martes, 4 de enero de 2011
Una responsabilidad histórica
Voz Popular Nº 10 Movimiento Nueva Democracia, Diciembre 2010
Editorial
Existe una generalizada coincidencia en concebir al movimiento nacional de resistencia popular, como el fenómeno social y político más importante que ha acontecido en los últimos años en nuestro país. De ahí emana también la enorme responsabilidad para todas aquellas compañeras y compañeros que han asumido la tarea de conducir este movimiento hacia el logro de su más anhelado deseo, la transformación de nuestro país.
Pero la responsabilidad debe ser compartida, cada uno desde su trinchera, debe aportar al esfuerzo por construir, fortalecer, orientar y hacer avanzar los niveles de conciencia, de organización y movilización que se requieren para no retroceder, por el contrario, cada vez deben ganarse nuevos espacios en la lucha por la meta prevista: la toma del poder. En una organización tan diversa en su composición y con una pluralidad de pensamiento, es normal la dificultad para alcanzar acuerdos adecuados a las circunstancias. Por ello, debemos darnos todo el tiempo necesario para no caer en la desesperación que nos orille a tomar el camino más fácil o, lo que es peor, sumarnos a la línea estratégica del enemigo.
Es normal y previsible que una fuerza, como es el movimiento nacional de resistencia, despierte preocupación entre sus enemigos y que busquen, por todos los medios disponibles, debilitarla, a través de la división, persecuciones, represión y muerte a dirigentes, y seguidores de este histórico movimiento. Es en esta dirección que intentamos hacer una reflexión y análisis de algunas ideas y acciones difundidas en los últimos días, referentes al camino a seguir para alcanzar los objetivos.
Cualquier camino seleccionado debe tener como orientación principal, el punto de partida de este gran movimiento: el golpe de Estado del 28 de junio del 2009 organizado y ejecutado por las fuerzas más recalcitrantes de la derecha internacional y nacional bajo la venia del poder imperial del norte. Todo ello, para impedir el avance de la integración e independencia de los países latinoamericanos y frenar los esfuerzos por promover una democracia más participativa en beneficio de las grandes mayorías desposeídas.
Ese suceso marca posicionamientos fundamentales por parte de la conducción del Frente Nacional de Resistencia Popular. En un principio, retorno al orden constitucional y el regreso del presidente Manuel Zelaya. Después, rechazo de un proceso electoral fraudulento, el desconocimiento del régimen surgido de ese proceso, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente originaria y popular para hacer realidad una Constitución que nos garantice soberanía, independencia, desarrollo y bienestar económico y social para todos los históricamente excluidos, y la exigencia del retorno incondicional del ex presidente Zelaya junto a todos los demás exiliados.
Esos posicionamientos, continúan teniendo toda la validez posible, por cuanto, las causas que dieran origen al golpe de Estado, no solo se han mantenido, también los golpistas han
aprovechado para fortalecer y profundizar sus privilegios de clase. Los diferentes Decretos y leyes aprobadas, tanto en el ejecutivo como en el legislativo, son evidencia de ello. Sin embargo, la crisis económica, política y social se ha agudizado y continúa sin visos de solución. Esto obliga a los amos imperialistas y a los golpistas del patio a dirigir sus esfuerzos para lograr la legitimación del régimen y buscar afanosamente la estabilización y “reconciliación de la familia hondureña”.
Para eso, apelan a los llamados “diálogos”, creación de instituciones paralelas, apertura a nuevas instituciones políticas para que entren al ruedo electoral, intentos de reformas constitucionales para engañar con la idea de hacer realidad las demandas populares, y acercamientos con personas de credibilidad y respeto dentro de la resistencia con el ánimo de dividir o de hacer regresar al redil y a las reglas del juego oligárquico a los insurrectos y explotados.
Pero, previendo que esas artimañas no sean suficientes, preparan y ponen en práctica toda una campaña de represión, militarización y sometimiento a través de los cuerpos represivos del Estado para intimidar y hacer desistir de cualquier propósito orientado a cambiar la correlación de fuerzas, producto de la agudización de la lucha que nos enfrenta. La resistencia, es decir todas y todos los que conformamos este movimiento, debemos tener clara esa estrategia oligárquica, y no abandonar la dirección que conduce al desarrollo y profundización de la lucha de los explotados y oprimidos.
Caer en el pesimismo o en el autoengaño de pensar que no existen condiciones para consolidarnos como fuerza independiente y decidir sumarnos a la estrategia que nos presenta el enemigo, es frenar el avance cualitativo de la masa resistente, es colocarnos en la línea conservadora y estabilizadora del actual estado de cosas, es claudicar, es no estar a la altura del momento histórico que nos ha tocado vivir y conducir.
Acudir al llamado de la oligarquía para entrar al juego electoral con las instituciones y las reglas a su favor y creyendo que ésta cederá sus dominios a través de una “negociación”, es olvidar que hubo un golpe de Estado que rompió el orden constitucional, que convierte en ilegítimo el régimen y todas sus instituciones y que justamente el movimiento nacional de resistencia es un producto del golpe.
