lunes, 30 de julio de 2012

Cuba en la prensa extranjera



Por Bárbara Betancourt, Frank González, Andrea Rodríguez, Reinaldo Taladrid, Rafael Hernández

Participantes: 
Bárbara Betancourt. Periodista. Radio Habana Cuba. 
Frank González. Periodista. Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. 
Andrea Rodríguez. Graduada de Comunicación Social. Corresponsal de Associated Press (AP). 
Reinaldo Taladrid. Periodista. Televisión Cubana. 
Rafael Hernández. Politólogo. Director de la revista Temas. 

Rafael Hernández: Este panel de discusión debió llamarse «Cuba en los medios de comunicación que se editan fuera de Cuba», sin embargo, ese título es demasiado largo, por eso preferimos resumirlo en «Cuba en la prensa extranjera», pero quiere decir eso, lo que se reproduzca en cualquier medio fuera del país. Lo estamos realizando en la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) que nos ha acogido, como en ocasiones anteriores, en este caso para este debate. Pensamos hacerlo aquí precisamente para estar seguros de que en el auditorio iba a haber periodistas, personas dedicadas a la comunicación social, que pu eden contribuir a la discusión. 
Todos los panelistas tienen una responsabilidad determinada, pero hablarán a título personal. Ellos son Andrea Rodríguez, actualmente corresponsal de AP, y lo ha sido antes de la prensa mexicana, del periódico Reforma. Es graduada de Comunicación Social en Argentina, su país de origen. Reinaldo Taladrid, periodista. Frank González, actualmente Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, pero lleva cerca de cuarenta años dedicado al periodismo, desempeñando distintas funciones; ha sido director de Prensa Latina, corresponsal en el exterior, director del Centro de Prensa Internacional. Y Bárbara Betancourt, periodista de Radio Habana Cuba. 
El tema de este panel se propone analizar la imagen de Cuba en los medios de comunicación, incluidos los electrónicos, editados fuera de Cuba. Para introducirlo, voy a citar algunos textos de periódicos y revistas extranjeros sobre Cuba que he coleccionado por afición. Dice uno del 2 de febrero de 1901: «Como niños mimados que son, los cubanos nunca tienen la culpa. Uno les pregunta por qué no trabajan sus campos y ellos le dirán que porque no tienen bueyes; uno les da bueyes y entonces ellos descubren que no tienen arados; si se les da un arado otra cosa más se presenta. En las oficinas de gobierno uno encontrará cientos de solicitantes para cargos oficiales, pero para trabajar en las plantaciones, muy pocos». Revista Outlook, de los Estados Unidos, 1901. Dos: «La tasa de mortalidad cubana es prácticamente la más baja en el mundo; la energía y el ejemplo norteamericanos, y la docilidad y el sentido común cubanos, han producido una transformación equivalente a un milagro médico y sanitario. La fiebre amarilla ya no es algo meramente caduco, sino imposible. Los norteamericanos hicieron la contribución más importante a la ciencia de la salud pública desde el descubrimiento de la vacuna». Esto es de 1914, en North American Review. Tres: «Los habaneros que trabajan duro pueden llegar a la cima, como ocurre con muchos, pero si no quieren trabajar, como también ocurre con muchos, pueden salir adelante tan fácilmente como en cualquier otro lugar». The Saturday Evening Post, de marzo 31 de 1951. Cuatro: «Algunos habaneros se bañan dos o tres veces al día; la mayoría se oponen tanto a la disciplina que el racionamiento del agua fue rechazado sin siquiera intentarlo. El consumo de agua en La Habana, ciento cuarenta y dos galones per capita, es más alto que el de Nueva York. Marianao consume más agua que ninguna otra ciudad en el mundo». Esto es también del Saturday Evening Post. «La mayoría del pueblo de Cuba —es otra cita— no quiere una buena ley, esto arruinaría toda su diversión». Apareció en un periódico que se llama Words Work, de septiembre de 1917. El último fragmento que citaré, dice: «En La Habana hay treinta y siete periódicos diarios, más del doble de los que son capaces de autosostenerse en Nueva York. Estos no son realmente periódicos en lo absoluto, son órganos, panfletos, propaganda, nunca hacen ningún intento por formar la opinión pública, de manera que podemos entender fácilmente la apatía de Cuba acerca de cuestiones públicas». 

La imagen de Cuba en los medios de comunicación en el exterior. ¿Podemos hablar de una imagen de Cuba? ¿Cómo definirla? ¿Cómo se proyecta en esos medios? ¿Podemos hablar de que existen rasgos típicos que caracterizan una imagen? ¿Hay una predominante? ¿Estos estereotipos o estas maneras de representación de Cuba tienen un carácter ideológico, cultural? 

Frank González: Cuando Rafael leía esos textos me venía a la mente un título de una agencia de noticias que decía algo así como «ETA y FARC tienen campamentos en La Habana, según Wikileaks», y ni Wikileaks vino aquí, ni Assange vino a investigar nada por el estilo. Sencillamente, el jefe de la Sección de Intereses norteamericana en Cuba escribió a sus jefes en Washington que había recibido informes según los cuales en Cuba radicaban representantes de la FARC y ETA; sin embargo, esa agencia de noticias da esa falsa noticia y da como fuente a Wikileaks», porque evidentemente es de más crédito que el jefe de la Sección de Intereses norteamericana en La Habana. Esto me da pie para referirme a la pregunta. 

Primero que todo, me parece importante que definamos conceptualmente a qué nos referimos cuando hablamos de prensa extranjera. Entiendo que a la del llamado mainstream, o de la corriente principal, a la gran prensa. Es un fenómeno específico de las sociedades capitalistas avanzadas —concretamente me estoy refiriendo a los Estados Unidos y a Europa Occidental— y es una prensa que se rige por unas lógicas de funcionamiento que no son propias de otros medios en otras latitudes, y ni siquiera en esos mismos países desarrollados, que actúan en la periferia de lo que podríamos considerar el núcleo de la actividad mediática mundial. Estamos hablando de un tipo muy especial de medios, de aquellos lo suficientemente fuertes, desde el punto de vista económico, para actuar en alianza con élites de poder y ser capaces de imponer temas de la agenda pública. En ellos vamos a ver una correspondencia muy frecuente entre el discurso periodístico y el político, ya no necesariamente de los países de los cuales proceden, sino de las visiones de mundo que representan. 

Por lo tanto, en cuanto a la visión de Cuba o el tratamiento a Cuba me voy a referir a los grandes medios, a los del mainstream, capaces no solo de decirnos sobre qué temas debemos fijar nuestra atención, sino cómo interpretarlos. 
Rafael preguntaba si existe una imagen de Cuba predominante en el exterior, y leía algo de 1901. Yo leí recientemente un ensayo que se refería a encuestas sucesivas hechas a cubanos de distintas generaciones, a lo largo de la historia de nuestro país, y se preguntaba cómo somos los cubanos. La primera caracterización sería: alegres; la segunda, solidarios; la tercera, inteligentes; la cuarta, valientes; es decir, entre la valentía y la alegría, pasando por la inteligencia y la solidaridad, están las visiones fundamentales de nosotros, los que con mucho orgullo llevamos el gentilicio de cubanos. Pero además, lo más importante es que cuando usted le pregunta a un cubano, después de responder eso, si se siente orgulloso de serlo, dice: «cómo no, claro que sí»; ¿quisiera usted haber nacido en otra parte?, la respuesta mayoritaria es «no», a diferencia de muchísimos países, incluso del Norte, donde mucha gente hubiera querido nacer en otra parte. ¿Pero es esa la imagen que se traslada hacia el exterior por parte de estos medios del mainstream? Pienso que no; si me preguntan cuál es la imagen predominante de Cuba en el exterior, diría que es la de un país gobernado por un régimen totalitario, dictatorial, represivo, que no respeta las libertades, los derechos humanos básicos, en especial la libertad de expresión; no respeta la libertad de emigrar, etc.; es decir, se han ido acuñando determinadas matrices de opinión, muy interesadas, donde la imagen que se va creando de Cuba es esa. Hay muchos patrones y estereotipos, e incluso yo diría que es un guión cíclico, se va repitiendo. Entre estos patrones y estereotipos está la magnificación —donde quiera que sea posible encontrarlo— de algo disfuncional en la sociedad cubana, y el afán de minimizar, relativizar o ignorar lo que tenga algún valor en la obra de la Revolución. El mejor ejemplo lo tenemos en el caso de la emigración ilegal; se reitera: «los cubanos emigran, los cubanos huyen», pero casi nunca vemos referencias a la Ley de Ajuste Cubano, ni a qué significa la Ley de pies secos, pies mojados. 

