Víctor Manuel Ramos
El “indito de Lempira” como a él le gusta llamarse, aparentemente se está amarrando los pantalones y está poniendo el punto sobre las íes, demostrándole a tirios y troyanos que él es el hombre que manda y que está dispuesto no solo a poner orden, sino que a demostrar que a su país se le debe respetar. No hay cosa que enorgullezca más a los hondureños que el Presidente acabe con las deshonestidades, empiece a luchar contra la corrupción y cuando habla con los representantes del “imperio”, no agacha la cabeza ni acepta órdenes de los que siempre han querido dominar nuestro país.
Carlos Medina.
Quisiera compartir el entusiasmo de mi profesor en la Facultad de Ciencias Médicas, el Dr. Carlos Medina, quien con mucha convicción pregona que ahora si tenemos presidente, al referirse al “indito de Lempira”, como él le llama, eufemísticamente, a Don JOH. Y todo este fervor proviene de las medidas que ha tomado JOH en su primera quincena, que no 100 días, al despedir a los cónsules corruptos (aún no se les ha vencido en juicio) y poner en ejecución la medida que aprobó hace mucho en el Congreso, cuando era su presidente, de aislar telefónicamente a los criminales que habitan las penitenciarías del país. Quisiera agregar, de mi cosecha, que ahora, los mismos policías que hace no más de dos semanas sabían en donde estaban las casas de tortura, en donde sus compinches los extorsionadores, los roba carros y los cabecillas mareros, hasta ahora han acertado a capturar unos pocos para hacernos creer que hay alcalde en el pueblo. Los asesinatos, el chantaje y los asaltos, sin embargo, continúan.
No se haga ilusiones profesor Medina. Todo esto es una ficción, una escena de ópera bufa para volver a las antiguas engañifas de los partidos tradicionales que nos tuvieron por largo tiempo con la ilusión de que nos hacían vivir en democracia y de que se desvelaban para encontrar la forma de parir el método perfecto para asegurar la felicidad de los hondureños que se debaten en la pobreza y la miseria. Larga espera han tenido que pasar, sin resultado alguno, los de abajo. Ud. ha sido testigo como médico y director del Hospital Escuela, mantenido en calamidad permanente y en donde se hace burla de los hondureños que acuden en demanda de salud.
Ud. indudablemente está parcializado por su cachurequismo a ultranza, pues no ha esquivado en expresar su deseo de que Zelaya no ganara las elecciones, y que abrigaba algunas simpatías por Villeda Bermúdez, porque, en eso sí, Ud. está clarísimo: cachurecos y colorados son dos afluentes del mismo cause que ya la historia ha comenzado a dar cuenta de la pestilencia que corre en sus aguas: mentira, sumisión al poder extranjero, irrespeto a la vida de los hondureños y a los elementales derechos humanos, corrupción y fraude en contra de la voluntad de los catrachos.
Ud. quizá no lo sabe, pero JOH proviene de las más poderosas familias cachurecas del departamento de Lempira. Ahí sus parientes han gobernado, en calidad de encomenderos, a los pobres indios a quienes han mantenido en el atraso, en la miseria y en la ignominia (a tal grado que JOH les trajo, parte de sus haberes de hacendado, casi en puros cueros [y en esto no hay disfraces], para que se exhibieran en su toma de posesión). Es por la acción de los cachurecos del clan de JOH que el Departamento de Lempira es uno de los más atrasados del país. Hasta hace poco llevaban a los indios a votar, luego de haberlos encerrado en un corral la noche previa a las elecciones, en fila india, bien custodiados y con el voto marcado, no con sus manos de indios, porque no sabían leer ni escribir, sino con la mano del cachureco irrespetuoso que les burlaba su libre voluntad. En Lempira siempre metían goleada a los colorados. Y las cosas no han cambiado: Ud. profesor Medina no ha estado en Lempira para el día de las elecciones, no ha visto como acarrean a los indios votantes en camiones, amontonados como si se tratara de ganado, para hacerles votar a cambio de un miserable mendrugo y de una falsa promesa de trabajo y progreso. La miseria sigue viva y coleando en ese Departamento que lleva el noble nombre del indio que nos dio una lección de dignidad y amor por la libertad.
