viernes, 24 de agosto de 2012

Sobre certezas, prejuicios y consensos


Radio Progreso

Hablar en estos tiempos de la toma del poder por la vía electoral es una certeza para un sector de la izquierda hondureña, y es una tontería política para otro sector de la misma izquierda. Nunca como en estos tiempos las certezas se hacen añicos ante la realidad de incertidumbres y de precariedades.

Tanto participar en el actual proceso electoral como rechazarlo de plano son certezas que unos grupos tratan de imponerlas sobre el resto de la sociedad. Los que participan en las actuales campañas políticas lo hacen con tanta firmeza que acusan a quienes no lo hacen de antipatriotas o de quedarse a la zaga de los procesos históricos. Por su parte, quienes rechazan el proceso político electoral actual lo hacen con tanta firmeza que acusan a quienes sí participan de hacerle el juego al imperialismo, de desmovilizar a las masas y de buscar tan solo puestos en el Congreso Nacional o en alguna de las municipalidades.

Cuando elevamos las certezas como verdades absolutas, descalificamos a los que piensa distinto o los situamos de inmediato como enemigos o traidores. Así nunca avanzaremos, porque decidimos y actuamos en base a prejuicios, y un prejuicio es toda aquella opinión, análisis y decisión que la tomamos en base a algo que creemos que existe pero que no existe. Una iniciativa, cualquiera que sea, es aplastada si viene de quien no pertenece a mi grupo o está fuera de mis certezas, porque ya existe un prejuicio.

En estos días, por ejemplo, un sector puso en marcha la iniciativa de firmas ciudadanas para exigir a la Corte Suprema de Justicia la derogación, por ser inconstitucional, del decreto que aprobó las Ciudades Modelo. Seguramente todos los sectores sociales, políticos y populares que se opusieron al golpe de Estado están en contra de las ciudades modelo. Pero como la iniciativa la tomó uno de los sectores que se opone a participar en el actual proceso electoral, ya cuenta con el rechazo por comisión o por omisión de los sectores que están afanados en la campaña política electoral.

Estos tiempos no son propicios para que cada quien busque que sus certezas sean aceptadas como tales por toda la sociedad, ni siquiera por esa parte de la sociedad con la que han existido afinidades históricas. Son parte de una verdad, pero no puede ser nunca toda la verdad. Querer que todo mundo acepte las certezas de mi grupo o sector es aceptar que los prejuicios sean los definidores de nuestras relaciones y los que definan el ritmo de nuestras luchas y confrontaciones. Estos tiempos son propicios para los consensos mínimos, y hacia ellos hemos de avanzar. Y un buen ejercicio podría ser el ponernos de acuerdo sobre las Ciudades Modelo, independientemente si en esta coyuntura estamos metidos o no en el proceso político electoral.

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