En cuanto a temas, los hay recurrentes; primero que todo, el tratamiento de lo político, muy poca prensa extranjera se dedica a la cobertura de otros asuntos que no sean los relacionados con la política; y en estos hay temas permanentes, como el de la llamada disidencia interna, pero incluso le dan preferencia a la cobertura de determinada tendencia sobre otra. Otro tema es la presentación de Cuba como un experimento social fallido, fracasado; para ellos los cubanos somos ineficientes, burócratas, corruptos; un cubano gana catorce dólares mensuales, no se sabe cómo sobrevive, aquí todo el mundo vive robando, etc. No hay una contextualización seria de la información y se desconocen las condiciones excepcionales en que transcurre la vida en Cuba como resultado de la política agresiva de sucesivas administraciones estadounidenses, fundamentalmente el bloqueo. 

Yo diría que estamos en presencia de una poderosa operación de construcción simbólica de la opinión pública, esta, como se sabe, se sustenta en representaciones, en símbolos, y los medios se han convertido, a lo largo de todos estos años, en una fuente muy importante de su producción. 
Bárbara Betancourt: No voy a retomar los criterios de Frank, desde su óptica de doctor y con las palabras específicas para ello. Tampoco voy a renunciar, por supuesto, a la condición de periodista «oficialista». Como tal, voy a empezar citando a Fidel, que dijo: 

Si los medios masivos están en manos de los que nos dominan, de los que nos oprimen, de los que nos explotan, ¿qué podemos esperar de ellos?, son los que todos los días no solo nos roban, todos los días nos envenenan a través de sus agencias transnacionales; es una tragedia de la época. Una de las tragedias de la época es que los medios de divulgación están en manos de las fuerzas más poderosas; de quince o veinte periódicos importantes de un país, uno, dos, tres, tienen una posición objetiva, más o menos, pero la inmensa mayoría están en manos de las fuerzas de la derecha, y una de nuestras tragedias, de las tragedias de Cuba, es que esos medios de divulgación masiva se usan exhaustivamente contra nosotros. 

Este es un criterio, además, que está presente desde los inicios mismos de la Revolución, cuando hubo necesidad de aquella «Operación Verdad». Fue a partir de los juicios sumarios a los batistianos, cuando se había ido una gran cantidad de torturadores y poco o nada se hablaba de esa situación, cuando se quedaron con el dinero que estaba en los bancos cubanos y no lo devolvieron. Los medios extranjeros se ensañaron con lo que acontecía en Cuba en un momento de Revolución, que todas suelen ser turbulentas; pero a diferencia de otras revoluciones, no se podrá acusar a la cubana de ser la más violenta. Fueron explosiones sociales, hubo situaciones incontrolables. Yo era muy pequeña, pero no creo que se haya distinguido por la violencia. A pesar de eso, se orquestó la primera gran campaña mediática contra Cuba, que dio origen a aquella «Operación Verdad» que lideró justamente Fidel, y que fue el embrión de lo que fue después Prensa Latina. En esa situación, no creo que el ataque fuera ideológico; era por objetivos hegemónicos, económicos fundamentalmente, y también de dominación política, puestos en peligro por esa Revolución que tempranamente demostró que no era un cambio más, que no iba a ser guardiana de esos intereses. Yo creo que en ese primer enfrentamiento y esas primeras campañas se apostaba a que la Revolución no iba a durar mucho, y de momento el próposito era acosarla y acusarla, y desde ese primer momento abrirle un expediente por violadora de los derechos humanos, que llega a nuestros días. Ya después la representación en los medios fue tomando otro carácter.

Rafael Hernández: ¿Tú dirías que la imagen, a lo largo de estos últimos veinte años, desde el fin de la Guerra fría, ha cambiado? 
Bárbara Betancourt: Creo que se ha ido ajustando; después se hizo más ideológica, sobre todo a partir del derrumbe del campo socialista y de la desintegración de la Unión Soviética. Entonces tuvo un carácter más pensado. Cuando ocurrió ese derrumbe, ya hacía treinta años que estaban intentando destruir la Revolución, y lo cierto es que la política de los Estados Unidos ha encontrado en los grandes medios de prensa —que no dejan de ser transnacionales— un aliado, e incluso cuando intentan dar una visión más objetiva de Cuba no pueden despojarse de algunos términos, de algunas valoraciones que ya están instaladas como normas. Cuba es el único país del que dicen: «La isla del régimen comunista». Imagínense si dijeran «El gobierno capitalista de Italia». Al único gobierno que hay que calificar es el de Cuba. Ese es un solo ejemplo. Otro es que hay gente pensante para eso, y hay recursos provenientes del propio gobierno norteamericano; está la diplomacia pública; se inventan talleres y seminarios, y la gente va y habla; es decir, hay toda una estrategia trazada en relación con Cuba. A veces alguien la niega por ingenuidad, otros porque tienen un compromiso, digamos, ideológico con la otra visión del mundo. Lo cierto es que no han dado margen para presentar la verdadera Cuba, una responsabilidad que, por supuesto, no es de la prensa extranjera; en primer lugar, es de la nuestra, y en segundo, también de la prensa amiga. Es muy difícil que alguien encuentre, en algún lugar, una imagen equilibrada de Cuba: hay quienes la idealizan, otros que la folclorizan, y es la isla de las mulatas, del ron y el tabaco, y están los otros, los que nos ven como el infierno sobre la tierra. 

Andrea Rodríguez: Creo que no hay una imagen «mala» o «buena» de Cuba; se trata, en cambio, de una visión o proyección contradictoria y también polémica, como lo es la propia Isla. 

En principio, no me siento capaz de un análisis teórico realmente profundo y sería aburrido repetir o intentar rebatir lo que mis colegas dijeron, pero sí me interesa comentarles que hago aproximadamente quinientas notas al año sobre la Isla, y desde ella les hablo: la imagen, en este caso de Cuba, que se construye de manera dinámica, día a día, que tiene que ver con la polémica, y también con la contradicción, en un movimiento de intereses, de juegos de factores; pero no solamente de actores de afuera, sino también de adentro de esta nación. 

A veces me cuesta entender esta cuestión de las operaciones transnacionales medio «macabras», pero en todo caso apuesto por que se complejice este fenómeno un poco más sacándolo o llevándolo fuera de la zona de confort, paradójicamente, a una dimensión más particular y desde la cual se pueda operar. 
Trabajo para una agencia de prensa internacional y jamás, en Cuba, he sentido más que la presión que siente cualquier periodista en cualquier país del mundo. 

También disiento de Frank -yo no puedo hablar por todas las agencias, solamente por mí-, pero sí veo que se muestra una Cuba dinámica, alegre; y, por supuesto, a la Cuba de la disidencia, e igualmente se muestra a la Cuba del presidente Fidel o Raúl Castro. Eso sí, a la hora de sentarme a escribir, Fidel no es «el dictador», sino el ex presidente Fidel Castro; pero tampoco es «el invicto Comandante en Jefe». 