Pero vea Ud., profesor Medina, como la eficacia de la policía no se hizo ver cuando de capturar al Dr. Zelaya, ex director del Seguro Social, se trató. El mismo Ministro de Seguridad, con sonrisa cínica, aseguró que el delincuente de marras se encontraba en el país, cuando todos conocíamos, por las informaciones de TV Globo, que Zelaya había salido por una aduana y que había pernoctado en casas de honorables miembros del actual gobierno mientras huía, presumiblemente, de la justicia hondureña, con protección estatal. Igual se puede decir del delincuente que vendió los pasajes al IHSS y del que vendió las falsas ambulancias y de los miembros de la Junta Directiva del IHSS que se hicieron los papos y delinquieron por omisión y de otros de quienes ni siquiera se quieren decir sus nombre y que probablemente no sabremos nunca quienes son El representante del CMH, con platita de nosotros los médicos, se quiere zafar del “rollo” mediante un campo pagado en los diarios del país.
Todas las señales apuntan a que tras de los delitos de Zelaya hay personajes de alta investidura en el Gobierno actual y en el anterior y es muy probable que gran parte de los dineros que se saquearon, en detrimento de la salud de los hondureños, sirvieron para financiar campañas electorales, con el objeto de preservar los puestos en los que les era permitido asaltar al pueblo de Honduras. Ahí está la razón de todo este embrollo y de mis dudas.
Su presidente, Dr. Medina, comenzó a mostrar el cobre antes de tomar posesión. El inepto de Pepe Lobo le permitió asumir el mando antes de lo dispuesto en la constitución y él, ni corto ni perezoso, hizo lo que debía: asumió el ejecutivo e hizo aprobar, en el Congreso, que ya no estaba legitimado para tales acciones –el pueblo había dado su veredicto-, leyes a matacaballo que están en contra de los intereses de todos los hondureños, como es el asalto brutal a la economía de los hibuerenses con el paquetazo fiscal para remediar los atracos y robos de que fue objeto el erario nacional en la anterior administración liderada por Pepe y JOH y la oferta, al mejor postor, de los bienes de los hondureños (ENEE y otros bichos) y de la soberanía nacional.
JOH, Ud. lo sabe perfectamente, Dr. Medina, logró la presidencia de manera fraudulenta. Por tal motivo, ya lo verá repitiendo las hazañas del General Carías, dictador que dejó el país hecho una piltrafa y que impuso la paz de los cementerios, de las cárceles y del exilio. Ya lo verá sumiso frente a los dictados del amo extranjero. Ya lo verá complaciente con el Fondo Monetario Internacional. Ya lo verá como parte de las comparsas en contra de las democracias de América del Sur en contra de la CELAC y del ALBA (ahí tiene al nene Ricardo Álvarez como ventrílocuo en contra de Venezuela Bolivariana). Ya lo verá apañando y gerenciando negocios turbios como los que hizo Tito Guillén en contubernio de altos personajes del actual gobierno. Ya lo verá haciéndose de la vista gorda frente a los actos de corrupción que serán una continuación de los que realizaron las mismas mafias en el gobierno de Pepe. Ya lo verá recibiendo órdenes de los gerentes de Tigo y Claro, de las térmicas, de los maquileros, en fin, de los nuevos conquistadores, que ahora no se presentan a caballo, con lanza y armaduras metálicas, sino con trajes de casimir, en jet particulares y con un cartapacio con cheques para los sobornables.
Pues yo estaré más cauto, porque a mí JOH no me convence capturando a dos mujeres que robaban libros, lápices y cuadernos para la educación de sus hijos (las escuelas públicas, a pesar de Marlon Escoto, son una ficción macondeana), mientras los grandes atracadores del Estado, los responsables de miles de muertes por los robos al Seguro Social, los que estuvieron practicando la corrupción en el gobierno anterior y en otros de más atrás, quizás a partir de 1821, no estén en la cárcel o nombres quitados de la historia nacional o sus retratos retirados de las galerías de hondureños ilustres y sus nombres retirados de las escuelas, las plazas, las calles de nuestros pueblos.
Solo entonces, querido profesor Medina, le acompañaré para decir con Ud.: tenemos presidente.
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