miércoles, 24 de octubre de 2012

Cuando bonos y subsidios son correctos




Por Aníbal Delgado Fiallos 

La ejecución de programas gubernamentales de atención directa en dinero o en bienes y servicios a sectores sociales tradicionalmente excluidos es totalmente correcta; ancianos, agricultores marginales, consumidores bajo la línea de pobreza de energía eléctrica, transporte de estudiantes, desocupados, necesitan la atención de un gobierno preocupado por el bienestar general.
Se trata de sectores sociales que no participan en la demanda global de bienes y servicios porque tampoco participan del ingreso; esto es particularmente relevante en países como Honduras donde existen, grandes masas de población depauperadas tanto en las zonas rurales como urbanas.
¿Por qué regalar el dinero del Estado en forma tan generosa?, se preguntan; ¿no hay acaso iniciativas de comercio dormidas que pueden activarse?
La realidad es otra, el Estado no puede ser indiferente ante la pobreza que muerde a personas que definitivamente no pueden integrarse a la fuerza de trabajo por su edad o por su salud, o ante sectores que por razones de la inequidad estructural del sistema están incapacitados para producir competitivamente.
Si ellos no pueden integrarse al mercado y convertirse en parte del consumo global, el Estado debe demandar por ellos, con lo cual se llenan dos objetivos, uno social al atender población en estado calamitoso y otro económico al activarse el mercado interno.
Hace unos veinte años esto podría resultar atentatorio a los principios generales de la Economía, pero a medida que estos sectores paupérrimos se masifican, se organizan, adquieren capacidad política de respuesta a su crítica situación, hacen acto de presencia en las fórmulas macroeconómicas que configuran la formación del Producto Interno Bruto.
Quizás esto sea transitorio mientras la economía nacional se fortalece, el tiempo dependerá de los esfuerzos nacionales por el desarrollo, pero mientras haya cuadros de miseria que atentan contra la dignidad del ser humano, hay que hacerlo.
Lo malo es que estos programas se politicen y los fondos se entreguen no atendiendo a la urgencia de las personas sino a su grado de inserción y compromiso en el partido o en la campaña electoral, entonces se vuelven un acto de corrupción y de aprovechamiento perverso.
Si se ha de incursionar en estos programas debe ser con espíritu justo y manos totalmente limpias.

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