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A eso de las 5 de la tarde, cuando el sol empieza a ocultarse, Cristian Espinoza, llega a su jornada de trabajo, y al ponerse el semáforo en rojo inicia su labor de sacar una sonrisa a la gente que transita en la ciudad, que a cambio le contribuye con algunos lempiras para que él pueda sobrevivir y mantener a su familia.
Hace ocho años que empezó a aprender malabares y hace cinco años que está en los semáforos. Antes, Cristian se apostaba más temprano con la posibilidad de conseguir un poco más de dinero, pero debido a un ataque policial del que fue víctima y que casi pierde la vista, tiene que salir al mismo tiempo que el sol se oculta para así poder trabajar sin que le afecte.
El 15 de septiembre de 2020, el joven Cristian Espinoza fue víctima de un brutal ataque, por parte de elementos represores del Estado, donde casi pierde la vista al ser atacado con un chorro de agua a presión, que, según expresaba, contenía un químico color rosado, que fue a impactar directo a su cara.
Espinoza permaneció varios días internos en el Hospital Escuela Universitario (HEU) por la gravedad de las heridas en sus ojos, mientras estuvo ingresado en el centro asistencial, el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH) estuvo pendiente y acompañando el proceso de su recuperación, misma que hasta la fecha sigue haciendo y continúa pendiente de su tratamiento, a casi dos años del brutal ataque.
El hecho se dio en el marco de la movilización del 15 de septiembre de 2020, donde el pueblo denunciaba los actos irregulares que estaba haciendo el régimen durante la pandemia que llegó a Honduras el 15 de marzo de ese año, donde la población fue sometida a un confinamiento para evitar la propagación del coronavirus que ha estado afectando al mundo. Pero esa no era la primera vez que Cristian participaba en manifestaciones para exigir sus derechos.
Esta lucha que ha iniciado el joven artista no es de ahora, ya tiene varios años e inició justo después del 28 de junio de 2009 con el golpe de estado que derrocó al en ese entonces presidente de la República Manuel Zelaya Rosales.
“Cuando tenía 15 años en el 2009, estábamos en el colegio y no queríamos saber nada, no nos interesaba la política, pero después del golpe de estado veníamos conociendo como se venían manejando los sistemas, como querían manejar el sistema las nuevas autoridades del país, y tuvimos un conocimiento de conciencia que estaban haciendo algo que no debían hacer”, expresó Cristian Espinoza.
“Querían envenenarse de tanto poder, querían ser dueños del país, mientras nosotros íbamos más abajo, ya estábamos en la pobreza, íbamos a lo peor, querían dejarnos en la calle, por eso esta lucha es una lucha social por muchas cosas, no ha sido solo por los hospitales que se robaron, no ha sido solo por el saqueo del seguro social, si no que eso empieza desde el golpe de estado para acá”, añadió.
Mientras espera que el semáforo se ponga en rojo para continuar su jornada, Cristian señala que la lucha ha sido algo que siempre ha estado en él, pero después que pasó eso en el 2020, ese 15 de septiembre, todo cambió y no solo él salió afectado, sino que también lo fue para su familia, principalmente su madre, ya que el ataque que sufrió por parte de elementos represores del estado, no había sido el primero, ya que en el 2017 durante la crisis post electoral, Cristian junto a un grupo de pobladores se tomaron una calle de Comayagüela, esto por estar en contra del fraude electoral y allí fueron atacados y encarcelados por la policía.
“Mi mamá me dijo que ya me habían pasado muchas cosas y que esta era otra oportunidad que tengo, y me metió eso en la cabeza, porque yo no la quería ver a ella sufriendo por mi culpa, porque yo ya había caído preso por estar en las protestas “.
Señaló que también los elementos represores del estado realizaron disparos a los manifestantes y resultó uno de sus compañeros heridos.
“Nosotros nos tomamos la Torocagua y los militares nos agarraron tiros y a un compañero le rosó una bala, mi papá estaba ahí y le fue a contar a mi mamá que yo estaba a la par del que había sido herido, entonces se metió en la cabeza y me decía mira que te va a pasar algo”.
