viernes, 6 de enero de 2012

2012

Diario Tiempo

El año nuevo que comienza, 2012, es esencialmente un año de desafíos. Los desafíos más formidables y trascendentales en la historia de nuestro país, que, para enfrentarlos, indudablemente requieren del más acendrado patriotismo y responsabilidad ciudadana de que pueda disponer la nación hondureña.

No es cierto que la llegada del año nuevo implica, necesariamente, el inicio de un cambio para mejorar, como si el solsticio de invierno fuera asunto de magia y no un ciclo astronómico. Sin embargo, la comunión religiosa despierta un estado mental de contrición y de renovación, que abre el paso a la esperanza.

Es con esa ilusión que cada persona, cada familia y cada pueblo buscan  formar un plan para ir adelante y mejorar su situación, lo cual ha de coincidir con el destino de la nación, que es la suma de las aspiraciones y del bienestar social. Por eso se dice que la Patria es, por antonomasia, el hogar al que debemos nuestra lealtad.

Cuando de desafíos nacionales se trata, la lealtad a la Patria es la piedra angular sobre la que se asientan los otros valores que interesan a la construcción del bien social. Y este es, precisamente, el primer desafío que los hondureños tenemos ante sí: el de la lealtad a nuestro país.

Honduras, como Sociedad y como Estado, se encuentra en un término de postración, de degradación, que la aproxima a lo que se da en llamar un “Estado fallido”. Esto es producto de un largo proceso de debilitamiento institucional, de pérdida de la identidad nacional, de perversión económica y de irresponsabilidad política de la “clase” dirigente, de la élite del poder.

Hay, por supuesto, una cota de responsabilidad colectiva en toda esta desgracia, más que todo por defecto. Por la falta de liderazgo civil para crear una ciudadanía con capacidad de exigir y de enfrentar a la “clase” política para que cumpla con su deber con el país y con la sociedad, tal como hoy día lo hacen los pueblos del resto del mundo, en las calles, en las tribunas, en las mesas electorales, haciendo valer su condición de “indignados”.

Ese es, entonces, el otro desafío: el de rescatar la responsabilidad civil, crear la ciudadanía y decidirse a actuar con determinación para que el pueblo, municipal y espeso, cumpla con su deber protestatario y contestatario, ya que 2012 es el año político en el que se decidirá el futuro de Honduras, no por los próximos cuatro años de gobierno sino por el siglo.

¿Por qué por el siglo? Porque hemos llegado al punto de renovarse o morir. Y la renovación en este caso significa renacimiento, vida nueva, que no se mide en años sino en siglos y hasta en milenios. Solamente desde esa postura y con esa visión podremos los hondureños rescatar a Honduras del infierno de la pobreza, de la corrupción, de la criminalidad, de la impunidad, de la dependencia humillante y el envilecimiento.

Para decirlo en código cristiano, no es momento de poner la otra mejilla. Es momento para sacar a los mercaderes del templo. Hay, por supuesto, más desafíos. Pero allí están los más urgentes, los que debemos atender este Año Nuevo, con inteligencia y coraje, extrayendo, si es necesario, fuerzas de la flaqueza.

En esa perspectiva, Tiempo, el Diario de Honduras, desea al pueblo hondureño un Venturoso Año Nuevo.

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