Defensores en Línea
El Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Honduras comparece a la Plaza de los Pañuelos Blancos este primer viernes de abril 2022.
En primera instancia, estamos aquí para recordar nuestro 40 aniversario (agosto 1982 – agosto 2022) y para ratificar nuestra demanda histórica de verdad y justicia, un objetivo que trasciende de generación tras generación.
En esta larga vida, las familias fundadoras vamos entregando cada año nuestras propias vidas, pero cada vez vamos sembrando rutas de memoria, caminos de justicia, hogares y voces contra el olvido, perdones y reconciliaciones con sentencias condenatorias, y reparaciones morales con museos para el nunca más.
En segunda instancia, hoy celebramos en este centro histórico de Tegucigalpa la liberación de casi un centenar de personas, hombres y mujeres, defensores de la vida, el agua, el territorio y la libertad de expresión, en distintos puntos del país.
Las personas liberadas eran sindicalistas, estudiantes, productoras y productores del campo, mujeres y hombres del pueblo criminalizados por la dictadura del narcotráfico, bajo figuras penales cuya extinción es ahora posible por la vía de la amnistía.
Anunciaremos en los próximos días nuevas liberaciones de esos procesos violatorios de la dignidad humana hasta alcanzar a más de seis mil familias afectadas en sus vidas por la atrocidad de un régimen, cuyo jefe de manada gana tiempo antes de su viaje, para posicionar su base política y financiera ahora descompuesta.
Hoy también estamos en esta plaza para hacer eco de las últimas denuncias presentadas por nuestras redes de defensores y defensoras en la zona oriental y occidental de Honduras. Las casas de acogida de migrantes están rebasadas en espacio y condiciones de vida dignas en esas regiones de entrada y de salida. Y algunas unidades de la policía nacional se están convirtiendo en coyotes extorsionadoras de personas en tránsito por el territorio.
Es urgente que la ONU, con la misma pasión por Nicaragua, se ocupe de este desesperado flujo de seres humanos del caribe, de África y del triángulo sur de Centroamérica, que huyen a través de Honduras de las pobrezas coloniales y del cambio climático acelerado por los países ricos de la OTAN y del norte violento de América, que es irónicamente su meta final.
Hacemos un llamado a la secretaría de seguridad, al ministro Sabillón, para que corrija esta vieja conducta institucional de ver a la persona migrante como delincuente, turista con dinero o infiltrado del terror, estereotipos que sirven para explotarles y humillarles.
A los seres humanos migrantes debemos respetar absolutamente sus derechos humanos y acompañar la ruta por ellos decidida en forma segura y solidaria. Honduras no puede comportarse como un perro guardián de la política anti migratoria de Estados Unidos y las Naciones Unidas tampoco pueden ser displicentes a este llamado.
Hoy hablamos también a esos sectores nacionales que atacan el derecho a la amnistía para miles de defensores de derechos humanos criminalizados por la dictadura del narcotráfico y que están muy preocupados por el voto contrario de Lizy Flores en la ONU sobre la resolución motivada de Estados Unidos contra Nicaragua.
Hacemos notar que la contradicción es siempre la misma: las violaciones a la vida, la integridad física y las libertades en Honduras son consideradas supuestas, aún en los peores momentos, mientras las violaciones en Nicaragua son tenidas por hechos consumados.
Comprendemos el juego de los Estados construyéndose parámetros de legitimidad en materia de derechos humanos, y comprendemos también la dinámica de los actores fácticos construyendo oposición moral desde aquella histórica conferencia de 1973 en Helsinki que desestabilizó la guerra fría.
Sin embargo, no comprendemos esta contradicción entre la baja pasión por las violaciones locales a los derechos humanos y la energía efusiva por las del vecindario. Es tiempo de confrontarnos en este juego de máscaras.
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