martes, 4 de septiembre de 2012

Honduras: de las fracturas brutales a la construcción de la ruptura




Por Carlos Méndez

Manuel Torres Calderón, periodista hondureño, pero antes que nada una persona con una calidad humana entrañable y desde hace mucho tiempo, referencia obligada en el país, cuando se trata de escarbar en la compleja realidad hondureña.

Calderón, es una de esas raras criaturas que andan por estos senderos, escribiendo libros, haciendo conferencias, reinventando cosas, en fin, soñando un país libre, y con ello, produciendo conocimientos con la actitud tesonera y tenaz de una abeja en su oficio, y como ella, casi con los “sonidos desde el silencio” en una actitud humilde de asombro que contrasta con la arrogancia y mayúscula ingenuidad, de algunos escribidores de oficio que garabatean, hablan y se ven a borbollones en los medios de difusión comercial, siguiendo guiones y agendas de los grupos de poder facticos más conservadores de esta inolvidable Hibueras.

En esta conversación, realizada en una tarde, al calor de una taza de café, un mes después del golpe de Estado de junio 2009, Torres Calderón nos dice que la crisis de la Honduras actual, no solo revela una fractura histórica anunciada del modelo de sociedad que tenemos, sino también, la necesidad de construir rupturas, cuyo mayor desafío es la de retomar la formación ciudadana desde una perspectiva más integral y que tiene que ser con, pero fundamentalmente fuera del bipartidismo. Esta conversa no ha perdido vigencia y por eso, la compartimos integralmente ahora.

CM: Después de esta barbaridad de junio ¿Cómo entender este momento crucial e histórico que vive no solo nuestro país, sino Latinoamérica entera?

Manuel: El punto central es entender que Honduras vive un escenario de crisis múltiples y que en estas circunstancias hay 3 factores a tomar en cuenta: Uno es la crisis estructural del país, el agotamiento, estancamiento y hasta retroceso del modelo iniciado en 1982.

El país inició en el 82 con varias transiciones: una transición política, jurídica, económica y social. Si las colocamos en un cuadro de avances, estabilidad o deterioro, la mayoría de indicadores ya hablaban de lo último, por tanto esta crisis era una cosa anunciada. Lo que no se podía determinar con certeza era los tiempos, protagonistas y escenarios.

Es más, esta no es la crisis que habíamos anticipado y que Honduras está pendiente de otra, o de otras crisis que van a estallar. Esta crisis estructural se manifiesta en varias formas.

Una es la gran contradicción de construir una democracia de procedimientos electorales pero no una democracia real e integral, con respecto a las expectativas de la población y dentro de esa contradicción se encierra, lo que a su vez es un desafío central, y que consiste, con el choque entre una democracia representativa, que se resiste a convertirse en una democracia participativa.

Eso sí, lo que podía haberse previsto teóricamente es que esta crisis iba a generar condiciones para que surgieran movimientos, incluso caudillos que forman parte de la tradición política hondureña, que viniendo de afuera, del modelo y del sistema, irrumpieran como anti sistema y anti modelo. Pero no fue así.

Lo que ocurrió fue el surgimiento de Manuel Zelaya dentro del bipartismo, con lo cual se refleja, al menos políticamente, que la crisis de la actual coyuntura, es la crisis del bipartidismo hondureño, entendiendo este como modelo de sociedad y no simplemente como Partido Liberal y Partido Nacional.

De hecho esta crisis es tan peculiar que se da una alianza del Partido Nacional con el Partido Liberal para darle un golpe al partido liberal, o al menos a una fracción del Partido Liberal. Es casi inédito. Muy pocos casos en América como este, en donde el partido en el gobierno da un golpe al mismo partido de gobierno. Es una crisis del bipartidismo que es una crisis del modelo de sociedad.

El bipartidismo es mucho más que ambos partidos: cultural, social, económicamente. Es una forma de conducir el Estado y de darle estabilidad a partir de un sistema de compadrazgos, de clientelismo político y de tráfico de influencias. El bipartidismo se está jugando su propio pellejo en este contexto y lo que encontramos, es que este bipartidismo surgido de estos 30 años de falsa transición democrática, es un bipartidismo altamente conservador. Reacio a cualquier cambio que debimos hacer en el siglo XX y que nos mantiene anclados en él.