Después del ataque policial de 2020, el joven poco a poco ha ido retomando su vida, su arte y su amor por lo que hace, aunque ha expresado que le ha sido difícil; el amor por lo que hace y por su familia lo ha impulsado a seguir adelante, con un poco de más cuidado que antes, ahora trabaja evitando el sol para no tener un daño mayor en sus ojos.
Yo trabajo los días de semana de lunes a viernes en la mañana y en la tarde. Los sábados antes trabajaba todo el día, pero yo ya no puedo estar todo el día, entonces aprovecho a esta hora, a las 5:00 de la tarde, a venir al semáforo, me voy a las 6:30 o a las 7:00 de la noche.
Para realizar el malabarismo, Cristian señala que hay que utilizar el cerebro y la vista y antes él se sentía más completo, pero ahora más esfuerzo físico por lo que tiene que elegir cierto tiempo, porqué esforzar la vista y el cerebro le provoca malestares.
Ahora como que se cansa más el cerebro y la vista, me empieza a pegar dolor de cabeza y en el transcurso del tiempo he tratado de dominar eso y tener esa resistencia corporal, porque si he sentido cuando estoy jugando o estoy practicando en mi casa, me pega un dolor en la frente o en la cabeza, siento caliente, son como secuelas que han quedado, pero no son obstáculos para parar, claro con más cuidado con más precaución y no salir así cuando está haciendo aire, cuando hay polvo, no salir cuando esta mucho sol pegado al cielo”.
“Estoy ahora aquí aprovechando que está así tranquilo el clima y no me puede afectar”, expresa mientras acomoda sus instrumentos de trabajo que utiliza para hacer arte en un semáforo de la capital hondureña.
El joven de 28 años señala que no es mucho lo que gana, pero que el secreto está en los días festivos para hacer un poquito más de dinero.
Cristian es un artista, que además se ha unido a las luchas sociales que ha emprendido el pueblo hondureño para exigir sus derechos, pero también es un padre de familia que lucha por sacar a sus dos niñas de 7 y 10 años adelante, por ello busca las formas posibles para lograrlo, ya que a raíz de la pandemia todo ha sido muy difícil a nivel artístico.
“Por mis hijas he buscado formas de tener diferentes ingresos, no solo el malabar, si no que he buscado otras cosas. Antes de la pandemia estaba súper mejor económicamente, porque teníamos eventos muy seguido, estábamos trabajando en publicidad, salíamos constantemente, empezó la pandemia y todo el nivel artístico cayó, y muchos quedaron desempleados, y todos los que vivíamos de eso”.
“Pero ahora ha tocado más venir al semáforo, a veces, de vez en cuando, lo llaman para algún evento; el año pasado solo me llamaron para tres eventos en todo el año, entonces sentí una baja, a veces me ha tocado de decir que si a trabajos que no he hecho en mi vida, y digo si puedo porque la necesidad me ha llevado a eso”, dijo a defensoresenlinea.com.
Agregó que “antes de la pandemia temíamos eventos los fines de semana, viajábamos bastante seguido, íbamos a San Pedro Sula seguido, siempre había una boda, una graduación, una actividad, aquí localmente en “tegus”, estaba muy constante, ahora nos rotamos porque todos queremos trabajar, decimos ahora te toca ir a otra zona a ver que sale para apoyarnos unos con otros”.
SU TRAYECTORIA COMO ARTISTA
Cristian tiene 8 años de hacer malabares y 5 trabajando en el semáforo, y empezó primero otras cosas, primero conoció el teatro, y del teatro fue parte en el grupo experimental “Pasos” y de allí conoció “Tegus Clown”, del que todavía es parte.
“Soy parte todavía de Tegus Clown, luego allí conocí los malabares a través del Clown, conocí también el estatuismo, diferentes variantes, pero ya el malabar se fue convirtiendo en mi fuerte y también pude hacer plaza y he hecho plaza con estatuismo (estatuas humanas), pero sentí que el malabar lo sentía como más juego, más divertido; me llamó más la atención, más como difícil de dominarlo entonces me identifiqué más”.
