martes, 30 de agosto de 2011

El Bajo Aguán



Tiempo

Por Víctor Meza

No, no es posible que todas las semanas, casi todos los días, mueran personas, por conflictos agrarios, en el Bajo Aguán.

¿Qué está pasando ahí, qué sucede, qué acontece en esa zona geográfica en donde pareciera que no hay autoridad, ni control, ni vigilancia, ni, en pocas palabras, Estado? ¿Quién manda, quién gobierna, quién decide sobre la vida, los bienes y la existencia cotidiana de los ciudadanos en esa región? Por lo visto, nadie.

Don Porfirio Lobo, presidente de la República, me consta, no es un hombre indiferente a estos problemas. Conoce la naturaleza, el origen y las consecuencias de los conflictos agrarios. Los ha vivido en directo, en carne propia. Sé que es así. Por lo tanto, me pregunto, ¿cómo es posible que muestre tanta aparente indiferencia y lejanía ante los hechos que tienen lugar en esa zona, tan bella como peligrosa, del Bajo Aguán? ¿Por qué razones, me interrogo, un hombre como Porfirio Lobo, que tiene – o ha tenido, ya no lo sé – la sensibilidad suficiente para vibrar ante las injusticias sociales, se muestra hoy, desde el palacio presidencial, con la indiferencia grosera y la distancia cómplice de los oligarcas criollos, tan lejanos como estúpidos ante los desafíos sociales…? No tengo respuestas válidas ni creíbles ante estos interrogantes.

Pero reflexiono: si el gobierno no es capaz de tener la sensibilidad suficiente ante los problemas más notorios de la conflictividad local, ¿qué podemos hacer los ciudadanos ante ello? ¿Cómo podríamos los hombres y mujeres de a pié asumir la gestión y el manejo de los problemas cotidianos de nuestra comunidad? Me dirán que la respuesta está en la anarquía, la sociedad sin Estado, la locura. No. La solución está en algo tan simple y cercano como la Autogestión, es decir la organización autónoma de los ciudadanos, la búsqueda propia de soluciones, el afán de encontrar nuestras propias fórmulas de salida, de autocooperación. La solución está en Nosotros, no en los demás y, mucho menos, en el Estado. La fórmula se reduce a la autocooperación, a la autogestión, a la iniciativa propia, organizada y disciplinada, al autocontrol ciudadano.

Y, si esto es así, lo que debemos hacer es organizarnos, unirnos, juntar nuestros esfuerzos, nuestras ideas y energías para buscar y encontrar fórmulas que nos permitan salir adelante, triunfar, ganar.

Ya basta, señores, amigos, hombres y mujeres, de buscar la solución en los engranajes del Estado. Ya dejaron de funcionar. Se gastaron. Se agotaron. Los ciudadanos debemos, estamos en la obligación de encontrar nuevas vías de presión, otros caminos para imponer nuestras demandas y exigencias. Los ciudadanos somos, desde ahora y para siempre, los “nuevos demandantes”, los hombres y mujeres del siglo XXI. ¡No lo olvidemos!

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