jueves, 8 de diciembre de 2011

Mario Vargas Llosa: La huella de un peruano bendecido por Europa

Otra América


Por Paco Gómez Nadal

El mundo de Vargas Llosa no es igual al mundo real. Su peculiar mirada, autodeclarada ultra liberal, es, como mínimo, peculiar. Hoy, su editorial lo presenta en la Feria Internacional de Guadalajara. Hasta llegar allí, Vargas Llosa se ha paseado por Panamá y por ciudad de México, donde la élite lo ha premiado y alabado.

Una periodista panameña titulaba así un perfil ‘humano’ del premio Nobel peruano: “Un hombre de este mundo”. La aclaración era ‘necesaria’ por si alguien pensaba que ser Nobel y tener la clarividencia alejaba de la realidad. Vargas Llosa participaba de la reunión de las Academias de la Lengua española y había recomendado a los vetustos guardianes de la pureza lingüística que “escucharan a la calle” para enriquecer su trabajo. Sin embargo, Vargas Llosa pisó poca calle.

En Panamá fue recibido con honores por el presidente, Ricardo Martinelli, enredado en múltiples escándalos de corrupción, denunciado por violación de Derechos Humanos y por abuso de poder. Martinelli le impuso la orden Vasco Núñez de Balboa, que lleva el nombre del sanguinario conquistador, y destacó el orgullo que es para Panamá condecorar al escritor. En ese mismo acto, el presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, José Manuel Blecua, quien dirige también la Real Academia Española, entregó a Martinelli la medalla de esa institución. Quedará en los archivos.

A cambio de la condecoración de Martinelli, Vargas Llosa dijo que tener la impresión “de que Panamá vive un periodo muy positivo de desarrollo económico” y alabó la democracia frente la “vergüenza autoritaria” de Cuba. La isla nubló su visión periférica también en México.

“México ha tenido el gran coraje de enfrentar un problema que no es mexicano, sino latinoamericano y en buena parte mundial, que es el problema de narcotráfico"

El mismo día que la Corte Penal Internacional (CPI) recibía una denuncia contra Felipe Calderón, presidente de México, varios de sus ministros y el jefe del cártel de Sinaloa, Vargas Llosa recibía en ciudad de México el premio “Una vida por la Libertad”, que otorga el Grupo Salinas. Allí se deshizo en elogios al gobierno de Calderón por enfrentar “de manera resuelta la bestia del narcotráfico”. “México ha tenido el gran coraje de enfrentar un problema que no es mexicano, sino latinoamericano y en buena parte mundial, que es el problema de narcotráfico, una de las fuentes más peligrosas de la corrupción que está socavando las instituciones democráticas en muchos países”.

Ni una palabra sobre las más de 35.000 víctimas mortales que ya ha dejado la llamada “Guerra contra el narco” de Calderón, ni una palabra sobre la corrupción en el Estado mexicano o sobre las denuncias de las defensoras y defensores de Derechos Humanos acosados por las fuerzas de seguridad y los paramilitares de ese país.

Con la presencia de representantes del Gobierno y de la Iglesia católica, el escritor insistió: “Nuestros países se quedaron rezagados y han vivido en buena parte de su historia republicana en la violencia, en la pobreza y sometidos a gobiernos dictatoriales. Afortunadamente, las cosas comienzan a cambiar, es verdad que América Latina tiene todavía algunos ejemplos de esa horrible tradición autoritaria, de violencia, represión, de miedo, como es el caso de Cuba”.

Antes, en Panamá, ya había abogado por conseguir que los latinoamericanos “sean ciudadanos cultos, sensibles y dotados de imaginación”, lo que, en lectura inversa, significa que los actuales latinoamericanos son incultos, insensibles y limitados en su imaginación. Sus buenos propósitos los hizo públicos al recibir el título de doctor honoris causa por una de las decenas de universidades privadas de Ciudad de Panamá.

Un tipo normal
Vargas Llosa, nacionalizado español en 1993 tras perder las elecciones presidenciales de Perú en 1990, vive a caballo entre Reino Unido y España. Durante las entrevistas en Panamá se quiso dibujar como un hombre común. Y como todo hombre común contó que forja su criterio en base a la lectura de Le Monde, El País, Financial Times y The Economist; que la fiesta no le interesa mucho: “Nunca he sido bohemio... nunca me interesó ni tuve tiempo para ello. Voy a los cafés, pero a trabajar...”; y que, como todo hombre común se interna una vez al año en una clínica privada de Marbella, balneario de descanso de jeques árabes y farándula española, para ayunar 17 días tras los cuales pasa otros 4 a punta de sopitas. “Es una limpieza extraordinaria”, pero no es buena para el trabajo intelectual, explica, “porque la concentración se debilita muchísimo, y la memoria también se ve afectada”

Al final, Vargas Llosa deja su legado de pensamiento, su compromiso con la “dimensión ética y la dimensión moral de la cultura, porque el puro pragmatismo no basta para preservarnos de la catástrofe a la que nos puede llevar la pura ciencia”.
En alguna de sus intervenciones, y ejerciendo su ciudadanía española, el premio Nobel, se mostró contento y “esperanzado” con la nueva mayoría absoluta del Partido Popular en España, aunque unos días antes de las elecciones del 20 de noviembre en la Península Ibérica se había declarado votante del partido UPyD (Unión progreso y Democracia), de declaradas intenciones españolista y ambigüa definición frente al tema de la inmigración.

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