Pregunta (P): Pero... ¿y Manuel Zelaya?...
Manuel Torres (MT): Espérate. Manuel Zelaya encarna las potencialidades pero también las profundas debilidades y contradicciones de nuestra sociedad. “Mel” Zelaya nunca tuvo propuesta propia, pero sí fue capaz de advertir la necesidad de cambios que esta crisis supone y que es un elemento que debe quedar absolutamente visible. El cambio es imprescindible en la sociedad hondureña. No puede la sociedad hondureña continuar sin cambios a fondo.

En esto fundamento cierto tipo de optimismo ya que el cambio no nació con Mel Zelaya y el cambio no va a morir con el golpe de Estado. Ahora, esto que viene, implica partir de una recomposición que se ha dado en la sociedad hondureña y de transformar lo que tenemos ahorita que es, una fractura del modelo, en una ruptura.

Una fractura debe interpretarse como una interrupción en un proceso histórico y social, pero esta fractura para que realmente abra las posibilidades de cambio en el país, tiene que convertirse en una ruptura. La fractura no necesariamente es una ruptura.

Por ejemplo, en los años 50’s, las mujeres hondureñas conquistaron el voto. Eso fue una fractura con respecto a un modelo en el cual estaban marginadas, pero no fue una ruptura en tanto el derecho a ese voto no les cambió la negación del resto de sus derechos universales.

Hay una diferencia importante, entonces, entre fractura y ruptura y lo más importante todavía es que nosotros tenemos que construir esa ruptura.

P: ¿Y cómo visualizas, el tiempo y espacio en que transcurre entre la fractura y la ruptura?
MT: El golpe contra Manuel Zelaya nos trae una fisura brutal de largo plazo por tanto no es un golpe contra un presidente en particular, sino contra Honduras y con ello, nos trae grandes oportunidades pero no hay que cometer la injusticia de los años 80, en donde Honduras tuvo importancia solo por su ubicación geopolítica pero no por Honduras misma. Esta vez tenemos que rescatar Honduras.

Es cierto que esto golpea también y toca a Latinoamérica, pero hagamos que ella haga lo suyo y nosotros ocuparnos de Honduras, porque: ¿de que sirve todo lo que ha sucedido, si internamente no logramos hacer de esta crisis, una agenda nacional? Esta crisis de alguna manera nos brinda la oportunidad de salir del siglo XX y entrar al siglo XXI y no es casual el simbolismo de un MIcheletti que inició esta transición en 1981 y que, la cierra, simbólicamente, al encabezar el golpe.

Pero, de una fractura a una ruptura, media tiempo. Todo depende de la profundidad de esa fractura. En la revolución cubana, por ejemplo, la fractura fue ruptura al mismo tiempo, porque tuvo la radicalidad del proceso mismo.

Aquí no tenemos esas circunstancias. Aquí, esta ruptura es más prolongada en el tiempo, pero tiene que tener consideraciones a tomar en cuenta. Uno de ellos, es que los actores sociales presentes en este conflicto tienen que involucrarse, pero no necesariamente son los que van a culminar.

P: Hay que hablar, entonces, de una construcción social y política, de la ruptura. ¿Cómo hacerlo con un movimiento social con grandes debilidades orgánicas y de liderazgo?
MT: El país frente a la construcción de esta ruptura, requiere de un nuevo liderazgo y eso le falta al movimiento social y sus organizaciones. Es necesario que tomen conciencia de que sus tareas de promoción de ciudadanía y de cambio deben ser revisadas. Eso es así porque lo que hacíamos antes, ya no responde a los nuevos desafíos a partir de esta crisis.

El reto es resolver el gran déficit del siglo XX que siempre se había advertido y es que esta formación social en la cual intervenimos de diversas formas, se moría cuando el ciudadano tenía que tomar una opción política.

Llegábamos hasta la antesala de la opción política y luego lo dejábamos a mansalva, frente al bi partidismo. Ahora, a mi juicio, se requiere retomar la formaciòn ciudadana desde una perspectiva más integral. Tiene que ser con, pero fundamentalmente, fuera del bipartidismo.

Para ello, tenemos que debatir mucho más, entre los educadores y comunicadores del país. Pero lo que no me cabe duda, es que todo esto tiene que ser parte de, ese retomar los cambios que es una deuda que tenemos con el siglo XX del cual hablamos y que no logramos, al menos profundizar, todavía.


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