martes, 11 de octubre de 2016

¿Qué es el post-progresismo?


Rebelión

Por Miguel Ángel Contreras Natera

I.- Introducción

El reciente debate iniciado en el portal Rebelión con los sendos artículos de Massimo Modonesi y Maristella Svampa con su post-progresismo y horizontes emancipatorios, y el de Atilio Boron y Paula Klachko Sobre el post-progresismo en América Latina: aportes para un debate, representan una oportunidad ineludible para pensar las consecuencias teórico-prácticas del debate político-regional. El propósito central de la reflexión es desestabilizar algunas de las identidades teórico-políticas que se establecen en el trabajo de Modonesi y Svampa. Sin dejar de discutir algunos de los tópicos planteados por Boron y Klachko con relación a los partidos políticos. De modo tópico, al establecer un post- de un ciclo progresista instituyen como facticidad histórica una clausura reflexiva que romantiza, localiza y autonomiza las prácticas de los movimientos populares de las dinámicas de transformación globales. Pero, sobre todo, excluyen del debate las contradicciones sistémicas que organizan, reprimen y subsumen las tendencias dominantes de la economía mundo capitalista en su dimensión financiera. Siguiendo a Modonesi y Svampa, las interrogantes planteadas apuntan a superar las dicotomías simplificadoras, los chantajes políticos del relato progresista, el papel de los movimientos populares y la inscripción identitaria entre progresismo y posneoliberalismo. Para ello, desarrollan tres tesis centrales para su argumentación reflexiva. La primera tesis plantea la debilidad de la identidad entre el carácter posneoliberal de los gobiernos progresistas y la izquierda con sus límites en cuanto a enfrentar las desigualdades sociales. La segunda tesis cuestiona las políticas modernizadoras del progresismo con su matriz socio-productiva y la dimensión eco-territorial de los conflictos sistémicos. Y por último, la tendencia a la centralización estatal y la domesticación de las disidencias.

II.- Fin de Ciclo: ¿Clausura o Apertura?

La crítica inmanente exige comprender el movimiento y las dinámica globales que identifican la configuración práctica de una facticidad histórica. Sobre todo, por el conjunto de supuestos apodícticos con pretensiones normativas que actúan como vectores teórico-prácticos de una reflexión sobre el presente y el futuro de los horizontes emancipatorios de la región. En definitiva, obliga a escapar de la complicidad con el criptonormativismo liberal. Principalmente, por la imperiosa necesidad de recuperar el doble registro de las ciencias sociales latinoamericanas: a) en su condición de locus de enunciación como espacio vivido; y b) el tiempo histórico como facticidad transida de una variedad superpuesta, conflictiva y antagónica de patrones civilizatorios. Y ambos en tanto espacios-tiempos con las formas que asumió la colonialidad del ser, saber y poder. Este gesto, de inmanencia crítica, intenta romper con las formas hipostasiadas del paradigma demo-liberal en tanto arbitrariedad sentenciosa de un modo ornamental de reflexividad. El punto de partida tiene un doble propósito. Por un lado, establecer en cuanto historia efectual el surgimiento del ciclo histórico que está llegando a su fin. Por el otro, cuáles eran sus contenidos teórico-prácticos fundamentales en tanto formas de interpelación política. Esta tentativa pretende contribuir con un debate necesario, urgente y crítico para las fuerzas antisistémicas regionales.

La cartografía regional del fin de siglo latinoamericano se caracteriza por la simultaneidad del declive progresivo del paradigma cepalista industrializador y la emergencia de las políticas de ajuste estructural ancladas en el Consenso de Washington. Esto supuso un quiebre profundo en las formas de regulación de la economía, la política y la mediación Estado-sociedad. Indudablemente, la intensidad de los cambios estuvo signada por diferencias histórico-culturales confrontadas con trayectorias enraizadas en sus particularidades nacionales. Como regularidad nomológica implicó un cuestionamiento radical al Estado como garantía de derechos sociales. La ofensiva neoliberal con sus concomitantes consecuencias coincidió con la desintegración de la Unión Soviética, el declive de los socialismos reales en la Europa oriental y el fortalecimiento unipolar de los Estados Unidos. En términos político-espirituales con la conocida tesis del Fin de la historia de Francis Fukuyama en el ámbito global. Aunque, también, con la tendencia a la despolitización de las sociedades de la región consecuencia de la irrupción del paradigma tecnocrático como mediación fundamental Estado-sociedad. El Estado se convirtió en el objeto de la disputa política en cuanto las estrategias para minimizar su espacio de acción dominaba la escena político-espiritual de América Latina. En términos taxativos, el neoliberalismo como sentido común epocal logró transformar los imaginarios sociales y sus formas de sociabilidad e inclusive colonizar amplios segmentos de la intelectualidad de la región [1]. Produciendo una mutación radical de consecuencias moleculares y molares insospechadas.

