viernes, 31 de agosto de 2012

En la búsqueda del plan anti-crisis en Honduras







Por Hugo Noé Pino

La semana pasada la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos, institución no partidaria y de mucho prestigio, advirtió en un informe económico que de no resolverse el problema agudo del déficit fiscal, el país entraría en recesión a partir del 2013. Simultáneamente la situación de Europa está menos que resuelta, las exportaciones en Japón han caído y las economías emergentes están perdiendo la vitalidad de su crecimiento.

Estas son, obviamente, malas noticias para la economía hondureña que podría enfrentar una caída de la actividad económica en los próximos años si Estados Unidos entra en recesión. Los mecanismos de transmisión ya los conocemos: remesas familiares, inversión extranjera directa, exportaciones de bienes, turismo y crédito externo. A esto habría que agregar las malas noticias en los aumentos de los precios de los alimentos y del petróleo que se han venido observando en los últimos días.

Pareciera que los acontecimientos de la crisis del 2008-2009 se están repitiendo de nuevo, y ahora con elementos más complicados. Durante la gran recesión, la mayor parte de los países centroamericanos prepararon políticas anti-cíclicas para aminorar los efectos negativos sobre el crecimiento; uno de los factores más notables fue la protección del gasto social a través del aumento de las transferencias condicionadas y otros programas sociales. Los bajos niveles de déficit de los años anteriores permitieron un espacio fiscal que se pudo aprovechar. Ese espacio no existe en la actualidad.

Honduras, en cambio, no preparó un plan similar al resto de países de la región, y el golpe de Estado del 2009 profundizó los efectos de la crisis al aumentar los grados de incertidumbre de la dirección del país y al aislamiento internacional a que fue sometido. Los resultados todavía los siente y resiente la economía.

Ante la probabilidad de una doble recesión a nivel internacional, la pregunta inmediata es: ¿qué está haciendo el gobierno, con el concurso de diversos sectores, para enfrentar un ambiente externo tan desfavorable? Habría que reconocer que formalmente existe un plan anticrisis en el que participaron diferentes sectores y sobre los cuales ha habido algunos resultados concretos, como el acuerdo entre empresarios y trabajadores sobre el salario mínimo.

No obstante, la lectura del Plan lo que muestra es un conjunto de buenas intenciones sin ningún asidero en la programación y asignación presupuestaria del gobierno, así como carece de mecanismos de seguimiento y evaluación. Más que una guía para la acción, pareciera que fue elaborado para justificar que se había hecho algo ante la perspectiva de una nueva crisis.

Una respuesta genuina ante la situación actual exige una revisión del modelo económico que ha venido implementando desde los años ochentas y que consiste principalmente en una reinserción en la economía mundial en donde los beneficios se concentran en muy pocas manos, mientras la mayoría de la población se mantiene excluida de la actividad económica. No se puede negar que Honduras con una economía pequeña y abierta va a seguir dependiendo del mercado internacional, pero ante un contexto externo desfavorable se tienen que buscar alternativas que eviten que el impacto sobre los sectores más vulnerables sea mayor.

Entre estas medidas podemos destacar, a manera de ejemplos y en el corto plazo, las siguientes: dado los aumentos de los alimentos en el mercado internacional y las pérdidas de cosecha que se reportan en el país, se debe establecer un plan de seguridad alimentaria de emergencia que además de promover una producción mayor de granos básicos en postrera, garantice el acceso de la población más pobre a los mismos.

Otro elemento importante es la formulación de un plan de empleo de corto plazo que con el apoyo de la empresa privada se pueda ejecutar. Para ello el gobierno hondureño deberá de abandonar esa política indigna de promover el trabajo por hora que está en contra de toda lógica de contribuir a generar trabajos decentes y no a alimentar el subempleo.

La contribución más importante que se puede hacer es blindar el gasto social, especialmente el que va destinado hacia los sectores más vulnerables como son los niños, las mujeres y los ancianos. Existe el riesgo que ante la crisis fiscal que vivimos, lo más fácil y tentador es reducir este tipo de gasto.

En el mediano plazo hay también aspectos que se pueden considerar como reforzar el esquema de integración económica regional con miras a obtener mayores beneficios de un espacio económico más grande, tanto desde el punto de vista del tamaño de mercado de exportación, como en la atracción de inversión extranjera. Es penoso que el arancel externo común, objetivo de política económica desde mediados del siglo pasado, todavía no se ha podido alcanzar.

La diversificación de mercados también deberá ser un elemento central de la política económica. La búsqueda de mayores vínculos con Sur América, así como el abandono de una práctica obsoleta de dar la espalda a China (la segunda economía del mundo), deben ser consideradas seriamente.

Por otra parte, la política macroeconómica debe ser consistente con esto cambios. En la actualidad lo que vemos es una política monetaria y cambiaria más encaminada al tradicional concepto de estabilidad macroeconómica promovido por el FMI, que una política encaminada a apoyar el crecimiento. Por su parte, la política fiscal se encuentra en una situación que requiere cirugía mayor y no sólo calmantes, como las medidas anunciadas recientemente.

Finalmente, estos objetivos se pueden alcanzar en el marco de un diálogo nacional franco y en donde los intereses del país estén por encima de intereses particulares o de grupos. Pero en medio de la campaña electoral en donde la mayoría de funcionarios públicos, desde el presidente del Congreso, los alcaldes y los ministros, se preocupan más por la campaña política que por los problemas reales del país, no hay mucho espacio para ser optimista.

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