miércoles, 19 de junio de 2013

JOH esconde la mano



Por Víctor Manuel Ramos

Juan Orlando Hernández (JOH), Presidente del Congreso Nacional y candidato del Partido Nacional para presidente de Honduras, quiere lavarse las manos para aparecer, frente al electorado nacional, como un hombre inmaculado, libre de toda duda acerca de su fervoroso patriotismo. Convencido de que todo funciona bien y de que el pueblo hondureño es papo y de que se traga, con facilidad, sus embustes, quiere hacernos creer que él no tiene nada que ver con la crisis por la que atraviesa el país, como producto del fatídico golpe de Estado en contra del gobierno de Manuel Zelaya, ordenado por la embajada norteamericana (a pesar de que el embajador gringo quiso presentarse como santandereano, siendo realmente de Jalisco) y ejecutado por sus peones los militares y por los adláteres del Congreso Nacional justamente ahí estaba JOH) y de la sacrosanta empresa privada (el sector más retardatario, por supuesto).

Acostumbrados, JOH y su pacotilla,  a los más recientes golpes militares que tuvieron, en todo momento, el respaldo del Partido Nacional -incapaz, esta organización cebada en antiguas y recientes dictaduras, de llegar al control del país a través de las urnas electorales, mediante el ejercicio del sufragio limpio, pero si mediante mascaradas de elecciones fraudulentas que fueron caracterizadas como “elecciones estilo Honduras”- decía que acostumbrado JOH a los golpes de Estado que patrocinaron los militares, golpes que recibieron su más ferviente apoyo, no tuvo reparo alguno en sumarse, junto con todo y su partido Nacional, para apuntalar la ruptura del orden constitucional, mediante el envío, en pijama y por la fuerza bruta, del Presidente legítimo  D. Manuel Zelaya, al exilio en Costa Rica.

Ahí están las grabaciones de su incondicional respaldo, como Jefe de la bancada nacionalista al madrugón militar; ahí está grabado su voto cuando votó en contra de la restitución del legítimo presidente electo por el pueblo en el seno del Congreso Nacional y que avaló al ilegítimo Micheleti, quien condujo al país al aislamiento internacional, a la quiebra económica y al despertar del pueblo hondureño, fenómeno  que ha puesto en jaque a los partidos tradicionales (entre los que está el partido azul del JOH, con una bajo perfil en las encuestas). Ese despertar popular que ahora desvela a las dirigencias azul y colorada condujo a que el Estado, con la anuencia y el respaldo de los nacionalistas, entre ellos JOH, aupara la represión en contra de las marchas mediante las cuales el pueblo exigía el retorno a la constitucionalidad y el restablecimiento en el cargo del Presidente legítimo (Aún no se ha hecho justicia ni se han esclarecido los crímenes cometidos por el gobierno, la policía y los militares en contra de los manifestantes, responsabilidad que comparte JOH por omisión y la responsabilidad que le daba su alta investidura en ese entonces). Nadie olvida, por supuesto, las marchas de los camisetas blancas encabezadas por Ricardo Álvarez, líder a quien le aplicaron el fraude electoral y que es, por tanto hoy, víctima de los métodos de la oligarquía para asegurase las canonjías del poder.

Pero además, JOH, después de ser, junto con Pepe Lobo, el conductor de este país durante cuatro años, no puede venir aquí con la desfachatez de que la crisis del país es debida a los que estuvieron antes que él. JOH debe entender que todo este desbarajuste, indudablemente, es la continuación de la delincuencial administración de Micheleti –tan desastrosa su actuación que no fue autorizado para ir a transferir el mando a Pepe Lobo en el Estadio Nacional-. Y esto es tan cierto como que dos más dos son cuatro. Que prosperidad pudo haber impulsado JOH distribuyendo fogones y organizando productoras de tortillas, si con eso condenó a las mujeres del campo a ser sumisas y a no aspirar a mejores derroteros. Pero además, cuál ha sido el impacto económico en el PBI y en la reducción de la pobreza de esas medidas demagógicas de JOH. Ninguno, por supuesto.

Por el contrario podemos decir que JOH ha contribuido eficientemente a agudizar la crisis, veamos: fue incapaz de enfrentar la inoperancia y la podredumbre en la policía, la fiscalía y en los tribunales de justicia para ofrecer seguridad al pueblo hondureño (estamos calificados ahora como uno de los países con más muertes violentas en el mundo); ha intentado vender el país a retazos, cosa que no ha logrado porque nadie va a querer venir a un país endemoniado como el nuestro en donde se pueden contar hasta 20 asesinatos diarios; se ha hecho de la vista gorda frente al descalabro de HONDUTEL y la ENEE y de otras empresas descentralizadas del Estado que aportaban ingresos al gobierno para enfrentar sus obligaciones para con el pueblo; ha utilizado su puesto de Presidente del Congreso para apuntalar su campaña electoral con fondos del Estado; no ha movido un dedo para poner orden en el atraco que permanentemente se ha hecho al pueblo con las medicinas que se deben poner a disposición de las instalaciones de salud estatales para servicio de los hondureños; incita a la violación de la ley al aupar la inscripción de Ricardo Álvarez en la planilla del Partido Nacional como candidato a Designado presidencial y, no contento con todo esto, JOH divide antojadizamente a los hondureños entre los que están con él, creyentes en Dios y cristianos, y los que se le oponen, a quienes califica de ateos y extremistas de izquierda (todo esto en violación de la ley que desautoriza a hacer propaganda electoral usando a las iglesias y a la religión, porque el Estado es laico por decisión constitucional). JOH, además de querer evadir su responsabilidad en el fiasco que es Honduras hoy, es audaz porque va al departamento más olvidado y más pobre de Honduras –Lempira- a pregonar que la política que han practicado los dueños del poder, desde el 15 de setiembre de 1821, entre ellos JOH, es para servir a la “gente humilde y luchadora de este país”. Pero es que podrá haber desplante mayor, porque a la vista está que los habitantes de Lempira, de donde proviene precisamente JOH, viven en condiciones realmente lamentables, olvidados de la mano de Dios y de la de los políticos tradicionales.

Como pueden concluir los lectores, JOH ha tirado muchas piedras y ahora esconde, como la gatita de María Pérez,  la mano… ¡JOH, JOH, JOH, JOH!

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