En cuanto sentido común epocal, el celebrado fin de la historia suponía la desideologización, la despolitización y la despartidización del ámbito de la política. Como rasgo común, los partidos de izquierda no lograron enfrentar con eficacia simbólica la profunda crisis de ausencia de alternativas al capitalismo histórico. En efecto, los movimientos populares en la década de los noventa confrontan las tendencias privatizadoras del neoliberalismo. Son el espacio por excelencia de politización de la sociedad al responder críticamente a la lógica depredadora neoliberal. Esta irrupción de los movimientos populares basadas en exigencias de bienes comunes (el aire, el agua, los frutos de la tierra y toda la munificencia de la naturaleza) contrarios a la lógica privatizadora recuperaban un ámbito central de la política. Los procesos de cercamiento, privatización, expulsión fueron enfrentados por los movimientos populares. Pero, también, como productores de subjetividad que desplazaban los ámbitos de construcción de nuevas formas de impugnación política. Indudablemente, el punto de inscripción de esta corriente histórica que condensa la memoria larga, la construcción de un mundo alternativo, las exigencias de derechos y la defensa de bienes comunes supone un arco de circunstancias que rebasa un ciclo histórico. Sobre la superficie de inscripción del neoliberalismo se visibilizan los conflictos, antagonismos y contradicciones de los últimos cuarenta años. No podemos olvidar al 27 de febrero de 1989 en Caracas como el primer acontecimiento del Siglo XXI que abrió nuevos espacios a las formas de conflictividad que se configuraban en el sistema histórico-capitalista. Acontecimiento que tuvo en Quito y Buenos Aires del mismo año replicas antisistémicas. El movimiento zapatista logró en 1994 una relevancia mundial con su grito en la Selva. El listado de acontecimientos, impugnaciones y demandas expanden el accionar modular de los movimientos populares. Pero, sobre todo, construyen confluencias políticas que cuestionan la hegemonía neoliberal.

Los espacios de construcción de sentidos de los movimientos populares (el Foro Mundial de Porto Alegre, entre otros) multiplican sus enraizamientos visibilizando la conflictividad social, agrícola, ecológica y territorial de sus protestas políticas. De modo propedéutico, establecer una interacción sistémica entre el accionar de los movimientos populares con el giro a la izquierda de principios del Siglo XXI es una tarea pendiente. Principalmente, por los encauzamientos reflexivos que comienzan a operarse desde este momento preciso. Una acotación histórica necesaria para comprender los alcances de este punto de inflexión. La globalización neoliberal suponía un desmantelamiento del Estado. En cuanto profundizaba la privatización y mercantilización de todos los ámbitos de la vida humana consecuencia de su inexorable despliegue. En esta dirección, el triunfo en 1998 de Hugo Chávez Frías en Venezuela configuró nuevos escenarios para la región pensada en su conjunto. El radical desplazamiento de la globalización neoliberal hacia proyectos de refundación nacional con las convocatorias a Asambleas Nacional Constituyentes (Venezuela, Ecuador y Bolivia) trazó nuevos caminos para el debate regional. Se desestabilizaba la centralidad de la política económica neoliberal. La política en la región retornaba como discurso redentor contrario a la reducción de ingeniería que le otorgaba la lógica mercantil neoliberal. Los efectos catalíticos de este giro agruparon a partidos políticos, coaliciones político-electorales, movimientos populares de signos diversos recuperando el accionar crítico, transgresivo, democrático y plural de las multitudes populares. Los cambios en Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador, Bolivia y Nicaragua apuntaban a un cambio de época interpretado como una primavera política. El Estado recuperaba su centralidad en la búsqueda de alternativas societales con una potencialidad inicial de radicales consecuencias.

La utopía como deseo se encarnaba en los sueños de las multitudes populares. Las formas de subjetivación política se pluralizaban. Este desplazamiento en el campo de lo político fortalece el accionar de los movimientos populares con los tímidos cambios iniciales. Obviamente, las interacciones dinámicas tienen un carácter fractal, disperso y no lineal. Y en este punto el debate sobre los movimientos populares y los partidos políticos de izquierda se torna acuciante respecto a las formas de emancipación humana. Los debates de la Segunda y Tercera Internacional retornan con fuerza histórica. Pero, debemos inscribirlo, en un espacio-tiempo sistémico para comprender tanto los límites como sus potencialidades. Es decir, incluir en la reflexión las confrontaciones globales que operaban -y siguen operando- con fuerza en el sistema histórico capitalista a principios de siglo. Un ejemplo claro: la guerra preventiva como guerra contra el terrorismo, la demonización de los movimientos populares posterior a los acontecimientos en Seattle y la mundialización del derecho estadounidense en materia de seguridad global.