Por lo general, las agencias son productoras de materias primas y los despachos que se hacen deben servir, por ejemplo en Argentina, para Página 12 y La Nación, dos puntas del espectro ideológico, eso significa que tienen que tener un rango de equilibrio. 

En cuanto a los estereotipos, sí los hay, tanto dentro como afuera de Cuba, y creo que sí son ideológicos, y también culturales, y están dados por las características propias de la Isla. Se quiera o no, este país es un modelo singular en nuestro continente, y ese es el motivo de la atención que genera y por el cual los reflectores de los editores, de los jefes, y de los lectores de las agencias de prensa se enfocan hacia aquí. Un arma, cierto, pero de doble filo: que le da posibilidades a Cuba de mostrar su proyecto al mundo, obtener el espacio en los medios, y también la expone a ser atacada; por eso digo que la imagen es polémica y contradictoria. 

Reinaldo Taladrid: Sobre la imagen estereotipada, voy a dar una respuesta breve: antes de 1959, cultural casi en totalidad, después de ese año, ideológica en la mayoría de los casos.

Voy a contar una anécdota. Yo estuve en la oficina del presidente de la agencia donde trabaja Andrea. En esa época se llamaba Boccardi, y era una cooperativa. En una reunión que tuvimos, el presidente de la AP nos decía que ellos hacen una encuesta todos los años acerca de qué les interesa a los que pagan su servicio, y qué es lo que más les interesa de cada región. Cuba era el número uno en esa época. 

Andrea Rodríguez: Sospecho que sigue entre los primeros lugares. 

Reinaldo Taladrid: Efectivamente, pero hay misterios; voy a poner un ejemplo de uno. Año 94, crisis de los balseros, experiencia personal. Yo estaba trabajando como productor en una cadena de televisión norteamericana. En ese año hicimos todo tipo de historias sobre balseros: cómo se hace una balsa, quiénes se van en ellas, por dónde se van, cómo llegan, cómo son las corrientes del Golfo. Incluso rescatamos, desde un helicóptero, a la gente de una balsa de esas rústicas, que se estaba hundiendo, y todo eso fue grabado. Para que se tenga una idea, en esa época salimos ocho veces, en dos meses, en el primer segmento. Los noticieros de las seis y media tienen tres segmentos, el de los titulares, las noticias medias, y las investigativas al final, salimos ocho veces en el primer segmento de esa gran cadena. Y yo, de ingenuo, le propongo a Nueva York: «Si hemos hecho todo esto ya, ¿por qué no hacemos una historia? ¿Si las costas están abiertas, por qué hay cubanos que no se van? ¿Están locos, están adoctrinados, tienen el cerebro lavado? Vamos a hacer una historia sobre algunos cubanos que no se quieren ir». ¿Qué pasó? Silencio absoluto. Ahí yo veo un misterio. Eso, en buen periodismo, es balance, equilibrio, varias fuentes. Es lo que se enseña. 

Yo tengo en mi casa toda la colección de libros de las grandes universidades norteamericanas de periodismo, que me regaló antes de morir Néstor Baguer. Me los he leído todos, excelentes libros de periodismo, y cuando yo veo lo que sucedió con mi proposición, pienso que eso va contra lo que se enseña en la escuelas norteamericanas de periodismo: varias fuentes, contraste, balance, etcétera, y me pregunto por qué pasa. En ese caso, ni siquiera, iba a haber tal balance, porque la cantidad de historias de balseros comparadas con esa única, era enorme. 

Otro misterio es que el único programa que le han censurado a Michael Moore en otra gran cadena norteamericana, y lo obligaran a cambiar un programa, fuera sobre Cuba. Él hizo una parodia de la cobertura que hace la NBC de las Olimpiadas; puso a los presentadores a narrar una competencia entre un hospital en Toronto, otro en La Florida —no en Miami—, y uno en Cuba: la Olimpiada de la Salud, y fueron haciendo como si fuera una competencia de gimnasia, con jueces por ejercicios, etc. ¿Y qué pasó? Que ganaba Cuba. Cuando ya estaba grabado el programa, vino una vicepresidenta de NBC y le dijo a Michael Moore: «Aquí en esta cadena eso no puede salir, cambien el final», y Moore tuvo que cambiar el final; tuvo que volver a grabar ese fragmento y poner a Canadá como ganador. 
Ahí hay dos ejemplos que son un misterio. Como dije antes, en mi opinión, los estereotipos antes del 59, eran esencialmente culturales, y hoy son desde el propio año, ideológicos. En eso no estoy de acuerdo con Bárbara, yo sí creo que desde el mismo 59 lo eran. También hay otros misterios; antes de 1959, la CIA atendía a Cuba dentro de una cosa que se llamaba Estación Caribe, que se ocupaba de toda la región, y que tenía tres gentes nada más. Comparen eso con ahora; a lo mejor tiene relación, a lo mejor no; pero yo sí creo que hay misterio. 

Rafael Hernández: Me alegro mucho que haya esta discusión. Mi papel como moderador es más bien de provocador; por eso me voy a colocar, cada vez que pueda, no dando mi opinión, sino la del abogado del diablo, con el propósito de contribuir a esto. Taladrid ha iniciado los comentarios sobre la segunda pregunta, o sea, qué factores determinan o influyen en la conformación de esa imagen. Hay varios que pueden considerarse. Quisiera que el panel se refiera a cuáles son los que le parecen más importantes. ¿Son las agencias informativas? ¿Los corresponsales situados en el terreno? ¿Las redacciones de los medios de prensa en sus lugares de origen? ¿Hay medios que marcan la pauta y que sirven de referencia a otros? ¿Los hay que determinan la configuración de esa imagen? ¿Influyen en ella las declaraciones de los organismos y los dirigentes cubanos, y lo que dicen o no dicen los gobiernos de otros países, de Europa, de América Latina? Y, una vez más, ¿influye en esto la existencia de percepciones culturales o ideológicas, o las dos? 
Frank González: Percibo cierto tufillo anti-teoría en el panel, y por lo tanto voy a utilizar el primer minuto para descargar algo teorizante, y después me voy a referir a lo anecdótico también, como Taladrid. Primero que todo, debo responderle a Andrea lo siguiente: yo también produje más de quinientos despachos al año como corresponsal de Prensa Latina, en Colombia, en el Caribe anglófono, en diversos países; y lo hacía con la visión de un corresponsal extranjero; pero cuando me situé al frente de esa agencia, como presidente, descubrí que necesitaba asideros teóricos para interpretar cuál era mi papel dentro de las lógicas de producción que rigen en los medios masivos de comunicación en todo el mundo, y por eso me hice doctor, y he estudiado esto, y por eso creo que detrás de cada uno de los productos comunicativos no existe una conspiración. Lo que sucede es que estamos en presencia de un proceso complejo de construcción de la realidad en el que intervienen varios factores, nucleados en torno a los periodistas y su cultura profesional, pero donde también están las estructuras organizativas, las rutinas productivas de los medios, la influencia de fuerzas externas, comenzando por las fuentes, y finalmente la ideología, que afecta transversalmente todo el proceso, de tal manera que cualquiera de nosotros dentro de ese proceso responde a esas lógicas, sin que nadie tenga que decirle qué hacer ni cómo hacerlo. Todos nosotros, desde que somos seleccionados para trabajar en un medio de prensa que responde a uno de los bandos de la confrontación ideológica, sabe a qué atenerse. 

