lunes, 22 de agosto de 2011

Los espejismos de la afroderecha

Granma



Por Pedro de La Hoz

El gatopardismo puso de moda la práctica cínica de que hay que cambiarlo todo para que todo siga igual. Un proverbio zulú reza: "No mires a los ojos lastimeros de la fiera; por la peladura del hocico sabrás que muerde todavía". Por otra parte, el destacado promotor venezolano de los derechos de los afrodescendientes, Chucho García, acuñó un término con el cual sitúa lúcidamente una perspectiva político-ideológica en el proceso de reivindicaciones de las comunidades de origen africano en el hemisferio occidental: la afroderecha. Así llamó a los sectores afrodescendientes que tratan de validarse como actores sociales desde un criterio exclusivamente pigmentocéntrico mientras le hacen el juego a los sectores dominantes de la burguesía.


Tales imágenes vienen a la memoria cuando apenas faltan unas horas para que este jueves 18 de agosto se inaugure en La Ceiba, Honduras, la llamada Primera Cumbre Mundial de los Afrodescendientes, que sesionará hasta el próximo día 21.

La cita va a consumarse bajo el pretexto de la proclamación por la Organización de las Naciones Unidas del 2011 como Año Internacional de los Afrodescendientes. El lema del cónclave hondureño resulta atractivo: por un desarrollo integral con identidad. La agenda, en el papel, no lo es menos: reconocer el aporte de las comunidades afrodescendientes a la construcción de naciones y sociedades en diversas partes del mundo, particularmente en las Américas; atender a la preservación de hábitos y prácticas culturales de esas comunidades; y estimular la puesta en marcha de políticas de integración en el marco de la democracia.

Pero sucede que tanto el lema como la agenda están viciados desde el mismo punto de partida. El reconocimiento de las contribuciones de la diáspora forzada de las poblaciones africanas tiene que pasar por la admisión de la deuda histórica contraída por las antiguas potencias coloniales con los esclavos y la consecuente reparación de los daños físicos y morales infligidos por la infamante trata. La valoración de las culturas originarias y las que nacieron de complejos procesos de transculturación y mestizaje deben trascender las márgenes espurias de la exhibición folclorizante y la explotación turística. Las políticas de inclusión, formalmente establecidas en algunos casos de la región, se contradicen y anulan en el contexto de las democracias representativas que no toman en cuenta la real participación ciudadana.

Nada de esto se avizora en la trama hondureña. Más bien todo parece un acto exhibicionista para consumo mediático y, en el plano interno, como veremos más adelante, para acallar espíritus levantiscos. Dicho sea esto aun cuando habrá representaciones oficiales de gobiernos de la región y asistirán prominentes personalidades que sí toman en serio el tema de la afrodescendencia.

Si se sigue, como diría un conocido comentarista político de la TV cubana, la ruta del dinero, se observa que otras no pueden ser las expectativas de la Cumbre hondureña. El financiamiento de buena parte del foro por parte del Banco Mundial y la Agencia Internacional de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) no va a querer pagar de modo alguno disidencias que se aparten del modelo hegemónico. El entusiasmo y la dedicación volcados por el Departamento de Estado de EE.UU. en la preparación de la Cumbre nos recuerdan el proverbio zulú citado al principio.

Y luego está el escenario. Por más que se esfuercen los gobernantes en aparentar otra cosa —he ahí la evidencia del gatopardismo—, la Honduras de agosto del 2011 está indeleblemente marcada por la del golpe de Estado del verano del 2009.

Como se sabe, la asonada golpista consiguió desgajar a Honduras del proceso de integración de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y enrutar a la nación nuevamente al redil del neoliberalismo, en una maniobra que contó con la asistencia y el aliento de los sectores conservadores de Estados Unidos. Esta faena se ejecutó en medio de una puesta de escena que implicó la convocatoria a elecciones supuestamente libres y la reinstauración de un no menos supuesto gobierno democrático.

Uno de los mayores impactos de la situación imperante se vuelca sobre las comunidades afrohondureñas. De los ocho millones de habitantes del país, aproximadamente el 10 % desciende de esclavos africanos y forma parte del pueblo garifuna. En su mayoría proviene de africanos que se apalencaron en el siglo XVIII en la isla de San Vicente, en el Caribe, y se mezclaron con las comunidades originarias kalinagas, hasta que fueron derrotados por las tropas coloniales británicas y reasentados en la costa caribe, predominantemente en lo que hoy son los departamentos de Colón, Gracias a Dios y Atlántida.

Larga ha sido la lucha del pueblo garifuna por organizarse, defender su lengua y cultura ancestrales, pero pese a ello padecen una situación de penuria exacerbada por décadas de políticas neoliberales y por las consecuencias del golpe de Estado del 2009. Las comunidades afrohondureñas, junto a los indígenas mismitos, registran los más altos índices de pobreza y marginación social.

En junio pasado, 16 organizaciones comunitarias garifunas, encabezadas por la Organización Fraternal Negra de Honduras (OFRANEH), enviaron un mensaje al IV Foro de los Afrodescendientes que sesionó en Caracas, en el que denunciaron las intenciones del actual gobierno de esa nación centroamericana para arribar a la llamada Cumbre Mundial de este agosto con una propuesta progresista en apariencias: el establecimiento de Regiones Especiales de Desarrollo, conocida también como Charter Cities.

Detrás de esa iniciativa legislativa, según estas organizaciones, se esconde "la pretensión de ceder a inversores privados el territorio entre la Bahía de Trujillo y la desembocadura del río Sico, donde se ubica el santuario cultural del pueblo garifuna".

En aquel mensaje, las organizaciones expresaron: "El actual régimen de Lobo, como parte de la cortina de humo sobre el golpe de Estado, viene promoviendo un encuentro de la afroderecha en Honduras que se efectuará en agosto. La utilización de algunos afrodescendientes en los gobiernos de Estados Unidos y América Latina sirve para lavarles la imagen de racismo al imperio y sus colonias de la periferia. La convocatoria de las organizaciones de afroderecha, que viene siendo apoyada por el actual régimen de Honduras y los organismos financieros internacionales, cumple la misión de soterrar ante la opinión pública internacional la nueva expulsión que confronta el pueblo garifuna".

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