Por German Rosa, s.j.
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Por German Rosa, s.j.
La desigualdad es una sombra que se extiende por toda América latina y el Caribe. La desigualdad se expande y al mismo tiempo aumenta la pobreza. De hecho, hay una gran distancia en la región latinoamericana y caribeña entre pequeños grupos que concentran gran parte de la renta nacional y grandes masas que tienen ingresos mínimos o muy bajos. Reflexionemos sobre la desigualdad, sus antecedentes y sus implicaciones políticas para nuestra región.
Es conveniente recordar que, a finales del siglo XX, las medidas de los ajustes estructurales y la liberalización de las economías sustituyeron las políticas redistributivas y de protección social, y dieron lugar a la privatización de los servicios públicos como la salud, la educación, etc., en detrimento de las políticas sociales de los Estados. Dichas políticas neoliberales tuvieron como consecuencias el empobrecimiento de gran parte de la población, la erosión de las capas medias y la repartición desigual de los ingresos por habitante. Tuvieron como impacto directo la falta de protección social y del sistema de pensiones. El sistema educativo se estructuró a dos velocidades, la educación pública para los sectores empobrecidos y la educación privada para las capas medias y las clases altas de la sociedad. Las políticas neoliberales acrecentaron las desigualdades y la falta de equidad en América Latina y el Caribe.
En el presente siglo, los datos de la CEPAL y OXFAM, con fecha del 16 de marzo de 2016, exponen que el 10% más rico de América Latina y el Caribe poseía el 71% de la riqueza y tributaba solo el 5,4% de su renta.
La acumulación de la riqueza entre 2002 y 2015 es impresionante, las fortunas de los multimillonarios de América Latina crecieron en un promedio de 21% anual, es decir, un aumento seis veces superior al del PIB de la región. Gran parte de esta riqueza se mantiene exenta del pago de impuestos o en paraísos fiscales. Además, en la mayoría de los países de la región continua el aumento progresivo en la tasa y los bienes que pagan IVA, no se resuelve el problema de la evasión fiscal y no se reducen las exenciones que reciben los que tienen más ingresos.
La evasión de impuestos sobre la renta personal, corporativa y del IVA le cuesta a América Latina y el Caribe más de 320.000 millones de dólares al año, es decir, 6,3% del PIB, según los análisis de la CEPAL. Esto significa que los países latinoamericanos pierden más del 50% de sus ingresos por impuestos sobre la renta a los ciudadanos. Muchos de estos recursos van a paraísos fiscales.[1]
Según investigaciones más recientes del equipo de Enfoque Internacional[2], a finales del año 2021, el Oriente Medio, África subsahariana y Latinoamérica eran las regiones más desiguales del mundo. América Latina estaba a la cabeza en la concentración de patrimonio del mundo. En concreto, el 10% más rico de Latinoamérica concentraba más de un 75% de la riqueza total de la región, mientras que el 50% más pobre apenas llegaba al 2%. Contrasta bastante con regiones en donde las desigualdades son las más bajas, como Europa, donde el 10% más rico no llega a concentrar el 60% de patrimonio total.[3]
Además de las desigualdades antes mencionadas, existen otras que se manifiestan de muchas maneras en nuestros países latinoamericanos y caribeños. Se observa que hay una real separación no solo geográfica entre el mundo rural y el mundo urbano. En grandes extensiones del territorio rural el acceso a la salud y a la educación con frecuencia es muy precario. Pero también nos percatamos que en las zonas urbanas hay lugares que tienen todas las garantías y demás, con respecto a otras áreas urbanas.
Otro indicador de la desigualdad es el índice de feminidad, que muestra las disparidades en la incidencia de la pobreza entre las mujeres y los hombres, éste indica que en 17 países de América Latina existe una falta de equidad en detrimento de la mujer. Según los datos de la CEPAL: “En 2019, por cada 100 hombres viviendo en hogares pobres en la región, había 112,7 mujeres en similar situación, esto evidencia la falta de autonomía económica de las mujeres, quienes en ausencia de otros ingresos del hogar son más proclives a estar en situación de pobreza, realidad que se agudiza en hogares con mayor presencia de niños y niñas”.[4]
También existen, lamentablemente, discriminaciones étnicas que se expresan en un desprecio por las etnias aborígenes y que es lastre de estructuras racistas a lo largo de la historia de nuestros pueblos.