Voy ahora a hacer algunas anécdotas. Yo estaba en Nueva York, en la misión de Cuba ante Naciones Unidas, cuando se desata la guerra contra Afganistán. Fox News estaba a la zaga de todas las cadenas norteamericanas, incluso recibía muchas burlas, como: «Yo no di la talla en tal cadena y me contrataron en Fox»; pero al agudizarse el conflicto su audiencia creció como la espuma. Por esos días, me entrevisto con un directivo de una de las grandes cadenas, y le pregunto qué está pasando, y me dice: «Se han convertido en el Departamento de Divulgación de Bush, son los voceros de la administración republicana, y esta sociedad se está yendo hacia la derecha, porque tiene razones que se han ido creando en la conformación de la opinión pública». «¿Y qué van a hacer ustedes?», le digo, y me contesta: «Irnos detrás de Fox». Cuando lo interrogo acerca de si cree que esos eran los valores sobre los cuales se debía sustentar un periodismo medianamente serio, me replica: «No se trata de valores, sino de negocios», y, en efecto, inmediatamente todas las grandes cadenas se alinearon con la Administración Bush. Incluso hoy es muy difícil distinguir hoy una cadena que se diferencie de la otra, porque en los negocios lo importante no es cumplir con la ética del periodismo, sino hacer dinero. 

Ahora bien, en eso no hay culpables individuales. Yo decía que hay dos visiones del mundo, dos maneras de hacer periodismo; una que se llama deontología, que en esta profesión incluye ciertos principios y valores universales a los cuales hemos llegado convencionalmente, entre los que está trabajar con información veraz, oportuna, respetar las audiencias, las fuentes. 

No me estoy refiriendo a que sea bueno o malo. Hay ejemplos de periodismo bueno y malo en ambos bandos. Se trata de procesos en los que intervienen no solo la destreza del periodista para construir el relato, sino también el papel de los medios como principal espacio de socialización en la actualidad y el respeto a principios y valores fundamentales como no mentir ni construir la realidad sobre la base de medias verdades. Eso no excluye la existencia de enfoques diferentes. Pero cuando este profesional reporta una manifestación de cuarenta mil personas, si a su medio le interesa que no se vea esa cantidad, sitúa la cámara un poco más abajo, y si quiere que parezcan muchos más, la coloca en una posición superior. En este caso se está dando una opinión; por lo tanto, de lo que se trata es que al hacer periodismo, cada uno de nosotros responde a bandos diferentes, no pertenecemos a un solo sistema comunicativo. 
Es falso pensar que Cuba es culpable de su mala imagen porque no logra insertarse en un sistema comunicativo que ha desdibujado las fronteras del Estado nacional y que ya hoy todos participamos en uno solo. No, señor; los medios están caracterizados, medularmente, por una naturaleza clasista e ideológica. 

Las fuentes principales de información para todos los medios, especialmente para las agencias de noticias, son los actores institucionales y los otros medios de prensa. De esta manera, se aprecia que la producción es muy homogénea, se parece mucho. Ya la espectacularidad de la primicia, del palo periodístico, está casi desaparecida; casi todos vamos en torno a un solo torrente informativo. Yo creo que hay un espacio, porque la relación de Cuba con la prensa extranjera no necesariamente tiene que ser de confrontación permanente, aun cuando no pertenezca al mismo sistema comunicativo, pero sí de diálogo, de negociación constante, y de la búsqueda de espacios donde ambas partes se beneficien. 

Bárbara Betancourt: Yo creo, como Frank, que la historia nace de los dos bandos, son dos concepciones políticas diferentes, hay un trazado, un discurso, una intención, bien establecida desde el principio, de cómo tratar a Cuba. Por otra parte, no somos el ombligo del mundo, en otros lugares también se las ven negras con la imagen que puede proyectar la prensa; pero yo quisiera referirme a estos dos últimos factores que mencionaba Frank, a los medios mismos como fuente, y a las instancias institucionales. Creo que nuestro país no acaba de darse cuenta de cuán importantes suelen ser estos dos elementos. Cuando las fuentes oficiales no están al alcance para conseguir una confirmación o hacer un desmentido, siempre se dice que hay otros factores, que se está analizando. Es algo que sufrimos los periodistas cubanos, y me imagino que mis colegas extranjeros, acreditados en La Habana, también, y quizás hasta un poco más. 

Por otra parte, quizás por esa protección que queremos darle a nuestro sistema -en el que creemos a pesar de sus ineficiencias- todavía no hemos sido capaces, en general, de dar una imagen de Cuba que se parezca ciento por ciento a la realidad. Tampoco podemos ser ingenuos, y pensar que cuando nos rajemos las vestiduras, cuando digamos todo lo que a veces creemos que tenemos que decir, vamos a conseguir el efecto de que se nos mire de una manera más objetiva. Hay una imagen trazada, hay unos límites impuestos, y aquí todo el mundo ha expuesto anécdotas que así lo confirman. Se sabe hasta dónde se puede llegar hablando bien, y hasta dónde es permitido hablar mal; porque no es lo mismo cuando hay declaraciones de una personalidad -que si están en contra del proceso se publicitan mucho más, en los medios extranjeros, que si están a favor- o si algún estadista hace referencias a Cuba: se promueven mucho más sus opiniones, se les abre más espacio si son negativas respecto a Cuba. No nos llamemos a engaño. 

Por eso digo que hay una combinación entre lo que nosotros mismos no hemos sido capaces de proyectar, y lo que esas circunstancias nos obligan a hacer. Creo que ahora hay una voluntad de volver a una conducción basada en la situación económica que tiene el país, que nos ha insitado a repensarnos y ver cómo tienen que ser las cosas de ahora en adelante, que también va a influir en la prensa cubana. Pero sí estoy absolutamente convencida de que cuando digamos que algo es bueno, porque es cierto, porque está absolutamente probado que lo es, no va a llamar la atención de los medios extranjeros, que lo repercutan, lo destaquen, lo conviertan en titular, aun cuando estén dando una imagen de Cuba diferente a la que acostumbran. 

Andrea Rodríguez: Bárbara tiene algo de razón en que a Cuba le cuesta tener una política de medios extranjeros clara, coherente y que defienda sus propios intereses. Me gustaría profundizar en este punto. Yo me pregunto todos los días por qué cuando escribo una nota cualquiera, de economía por ejemplo, tengo que preguntarle su opinión a cualquier académico en los Estados Unidos o en México -cuyas opiniones son muy valiosas, por cierto-, estando ellos fuera de Cuba y yo fechando el despacho en La Habana. Como periodista acreditada en Cuba me duele, porque acá hay decenas, que podrían darme también estupendos comentarios sobre la situación, que enriquezcan la mirada. Por si no se conoce, según los estatutos establecidos en la Isla por las autoridades, los periodistas extranjeros no podemos llamar directamente a ninguna fuente -un ministerio, un hospital, una cárcel, un sindicato, un centro cultural o de estudios, un investigador- y debemos gestionar todos los contactos a través del Centro de Prensa Internacional, del MINREX.

La percepción que dejan nuestros despachos es que en Cuba no hay esos economistas, no hay historiadores, no hay sociólogos, no hay analistas en la Isla y lo que sucede es que no puedo hablar con ellos sin la correspondiente autorización. ¿No sería más rico mi despacho si pudiera hablar no solo con quienes están afuera y conocen de Cuba, sino con los de adentro? 

No es un secreto para nadie que puede tardarse días, meses, años, conseguir una autorización para una entrevista. Otro ejemplo: pedí permiso para hacer una nota del faro de La Habana, ¿hay algo más inocente que el faro de La Habana? Ese faro es La Habana, es lo primero que uno ve cuando llega. Hay que tener muy mal espíritu para escribir de manera negativa una nota semejante. Solicité la autorización hace cuatro años; hace dos me contestaron que tenía que pagar, y la AP no paga fuentes. Resultado: tuve que dedicarme a hacer una estupenda nota de cualquier otro asunto o buscar alguna con fuentes disidentes que inmediatamente sí levantan el manófono y dan una opinión. 
Con esto no estoy diciendo que los periodistas extranjeros busquemos eso. Lo que sostengo es que también tenemos que cumplir con tiempos editoriales, con proyectos de notas y tal vez sería interesante que se entendiera que Cuba está inmersa en una dinámica de medios occidentales -estamos acreditados aquí-, y que es algo -la reacción, los reflejos- con lo que tienen que lidiar de la mejor manera. 