“Cuando yo conocí el malabar y sus raíces de numerología, me enamoré de eso y lo sentí como bien difícil, sentí que hay que dedicarle tiempo, es práctica, no solo es de venir al semáforo si no siempre aprender algo nuevo, compartirle a la gente lo que uno sabe y lo que ha practicado”, expresó.
Para Cristian el malabar fue amor a primera vista, pero el joven también está enamorado del Clown, porque según sus palabras es un personaje que va construyendo, que es un personaje que va haciendo malabares, que hace magia, hace estatuismo; hace poco se puede subir a una cuerda floja entre poco tiempo también para ir creciendo ese personaje que vaya creciendo, iluminando lo que puede hacer, no hay límites para eso.
Por malabarismo se entiende al arte de manipular y ejecutar espectáculos con uno o más objetos a la vez, volteándolos, manteniéndolos en equilibrio o arrojándolos al aire alternativamente, por lo, sin dejar que caigan al suelo.
Las características del Clown, según Actual Studio, Escuela de Teatro y Cine, es apasionado, todo lo siente y lo hace al 100% de intensidad. El clown es la esencia de nuestro niño interior filtrada por las experiencias. Es creativo y la creatividad se manifiesta en su estado más puro ante las limitaciones. Sienta la emoción que sienta, es imprescindible que el clown trasmita siempre ternura.
En el arte, como en todo, nada es fácil al principio, pero él no se rindió y fue tomando más experiencia y todo mejoró, “al principio sentí el rechazo, pero ahora la gente te acepta y ya es algo, algunas veces se puede caer y alguna gente te empieza a gritar se cayó, y eso no es lo tuyo, algo así. Cuando venía empezando varia gente me dijo, busca que hacer o nos gritaban “trabajen vagos”.
A pesar de lo difícil que es salir adelante con el arte, Cristian no se ha rendido y a pesar del ataque que sufrió sigue adelante, trabajando y haciendo lo que más le gusta, y es por eso que expresa que no todos los días son malos, que, aunque las propinas van de un lempira, hay días que son mejores que otros.
“Lo menos que yo recuerdo que he recaudado en un día ha sido 80 lempiras a 100 y lo más son entre 250 a 400 que me van a regalar, aclaro que no es todo el mundo ni todos los días que va a dar, y más con la cuestión económica, todo es caro y la gente da lo que puede, lo más que me han dado una sola persona es un billete de cien y una rara vez me han dado un billete de 500, que esto es personas que tiene ganas de apoyarlo, pero no hay que quejarse de lo que le dan, porque si la gente nos ve, nos apoyan y no todo el mundo piensa igual”.
Según Cristian Espinoza, en Tegucigalpa hay 36 malabaristas del gremio y aprendices alrededor de 20 personas, que se apoyan mutuamente comparten lo que se reúnen el viernes o el sábado, y uno de esos puntos de reunión es en los artesanos o si no enfrente de la Universidad Católica.
Cabe señalar que después del golpe de estado se ha registrado un uso excesivo de la fuerza, causando graves violaciones a derechos humanos a la población que de alguna forma exige sus derechos violados que han sido desde torturas, tratos crueles inhumanos o degradantes, hasta asesinatos, en algunos casos las victimas a raíz del abuso policial han perdido parte de su vista como es el caso de Yimmi Hernández, durante la crisis post electoral de 2017 por una bala disparada por los cuerpos represores del estado, causó que perdiera uno de sus ojos.
Y el del joven artista circense en el 2020, que un chorro de agua a presión desde una tanqueta, que le desprendió sus parpados y por poco lo deja ciego; ambos casos por exigir sus derechos afortunadamente contaron con el apoyo del COFADEH, quien estuvo en su momento y continúa pendiente, tanto de estos dos casos y de muchos más.
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