El estudio de la CEPAL, con fecha de mayo de 2001, plantea que en América Latina y el Caribe había entre 33 y 40 millones de indígenas divididos en unos 400 grupos étnicos, cada uno de los cuales tiene su idioma, su organización social, su cosmovisión, su sistema económico y modelo de producción adaptado a su ecosistema. Existen cinco países que agrupan casi el 90% de la población indígena regional: Perú (27%); México (26%); Guatemala (15%); Bolivia (12%); y Ecuador (8%). La población negra y mestiza afrolatina y afrocaribeña en la región alcanza unos 150 millones de habitantes, lo que significa alrededor de un 30% de la población total de la región. Con relación a su ubicación geográfica, se encuentran especialmente en Brasil (50%); Colombia (20%); y Venezuela (10%). Tras siglos de exclusión y dominación, a principios del nuevo milenio los pueblos indígenas, afrolatinos y afrocaribeños presentan los peores indicadores económicos y sociales y tienen escaso reconocimiento cultural y acceso a instancias decisorias. Además, la discriminación étnica y racial también está en la base de los sentimientos xenofóbicos en los países de la región.[5]
Ante esta realidad, nos surgen las preguntas siguientes: ¿nos estamos acostumbrando a vivir bajo la sombra de la desigualdad? ¿Será que esta realidad nos está contagiando con la pandemia de la debilidad de la voluntad política en los procesos democráticos de la región impidiendo de esta manera que prevalezca la luz de la justicia y de la equidad social?
Todos estos indicadores, y otros que no mencionamos, se convierten en una verdadera sombra tenebrosa de la desigualdad para la democracia en América Latina y el Caribe. Y la luz tenue que podría iluminar los espacios para construir sociedades más equitativas e igualitarias en la región, propiciando los Estados de bienestar, se ha encontrado con grandes oscuridades o reales dificultades. Entre las que podemos mencionar: la debilidad financiera de los Estados, las estructuras endeudadas desde las independencias, la corrupción, el comercio asimétrico internacional y la depreciación de los productos de exportación que implica menos ingresos, la falta de voluntad política y la manipulación de las reglas de la democracia con una lógica instrumental de las élites, así como las reticencias a la democratización de la redistribución de la renta nacional.
Según el analista Thomas Piketti, lo que determina el nivel de las estructuras de las desigualdades en una sociedad son sobre todo de carácter ideológico y político, y no son el fruto de cualquier fatalidad económica o tecnológica; así como el profundo anclaje del clientelismo político que constituye un obstáculo mayor para el reconocimiento efectivo de los derechos de los ciudadanos y el bienestar mínimo que habría sido posible para todos.[6]
Ante estos grandes obstáculos y retos de la democracia en nuestros días, también afrontamos dos peligros reales. Estos dos grandes peligros son el populismo y el autoritarismo de líderes y grupos de poder que proponen estas dos posibilidades como la panacea para resolver los problemas antes mencionados. De hecho, el populismo no resuelve los problemas estructurales de la desigualdad y la pobreza, y el autoritarismo reprime las expresiones y la organización de los pueblos latinoamericanos y caribeños que protestan ante estos graves problemas y sus consecuencias.
Las instauraciones de Estados de bienestar con políticas sociales para afrontar los graves problemas de la desigualdad en sus distintas facetas, requieren el aumento de los ingresos fiscales o de los impuestos públicos. No sin antes afrontar la terrible evasión fiscal existente y la fuga de capitales. Y no hay que olvidar que la tendencia de la estructura fiscal de nuestros países es prevalentemente de carácter regresivo, es decir, que penaliza con impuestos a los consumidores finales que en su gran mayoría son ciudadanos y ciudadanas que cuentan con un ingreso muy bajo y limitado porque viven solamente de sus propios salarios, pero esta estructura fiscal no afecta de la misma manera a los que son poseedores de grandes capitales. El gran desafío es crear estructuras fiscales que sean progresivas porque así se aplicarían los impuestos de manera más equitativa y con sacrificios iguales para el conjunto de la población.
Además, dada la fragilidad de los Estados Nacionales es fundamental fortalecer el poder judicial para que sea creíble, fiable e independiente y se pueda afrontar los graves problemas de la corrupción de líderes y grupos políticos que malversan los fondos públicos y que favorecen políticas que promueven el ciclo y la espiral de la desigualdad en la región latinoamericana y caribeña.
Ante estas dinámicas de una creciente desigualdad se plantea no solamente la necesidad de la creación de un sistema fiscal que dote a los Estados latinoamericanos y caribeños de los recursos necesarios para planificar políticas de largo alcance que beneficien la población más afectada; sino que también, hay que diseñar políticas redistributivas y políticas sociales que rompan las tendencias de la desigualdad y la falta de equidad; además, de cara a la discriminación racial, se necesita la constitución de sistemas jurídicos que reconozcan la multiculturalidad de los pueblos.[7]
Tantos desaciertos y fracasos políticos en nuestra región latinoamericana y caribeña pueden conducirnos al pesimismo a falta de ideales movilizadores y, además, por no lograr los fines deseables. El pesimismo ante la magnitud y la extensión de la sombra de la desigualdad y sus consecuencias, nos puede arrastrar subrepticiamente a la resignación, bajo la cobertura justificadora que esconde la pasividad y la connivencia con esta triste realidad injusta que afecta a los pueblos latinoamericanos y caribeños dejándola tal como está. Incluso existe la posibilidad de indignarse ante tal estado de las cosas, pero beneficiándose de dicha situación.[8]
No podemos resignarnos a vivir con la desigualdad ni aceptar el pesimismo del ambiente que puede conquistarnos. Siempre hay posibilidades en dónde se busquen sin bajar los brazos de manera conformista.