Otro elemento agregado a la complejidad de nuestra situación como periodistas extranjeros: es interesante ver como a veces los comunicadores foráneos tenemos que ocupar un lugar que no nos corresponde, el de una prensa nacional que cubra otros intereses que no sean los de Granma y los de Juventud Rebelde. ¿Por qué me llaman a mí unos señores -que no tienen nada que ver con la disidencia- para hablarme de un desalojo, o de la viejita a la que no le llegó la silla de ruedas? Porque hablaron antes con los medios nacionales, y me dicen que no les hacen caso, el detalle es que esas son noticias locales. Esto refleja, al parecer, que hay un espacio entre la prensa nacional y la extranjera que no se cubre en lo doméstico, y pasamos, sin proponérnoslo, a ocupar ese sitio de una prensa nacional no oficial. Probablemente también tenga algo de ideológico, yo no lo sé, solo les comento algo que me ha tocado vivir. 

También considero que hay un desconocimiento a nivel oficial sobre la forma en que operan los medios extranjeros. Hablo de la velocidad de reacción -y el buen uso que las autoridades y otras fuentes podrían hacer de ello-, por ejemplo, en cuanto a la confirmación de hechos o decisiones. ¿Por qué tengo que pedir una entrevista con el Ministro del Trabajo para que me haga una aclaración de la última gacetilla? Hay personas que se ocupan de la comunicación social en los ministerios, ¿cuál es el obstáculo como para que no podamos acceder a ellas?

Podríamos pensar que se trata de una suerte de atrincheramiento, o suponer, como se dice en mi tierra, que «el que se quemó con leche, cuando ve la vaca llora»; o sea, les debe haber ido alguna vez muy mal a las autoridades cubanas con su imagen, pero de eso ningún país está exento. Los responsables, las autoridades, los funcionarios, deberían entender que hay fuentes con las que deberíamos tener -los que trabajamos para medios internacionales- más facilidad de movimiento. 

Rafael Hernández: ¿Piensas entonces que el principal factor que determina la imagen de Cuba en la prensa extranjera es la forma en que el país maneja la política de la información? 
Andrea Rodríguez: No digo que sea el principal factor; sino que es un elemento significativo que se puso aquí sobre el tapete; no obstante, puedo mencionar otros, a vuelo de pájaro: por ejemplo, la percepción subjetiva de muchos corresponsales; las dinámicas de los medios alternativos -los blogs e Internet- que están operando en la construcción de la imagen de Cuba. El asunto es multicausal, pero este, sobre el que reflexioné, es un elemento que no se puede solapar. 

Reinaldo Taladrid: Es muy curioso este país, por eso tiene ese interés. Lo que acaba de decir Andrea, sobre el problema de las fuentes, lo escuché, casi idéntico, en el último Congreso de la UPEC. Entonces pienso que hay algo mal por aquí, porque si allí se hace una intervención casi igual a la que hace una notable corresponsal de la AP, en relación con la dificultad del acceso a las fuentes, y toda esa serie de problemas, entonces veo que hay consenso en cuanto a esa cuestión. 

Igual puedo decir que puedo ver el vaso medio lleno, y no medio vacío. A lo mejor hace veinte años este encuentro no hubiera existido aquí en la UPEC, y hoy lo estamos haciendo. Está casi toda la prensa extranjera y las autoridades de la UPEC. Quizás hace dos décadas eso no hubiera pasado. 

Es más, voy a subir un poquito la parada: ahora mismo vengo de un lugar en donde a un dirigente se le planteó ese mismo problema de las fuentes. Entonces lo que hay es que entender, para lograr el famoso balance, el equilibrio que deben llevar las notas, lo que enseñan los manuales de periodismo, es por qué pasa eso en Cuba. Como decía Rafael al inicio, el problema es que a uno le puede molestar que a este país se le analice permanentemente con un microscopio electrónico y al resto del planeta con espejuelos de aumento normal. Ejemplos sobran, y de eso no escapa nadie. No es un problema de quién está en la corresponsalía de La Habana; no es un problema de personas; cambian los corresponsales y el dilema sigue siendo el mismo. Las prostitutas cubanas son las más publicitadas del planeta Tierra, sin discusión de ningún tipo. ¿Dónde están los grandes trabajos investigativos, serios, profundos, analíticos, con pseudónimos protegidos, con cámaras ocultas, sobre las prostitutas de la Monumental de Buenos Aires, de las de Río? No quiero hablar de la famosa página clasificada de El País, de España, ni de El Nuevo Herald. Por cierto, la Ministra de Igualdad, del gobierno de España dijo en una conferencia de prensa que era una vergüenza que El País -uno de los medios que más ha publicado sobre la prostitución en Cuba- hubiera ingresado el año pasado siete millones de euros en anuncios de prostitución; pero bueno, ese es el mundo en que vivimos, no quiero referirme a eso. Para Cuba, microscopio electrónico, escaner, etc., para el resto del mundo, espejuelos en el mejor de los casos, cuando no, silencio. Eso tiene que molestar. 

Rafael Hernández: ¿Cuáles tú dirías que son las que marcan la pauta? Estamos hablando de transparencia. 
Reinaldo Taladrid: Acabo de decir, conceptualmente, que yo pienso que no es un problema de personas; cambian los corresponsales y sigue este mismo dilema; por tanto, el problema es un poco más profundo. Generalmente, los corresponsales dicen que la culpa es de la redacción, que cambiaron el titular, que lo que informaron era distinto. Esa tampoco es una respuesta del todo satisfactoria, no digo que no sea verdad, es un problema más complejo que eso, digo yo. 

Me pregunto si, como mucha gente pensó, hubiera colapsado la Revolución, España tuviera la cantidad de corresponsales que tiene en Cuba. No la tenía antes del 59, y había una tremenda comunidad española en Cuba. Cuando en Centroamérica había guerras, estaban todas las cadenas de televisión norteamericanas allí; cuando se cayó el gobierno sandinista y se hizo la paz en El Salvador, ¿para dónde emigraron? Para Cuba, pero además, los ejecutivos de esas cadenas lo primero que discutieron con sus corresponsales fueron los planes de contingencia: dónde poner las cámaras el día que empiecen las revueltas, etc. Claro, me pueden decir que eso es noticia en periodismo; está bien, vale, pero veamos el tema de la emigración cubana. Un cubano puede asesinar a alguien a sangre fría, coger una lancha, tocar tierra norteamericana y, por ley, es refugiado político, y nadie va a mencionar —y estoy hablando de casos reales— que esa persona es un asesino, no fue un luchador ni nada parecido. Eso no lo mencionan. Es otro de los misterios que existen en la cobertura sobre Cuba. 

Lo mismo pasa con el microscopio electrónico sobre la corrupción. Claro que hay corrupción, que hay malversación, pero mucho menor que en los gobiernos de América Latina. Recuerden que la revista Forbes confesó que cuando determinó la supuesta fortuna de Fidel Castro como una de las más grandes del mundo, lo hizo por un sistema indirecto. Calcularon cuánto roba un mandatario y un ministro por período de gobierno en América Latina, tiraron esa cuenta contra los años que llevaba Fidel en el poder, y por ahí salió la fortuna que ellos decían que debía tener. Él ofreció renunciar si le demostraban eso, y nunca nadie lo demostró, pero no pasó nada. Que se equivoque uno de nosotros —que podemos equivocarnos y nos vamos a equivocar—, y lo que nos cae arriba es mucho. En eso volvemos al tratamiento desigual. ¿A Forbes qué le pasó? Absolutamente nada. ¿La Asociación de Editores, que vela por el desempeño editorial de los medios, dijo algo? Nadie dijo nada. 

