domingo, 12 de septiembre de 2010

Patria digna y cotidiana


Radio Progreso

Patria, cuánto más se le sufre, más se le ama. A pesar de ser en su mayoría expulsados de su tierra, nuestros compatriotas que emigran hacia otras tierras, se llevan la patria en lo hondo de su corazón. El himno nacional cantado en tierra extraña nos pone a llorar de patria ausente. ¿Qué es eso que produce tantas emociones debajo de esa palabra patria? Ciertamente no son los tambores, ni sus ritmos militares, ni son los políticos que de tarde en tarde lanzan vivas desaforadas a la Honduras de sus antojos. Hay algo más, y más profundo, que causa emociones, crea fidelidades, proporciona identidad.

En lo profundo del sentido de patria hay un componente geográfico y un amor a la tierra natal. Nacemos siempre en una cultura y casi siempre en una tierra unida a esa cultura. Cuando las familias campesinas entierran el ombligo en el patio de la casa, nos están diciendo de manera simbólica que la patria es esa tierra en donde nacemos, y a la que pertenecemos, y el hogar, el patio con sus flores y sus animales domésticos, son lo más genuino de la pertenencia a la tierra y a la patria. Por eso mismo, salir de ese terruño es sin duda una de las decisiones más dolorosas, porque nos desarraigamos de lo que es parte esencial de nuestra vida. Y el desarraigo nos deja algo de orfandad, y en cualquier parte que andemos cargamos ese dolor de patria ausente.

Sin embargo, esta patria a la que le cantamos y a la que nuestros compatriotas migrantes le lloran desde la distancia, es la misma en donde hemos construido un pequeño infierno. Una patria rehén de un reducido grupo de familias, con un gobierno atrapado en sus propias contradicciones, y con la violencia y la muerte como factores que establecen quiénes tienen el poder en los diversos territorios del país, y como criterios privilegiados para negociar y dirimir conflictos.

Violencia, muerte, y ausencia de oportunidades, he allí el ambiente de la patria. Muchos emigran. No obstante, el amor permanece. Las remesas vienen, el apoyo a lo propio continúa, la nostalgia y el reencuentro dan felicidad y alegría.

¿Qué es lo que mantiene el amor, tantas veces y tan profundamente golpeado? No son los discursos vacíos de los políticos y empresarios muy dueños de sus mezquindades y de desprecio hacia los que no son ricos y privilegiados como ellos. Hay algo más, un algo más profundo, que tiene que ver con ese sentido de patria que nos remite a nuestro propio nacimiento, con nuestras propias entrañas. Y por eso cuanto más vemos sufrir a la patria, más la amamos.

Es cierto que la patria está hundida en un infierno. Rarísima es la familia que no tiene un pariente en el exterior, y es muy raro que no haya en una familia un caso de violencia o que no haya sido víctima de la delincuencia. Sin embargo, y a pesar de tanto cinismo de los políticos, de tantas incertidumbres y angustias, la inmensa mayoría de nuestra gente sigue apostando por hacer el bien.

Dejando de lado esos gritos superficiales de algunos políticos por una Honduras exclusiva y excluyente, es mucha más la gente que le apuesta a una patria como hogar de todos que a esa Honduras convertida en una merienda de ricos. A pesar de tanta violencia organizada desde las alturas del poder, mucha gente sigue dando testimonio que de la muerte y de lo que es desechado por el cerco mediático de los grandes ricos, está brotando Vida. Brota vida de la resistencia que se organiza desde la dignidad de tanta gente que confía en sus propias fuerzas y luchas y no hipoteca su futuro en personalismos que emergen como salvadores.

Las comunidades y organizaciones que luchan en resistencia pacífica, que resurgen de las inundaciones y de las sequías, son ejemplo de un pueblo que sigue creyendo en el futuro, que construye patria y que ama la patria. Porque patria al final de cuentas, es capacidad de mantener la vida, y mantenerla con dignidad.
Honduras sigue valiendo la pena, por su gente honrada y en resistencia, por sus emigrantes, por sus soñadores y sus persistentes artesanos de paz. Gente que está en todas partes y que sólo tiene pendiente una tarea: ponerse de acuerdo en el Nuevo Pacto Social en el cual quede expresado el compromiso de la sociedad entera para con los sectores más excluidos, indefensos y discriminados, para que así caminemos juntos, cargando con la tarea cotidiana de construir una patria en donde toda su gente goce de iguales oportunidades y corra por igual con los mismos riesgos.

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