Latinoamérica no es un actor relevante en el escenario donde se desarrollan las discusiones geopolíticas sobre el conflicto Rusia-Ucrania, pero si la guerra se prolonga, causará efectos sobre las economías de la región
Siempre que hay guerra, los más pobres pagan, en mayor medida, todas su peores consecuencias. Mientras, nadie sabe cómo podrá terminará un tipo de desastre bélico que cada vez tiene más posibilidades de convertirse en un auténtico holocausto global.
¿Coquetea el “patio trasero” de EEUU con Rusia?, se pregunta la Deutsche Welle, que advierte que la difícil relación con Washington explica cierto desapego ante la posición estadounidense, que puede tener efectos económicos y hasta legales para la región.
Rusia lleva tiempo aumentando su contacto con los países latinoamericanos, particularmente aquellos donde los sentimientos antiestadounidenses son profundos. Estos países se han beneficiado de acuerdos de armas en los últimos años, de vacunas en el último tiempo, y agradecen sin dudas la cooperación e inversiones rusas, particularmente en el sector energético.
El sociólogo brasileño Emir Sader señala habla de una segunda guerra fría y dice que, comparado con la fuerza que tuvo en la primera guerra fría, ya sea en el campo político, económico, tecnológico y hasta militar, Estados Unidos es flagrantemente más débil. En la crisis de Ucrania, incluso la superioridad militar de EEUU resultó ser relativa, ya que la iniciativa y la audacia de Rusia neutralizaron su capacidad de acción.
Añade que, las eventuales victorias de Lula da Silva y Gustavo Petro -en las presidenciales de Brasil y Colombia-podrían configurar una América Latina más fuerte y coordinada que nunca, que fortalezca a los BRICS y el surgimiento de un mundo multipolar. La nueva guerra fría será así muy diferente a la primera, menos estable en el equilibrio de fuerzas entre los dos bloques, con tendencia al fortalecimiento de las fuerzas emergentes y al declive de EEUU, concluye Sader.
Los expertos coinciden que las sanciones anunciadas por la OTAN exacerbarán las presiones inflacionarias en todas las economías occidentales. No sólo dañarán a Rusia, también perjudicarán a la clase trabajadora de Europa occidental y de Estados Unidos, particularmente a los pequeños y medianos negocios que constituyen su principal motor económico, y por rebote, a los trabajadores latinoamericanos y caribeños.
Una contrasanción deletérea de Rusia podría ser el freno de minerales críticos utilizados en la manufactura de chips: el paladio y el titanio, usado en la manufactura aeronáutica.
Nuestra región está fuertemente expuesta a los avatares de los flujos del capital dinero, a los niveles de la tasa de interés, a los precios de las mercancías exportadas con bajo valor agregado, a su industrialización trunca dependiente, a sus estilos de consumo empresarial y de hogares. Por lo tanto, los efectos de la inestabilidad capitalista a nivel global siempre nos van a pegar de frente, a veces castigándonos y otras, creando escenarios de aparente tranquilidad y generando falsas expectativas.
Si la guerra se alarga, sus efectos económicos también serían de más largo alcance y acelerados: el bloqueo de suministros y la subida de precios agudizarán los problemas de logística y abastecimiento que ya ha provocado la pandemia, reforzando quizá la demanda de seguridad y las tendencias retroglobalizadoras.
Si la guerra se alarga, obligará a replantear las estrategias de transición hacia economías verdes y digitalizadas; y va a generar graves problemas financieros derivados de la deuda y del nuevo freno a la actividad que se producirá en un contexto en el que nadie sabe cuáles son las mejores políticas para lograr estabilidad y equilibrio económicos.
No se puede denar de tener en cuenta que alrededor de la tercera parte del consumo de petróleo y de gas de la Unión Europea procede de Rusia y este país aporta un porcentaje muy importante de productos como el níquel, paladio, amoníaco, potasa, platino, la de fosfatos, acero, cobre…
Parece, pues, inevitable que las sanciones que le impongan se vuelvan sobre los demás países y especialmente los europeos en forma de escasez, de subida de precios o de ambas cosas a la vez.E xpertos advierten y especulan que la guerra podría afectar la producción de granos e incluso duplicar los precios mundiales del trigo.
Rusia también es uno de los mayores exportadores de fertilizantes del mundo. En Latinoamérica, hay países como Venezuela y Nicaragua que han intensificado las relaciones con Rusia en los últimos meses como parte de su estrategia de supervivencia, y Argentina y Brasil realizaron misiones comerciales al más alto nivel este mismo mes. Las industrias clave de Rusia son: la militar, la de gas, la nuclear y la petrolera, que, sin duda, son relevantes para las naciones latinoamericanas.
Ucrania es el tercer deudor del FMI detrás de Argentina y Egipto. La guerra Rusia-Ucrania revela el elevado grado de incertidumbre global en el cual se debe desarrollar la política económica. Estos dos países en guerra suman el 78 por ciento del comercio mundial de aceite de girasol, el 28 por ciento del de trigo y el 19 por ciento del de maíz.
La posibilidad real de una restricción se traduce en un aumento de los precios, pero también en una elevada volatilidad en estos mercados reflejando el nivel de incertidumbre reinante».
El panorama es también alcista para los mercados de insumos agrícolas, con presiones tanto en combustibles como en fertilizantes. La decisión del canciller socialdemócrata alemán Olaf Scholz de congelar el gasoducto NordStream 2, cuando las reservas de gas natural europeas se encuentran en sus niveles más bajos, tendrá impacto también en la producción y suministro alimentario.
Además, el gas natural es uno de los ingredientes más importantes para producir fertilizantes artificiales, lo cual impactará inevitablemente en el precio de los alimentos. Latinoamérica es fuerte importadora de estos fertilizantes. Cabe señalar que el abastecimineto energético de Rusia a Europa es 40 por ciento en gas natural y 27 por ciento en petróleo crudo
El temor de que en algunos países de la región es la interrupción del suministro de crudo, principalmente porque Rusia es el segundo país mayor exportador de petróleo después de Arabia Saudita. Algunos países petroleros de América Latina, como Brasil y México, podrían beneficiarse ante la falta de crudo importado pero, los precios se dispararían..
También hay exportaciones latinoamericanas hacia el este europeo, como la de flores de Colombia hacia Rusia: es un mercado todavía no muy grande pero importante para los productores. Esto está frenado en este momento.
Los efectos de la continuación de la guerra se pueden resumir del siguiente modo: Por un lado, aumento de los precios de las materias primas, lo que significaría más dólares de exportaciones de soja, trigo y maíz para los productores latinoamericanos, más inflación y más recaudación impositiva por retenciones a las exportaciones.
Por el otro, aumento de los precios de la energía: menos dólares por importaciones de gas, y en varios países de la región mayor tensión con el FMI por el sendero fiscal comprometido en los acuerdos de refinanciamiento de deudas. El valor de las importaciones de combustibles e insumos agropecuarios también se incrementaría, afectando negativamente la balanza comercial, y limitando las posibles ganancias que podrían capturar los productores respecto al mayor precio de las commodities.
Por ahora son meros análisis y especulaciones, en un escenario de posibles conflictos y efectos nocivos sobre los países latinoamericanos de una guerra que nadie tiene que ver con nosotros.
* Marcos Salgado. Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuel, editor de Questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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