lunes, 9 de abril de 2012

Yo también soy Libre



Por Samuel Trigueros

Desde hace muchos meses (con raras excepciones), por decisión propia, no publico ningún comentario; pero en alos meses recientes, la hernia cervical que se me ha diagnosticado impide que lo haga. Pero el peso de la gratitud, el olor a muerte que nos envuelve y la militancia permanente me obliga a hacerlo ahora.
Con estupor he asistido televisivamente a los acontecimientos brutales que día a día intentan socavar la esperanza y aniquilarnos mediante decretos, balas o llamas. Somos un pueblo asediado por fieras. El descaro es absoluto, el fascismo se ríe en nuestras caras: los perpetradores del golpe de Estado hasta aspiran a ser presidentes. El presidente actual también ríe, estúpidamente, cuando alguien le presenta un tema vital para el pueblo. Pero nadie se ha atrevido a solicitarle a Pepe lo que se le debe exigir en casos como el de Honduras, inmersa en la estela del golpe de Estado, sin aplicación de justicia para los mártires y para cada ciudadano violentado en sus derechos humanos, saqueada por el régimen interino de Micheletti y la sempiterna cohorte militar de cada gobierno de cola comprometida y sumiso al imperio: ¿Por qué no dimite señor Porfirio Lobo Sosa? ¿Por qué no reconoce no sólo la inoperancia de los ocho funcionarios que le metieron o intentaron "meterle gol", sino la suya propia? Honduras no se levantará sino es porque el pueblo la levante. No hay gobierno capaz de levantarla después del golpe de Estado, excepto aquel que verdaderamente surja del pueblo, no de urnas infladas, con funcionarios que no sólo en el corazón del imperio, sino también en nuestro contexto cercano –Guatemala, por ejemplo- han tenido que entrar por la puerta de atrás a lamer el piso de los organismos internacionales y pedir que se les reconozca como legítimos. Olvidan que la legitimidad le pertenece al pueblo y se oponen –inútilmente- al proceso en marcha de refundación de Honduras.

La macabra e inconclusa cremación de más de 150 personas (no hay que olvidar que eran personas, con los mismos derechos humanos de Pepe), levantó una cortina de humo, que ascendió de los cuerpos carbonizados, incapaz de tapar la realidad impuesta por el hombre cuya campaña electoral una vez fue un metálico guantelete medieval. Luego, el incendio de los mercados capitalinos se sobreimpuso en las ediciones de los noticieros al incendio del centro penal de Comayagua ¡Claro que hubo mano criminal! No hablamos sólo de la mano física ejecutora, sino, sobre todo, de la mano gubernamental, incapaz de evitar tales tragedias, si no es que se encuentra coludida, como se dice a media voz por ahí. Desde el golpe de Estado, más que antes, como nunca, huele a muerte en Honduras. Dimita Porfirio Lobo Sosa.

En mi actual condición de salud, se me hace difícil escribir (entre otras cosas) para expresar toda la rabia popular que me embarga, pero hoy he querido hacer ese esfuerzo; sin olvidar nuestra propia lucha que se mantiene a pesar de los avatares internos, naturales y propios de nuestro proceso; reconociendo la importancia de la defensa de los derechos humanos que múltiples organizaciones y personas mantienen. El "Encuentro Internacional de Derechos Humanos en solidaridad con Honduras", que finaliza este día, es una prueba de la lucha que mantenemos por sobrevivir y por vivir con equidad, justicia e igualdad en un país donde la muerte emana de los recintos gubernamentales, militares y paramilitares. Dimita Porfirio Lobo.

Se nos quiere encarcelar en un país en llamas, con un presidente que tiene las llaves en sus manos (aceptar el proceso popular de refundación nacional) y sólo las tirará lejos de nuestro alcance en el momento final. Pero no estamos encarcelados, estamos luchando, estamos construyendo patria, y yo también soy Libre.

Probablemente no sea un texto profundamente político, pero intenta ser una expresión personal mínimamente humana, en un país donde ser humano es, por sí mismo, un acto revolucionario, puesto que se trata de aniquilar esa humanidad y dejar el puro músculo adiestrado para la maquila que ceba al imperio y sus lacayos. Agrego a esto la incalificable gratitud que siento hacia todos los compañeros y compañeras que se han solidarizado conmigo –y por ende, con mi familia- en este momento difícil que ha minado mi capacidad física, pero no mi mente ni mi nervio vital revolucionario. He descubierto que no estoy tan solo como pensaba. Por ahora no puedo pintar ni estar frente a una computadora editando un texto o impartiendo un taller de muralismo infantil, actividades que hasta hace poco realizaba para poner el pan en la mesa familiar. Me mantengo entre el dolor y los efectos de los fuertes (y caros) medicamentos que calman (nunca quitan) el dolor físico. De no ser por la solidaridad de ustedes, hermanos y hermanas, la situación sería peor. Sigo a la espera de que la gestión que me han dicho unos compañeros que se ha hecho en la Habana para operarme sea aprobada. Les agradezco la solidaridad, esa que no sólo me ayuda a comprar los medicamentos, sino que me confirma que es posible refundar Honduras. Y al mencionar La Habana, esa que recuerdo refulgiendo en el verano caribeño, con el sol terco de las 7:30 pm aún cubriéndonos como un velo de Klimt, pienso en la Cuba invencible, pienso en los cinco hermanos presos injustamente en cárceles norteamericanas (No los ponga Obama en cárceles hondureñas. Aquí se incendian junto con los privados de libertad. Dimita Porfirio Lobo), pienso en Tony Guerrero y aquel verso suyo que hoy comparto en carne propia y con ustedes:

Hay cansancio, pero no me rindo.

Hay cortaduras, pero no sangro.

Tanta fatiga, tantos dolores

calmo con el amor de mis sueños

hecho de una materia invencible

que no reconocen los guardianes.

Gracias compañeras, compañeros.

Hasta la victoria siempre.

Samuel Trigueros

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