Olvidarlo es aceptar que aquí no ha pasado nada y por lo tanto hagamos el juego y aprovechemos esta nueva fuerza movilizadora para hacernos de pequeñas cuotas de poder y disfrutar de los privilegios que gustosamente nos otorgarán como premio. Es también caer en la ingenuidad de creer que primero tomaremos el poder a través de la elecciones, las cuales serán limpias, transparentes y democráticas, creyendo que los medios de comunicación actuarán imparcialmente y el pueblo debidamente orientado sabrá
qué candidato elegir.
Inducir la opinión de los miembros de la resistencia bajo el argumento supuestamente científico de las encuestas en las cuales se indaga, si quiere o no participar en el juego electoral, sin que medie un proceso de orientación y análisis para descubrir las trampas, ventajas y desventajas de asumir esa decisión, es engañar y actuar con las mismas armas que criticamos del enemigo, es mantener a nuestro pueblo ausente del análisis, la reflexión, la crítica y la autocrítica y por lo tanto, es contribuir con la línea estratégica trazada por la oligarquía.
“Inducir al Frente a una contienda convencional, donde están desfigurados los mecanismos antifraude y de lucha electoral abierta, democrática y pacífica, sería un grave error” afirma en una de sus cartas el máximo conductor del Frente, Manuel Zelaya Rosales.
Contamos con un gran movimiento nacional de resistencia, base material para acceder al poder, pero esa base necesita alimento ideológico para su crecimiento, orientación, organización y vida orgánica, no inducción, para saber conducirse en cualquier campo en el que le toque defenderse y hacer valer sus demandas particulares, sectoriales o territoriales. Este quizás, sea el camino más arduo, complejo y lento, pero no imposible, siempre y cuando se cuente con una línea correcta y con la voluntad y firme convicción de un pueblo dispuesto a continuar en la lucha para arrebatar el poder a sus verdugos.
Este movimiento nuevo, fresco y vital necesita crecer, conjuntarse, comprenderse, fortalecerse, y armarse de ideas y de acciones, que lo conduzcan con seguridad y claridad por el camino de su propia emancipación. No necesitamos correr, los tiempos, los lugares, los espacios los definiremos entre todos y todas, no tenemos por qué sumarnos a una carreta que no nos pertenece y que nos conduciría al restablecimiento del orden establecido por quienes, hasta ahora, detentan el poder.
Centrémonos en hacer posible las decisiones estratégicas adoptadas en conjunto, analicemos las de mayor y más rápida viabilidad para ir avanzando e inclinando la balanza a nuestro favor. Revisemos el pasado para no truncar las aspiraciones de un pueblo ávido de justicia y asumamos la responsabilidad que la historia ha puesto en nuestras manos.
Editorial
Existe una generalizada coincidencia en concebir al movimiento nacional de resistencia popular, como el fenómeno social y político más importante que ha acontecido en los últimos años en nuestro país. De ahí emana también la enorme responsabilidad para todas aquellas compañeras y compañeros que han asumido la tarea de conducir este movimiento hacia el logro de su más anhelado deseo, la transformación de nuestro país.
Pero la responsabilidad debe ser compartida, cada uno desde su trinchera, debe aportar al esfuerzo por construir, fortalecer, orientar y hacer avanzar los niveles de conciencia, de organización y movilización que se requieren para no retroceder, por el contrario, cada vez deben ganarse nuevos espacios en la lucha por la meta prevista: la toma del poder. En una organización tan diversa en su composición y con una pluralidad de pensamiento, es normal la dificultad para alcanzar acuerdos adecuados a las circunstancias. Por ello, debemos darnos todo el tiempo necesario para no caer en la desesperación que nos orille a tomar el camino más fácil o, lo que es peor, sumarnos a la línea estratégica del enemigo.
Es normal y previsible que una fuerza, como es el movimiento nacional de resistencia, despierte preocupación entre sus enemigos y que busquen, por todos los medios disponibles, debilitarla, a través de la división, persecuciones, represión y muerte a dirigentes, y seguidores de este histórico movimiento. Es en esta dirección que intentamos hacer una reflexión y análisis de algunas ideas y acciones difundidas en los últimos días, referentes al camino a seguir para alcanzar los objetivos.
Cualquier camino seleccionado debe tener como orientación principal, el punto de partida de este gran movimiento: el golpe de Estado del 28 de junio del 2009 organizado y ejecutado por las fuerzas más recalcitrantes de la derecha internacional y nacional bajo la venia del poder imperial del norte. Todo ello, para impedir el avance de la integración e independencia de los países latinoamericanos y frenar los esfuerzos por promover una democracia más participativa en beneficio de las grandes mayorías desposeídas.
Ese suceso marca posicionamientos fundamentales por parte de la conducción del Frente Nacional de Resistencia Popular. En un principio, retorno al orden constitucional y el regreso del presidente Manuel Zelaya. Después, rechazo de un proceso electoral fraudulento, el desconocimiento del régimen surgido de ese proceso, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente originaria y popular para hacer realidad una Constitución que nos garantice soberanía, independencia, desarrollo y bienestar económico y social para todos los históricamente excluidos, y la exigencia del retorno incondicional del ex presidente Zelaya junto a todos los demás exiliados.