El principal problema de un texto con pretensiones normativas es la simplificación que encubre las problemáticas regionales interpretadas. Se presenta como una tradición de izquierda que excluye de su transmisión el encubrimiento del origen. Es decir, un borramiento. La identidad entre gobiernos progresistas y prácticas extractivista, la romantización de los movimientos populares y el olvido histórico como práctica epistémica construyen una entelequia positiva en el debate político regional. En primer lugar, la necesidad de situar el extractivismo como una práctica exclusivade los gobiernos progresistas. En las diversas contribuciones que apuntan en esta dirección se establece una identidad maniquea extractivismo-gobiernos progresista sin explicar el carácter estructural-procesual de esta dinámica. La persistencia de una división internacional del trabajo se desvanece en el texto. Obviando, la simultaneidad del proceso de des-industrialización y reprimarización económica consecuencia de las políticas de ajuste estructural. Pero, además, se insiste en la crítica a la matriz productivistas del desarrollismo latinoamericano radicalizando los probables horizontes emancipatorios. Cuestión que autonomiza las propuestas localizadas de los movimientos populares del factum histórico donde operan con todas sus contradicciones, limitaciones y potencialidades. Este punto no es un llamado al realismo político de los movimientos populares. Implica, un distanciamiento de las formas ingenuas de la política delmovimientismo. En segundo lugar, su caracterización de los movimientos populares apunta a una romantización del movimientismo como propuesta epistémico política inscrita en una especie de búsqueda de una utopía tecno-pastoral. Apelando a una especie de principio aristotélico de generación espontánea para construir esta identidad. Lejos de potencial los contenidos del debate sobre los posibles decursos de acción en la región estas identidades artificialmente interpretadas suprimen, engloban y des-contextualizan los procesos socio-históricos. Y por último, el olvido histórico de esta facticidad obstruye el camino hacia la comprensión de las alternativas históricas que permanecen como plausibles tendencias de los movimientos emancipatorios en la región.

La crisis del 2008, se presenta como un agotamiento sistémico de los mecanismos de acumulación financiera de los últimos treinta años. Sus consecuencias para la región han sido dramáticas. Sus configuraciones actuales fortalecen las dinámicas de confrontación global. Los cambios en las correlaciones político-electorales suponen la persistencia del imaginario neoliberal. De allí, su retorno como fraseología, como política anti-inflacionaria y como propuesta de crecimiento económico a pesar de su persistente fracaso global. Por tanto, el debate sobre el posliberalismo y el posneoliberalismo tiene una acuciante actualidad que debemos explorar rigurosamente en sus configuraciones político-sistémicas para retomar una senda transformativa. Las contradicciones internas de los gobiernos progresistas son visibles en cuanto a la burocratización de las prácticas, la corporativización de la participación política y la clausura de las críticas. Como recordaba Cornelius Castoriadis la estatalización de los medios de producción ha producido la aparición de la burocracia partidaria como clase explotadora. Este es un desafío ineludible que pasa por no tirar al niño con el agua sucia. La reflexividad debe avanzar en el debate sobre las efectuaciones del capital en la producción de tierras muertas, la profundización del apartheid social, la oligopolización de la propiedad y la guerra como mecanismo de acumulación de capital, entre otros aspectos de los desafíos centrales del pensamiento crítico. La pregunta fundante sobre las salidas al actual estado de cosas capitalista pasa por confrontarse con el mito de Prometeo y con la fe en la espera de la salvación. La necesidad de un más allá del Euroccidentalismo se torna apremiante [2]. Estamos ante una bifurcación crítica que polariza, fragmenta y empuja hacia horizontes esencialmente indeterminados al sistema en su conjunto. El fortalecimiento de las formas desposesión ancladas en políticas privatizadoras subordinadas al principio civilizador de la acumulación por la acumulación da cuenta de las profundas contradicciones sistémicas. No estamos ante un fin de ciclo de los gobiernos progresistas. Por el contrario, nos encontramos en un recrudecimiento sistémico que profundiza las causas de la crisis estructural que se inicia a mediados de la década de los setenta. Esta aclaratoria supone comprender la superficie de inscripción de un proceso de reestructuración global del capital con su discurso de interpelación y las formas de contestación antisistémicas que operan en el sistema histórico capitalista. Antes al contrario, la corriente histórica transformativa que despliega su accionar en la producción creativa de acontecimientos debe romper con la doble espera: prometeica y mesiánica. El imperativo de construir relaciones de producción e intercambio alternativas para confrontar los devastadores efectos del capitalismo histórico es una de las tareas fundamentales para pensar la emancipación humana. Antes bien, tanto las formas de organización de la emancipación humana (movimientos populares, partidos políticos, comunas) como los horizontes societales que delinean serán los temas cargados de controversia existenciales, comunales y sistémicas en la producción alternativa de subjetividad de los próximos años.

Notas

[1] Contreras Natera, Miguel Ángel (2015) Crítica a la razón neoliberal. Del neoliberalismo al Posliberalismo, Ediciones Akal, Ciudad de México.

[2] Contreras Natera, Miguel Ángel (2015) Otro modo del ser o más allá del Euroccidentalismo, Editorial Arandurá, Asunción

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