¿Entonces qué pasa? Eso tiene una explicación. Alguien usó la palabra atrincheramiento. Bueno, sí lo hay, pero no es por gusto, ni por fanatismo; tiene antecedentes reales, tiene causas que hay que valorar y tener en cuenta, y que son más profundas que las personas. 

Rafael Hernández: Pienso que no es imprescindible mi última pregunta porque de alguna manera ha estado presente en algunas de las intervenciones anteriores. Tiene que ver con qué factores inciden en el cambio posible de esa imagen. Frente a ella puede haber la opinión de que la imagen no va a cambiar porque el mundo tiene una estructura de poder que no lo permite, o quizás haya cosas que puedan incidir en que se puedan producir cambios, sin que deje de existir esa estructura de poder. Puede haber una tercera manera de ver el asunto, o una cuarta. Les quiero pedir a los panelistas que retengan este último problema para cuando respondan al final de esta sesión a las preguntas y comentarios del público. 

Manuel David Orrio: Quiero decir dos cosas. Entre los libros que dejó Baguer y que mencionó Taladrid, yo recomendaría mucho la relectura de Guardianes de la libertad, de Noam Chomsky, para que se vea las misteriosas relaciones de propiedad que existen; porque hemos hablado de los muchos misterios que hay en los grandes medios de prensa, pero también los hay en las grandes compañías dedicadas a cualquier tipo de negocios. Es un libro que data del año 1994 o 95. Es una investigación aplastante. Ese es un primer punto. 

Además, invitaría a los colegas a que buscaran por Google la frase «Diez principios de Goebbels», y la aplicaran al manejo mediático general, en el exterior -no hablo de responsabilidades individuales-, de la imagen de Cuba y van a ver otro misterio, lo asombrosamente bien que cuadran esos diez principios de Goebbels en esos grandes medios de difusión. 

El otro punto que quiero señalar es que tenemos que analizar muy seriamente hasta dónde nuestros conflictos internos sirven de base para las manipulaciones externas. Taladrid hablaba de eso en el Congreso de la UPEC, y menciono un punto importantísimo que no se tocó en ese Congreso, pese a una gran proposición de todos los periodistas: la ley de prensa. 

Enrique López Oliva: Voy a hablar de mi experiencia en la prensa extranjera. En primer lugar, pienso que hay distintas imágenes de Cuba, no solamente una, y me preocupa que siempre limitemos el análisis al conflicto o al diferendo con los Estados Unidos, porque la imagen de Cuba sale en distintos medios, en Europa, en América Latina. En La Habana ha habido corresponsales de medios de casi todos los países de América Latina. México es uno de los que más corresponsales ha tenido durante mucho tiempo. 

Yo diría que quizás uno de los factores que contribuyen a una imagen un poco desenfocada, o que no satisface del todo a las autoridades cubanas, es el gran problema con que trabaja la prensa extranjera, como dijo Andrea, y yo iría más lejos: a los cubanos que hemos trabajado para ella, las dificultades se nos acrecientan, porque hemos sido vistos, muchas veces, como agentes del enemigo, y casi nadie nos quiere hablar. Es muy difícil que se le conceda una entrevista a un corresponsal de prensa extranjera, y eso nos crea situaciones muy difíciles cuando no se pueden cubrir determinadas actividades. 

Uno de los grandes problemas que hay en Cuba es que desaparecieron los voceros de prensa; antes existía uno en el Ministerio de Relaciones Exteriores, pero un buen día fue suprimido. Finalmente, me gustaría recordar a algunos corresponsales que han muerto en el desempeño de su función, entre ellos Julio Anguita, que murió en Iraq. 
Yasmín Portales: Mi intervención es casi una pregunta para el profesor Frank González. Me llamó mucho la atención que usted mencionara una dicotomía bastante interesante: que se puede trabajar para la prensa desde la lógica de la dominación, o según la lógica de la emancipación. Yo pensaba que también se puede trabajar desde la lógica de Granma. Lamento si esto duele a los compañeros y compañeras profesionales de la prensa que están reunidos aquí, y también a los compañeros de la mesa, pero cada día tengo la dolorosa sensación de que Granma, entre otras cosas, es un reproductor acrítico de muchas lógicas que no son en absoluto emancipadoras. 

Muchas veces la prensa nacional les deja el espacio de trabajo acerca de la realidad cubana a los medios extranjeros, porque no cubre en absoluto asuntos que no son políticos ni económicos, pero que importan para la construcción de la nación y para el consenso nacional acerca de qué es el Estado cubano y qué es la sociedad cubana. Es triste que esos medios nacionales no hablen de la lucha contra la homofobia, contra el racismo, no hablen de la violencia contra las mujeres, de las distintas tensiones que atraviesa la defensa de los derechos de los niños, y que queden en manos solo de las agencias extranjeras. 

No creo que haya una conspiración de gente sentada, con trajes oscuros, en una habitación decidiendo qué se va a decir de Cuba; pero de todos modos lo dejamos, por omisión, a las buenas o malas intenciones de los que dirigen las agencias de prensa extranjeras. Eso me parece una vergüenza. 

Walfredo Angulo: Yo también fui corresponsal en el exterior, y por supuesto, hay que escribir más de quinientos despachos al año. Recuerdo que una sola vez un cable de Reuters tenía un lead parecido al mío. Su corresponsal y yo íbamos a los mismos lugares a ver las mismas cosas que después reportábamos. La única agencia que algunas veces tenía una estructura algo similar y tocaba aquellos elementos que yo había enfocado era International Press Service, y ahí estaba todo el mundo. Eso responde un poco a que cada cual escribe de acuerdo con lo que sabe que su lugar le pide o cómo se lo pide, diciendo siempre la verdad, porque esa es otra cosa que no debe faltar en el periodismo y que está faltando últimamente. 

La intencionalidad política de los que hablan mal de Cuba es mucho más refinada que la nuestra, porque nosotros, en la prensa cubana, la hemos perdido bastante en los últimos años. 

Otra cosa: yo exhortaría al Ministerio del Turismo y a los periodistas que cubren ese sector para que hicieran un análisis profundo de la imagen de Cuba. El turista que llega a Cuba por primera vez y ve que no salen serpientes en la pista, que no le cae una perseguidora atrás cuando sale del aeropuerto, y que no llega a La Habana Vieja con dos policías de escolta, que puede ir por todas partes, cambia la imagen que traía de Cuba, que era más que el infierno. Ese turista después repite la visita, y sirve de divulgador de nuestra realidad. 

Hace poco me encontré con cuatro profesores chilenos que se quedaron asombrados de que aquí hubiera escuelas de periodismo, y que no se pagara la matrícula. Estaban descubriendo el Mediterráneo, no sabían nada de la realidad cubana. Por eso digo que la imagen de Cuba se puede medir perfectamente con el visitante que viene por primera vez a Cuba, y esa imagen no se la ha dado otra cosa que los grandes medios monopólicos en el mundo. 

Rafael Hojas Martínez: En estos momentos estoy cursando una maestría en Ciencias Políticas, y uno de los temas que quiero presentar, o el tema que quiero presentar, es precisamente el papel de la prensa, en este caso estadounidense, en relación con caso de los Cinco; y como estamos hablando de la imagen de Cuba en el exterior, tengo dos preguntas para Andrea. ¿Puede ella, como corresponsal de la AP, ofrecer un referente real sobre este caso? ¿Puede deconstruir la imagen o estereotipo que el gobierno norteamericano ha asignado al caso de los Cinco? 

