miércoles, 11 de julio de 2012

Honduras a tres años de Resistencia Popular




Por Gustavo Zelaya

El 28 de junio de 2009 tiene muchos significados. Para algunos fue un asunto de negocios y una temporal cancelación de visas de entrada al país de sus sueños. En el caso de los golpistas se trató de ensayar torcidas formas jurídicas para cubrir con un manto legal la ruptura constitucional; en instancias como la OEA y el departamento de estado norteamericano  emitieron documentos tras documentos de preocupación y de interés por lo que estaba ocurriendo, las visitas de los burócratas se repitieron y dejaban constancia de su preocupación. Era el más puro cinismo y la complicidad absoluta ante el golpe de estado.

Pero cientos de familias sufrieron la pérdida de hijos y de hijas; más de 200 personas fueron asesinadas y miles recibieron palizas y siguen siendo atropellados en sus derechos; muchos fueron obligados a emigrar para ponerse a salvo de la demencial represión; se desató la censura contra los comunicadores, el robo y destrucción de sus equipos por negarse a repetir la mentira de la dictadura. Además, la persecución, la represión y el asesinato están presentes en la vida de gran número de hombres y mujeres que siguen en resistencia contra el golpe de estado. Han pasado tres años y la historia nacional se transformó radicalmente. Ahora tenemos nuevos símbolos de identidad, la idea de solidaridad y libertad se ha enriquecido y muchas personas se esfuerzan por alejarse de las formas de dominio tradicional producidas por el sistema social. Adquirimos una mejor conciencia que nos hace participar en el esfuerzo por modificar al país y echar por tierra la capacidad destructiva del neoliberalismo.

Es bien conocido que el golpe de estado fue la reacción de la oligarquía contra las acciones del gobierno de Manuel Zelaya Rosales, que intentaba democratizar el país y mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población. Esa voraz oligarquía se miró afectada en sus negocios cuando  Mel Zelaya dictó medidas para modificar el negocio de los combustibles, de las medicinas y las comunicaciones, cuando se acrecentó la capacidad de compra de los trabajadores con el nuevo salario mínimo y se establecieron vínculos con la Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra  América. La cólera de esos grupos de poder y del imperio aumentó mucho más al querer dejar en manos del pueblo las decisiones fundamentales sobre la vida nacional, con el proyecto de la Cuarta Urna. Para esa reaccionaria clase económica era insoportable que fuera el pueblo y no ellos el que decidiera sobre el futuro de la nación.

Toda la conspiración promovida por el gobierno norteamericano, empresarios, religiosos, militares y representantes de la ultraderecha latinoamericana, sirvió para mostrar que ese golpe de estado es el acto de corrupción más grande en la historia hondureña. No se contentaron con asesinar a muchas personas y  mandar a la basura a su manoseada constitución o con asaltar y ametrallar la casa del presidente, sino que llevaron a cabo una serie de agresiones a los bienes nacionales sin comparación con ninguna época anterior. Se robaron 1,400 millones de lempiras de la ENEE, la  concesión de la represa de Nacaome significó una pérdida de más 665 mil  millones de lempiras, se esfumaron 23 millones de dólares en un  proyecto de perforación de pozos en la capital y hay un monto desconocido de varios millones de lempiras utilizados en la compra de equipos para reprimir las marchas de la Resistencia. Esa es apenas una muestra de unos cuantos actos que forman parte de la gigantesca y sanguinaria corrupción que es el golpe de estado del 28 de junio, bendecida y santificada por la  jerarquía religiosa encabezada por cardenales y pastores al servicio del capital.

La actividad comercial, la construcción, el turismo y la industria de la maquila fueron duramente afectadas. Se redujeron las remesas, los ingresos fiscales y la inversión extranjera disminuyó  en casi 500 millones de dólares, la deuda interna aumentó en casi 10 mil millones de lempiras. En general, algunos estudios indican modestamente que el impacto económico provocado por el golpe de estado  es de alrededor de 15 mil millones de lempiras.

A pesar del empobrecimiento  del país desde hace más de un siglo  y que se  mostró con más dureza a partir del golpe, hay un acontecimiento positivo, extraordinario, es la organización del Frente Nacional de Resistencia Popular y del partido Libertad y Refundación, determinantes en romper con las viejas formas de pensamiento tradicional autoritario y patriarcal, que expulsa y asesina al que cuestiona y piensa por cuenta propia. Esas dos organizaciones del pueblo han servido para organizar y movilizar las fuerzas democráticas que se enfrentan a la mara que financió y ejecutó el golpe de estado.

De esa mara sanguinaria y golpista  forman parte políticos reaccionarios, fanáticos religiosos, con sus leyes eternas y  fusiles para aplastar a los que cuestionan su orden social. Son los que se inclinan serviles frente al imperio, entregan los recursos naturales y firman convenios de seguridad en nombre de una supuesta defensa de la democracia. Todos ellos, empresarios, políticos, religiosos y militares golpistas, tan impenetrables respecto a las ideas diferentes e intransigentes frente al argumento bien fundado, son responsables de asesinatos, del despilfarro de recursos naturales, de la entrega a los intereses norteamericanos y de la corrupción como procedimiento normal en todo el sistema judicial.

A pesar del sufrimiento provocado en muchas familias por los asesinatos perpetrados por los golpistas y de las duras condiciones de vida en que sobreviven muchas hondureñas y hondureños, esas lágrimas derramadas, tanto dolor infringido y esa rabia provocada, exponen claramente una de las  tareas de la Resistencia: la reorganización y depuración de los cuerpos de seguridad del estado, y, sobre todo,  ha sido uno de los puntales en la formación del movimiento popular más importante desde la huelga de 1954, el Frente Nacional de Resistencia Popular y su brazo político, el partido Libertad y Refundación. Aquí es donde se encarna el futuro y la utopía que nos puede enseñar a transitar en pos de una sociedad justa, democrática y que nos aleje del capitalismo neoliberal.

28 de junio de 2012

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