La política es el arte de lo posible e iluminar para acabar con la extensa sombra de la desigualdad solo se logrará con una razón práctica democrática decidida a alumbrar y abrir caminos políticos creativamente, rompiendo la inercia impuesta por el pesimismo desmovilizador, para construir con esperanza el presente y el futuro de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños.
El sentido de las acciones políticas se adquiere comprometiéndose activamente para lograr sociedades democráticas, en las cuales, la sombra de la desigualdad desaparezca y en su lugar prevalezca la luz de la equidad y la solidaridad.
Ante tantas situaciones dramáticas que viven nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, hoy más que nunca la democracia no solo está cuestionada, sino que está obligada a responder con audacia para estar a la altura de nuestros tiempos. Sabiendo que la inteligencia debe impulsarnos a abrir nuevos caminos con fortaleza política, sin dejarse atrapar por la impotencia, la desesperanza y la resignación. Siendo conscientes que la inteligencia a veces solo ofrece la iluminación de tenues destellos y no nos podemos detener a pesar de que debemos caminar en la penumbra o a media oscuridad.[9]
[1] Ver el siguiente enlace de la Comisión para América Latina y el Cribe (CPAL): https://www.cepal.org/fr/node/
[2] Enfoque Internacional: es un equipo de analistas que enfocan un tema de la actualidad mundial para analizarlo en profundidad, con entrevistas a expertos y actores del sector político y social.
[3] Ver el siguiente enlace: https://www.rfi.fr/es/
[4] Ver el siguiente enlace: https://oig.cepal.org/
[5] Ver el siguiente enlace: https://www.cepal.org/es/
[6] Cfr. Compagnon, O. Mars-avril 2022. Les inégalités en Amérique latine: un legs de l’histoire, un défi pour le XXIe siècle. Questions Internationales Nº 112. Amérique Latine, p. 38.
[7] Cfr. Compagnon, Mars-avril 2022, pp. 40-41.
[8] Valadier, P. 2017. Lueurs dans l’histoire. Revisiter l’idée de Providence. Paris: Éditions Salvator, pp. 33-34.
[9] Cfr. Valadier, 2017, p. 190.
Tod@s somos Honduras.
Tod@s estamos con Honduras.
Desde la Agencia Radiofónica de Comunicación repudiamos esta ominosa asonada militar que golpea en serio en las calles de las ciudades azotadas por los reaccionarios. Y también resuena en el interior de una Nación pisoteada pero no vencida.
Manuel Zelaya, el presidente depuesto el último domingo, consideró el golpe de estado que sufrió como "un retroceso para las Américas". Y pidió a la OEA que no deje impune el acto perpetrado contra él. "Yo sé perdonar, soy tolerante, practico la no violencia, pero los pueblos no perdonan y la historia condena", dijo el presidente hondureño expulsado de su tierra.
Por su parte, la Asamblea General de la OEA nombró al Secretario General de la organización, José Miguel Insulza, como el responsable de acompañar a Zelaya en su inexorable retorno al país. Insulza va a administrar las acciones que ayuden a restaurar la democracia hondureña.
"No queremos suspender al querido pueblo de Honduras, pero sí a los usurpadores que han avergonzado a su propio país y que negaron al pueblo gozar del derecho a vivir en democracia", aclaró Insulza, como señala la venezolana Agencia Bolivariana de Noticias.
Según la ABN, Insulza reiteró que la OEA no piensa aceptar ninguna acción "que no surja de los efectos que buscamos: el retorno de Manuel Zelaya".
En este mientras tanto, con la vigilia atenta, expectante las redes sociales de la comunicación ciudadana, alternativa y popular activan sus lazos y dan a conocer esa otra historia que los medios hegemónicos pretenden ocultar. Algunas de esas muestras están en este blog de la ARC, que aspira a multiplicarse en cada antena amiga, en cada comunicador comprometido con el latido de Nuestra América.
Porque nos interesa todo lo que sucede en el tiempo que nos tocó compartir.
Porque este sí es un acto destituyente objetivo y cruel, y no una frase de ocasión para cosechar antiguos vientos.
Porque Honduras significa “hondo” y a nosotros -ciertamente- no nos place los fulgores vacuos de la superficialidad.
Y por algunas (incontables) razones más…
Hoy Tod@s somos Honduras.
Hoy Tod@s estamos con Honduras.
Oscar E. Bosetti
Director
Agencia Radiofónica de Comunicación
FCE – CePCE
Universidad Nacional de Entre Ríos
1 de julio de 2009
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