Yoss: Este es un problema muy complejo y creo que es imprescindible no perder de vista una circunstancia: primero, existe una guerra. Somos un país agredido, asediado, el enemigo -vamos a decirlo así, con ese término que tanto les gusta a los segurosos y a los politólogos, y que realmente lo es, porque su objetivo es destruir nuestra manera de existir, y que nos unifiquemos con el resto del mundo- está tratando de aprovechar cualquier resquicio o cualquier grieta que tengamos. Negar esos resquicios, esconder la basura debajo de la alfombra es darle armas al enemigo, no es mejorar nuestra imagen. Decir que aquí no pasa nada, que todo es estabilidad, que todos estamos contentos, es permitirle que busque, y no es difícil encontrar, a todo el que no está contento. Todo detalle, todo hecho que la prensa cubana calla, se convierte en noticia, sea positiva o negativa, para la prensa extranjera. La imagen de Cuba en ella es todo lo que no es Cuba en nuestra prensa. 

La mitad de la culpa de la imagen en la prensa extranjera es nuestra, porque si es necesario consultar tantos niveles para permitir que alguien exprese una opinión, positiva o negativa, si se le tiene tanto miedo a la opinión, inevitablemente se la dirá a la prensa extranjera, que la tergiversará, la virará y la retorcerá, porque la prensa objetiva no existe, no vende. Si uno quiere objetividad en España, por ejemplo, tiene que comprar El País y el ABC y hacer el mínimo común múltiplo. Si existiera un órgano de prensa objetivo se moriría de hambre o sería una agencia muy pequeña que subsistiría de subvenciones. La prensa extranjera nos agrede porque nosotros se lo permitimos, porque se lo facilitamos, porque le ponemos en bandeja las armas para agredirnos. Darle armas al enemigo no es decir, es justamente callar. 

Hugo Ríus: Por fuerza voy a ser muy breve porque la intervención precedente me libera de algunas observaciones que pretendía hacer. Primero, alguna anotación de tipo conceptual: siempre he creído que la imagen no se construye, o la construye el público receptor; en todo caso la gestionamos. Claro, no se puede ser tan esquemático de pensar que un periodista, de esos que llamamos enemigo, hizo un plan para gestionarla. Esa representación, esa reconstrucción de la realidad pasa por muchísimas mediaciones, algunas de las cuales fueron mencionadas ya por Frank. 

Tomando la intervención que me precedió, quisiera que el panel se refiriera a qué peso tiene en la gestión de esa imagen de Cuba -que no es simpática- la no presentación nuestra en el ring de pelea. Hablo de los silencios informativos, las informaciones incompletas, tardías, a destiempo, en que la prensa nacional cede el terreno a otras, y no estoy hablando, por supuesto, de temas sagrados para todos los corresponsales y para todos los medios, como los de seguridad nacional y los que son muy sensibles para la población, que no son políticos estrictamente, sino hasta culturales. Por ejemplo, los relacionados con el imaginario popular, eso es sagrado. El día que a un corresponsal se le ocurra escribir un artículo denigrante contra Benny Moré le van a caer encima, porque es parte del imaginario. Por temas sagrados, me estoy refiriendo a informaciones fluidas de cosas que, como se dice, están en la calle, porque este país no es un continente, es una isla, casi una aldea, por lo que todo se sabe, todo se conoce. 

Cuando los cuadros, las fuentes, no cumplen con un principio importante de la sociedad, la información no fluye. Para que fluya, esa fuente que menciona Andrea tiene que hacerse visible, participar, responder, informar hasta donde puede, hasta donde lo permiten sus límites. Pero no estoy convencido de que muchos temas que nuestra propia prensa demora o es reticente en publicar, sean precisamente de los transgredibles. Por eso mi pregunta es: ¿qué peso tiene esta no presentación al ring en la construcción o en la gestión de imagen de Cuba en el exterior? 

Rafael Hernández: Creo que el panel tiene tela por donde cortar; ha habido siete intervenciones. Quisiera retomar el último tema para que no se quede totalmente afuera, aun cuando los panelistas son libres de referirse a él o a algunos de los numerosos problemas que se han planteado. La última pregunta era si la situación de la imagen de Cuba en los medios de comunicación extranjeros tiende a permanecer, si no hay otra alternativa, porque así está organizado el mundo, o si se puede hacer algo por intentar cambiarla; qué hacer para contribuir a cambiar, en el sentido de enriquecer, de profundizar, de matizar y de mejorar la representación de Cuba en esos medios. 

Frank González: Yo soy optimista, creo que sí, que tiene que mejorar, si somos capaces, como bien decía el profesor Hugo Rius hace un momento, de aprovechar esos espacios que podemos ocupar dentro de los flujos informativos internacionales, independientemente de la confrontación ideológica permanente en la que estamos envueltos de uno y de otro lado. 

Estoy de acuerdo con lo que él dijo. Las lógicas comunicativas de este tiempo van cambiando, hay que entrar cada día más en la Web 2.0; estamos en presencia de receptores cada día más conscientes de cuál es su papel en los procesos comunicativos. Ya el verticalismo, el centralismo, está siendo desplazado por la horizontalidad, por el reconocimiento del otro, por una construcción conjunta de esos espacios comunicativos, y creo que hay que estar al día, estar a la altura de lo que estos tiempos demandan desde el punto de vista comunicacional. 

De todas formas, debo subrayar algo que mencioné en mi primera exposición. Creo que se trata no de individualidades sino de procesos, y hay que tener una visión sistémica de lo que estamos hablando. Si se sustrae al periodista de tal o cual sistema, sencillamente se aísla y entonces pasa a insertarse en otro, donde las lógicas son otras. Con esto estoy tratando de responder, de alguna manera, una pregunta que se me hacía sobre cómo hacer periodismo desde la lógica de la dominación y de la emancipación. Yo me refería a determinados valores universales que deben estar presentes en cualquier modalidad de periodismo, y es siempre la búsqueda de la verdad como valor supremo, a través de la información veraz y oportuna, el respeto de las fuentes y otros rasgos éticos que deben estar presentes en lo que hagamos. 

En la edición de La Oveja Negra de El amor en los tiempos del cólera, en la página 465, cuando Fermina Daza le pregunta a Florentino Ariza «¿Y esto hasta cuándo va a ser?», él dice: «Para toda la vida». Espero que el acoso político, económico y mediático al que ha sido sometido nuestro país durante más de medio siglo no dure toda la vida, pero aún si así fuera, en medio de esa confrontación, yo sigo pensando que la inmensa levedad del acontecimiento noticioso obliga a los cubanos a responder con mayor velocidad, con más inmediatez, premura y apertura, de manera tal que aprovechemos lo que decía Pascal sobre los vasos comunicantes: «El espacio que gana un líquido ya no puede ser desplazado por el otro». Es responsabilidad de todos nosotros, los periodistas cubanos, ocupar ese espacio. Tienen razón quienes se han manifestado de esa manera, a veces lo dejamos en manos de nuestros adversarios. 

Bárbara Betancourt: Yo soy un poco menos optimista. En la medida en que logremos ocupar ese espacio, creo que podremos arañar -todavía, en los términos actuales, será un arañazo- ese espacio. Será lograr colocar algo sobre un tema muy específico, en una situación más incómoda, a la hora de criticar. Creo que hay una imagen de Cuba prestablecida, que se ha trabajado para eso, que se financia su construcción, y que va a ser muy difícil que se varíe, porque si, como aspiramos, esa confrontación es para todos los tiempos, porque no nos vamos a pasar para el otro bando, siempre esa imagen va a formar parte de esa misma política; es una herencia, un rasgo de ella, y pienso que sí, que decir más y no callar puede ir colocando otra visión de Cuba, sobre todo si logramos apropiarnos de medios alternativos, de nuevas tecnologías que, necesariamente, aun cuando no se hayan socializado ni puedan llegar hasta cada lugar -no solo por razones materiales y objetivas, sino por otras consideraciones-, quizás en esa medida podemos lograr otra imagen de Cuba; pero la que todavía prevalece va a quedarse por mucho tiempo; solo podremos arañarla. Insisto en lo que ya dije: el hecho de ser más objetivos con nuestra propia realidad no garantiza que los demás medios, aquellos que han tratado de desvirtuar y manipular la realidad cubana, la asuman como propia y también la propaguen.

