza verdes, a 17 kilómetros, de Santa Bárbara, los carros se desplazaban a paso de Democracia, la tortuga de Mafalda.

Cada conductor quiere llegar de primero, rebasar a otros: miles de buses, carritos, mototaxis, motos, camiones, rastras, bueno, cualquier babosada que tenga ruedas, hasta los queques de gente.

Desde Gualjoco o de Gualjoquito, ya no se puede pasar en vehículo. Nos metimos por un atajo. Todos hacen lo mismo. Los caminos, las carreteras: han colapsado. En un portillo, nos metemos. Dejamos el carro en el monte. Y a rebote de calcetín: caminamos más de 8 kilómetros. Vamos en la corriente, en el río humano, alegres.

¡Puta, qué alegría, llegar a Galeras! Llegar es un decir: pusimos pie en la punta sur de viejo aeródromo y caminamos como galgos –capeando un hormiguero, una chamuchina, un pijazal, un gentillal-de-gente– un tramo, del tamaño de cuatro canchas de fútbol, hasta los linderos de un potrero gigante, parejito, con la plataforma desde donde lanzaremos, hasta montarla en la presidencia, a la candidata del consenso en resistencia: Xiomara.

¡Oh! Qué majes más ilusos, jamás encontramos a los amigos con los que quedamos, apalabrados, vernos. Hallarlos, era como buscar un piojo en el afro del tejedor de piyamas, Juan Ramón Calabaceta.

Ventas aquí. Gritos allá. Bubuselas bramando como cabros degollados. Estrechones de manos entre los aleros. Rempujones pa’pasar, porfa. Filas de carpas. Rótulos gigantes. Cardumen de cámaras de vídeos. Enjambre de fotógrafos. Agua comprada y regalada. Grúas sosteniendo aparatos de sonido. Convite: donde comen dos, comen tres. Cantantes de todos los pelambres. Consignas para tapizar el gane. Un arcoíris de nuestra horchata sanguínea: negros, zambos, morenos, cheles, mulatos, altos, bajos, católicos, ateos, aleluyas, evangélicos, misquitos, lencas, tol, chortis, tawuakas, tolupanes, jates, caracoles, pateplumas, jamos, tehumas, chorotegas.., en fin. Todos aplauden, cantan, bailan, gritan, escuchan, abuchean. Una locura, un desorden bien organizado.

Miré, eso sí a una volquetada de cómplices, cerros de revulucos, montaña de compañeros de viaje que ya días no miraba. Allí estaban: Teodoro Sánchez, sudado, con sus ojos de búho desvelado. Rodolfo Cortés, como chucho en procesión, feliz, como una gota más, en aquel mar humano. Ennio con su Negra y su hijo Fer Maldonado, orondos, daban la impresión de haberse ganado el gordo de la lotería. Vimos a Fabio Cárcamo, más retinto y jodión en aquel solazo hijuelamadre. A Ernesto Dubón y Mario Ardón Mejía documentando el hito histórico.

Bajo la sombra de unos caraos dimos con Mauricio Ramos, POR cuyo motivo, echando humo de esa su Libre calva, de pelos. Allí, poeta, Fabricio Estrada, repartiendo libros y redactando su blogueridad de palabranauta irredento. Y, a Dino Fanconi, con un tropel de Bellas Artes destapando el genio (como debe ser en cada evento serio) de una botella que, fue un soplido en las fauces de esos bárbaros, sólo nos dieron un vasito de ron, nada más, del tamaño de un dedal.

Sólo consigo, este poquito de ñangaritas (Rosuco dixit) de ese inconmensurable mar de "cuatro gatos", como testigos; porque, si no, quién nos va a creer en el futuro. Y tenemos que contar, dar fe ante la historia, que asistimos a la más grande concentración política del siglo XXI catracho. Que estuvimos allí: en la construcción del principio del fin de la felonía. Que allí le cambiamos el aceite a la rebeldía, para darle vuelta en las urnas, como calcetín, a la Honduras secuestrada por la oligarquía y la bota militar del imperio y construir, con la mara de Xiomara, un país (disculpe, Tío Ho) diez veces más bello.

Vale.

En Santa Bárbara sumamos más de Un Millón de Personas
Nos trasladamos a la ciudad de Santa Bárbara, cabecera del departamento de su mismo nombre y bien llamado “cuna del junco, del café y de la mujeres bellas”, compañeros y compañeras de lucha dentro del FNRP; salimos de la ciudad de Siguatepeque, en el departamento de Comayagua, nos sumábamos a los miles y miles de hombres y mujeres que creen que el camino democrático es la vía más viable para la refundación de la Patria. Caminamos para ser testigos y participes del histórico evento, cuando se proclama oficialmente a Doña Xiomara Castro, como Candidata a la Presidencia de la República, sostenida por el brazo político de la Resistencia, por el partido de las grandes mayorías del pueblo hondureño; por Libre.
Por el sector sur, por donde ingresamos los llegábamos de las regiones centro-occidente-sur-oriente; no fue fácil llegar a la ciudad que sonríe a la sombra del cerro “Guatemalia”, eran simplemente miles y miles de carros en doble o triple fila que se formo desde el valle de Tencóa hasta el barrio “Galeras”; el lugar escogido para la concentración; considero que la distancia podría no ser menor a 12 kilómetros. Similar situación sucedía en el sector oeste, por donde llegaron los compañeros y compañeras de las zonas occidente-centro-norte-oriental.

Dejamos a la vera del camino la comodidad de los vehículos y los vehículos, tomamos el agua, nos colocamos la gorra o el sombrero y las compañeras con sus carteras bajo el brazo y la sombrilla sobre la cabeza; nos lanzamos a caminar (nos movilizamos masivamente, como hace tres años) y por fin pero llegamos al barrio “Galeras” para ser parte de la historia.
Cuando me pregunto o me preguntan; cuantos éramos los que nos juntamos este 1 de julio, en la ciudad de Santa Bárbara, me contesto y les contesto, entre hombres y mujeres; mal contados; sumamos más de Un Millón!!! Porque podríamos ser mas, pero nunca menos

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