lunes, 5 de diciembre de 2011

A la ciudadanía hondureña


Vos el Soberano 

Por Rodolfo Pastor Fasquelle

A mis conciudadanos amigos, y enemigos también

Están informados de lo que vengo a declarar el ex Presidente Zelaya, el Presidente P. Lobo y otras altas autoridades aquí y en el extranjero. En la Administración Zelaya fungí como Secretario de Estado para La Cultura y, en los dos meses anteriores al golpe de Estado, realicé dos viajes.

Un viaje a Lisboa Portugal para asistir al Foro de Ministros de Cultura de la Organización de Estados Iberoamericanos, con su Secretario Enrique Iglesias, del 22 al 24 de Abril de 2009, cuyo tema principal fueron las políticas sobre las lenguas Iberoamericanas y el multilingüismo en nuestros países. Ahí se discutió también y se aprobó la solicitud que habíamos urgido los ministros centroamericanos junto con los de Paraguay y Bolivia para que se nos permitiera participar, con cuotas reducidas, en los programas de financiamiento de la Organización para la cultura: Iberorquestas, Ibermuseos, Ibercine e Iberescena, programas con fondos abundantes para financiar orquestas juveniles, la creación de museos, la producción fílmica así como espectáculos de teatro y danza respectivamente… todo un logro, esa aprobación, puesto que, para los países más grandes, la participación exigía una contribución inicial de 150 mil dólares, de que nosotros no disponíamos.

Hice otro viaje, semanas, antes del Golpe, a Caracas, Venezuela a una reunión del 28 al 29 de Mayo de los seis Ministros de Cultura del Alba (tratado internacional aprobado por el Congreso de Honduras) y en la cual se definió la forma en que ese organismo distribuiría un Fondo Cultural del Alba. Los técnicos se reunieron a la semana siguiente y el 9 de Junio se firmó el Convenio entre este Fondo y el Banco del Alba. El dinero iba a servir para financiar empresas culturales conjuntas (las grancionales) y para financiar el plan de cultura e integración cultural que diseñamos los ministros y habría correspondido un millón de dólares a cada país para actividades culturales conexas, caso que parecía prometedor. Nunca había tenido el Ministerio esa disponibilidad. Ni lastimosamente lo llegó a tener después, por las causas conocidas.

Al viajar, yo no andaba de parranda, cumplía con mi agenda de trabajo y con mi obligación en pos de resultados positivos, a futuro y a largo plazo para la administración publica de la promoción cultural… Jamás falté un minuto a las reuniones formales y aproveché el resto del tiempo para cabildear a los señores amigos. Haber dejado de asistir a los foros de ministros hubiera sido irresponsable. Y como viajar seis días a Europa y después cuatro días a Venezuela suponía gastos extraordinarios se depositaron, para esos diez días, en lempiras, mil quinientos dólares en mi cuenta, por concepto de viáticos, según ley.

El Tribunal Superior de Cuentas me comunica ahora un reparo por esa cantidad. Es cierto que no dispongo de los codos de los boletos de abordaje que me exije el T.S.C. El procedimiento acostumbrado para esas ocasiones fue siempre que se anticipaba el viatico y, al retornar de los viajes, cuando ya estaba definido el gasto, se hacia un informe y se solicitaba la autorización por parte del Presidente, a través de La Secretaria de la Presidencia. El Ministro Enrique Flores Lanza sin embargo no tuvo tiempo para extenderme la correspondiente autorización antes que nos dieran el golprey le saquearan su archivo, así de simple. Tampoco quiso otorgar la autorización el ministro golpista Pineda, después.

El origen y fin del reglamento invocado fue siempre controlar que los funcionarios deshonestos que son legión, no cobraran viáticos por viajes inventados o viajes que no realizan. Al Tribunal se le ha demostrado sin embargo que yo no invente las reuniones de ministros. Se le ha demostrado que estaba invitado formalmente a esas reuniones, y que hice los viajes respectivos, mostrándole las respectivas páginas selladas de mi pasaporte y la correspondencia oficial en torno al viaje. Si dudaran de los documentos o la celebración de las reuniones pueden verificar en un buscador de internet cualquiera y encontraran múltiples referencias a estos importantes conclaves que trascendieron a los medios en Europa y en Venezuela. Los periódicos publicaron fotografías de grupo, en Caracas me acompañó el Embajador de Honduras. En Lisboa estuvimos junto con los ministros de Guatemala, El Salvador y Costa Rica luchando por fines institucionales, sin discriminación ideológica.

Pero el TSC alega que, si no presento la autorización del Presidente golpeado y exiliado, tengo que pagar el dinero de regreso. Es decir me imputa un mal proceder y me deduce una responsabilidad. Rechazo el formalismo rígido de esa exigencia.

La única razón por la que no puedo presentar las autorizaciones reglamentarias de La Presidencia, es porque aquí hubo un golpe de Estado, según dicen los organismos internacionales, la Comisión oficial de la Verdad y el Papa, aunque lo pasen por alto otras instancias y, por tanto, La Secretaria de la Presidencia no tuvo oportunidad, tiempo ni más tarde o ahora tiene acceso a archivo para proveer esa aprobación. Pero entonces se me exige una responsabilidad que no puedo cumplir y se me castiga y persigue injustamente, valiéndose de esa circunstancia.

Un par de amigos me aconsejan la salida pragmática y fácil: pagar esa suma para evitarme la molestia de ser perseguido judicialmente con costos adicionales imprevisibles. Respeto ese criterio pragmático y he estado tentado a actuar así, por comodidad. No me ha interesado el martirio ni darme baños de pureza farisaica. Otros amigos y parientes cercanos me animan en cambio a la resistencia. Como historiador y ex funcionario tengo cabal memoria de lo que ha sucedido en este país con la corrupción y la manipulación del tema; grandes ladrones han escapado impunes y se ha tratado de enlodar a gente honesta…quizás tengo una obligación adicional. He dispuesto ser congruente con mi propia conciencia y no hacerle el juego a esta injusticia. No debo aceptar una culpa que no es mía. Buscaré la justicia aquí y, si no la encuentro, afuera hasta donde alcance mi ánimo. Aviso, para que estén sabidos.

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