miércoles, 10 de octubre de 2012

"Muriendo por ganar"


Rebelión

Por Norberto Glavinovich

El asesinato de una joven peruana no fue el trágico final de un «talk show» peruano sino la continuación del morboso derrotero de la picadora de carne de forma rectangular, con tubo de rayos catódicos o con señoriales pantallas de cristal líquido que desde hace muchos años se ha convertido en un artefacto indispensable para la inmensa mayoría de los hogares. La chica, de 21 años, fue asesinada por su novio luego de haber confesado en «El Valor de la Verdad», que trabajaba en un club nocturno y que ocasionalmente se prostituía. También admitió ser bisexual y aseguró que estaba junto a ese muchacho hasta encontrar a alguien «mejor». La dinámica del programa en cuestión consiste en la confesión del participante de cuestiones íntimas ante familiares cercanos: cuanto más comprometedoras son las preguntas, el concursante acumula más dinero.
«El valor de la verdad» es la versión de la televisión peruana del programa de concursos «Nothing but the Truth», creado por el productor estadounidense Howard Schultz y realizado por primera vez a nivel mundial en Colombia como «Nada más que la verdad».
Los «talk show» o «realities» existentes en la televisión argentina en los que los participantes cantan, bailan, intentan adelgazar o lloran ante las cámaras, podrían considerarse inocentes comparados a semejante denigración del ser humano impuesta por la emisión televisiva a la que hacemos alusión. 
Sin embargo, todos estos formatos tienen un común denominador: la obtención de éxito, fama y, fundamentalmente, dinero. Y son el dinero y el rating (dos elementos indisolubles) los que condicionan la conducta de participantes, conductores, productores y demás componentes de un programa televisivo. Cualquier imagen, palabra o hecho que pueda aportar un punto más de rating, es bienvenido.
El «vale todo» de una televisión pletórica de imágenes sangrientas, de pechos y traseros femeninos artificialmente exuberantes y de diálogos obscenos y superficiales, no es otra cosa que el «vale todo» del capitalismo, sistema para el cual todo es mercancía, no sólo la fuerza de trabajo de las personas, sino también sus desdichas y sus miserias.
Para «El Gran Hermano» omnipresente que muestra a quienes bailan o cantan por un sueño, todo es una «Cuestión de peso», que es la moneda de curso legal en varios países latinoamericanos y, en tal caso, bien vale la pena participar del «Muriendo por ganar».

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