jueves, 10 de abril de 2014

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Diario Tiempo

La buena noticia es que la economía latinoamericana crecerá este año en 3,0%, según los pronósticos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) contenidos en el informe presentado en su asamblea general realizada en Brasil.

La mala noticia es que ese crecimiento económico, aunque se prevé para mediano y largo plazo, será “insuficiente para satisfacer las demandas económicas y sociales”.

La economía latinoamericana creció en 2013 en un 2,3%, o sea que se vislumbra un aumento de 0,7 décimas este año y continuaría en ascenso a 3,3% en 2015, si, como acostumbran decir los economistas para buen recaudo, todo marcha sin tropiezos.

Los países más desarrollados, asimismo, andarán –dice el BID-- por un 4,0% a 4,5% de crecimiento, lo cual indica que América Latina continuará a la zaga. Al final del día se insiste en que todo esto estará en razón de la vinculación con la recuperación de la economía de Estados Unidos de América.

Para nosotros, los hondureños, la propaganda local nos pinta una situación mucho mejor, pues se perfila la firma del famoso convenio con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y, de allí para adelante, todo será miel sobre hojuelas.

Hace apenas seis meses nuestro cuadro de crecimiento económico era siniestro, con una tasa aproximada de 2,0%, la más baja de América Central, no digamos de América Latina y una deuda pública apabullante, casi del 60% en relación con el PIB. Eso cambió en un santiamén, merced al resultado de las elecciones generales de noviembre/13.

Tenemos, por otra parte, grandes expectativas de mejoramiento económico-social, contrariamente a lo que sucederá en el resto del mundo latinoamericano. Eso lo estamos viendo, palpando todos los días, gracias a los medios de comunicación, en que vemos diariamente al mandatario regalando casas a la gente pobre, poniéndole techo a las viviendas precarias, distribuyendo empleo al voleo, 25.000 puestos de trabajo por año.

Claro está que no hay mundo perfecto, y aquí, al margen de las estadísticas oficiales, la base popular se queja de la carestía de la comida básica y da muestras de preocupación por el desempleo que, según piensan los de a pie, aumentará todavía más con el “adelgazamiento” de la burocracia.

Los comerciantes locales, los hoteleros y demás gentes de buen vivir también estiran la cara con la caída de las ventas y el desplome en la demanda de los servicios, aún en estos días de farándula y frenesí veraniego. De ser cierto, eso afectaría negativamente la meta de recaudación fiscal y el discurso sobre la solución del déficit.

Pero, en resumidas cuentas, debemos confiar en que todo va por muy buen camino, viento en popa, a toda vela, gracias a Dios, a las elecciones y al Fondo.

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