Reinaldo Taladrid: Voy a agregar una pieza al rompecabezas que planteó Yoss. No es que no esté de acuerdo con la esencia de lo que dijo, pero es más complejo. La principal fuente de las informaciones económicas negativas de Cuba es la propia, la vilipendiada, maltratada e incorrecta prensa cubana. Voy a citar varios titulares de El Nuevo Herald: «Setenta por ciento de las tierras todavía improductivas», eso lo tomó de un artículo de la prensa cubana; «Se bota el setenta por ciento del agua en La Habana», tomado de la prensa cubana, «Por primera vez el consumo eléctrico privado sobrepasa al estatal. No se reconoce la recesión». Salvo la segunda frase, tomado de esa todavía incompleta, mal hecha, prensa cubana. Aun así, de ahí salen esos titulares económicos negativos, manipulados, principales, de El Nuevo Herald. Eso da una idea de qué complejo es esto. El periódico de la oposición, en Miami, saca su información, en esencia, de los medios cubanos. 

Bárbara Doval hace un programa de crítica, todos los lunes en Canal Habana, donde, por ejemplo, sienta al director de Gastronomía y le empieza a decir las barbaridades que dice la gente; no mediatiza, y además es en vivo y la gente llama, y se queja. 

Alguien dijo que en Cuba no se habla de la homofobia. No entiendo. En el programa «Pasaje a lo desconocido» de la Televisión, he hecho dos programas -con casi dos millones de televidentes- más tres programas en vivo en Radio Rebelde, con micrófono abierto, sobre este tema. Eso es significativo si se compara con el pasado. Hay que ver las cosas en perspectiva histórica.

Eso me lleva al tema que dejé incompleto antes: el de la corrupción en Cuba. Claro que la hay, pero también la han magnificado los medios de prensa extranjera. En Miami, 25% de la población no declara ingresos, eso quiere decir que no pagan impuestos; pero eso no es noticia. En España, uno de los periódicos sacó una encuesta, en la que les preguntaron a los empleados de gastronomía y servicios si habían robado alguna vez. 71% dijo que sí, y 92% que si pudiera lo haría. Pero eso salió en una notica chiquita de ese periódico. Eso da una idea de lo compleja que es la realidad. 

Y para terminar, voy a responder la última pregunta que Rafael hacía. Mientras Cuba tenga una Revolución y tenga un proyecto político diferente, eso no va a cambiar, va a tener matices, pero en esencia seguirá igual. Mi pronóstico es que habrá más acceso a las fuentes; la prensa cubana va a tener más debate, y si yo fuera el que lo decidiera le diera prioridad a las Bárbara Doval a la hora de entrevistar a una fuente con acceso cubano; honestamente, lo haría. No es por discriminación, pero le diera prioridad —como se hace en todo el mundo, como se hace en la Casa Blanca con las preguntas en las conferencias de prensa—, a esos programas donde se interroga públicamente a un funcionario. Va a haber más participación de la gente en los programas. Pero este dilema del que estamos hablando aquí, en esencia, no va a cambiar. Si mañana se produce el fin de la Revolución, el fin del socialismo y la restauración de Miami, entonces, después de cinco años, creo que no va a estar ni el 10% de los corresponsales extranjeros que están aquí. Cuba perderá el famoso interés mediático, como ha pasado en otras partes del mundo. Claro que hay matices, hay un excelente ejemplo de un corresponsal que salió a Centroamérica y con honestidad contrastó lo que le decían los campesinos de allá, con realidades y opiniones de aquí. 

Reitero que las causas de lo que hemos debatido no están en las personas, ni en que los periodistas sean mejores o peores, o más éticos o menos éticos; la esencia de este problema está en lo que, según Carlos Marx, ha movido la historia de la humanidad: la lucha de clases. Llámese como se llame, tome la forma digital, virtual, real, de cañonazos, de tiros, de lo que sea, pero sigue siendo lucha de clases; y en el caso cubano, mientras dure, un proyecto de justicia social frente a uno de restauración de lo peor de la historia de Cuba, eso, en esencia, no va a cambiar. 
Andrea Rodríguez: Yo sí soy muy optimista, y además también pienso que si alguien no se sube al ring, jamás va a ganar la pelea; seguramente la va a perder. Yo soy de las que prefiere que me den el golpe subiéndome al ring a irme antes, por eso estoy sentada en este panel. Mis colegas parecen tener un buen diagnóstico de la situación en lo «macro» y unos paradigmas teóricos sólidos; pero mi punto es que -incluso sin desconocer esos dos aspectos anteriores- hay que operar en lo cotidiano. Creo que la imagen es algo dinámico; pienso, como el profesor Ríus, que se gestiona -además de construirse.

Este es el panorama que tenemos, ¿qué vamos a hacer?, ¿sentarnos a seguir lamentándonos por lo mal o bien que nos ven, desentrañando los intereses que confluyen y criticándolos, u ocupar los espacios que realmente podemos ocupar para cambiar las cosas? Esa es la pregunta que a mi entender se tendrían que hacer las autoridades y los expertos cubanos en la materia y en ese sentido creo que deberían evitar esos silencios informativos de los cuales el profesor Ríus habló, sería muy interesante si lograran abrirse un poquito más las fuentes. 
La diversidad, puede servir para que nos ataquen, también para mostrar nuestras verdades, y si Cuba, sus autoridades, los colegas aquí presentes, están convencidos de lo que hacen y dicen, pues deberían, subirse al ring con menos temores y cautelas. 

Rafael Hernández: Termino este panel diciendo: «No saquen sus propias conclusiones», dejen la mente abierta a los problemas, puesto que el conocimiento se relaciona más con las preguntas que con las respuestas. Quiero, no obstante, hacer un par de preguntas para que las añadan a todas las que se han hecho aquí. Este ha sido un panel especialmente interesante y rico; las distintas visiones que hay sobre el problema no se corresponden con alineamientos de cubanos y extranjeros, hay criterios diferentes entre los cubanos y entre los extranjeros, en relación con las respuestas a estos problemas. Les agradezco a todos ellos, precisamente por la incandescencia que sale de esa diferencia de voltaje. 
La Cuba de los años 60 prácticamente dejó de tener corresponsales extranjeros, salvo los de TASS, los de Xinhua, en fin, de los hermanos países de Europa del Este; en la de los 70 siguió siendo así. Vemos que, a partir de fines de los 80 y en los 90, se ha establecido la política de tener más corresponsales extranjeros de diversos órganos de prensa correspondientes a distintos países. Esa política ha tenido como resultado que la imagen de Cuba es más matizada, más rica, más contradictoria, más variada de lo que era en los 60 y en los 70. Una de las preguntas que quiero reiterar es: ¿Ha cambiado esa imagen, se ha movido no solo por la presencia de estos corresponsales? Con independencia de que estemos o no de acuerdo con reportes de aquí o de allá, ¿ha sido esto bueno, o no, en términos de enriquecer y matizar esta imagen? Naturalmente que hay mucho por hacer. ¿Es posible hacer algo? ¿Y si cuando hablamos de los medios de comunicación extranjeros pensamos en Telesur, en Al Jazira? Me llama la atención que nadie en el público ni entre los panelistas se haya referido a esto, y me alegra que no lo hayan hecho, porque eso revela una vez más que son muchas más las cosas que existen. 

Han asistido a esta discusión, ciento veinte personas. Me alegra mucho que haya habido esta gran concurrencia. Les agradezco a los panelistas y a todos los que hicieron preguntas e intervinieron desde el público. Agradezco el tono adecuado, correcto, crítico, analítico y conciso de las intervenciones, de las que creo que todos hemos aprendido.

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