Esos posicionamientos, continúan teniendo toda la validez posible, por cuanto, las causas que dieran origen al golpe de Estado, no solo se han mantenido, también los golpistas han
aprovechado para fortalecer y profundizar sus privilegios de clase. Los diferentes Decretos y leyes aprobadas, tanto en el ejecutivo como en el legislativo, son evidencia de ello. Sin embargo, la crisis económica, política y social se ha agudizado y continúa sin visos de solución. Esto obliga a los amos imperialistas y a los golpistas del patio a dirigir sus esfuerzos para lograr la legitimación del régimen y buscar afanosamente la estabilización y “reconciliación de la familia hondureña”.
Para eso, apelan a los llamados “diálogos”, creación de instituciones paralelas, apertura a nuevas instituciones políticas para que entren al ruedo electoral, intentos de reformas constitucionales para engañar con la idea de hacer realidad las demandas populares, y acercamientos con personas de credibilidad y respeto dentro de la resistencia con el ánimo de dividir o de hacer regresar al redil y a las reglas del juego oligárquico a los insurrectos y explotados.
Pero, previendo que esas artimañas no sean suficientes, preparan y ponen en práctica toda una campaña de represión, militarización y sometimiento a través de los cuerpos represivos del Estado para intimidar y hacer desistir de cualquier propósito orientado a cambiar la correlación de fuerzas, producto de la agudización de la lucha que nos enfrenta. La resistencia, es decir todas y todos los que conformamos este movimiento, debemos tener clara esa estrategia oligárquica, y no abandonar la dirección que conduce al desarrollo y profundización de la lucha de los explotados y oprimidos.
Caer en el pesimismo o en el autoengaño de pensar que no existen condiciones para consolidarnos como fuerza independiente y decidir sumarnos a la estrategia que nos presenta el enemigo, es frenar el avance cualitativo de la masa resistente, es colocarnos en la línea conservadora y estabilizadora del actual estado de cosas, es claudicar, es no estar a la altura del momento histórico que nos ha tocado vivir y conducir.
Acudir al llamado de la oligarquía para entrar al juego electoral con las instituciones y las reglas a su favor y creyendo que ésta cederá sus dominios a través de una “negociación”, es olvidar que hubo un golpe de Estado que rompió el orden constitucional, que convierte en ilegítimo el régimen y todas sus instituciones y que justamente el movimiento nacional de resistencia es un producto del golpe.
Olvidarlo es aceptar que aquí no ha pasado nada y por lo tanto hagamos el juego y aprovechemos esta nueva fuerza movilizadora para hacernos de pequeñas cuotas de poder y disfrutar de los privilegios que gustosamente nos otorgarán como premio. Es también caer en la ingenuidad de creer que primero tomaremos el poder a través de la elecciones, las cuales serán limpias, transparentes y democráticas, creyendo que los medios de comunicación actuarán imparcialmente y el pueblo debidamente orientado sabrá
qué candidato elegir.
Inducir la opinión de los miembros de la resistencia bajo el argumento supuestamente científico de las encuestas en las cuales se indaga, si quiere o no participar en el juego electoral, sin que medie un proceso de orientación y análisis para descubrir las trampas, ventajas y desventajas de asumir esa decisión, es engañar y actuar con las mismas armas que criticamos del enemigo, es mantener a nuestro pueblo ausente del análisis, la reflexión, la crítica y la autocrítica y por lo tanto, es contribuir con la línea estratégica trazada por la oligarquía.
“Inducir al Frente a una contienda convencional, donde están desfigurados los mecanismos antifraude y de lucha electoral abierta, democrática y pacífica, sería un grave error” afirma en una de sus cartas el máximo conductor del Frente, Manuel Zelaya Rosales.
Contamos con un gran movimiento nacional de resistencia, base material para acceder al poder, pero esa base necesita alimento ideológico para su crecimiento, orientación, organización y vida orgánica, no inducción, para saber conducirse en cualquier campo en el que le toque defenderse y hacer valer sus demandas particulares, sectoriales o territoriales. Este quizás, sea el camino más arduo, complejo y lento, pero no imposible, siempre y cuando se cuente con una línea correcta y con la voluntad y firme convicción de un pueblo dispuesto a continuar en la lucha para arrebatar el poder a sus verdugos.
Este movimiento nuevo, fresco y vital necesita crecer, conjuntarse, comprenderse, fortalecerse, y armarse de ideas y de acciones, que lo conduzcan con seguridad y claridad por el camino de su propia emancipación. No necesitamos correr, los tiempos, los lugares, los espacios los definiremos entre todos y todas, no tenemos por qué sumarnos a una carreta que no nos pertenece y que nos conduciría al restablecimiento del orden establecido por quienes, hasta ahora, detentan el poder.
Centrémonos en hacer posible las decisiones estratégicas adoptadas en conjunto, analicemos las de mayor y más rápida viabilidad para ir avanzando e inclinando la balanza a nuestro favor. Revisemos el pasado para no truncar las aspiraciones de un pueblo ávido de justicia y asumamos la responsabilidad que la historia ha puesto en nuestras manos.
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